Capítulo 12 La desaparición de Bako.
.
Anna Freud volvió a su rutina y durante las primeras semanas se mantuvo calmada esperando al hombre al que amaba, pero tras la cuarta semana, le resultó extraño que yo no diese señales de vida. Lo cierto era que estaba ocupado persiguiendo al escurridizo Ax.
–Anna – la llamó su madre en medio de aquella comida familiar a la que a ella no le apetecía asistir, pues Derek y su prometida estaban allí. Su relación con su hermano pequeño había empeorado después de que se enterase de ese noviazgo que pronto se convertiría en algo más. – ¿Estás bien? Estás más distraída que de costumbre.
–Eso, hermanita. Cuéntanos, ¿cómo van las cosas con el director? ¿al final habrá película?
–¿No te has enterado? El director ha decidido prescindir de ella. – susurró su futura esposa haciendo que Anna la mirase con cara de pocos amigos. No le gustaba mucho esa mujer.
–Bueno, estoy segura de que saldrán otras oportunidades. Nuestra Anna tiene mucho talento – añadió su madre, tratando de calmar los ánimos de la joven.
El timbre de la puerta rompió aquel silencio incómodo y Anna lo agradeció, pues estaba a punto de soltar alguna bordería. Se limpió la boca con la servilleta antes de decidir que iría a abrir la puerta.
–¿Quién puede ser a estas horas? – preguntó su madre. – A lo mejor es el chico con el que saliste el otro día.
–¿Qué chico? – añadió su padre, interesándose por la conversación por primera vez desde que se habían sentado a la mesa.
Ella se marchó sin tan siquiera responder y se acercó a la puerta.
–¿Qué chico? – volvió a insistir el patriarca de la familia hacia su mujer. – Pensé que aún estaba de luto después del accidente.
–Han pasado dos años, Paul. ¿No crees que tu hija deba rehacer su vida? Es una chica joven y ...
–¿Tú sabes algo de esto? – inquirió hacia su hijo más joven. Este se encogió de hombros y el primero arrugó la nariz. No le hacía gracia que otro hombre estuviese interesado en su hija, ya le caía mal el primero. Y esa fue una de las razones por las que Anna dejó de hablarle.
Anna abrió la puerta y se sorprendió al encontrar a Oku-Kay Zort al otro lado. Para colmo, no estaba allí de incógnito, por lo que llevaba su traje de viajero interestelar y la tez de su piel era de color azul.
–¿Qué...? – los peores miedos de Anna empezaron a despertar. Temió por lo que podría haberme ocurrido o... peor aún, por lo que le ocurriría a ella si intentaban usarla para atraerme. – No puede estar aquí, capitán Zort. Usted prometió que ningún baniano volvería a inmiscuirse en mi vida. ¿Es que acaso no habéis hecho suficiente daño? Mi madre estuvo años secuestrada, sometida a tortura...
–Yo no tuve la culpa de eso, Anna. Fue Bako quién lo hizo. Él es el villano, no yo.
Mientras, en el salón, la madre de Anna empezaba a impacientarse.
–¿Qué estará haciendo esta niña que no viene a cenar? A este paso, se le va a quedar frío el guiso.
–Derek, ve por ella – ordenó su padre.
–¿Qué?
–No hace falta, tesoro. Iré yo – añadió la mujer. Se puso en pie de un salto y caminó hacia el salón, donde Anna se reía sin ganas al ser consciente de la desfachatez de Kay.
–Necesitamos tu ayuda, Anna.
–¿Y por qué iba yo a ayudar a alguien cuyo padre trató de investigar conmigo? – Tragó saliva y bajó la cabeza, avergonzado, al recordar ese pequeño detalle. – Dices que Bako es el villano y no lo niego. Pero... si no me hubiese sacado de allí, posiblemente estaría metida dentro de una caja de cristal con cuchillos en mi piel, tratando de averiguar cuánto es capaz de aguantar mi cuerpo el dolor.
Él se sorprendió al escuchar con lujo de detalles una de las formas de tortura de su hogar. Era como si lo hubiese visto de primera mano, y en el fondo, así fue. Yo mismo se lo mostré en mis recuerdos.
–Afortunadamente... todo salió bien. – Anna volvió a reírse sin ganas mientras que su madre se interesaba por conocer la identidad del hombre con el que hablaba su hija. – Quería decirte que ningún vaniano te culpa de lo que ocurrió con el capitán Krang.
–¿Por qué me culparían?
–Por decirle el lugar en el que estaba su cuerpo.
–No hizo falta. Él es capaz de leer la mente de todos nosotros.
Kay asintió, pues sabía que era cierto.
–Bueno, no estoy aquí por nada de esto. En realidad... vengo porque necesitamos tu ayuda, Anna.
–¿Para capturarle de nuevo? – él asintió. – No me prestaré a semejante barbarie, capitán Zort.
–Debo discrepar, Anna. Verás... ha llegado a nuestro conocimiento que ese monstruo tiene una insana obsesión contigo y planeamos tomar ventaja para capturarlo.
–No. De ninguna manera.
–¿Quién es, nena? – preguntó su madre a sus espaldas. Pero antes de que hubiese averiguado de quién se tratase, Anna ya le había cerrado la puerta en las narices a Kay.
