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Capítulo 10 La encerrona.


Estaba decidido a convencerme a mí mismo de que mi única opción era Anna, la Anna de ese mundo, al menos. Ya que había perdido a la mujer a la que amaba hacía ya mucho. La única versión de ella a la que podía amar era esa y debía seguir obviando todas las señales que me gritaban que no era una buena idea.

La dejé frente al hotel en el que se hospedaba y me preparé para aquella extraña despedida.

–¿Sabes que puedo dejarte en tu casa sin necesidad de que tengas que coger ese artefacto raro que llamáis avión?

–Lo sé. Pero sería aún más extraño si llego a casa antes de tiempo y dejo tirados al resto de compañeros de la organización. Tenemos que ser discretos, Bako.

–De acuerdo.

–¿Cuál será tu plan ahora? ¿volverás a irte?

–Planeo quedarme por Ekhun un poco de tiempo antes de continuar con mi misión – ella sonrió ante lo que eso significaba. – Estaré por aquí, aunque no puedas verme.

–Espero que me dejes verte al menos alguna vez – sonrió con timidez antes de acortar las distancias entre nuestros rostros y darme un dulce beso en la mejilla.

La agarré de la cintura cuando se disponía a marcharse y me atreví a robarle un apasionado beso. ¿Qué ocurría conmigo? ¿por qué me volvía tan osado cuando la tenía cerca?

Un escalofrío recorrió mi nuca, haciendo que desease acostarme con ella. Pero... no quería forzar las cosas. Así que, me separé y la dejé marchar.

Pasaron algunos días hasta que volvió a casa y no me separé de su lado, aunque nadie podía verme, ni siquiera ella. Y cuando llegó a su hogar estuve mirando con atención su extraña relación con su familia. Pese a haber recuperado a su madre, lucían demasiado distantes la una de la otra.

La primera noche en su casa... la abracé, durante horas, hasta que ella notó mi presencia y sonrió. Me calmaba tenerla cerca, escuchar su respiración, sentir el calor que desprendía su cuerpo, o incluso oler su agradable perfume a almendras dulces.

–¿Qué harás si ellos sienten tu presencia en la Tierra?

–No estoy aquí realmente, sólo... – traté de encontrar las palabras para explicárselo, pero sabía que cómo ella no había estudiado física sería en vano. – ... es complicado que tu mente lo entienda si no has estudiado física cuántica.

–¿Física cuántica?

Estaba a punto de contestar cuando el timbre de la puerta de su casa sonó. Ella se asustó tanto que pegó un bote y salió de la cama.

–¡Tienes que irte! – Sonreí. Su inocencia llegaba a puntos insospechables.

–Eres la única que puede verme.

Respiró aliviada después de escuchar eso y entonces se marchó al salón. Se acercó a la puerta y se sorprendió demasiado cuando vio a su madre al otro lado. Odiaba que su madre quisiese hacer planes con ella a todas horas. No era que no se alegrase de tenerla de vuelta, era que solía ser abrumadora.

–¿Ya en la cama? – Preguntó su madre cuando la recibió. – Tienes que salir de estas cuatro paredes, Anna. No puedes pasártela aquí encerrada sin nada de vida social.

–Acabo de llegar de viaje y ...

Su madre no la dejó hablar y le mostró una fotografía a través de su teléfono móvil. Se trataba de un chico que era de su misma edad.

–¿Qué te parece?

–Es mono. Pero ya te he dicho que no voy a ir a una cita a ciegas con nadie.

–Necesitas conseguirte a un buen hombre, Anna. No puedes seguir como en alma en pena llorando la pérdida de ese idiota con el que te casaste. No hace falta que hagas nada, tan sólo ir a la cita. Es un buen chico, trabaja en un banco y ...

–No vas a ir a ninguna cita a ciegas con ningún hombre humano – deposité en su mente, haciendo que diese un respingón.

–¿Va todo bien, nena?

–Todo va genial.

Lo fulminaré con la mirada si se atreve si quiera a mirarte.

–No voy a ir a ninguna cita a ciegas.

–Sabía que dirías eso. Por eso he propuesto la cita aquí en tu casa. No hay que perder ni un minuto o se te pasará el arroz. Ya llevas demasiado tiempo guardándole el luto a ese impresentable...

–¿Qué? ¿qué has hecho qué?

–Probablemente Marc estará a punto de llegar.

Esa cita no iba a celebrarse. De eso estaba seguro.

–Le haré explotar la cabeza en cuanto entre por la puerta.

–Mamá no quiero quedar con nadie, así que llámale y dile que no venga.

–No pienso hacer eso.

–Mamá...

–Dile que ya habías quedado con alguien – sugerí.

–Ya había quedado con alguien. – Esa afirmación me hizo feliz. – No es nada serio aún. Por eso no te he dicho nada.

–¿Te conseguiste a un hombre? – asintió. Bueno, técnicamente... yo no era un hombre.

–¿Y cuándo llegará? Me muero por conocerle.

–No es una buena idea. Se asustaría si ...

En realidad sería ella la que se asustase – murmuré.

–Oh, claro. Lo entiendo. Llamaré a Marc.

Su madre se puso a buscar el teléfono del susodicho en la agenda telefónica de su teléfono móvil y yo aproveché para tirar de su mano. La conduje a la sala contigua y la apreté contra la pared antes de besarla apasionadamente.
Estaba ansioso a causa de la maldita situación.

–Quizás debería salir de las sombras y decirle al mundo entero que eres mía.

–No podemos hacer eso. Te recuerdo que tus enemigos podrían usarme para hacerte daño. Ambos estaríamos en peligro.

–Eso es lo único que me detiene. Líbrate de tu madre que quiero llevarte a un lugar.

–¿A qué lugar?

–¿Nena? – la llamó su madre desde la sala. – ¿Dónde te has metido? ¿Estás arreglándote para tu cita? Creo que he cometido un error enorme, porque Marc no me coge el teléfono, debe de estar viniendo para acá.

El timbre sonó haciendo que me pusiese alerta y ella temió que algo terriblemente malo sucediese.

–Yo iré a abrir la puerta y le explicaré la situación – empezó su madre. – Tú ve a arreglarte, no querrás abrir la puerta en pijama, ¿no?

Caminó por el pasillo y me buscó por todas partes, pero yo ya tenía mi propio plan para secuestrarla. Necesitaba alejarla de ese lugar o terminaría haciendo daño a los humanos, especialmente a ese que quería conseguir el amor de Anna.

Entró en la habitación, despreocupada y se detuvo antes de haber llegado a la cama, al percatarse de que no se encontraba en ella. Estaba en el interior de una oscura cueva y se sorprendió de que yo me encontrase en ella. Se giró a mirar a la puerta y vio un gran agujero negro por el que había cruzado hasta el lugar en el que estábamos.

–¿Qué estás haciendo? – se quejó a la defensiva. – ¡No puedes sacarme de mi mundo, así como así!

–¿Prefieres la opción en la que hago explotar la cabeza de ese tipo en cuanto entre por la puerta y se atreva a mirar a mi chica? Estoy cansado de esta situación, Anna. No voy a seguir escondiéndome mucho más.

–Dijiste que lo harías hasta que ellos bajasen la guardia.

Bajé la mirada con rapidez, evitando que pudiese descubrir que estaba mintiendo. Como de costumbre estaba ocultándole información que no era necesario que supiese. Pero... detestaba aquella sensación que se esparcía dentro de mi pecho. En el fondo de mi alma... sabía que era por eso. Quería ser sincero con ella.

–No van a dejar de buscarme, Anna. Aún se sienten amenazados y temen lo que pueda llegar a hacerles. Yo no haré nada que pueda convertirme en ese monstruo que temes que sea. – Sonrió al darse cuenta de que iba a olvidarme de todo si podía quedarme a su lado. – No es una buena noticia. Hannet está enfadada y me ha traicionado.

–¿Qué significa eso?

–No quiero que te preocupes por nada. Nadie te hará daño nunca mientras yo esté protegiéndote. Estarás a salvo en la tierra. Y eso es lo único que me detiene cuando lo único que quiero hacer es raptarte y crear un mundo en el que podamos estar juntos.

–¿Crearías un mundo para nosotros?

–Puedo hacer cualquier cosa, ya te lo he dicho. No hay limitaciones para mí.


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