Capítulo 5 Un día de lluvia.
Me materialicé frente a ella ante un solo pensamiento por su parte de que volviese a detenerme a su lado. Y lo hice. Porque ante todo quería seguir intentando descifrar a aquella muchacha que decía lo contrario a lo que solía desear. No dije nada, tan sólo observé la forma en la que temblaba. Me fijé en sus ropas mojadas y hablé sin pensar.
–Deberías desnudarte.
Se atragantó con su propia saliva y empezó a toser sofocada al pensar en mí de una forma osada, como si yo fuese cualquiera de esos humanos que tuviesen intenciones ocultas.
–Tus ropas están mojadas, cogerás un resfriado si sigues llevándolas. – Añadí mientras apoyaba las manos a ambos lados de su chaqueta con la intención de desabrocharla. Pero hablé antes de llevarlo a cabo. – No imagines ninguna de esas cosas raras que puedan hacer que malinterpretes esta situación.
–No tengo ropa que ponerme, así que olvídate de desnudarme. – Se sujetó las solapas de la chaqueta y las cruzó. Su actitud me divirtió demasiado y tuve que pensar en la forma en la que poner remedio a aquello.
Tiré de ella con una ráfaga de viento que yo mismo creaba a través de la oscuridad que había en cada uno de los agujeros negros que podía crear a mi antojo y la introduje en uno. Cerró los ojos, asustada y cuando volvió a abrirlos nos encontrábamos en el interior de una oscura tienda de ropa en la que no existía el color.
–¿Qué...? – Dio un leve vistazo al lugar que nos rodeaba y se fijó en la forma en la que todo era coloreado a medida que ella posaba sus ojos sobre cada escenario. – ¿En qué lugar estamos ahora?
–Este lugar es inexistente – contesté en mi estúpido intento de explicarle el sentido del universo a una humana que no poseía capacidad para entenderlo. – Ahora que lo pienso... este es el punto más seguro en el que podemos encontrarnos.
–Estamos en el mundo sin luz, ¿verdad? – sonreí pues me gustaba demasiado que ella pudiese saberlo sin que yo tuviese si quiera que decirlo, como si tuviese la capacidad que yo poseía de leer las mentes de mis semejantes. – Pero... ¿por qué parece una tienda de ropa como las de la tierra?
–Eso es porque yo lo he hecho posible. Puedes elegir el vestido que más te guste y luego usarlo.
–Pero ... este vestido, al igual que esta tienda de ropa o el lugar que nos rodea... podría desaparecer en cualquier momento, porque no es real.
–¿Aún no entiendes mi poder, Anna? Puedo crear y hacer realidad cualquier cosa que desee. Soy como... – pensé en una forma de explicárselo, una que ella entendiese y no fuese especialmente difícil. – ... un dios. No existe nada que sea imposible en mi mundo.
–Bien – parecía algo mareada con toda aquella información que no podía entender del todo. – Vale. Elegiré un vestido, pero voy a necesitar un probador en el que poder cambiarme. – Sonreí porque su timidez siempre me hizo feliz. Era ella tan inocente. – ¿Qué?
–¿Crees que habrá alguna diferencia si te metes en un probador? No habrá ninguna. Poseo mirada de rayos X y puedo ver a través de las paredes.
–¡Oh! ¿Qué? ¿Cuántas veces has usado tu poder para mirarme como un pervertido? – Mi sonrisa lo dijo todo y me gané un empujón por su parte que me hizo reír por unos minutos. – No tiene ninguna gracia. Podría denunciarte, ¿sabes?
–¿Vas a denunciarme? – Me señalé con el dedo. Eso pareció hacerle perder el aliento. Yo sabía que ella se sentía atraída por mí y me divertía mucho. – De acuerdo, elige el vestido que más te guste y ve a cambiarte al probador – giré la cabeza hacia un punto de aquella tienda y cuando ella miró se sorprendió al ver como un pequeño cuarto que no había estado ahí antes cogía color poco a poco.
–Prométeme que no vas a mirar cuando esté ahí dentro.
Ella era demasiado, ¿cómo se atrevía a pedirle algo así a un sinvergüenza cómo yo?
–Lo prometo.
Se introdujo por las largas hileras de prendas de aquella tienda inventada y se detuvo en un vestido que brillaba de una forma especial. Era de color blanco, de un material similar al satén y partes de tela en tono negro. Lo agarró sin dudarlo y caminó hasta el probador sin tan siquiera dirigirme la palabra.
Buscó un espejo en el que mirarse y se percató de que no había ninguno, pero este apareció tan pronto como yo lo deseé. Se miró al espejo y fue como si la tuviese delante, porque pese a lo que había prometido, no podía mirar para otro lado.
Me quedé sin aliento cuando ella recogió su mojado cabello en una coleta con la gomilla que siempre llevaba consigo en la muñeca y luego prestó atención al espejo. Su chaqueta acabó en el suelo y me fijé en su suéter gris que a causa de lo mojado que estaba se veía más oscuro de lo que en realidad era. Se lo quitó y me quedé mirando lo blanca que se veía su piel sin la prenda. Entonces se desabrochó el sujetador y dejó libre sus poco voluminosos, pero perfectos senos. Abrí la boca y dejé escapar el aliento tan pronto como me fijé en cada detalle de ellos, mientras ella se desabrochaba el pantalón y lo bajaba, arrastrando consigo las bragas, quedando completamente desnuda frente al espejo.
Algo sucedió entonces dentro de mí, un deseo que hacía mucho que no sentía empezó a doblegarme y algo creció entre mis piernas. No podía perder la razón de esa manera. Yo ya no era el mismo ser de la otra realidad y ella no me deseaba de esa forma enferma que lo hacía la de la otra realidad. Eran como dos gotas de agua en cuanto al físico, pero la Anna de ese mundo era mucho más tímida que la del lugar del que provenía.
Se colocó el vestido que le sentaba como un guante y sus pezones endurecidos se le notaron a través de la delicada tela.
La cortinilla cedió y ella salió del probador. Sus ojos se posaron sobre los míos. Debió ver una expresión extraña por la pregunta qué hizo.
–¿Qué?
–Nada – bajé la mirada con rapidez. Me sentía demasiado intimidado con su cercanía.
–A lo mejor tú también deberías quitarte la ropa y ... – dejó que su mente sucia imaginase una escena en la que sucedía algo más íntimo entre ambos y eso consiguió volver a divertirme, sobre todo porque yo me moría por depositar mis manos por sus senos. Quería saber si volvería a sentirlo todo al tenerla de esa forma tan íntima.
–Eres de lo que no hay. Yo vengo a hablarte sobre temas serios y tú estás pensando en llegar a la segunda fase conmigo.
–¡Eso no es cierto! – contradijo a la defensiva.
Con tan sólo un movimiento de brazo la atraje hasta mí. Sus pies resbalaron por el suelo y ella creyó que iba a caer, pero aquel lazo invisible tan sólo la acercó hasta que la tuve lo suficientemente cerca como para poder sentir su calor. Su corazón sintió una sacudida tan pronto como sus ojos se toparon con los míos, de nuevo.
–¿Por qué sigues resistiéndote a lo que sientes por mí? – su respiración creció a un punto imparable y el deseo la convirtió en alguien manejable. Pude ver lo mucho que ella deseaba que la tocase en un punto en concreto y eso me divertía demasiado. – Los humanos sois tan extraños, ¿sabes? Os negáis a aceptar lo que es y ponéis mil trabas para conseguirlo. – Me atreví a meter las manos entre sus cabellos y agarrarla de la nuca para atraerla más hasta mí. Cerró los ojos y se preparó para el beso que deseaba con todo su ser. Pero ... yo me detuve sobre sus labios, antes si quiera de haberlos besado. – Sé sobre la situación: no he sido un buen tipo. – Mis palabras rebotaban en su delicada piel y la hacían desfallecer. Apretó los labios, incluso los puños, tratando de calmarse a sí misma, mientras mis labios se acercaban a su cuello, rozándolo tan sólo. – Puedo incluso ser considerado malvado... – un sosegado jadeo escapó de sus labios y yo quise tentarla un poco más. Recién estaba descubriendo lo mucho que me gustaba jugar con ella. Retiré las manos haciendo que abriese los ojos de golpe y me mirase molesta. – Hice muchas cosas mal a lo largo de toda mi vida, pero te aseguro que lo que siento por ti no está mal.
–Está muy mal – me contradijo mientras yo sonreía con malicia. La tenía donde quería. Sabía que a causa de lo que sentía por mí en ese momento estaba dispuesta a cualquier cosa por conseguirlo. ¿Qué tan peligroso es ese deseo para los humanos? Los convierte en maleables. – Es que no es posible. – Me empujó entonces y eso me desconcertó tanto que la escena en la que nos encontrábamos tembló. Ella se fijó en aquella tienda en la que poco a poco empezó a nevar. – Esto no es real.
Antes de que hubiese podido descubrir mis verdaderas intenciones o el lugar en el que estábamos la empujé hacia atrás. Se asustó y volvió a cerrar los ojos mientras sus pies resbalaban por el suelo hasta que su espalda chocó contra el árbol de un lugar que no debería existir. Pero allí estábamos, en el bosque de una reserva natural.
–¿Qué es lo que quieres de mí? – se quejó mientras los pájaros que sobrevolaban el bosque lo hacían en dirección contraria, como si fuese una cinta rebobinándose. – No vas a engañarme, Bako. Eres el villano. Secuestraste a mi madre e hiciste que el avión en el que viajaban mi esposo y mi hijo tuviese un accidente. ¿Cómo puedo sentir algo por ti? Está mal, Bako. No puedo...
Mis manos se depositaron sobre árbol en el que ella descansaba, haciendo que todo temblase a nuestro alrededor, como si tan sólo fuese un recuerdo. Y en cierta forma, lo era.
–Secuestrar a tu madre y hacerle daño estuvo mal. – Admití, porque llegado a ese punto tenía que ser consecuente con mis actos. – Nunca me he arrepentido de hacer daño a otros, en toda mi vida. Pero después de conocerte... me arrepiento de lo que le hice a tu madre, incluso de lo que le hice a tu esposo y a tu hijo. A lo mejor podría haber hecho las cosas de otro modo, podría... Pero no conocía otra forma de obtener lo que quería en ese entonces.
–Pero eso no te impidió seguir haciendo daño a mi madre u ocasionar la muerte de mi marido y mi hijo.
–¡No te merecían! – grité dejándola demasiado sorprendida. – ¡Ese hijo de puta no te merecía! – Me empujó y me dio una bofetada que probablemente me merecía. La agarré de las manos y las aprisioné debajo de las mías, presionándola contra el tronco. – Lo vi todo. Te vi sentirte desgraciada cada día, los problemas de Derek, la culpa que seguía persiguiéndote a todas partes, ese canalla que se acercó cuando más débil estabas, cada mirada, cada gesto y la forma tosca en la que te follaba...
–¡Eso no era asunto tuyo!
–¿Es lo que te gusta? – intentó soltarse sin éxito. – ¿Te gusta que te follen duro y que te humillen, Anna?
Jadeé de forma incontrolable y gruñí al recordar las cosas horrendas que ese cabrón le hizo. La veía incómoda con cada situación, aceptando sus excusas de mierda y dándole una oportunidad tras otra.
–Te repito. Eso no es asunto tuyo.
–Me arrepiento de lo de tu madre – contesté mientras aflojaba mi agarre y la dejaba marchar, pero ella no trató de soltarse, lo que me dejó incluso más desorientado. – Era una buena mujer que no se merecía que un alienígena la encerrase en contra de su voluntad en una caja. Pero... no me arrepiento de lo de Lucas y Caleb. – Se soltó y me empujó entonces, tratando de alejarme de ella, pero no lo hice.
–¡Mataste a dos personas, Bako! ¡las mataste!
–Soy un asesino, un monstruo, el villano del cuento. ¿Por qué crees que voy a sentir remordimiento por matar a dos personas más en mi larga lista?
–Y esa es la razón por la que no podemos estar juntos. Yo jamás podría enamorarme del villano.
–Puede que tengas razón, puede que nunca llegues a amarme – tenía que ser consecuente con mis actos, porque eso era algo que supe hacía ya mucho tiempo, que la Anna de aquella realidad jamás sentiría lo mismo que la Anna del lugar que dejé atrás. Yo ya no era la misma persona que entonces, tampoco. – Pero... sí que hay una cosa que no puedes negar. – Ella me prestó atención entonces. – Te sientes atraída por el villano.
–¿Qué? ¡Ni de puta coña! ¡Tú lo flipas!
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