–No es nada. Se han equivocado.
Pero mi querido amigo Kay no necesitaba puertas o ventanas para entrar en un lugar, así que, atravesó la pared sin más, dando un susto de muerte a ambas.
–¡Cielo Santo! – Exclamó su madre. – ¡Jesús, María y José!
–No aceptaremos un no por respuesta. – Insistió Zort. – Sólo estoy pidiéndote ayuda por educación. Pero te usaremos quieras o no.
Con una sola orden de Kay su cinturón salió disparado hacia Anna como si tuviese vida propia y fuese una peligrosa serpiente. Se enredó alrededor de ella dejándola inmovilizada.
–¡No! – gritó su madre, alertando al resto de la familia que no tardaron mucho en correr a la sala, sorprendiéndose con lo que veían sus ojos. – ¡No dejaré que os llevéis a mi hija!
–¿Qué... qué es esto? – preguntó Derek mientras señalaba a Kay con el dedo.
–Es un alienígena – contestó su madre, pues había tenido que tratar con uno durante años. El mismo que la encerró en una caja de cristal y le hizo pasar un infierno. No estaba orgulloso de aquello.
–¿Un qué? – preguntó la muchacha que acompañaba a Derek.
–Parece que se han invertido los papeles, ¿no? – se quejó Anna mientras trataba de soltarse sin éxito. – Vais a cazar a un hombre inocente sólo por el miedo de lo que podría llegar a hacer.
–¿Un hombre inocente? – Repitió. – Es un monstruo, Anna. ¿Sabes a cuántos seres ha destruido a lo largo de su vida? Incluso secuestró a tu madre y la torturó. También te hizo daño a ti.
–¡Aléjese de mi hija! – dijo su padre sacando su navaja suiza del calcetín y empuñando el cuchillo.
–Es un terrorista, Anna. – Insistía Kay que quería ponerla en mi contra a toda costa. – Se alió con el General Uk y se unió a su causa para destruir mundos. Incluso asesinó bajo sus órdenes.
–Puede que se equivocase y confiase en la gente equivocada. Pero... probablemente, vosotros le convertisteis en esto cuando le criasteis en cautividad y le torturasteis.
–No tenemos tiempo para esta conversación – de un movimiento de muñeca consiguió hacer que el cuchillo que su padre sostenía saliese disparado hacia el techo y se clavase en el techo de madera.
–Pero... ¿qué...? – el hombre miró hacia el techo antes de volver la vista hacia aquel alienígena que tenía la mitad del cuerpo robótico.
–¿Le preguntasteis alguna vez como se sentía? – insistió ella.
–¿Sentir? Nosotros no hacemos eso, Anna.
–Sé que es una debilidad para vuestra raza. Pero... en el fondo... sentís. Al igual que los humanos tenéis sentimientos. Podéis sentir dolor, tristeza, ... os sentís traicionados y buscáis venganza. ¿Por qué no podéis darle el beneficio de la duda? ¿Por qué tenéis que suponer que él será el villano que teméis que sea? ¿Acaso no merecen todas las criaturas de este mundo una segunda oportunidad? Puedo haberos matado en Francia, pudo haber buscado venganza después de lo que le hicisteis... – pensó en ello. – Pudo mataros a todos. Pero no lo hizo. ¿Eso no significa nada?
–No es algo que yo deba decidir. Sólo obedezco órdenes de mi nación.
–Ya veo. Tan sólo eres un peón que mueven a su antojo. ¿Por qué lo acusáis a él entonces de las cosas que hizo por órdenes de otros?
–Nos vamos ya. – Parecía enfadado con aquella humana tan peculiar. El fuerte cinturón que la inmovilizaba consiguió también amordazarla mientras ella luchaba con todas sus fuerzas por liberarse. – Llévala a la nave, Imo.
–¡No! – gritó su madre, cortándole el paso. – No os dejaré que os la llevéis.
Él la apartó con tan solo un movimiento de brazo y salió por la puerta mientras Anna era conducida por el cinturón que flotaba en el aire, a la nave.
Su familia los siguió hasta la calle, pero todos sabían que no podrían hacer nada por salvarla. Entonces... un tiro sordo se escuchó en aquella silenciosa urbanización y el capitán Zort miró hacia el agujero que tenía en el pecho.
Paul había disparado su arma reglamentaria y el resto de la familia lo admiraba como si fuese un héroe de guerra. Pero las esperanzas de aquellos terrícolas cayeron en saco roto en cuanto apreciaron con sorpresa como la herida de bala de aquel sujeto se regeneraba sin apenas esfuerzo.
El capitán Zort no tenía permiso para herir a los ekhunianos, pero se dio la vuelta al tiempo que Anna conseguía estirar la cabeza y librarse de la mordaza.
–Me estáis haciendo perder la paciencia...
–¡No! – gritó Anna antes de que una desgracia hubiese ocurrido. – Me iré contigo voluntariamente. – Todos pusieron sus ojos en ella.
–No, Anna. No puedes... – suplicaba su madre, incapaz de aceptar lo que su hija estaba diciendo.
–No me harán nada.
–Es cierto. Si colaboras, te devolveremos a tu hogar sana y salva.
–Y dejaréis en paz a mi familia.
–Tenéis mi palabra.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro