Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6.

6

.

Ambos asistieron a la ópera según lo programado ocupando uno de los mejores palcos ofrecido amablemente por el propio Vizconde de G quien recibió a Monsieur Kielland con entusiasmo. Desde ese lugar se apreciaban claramente tanto el escenario como el resto de los palcos, así era fácil divisar quien estaba presente. Einar sacó sus gemelos buscando a Viviette entre los asistentes repasando una y otra vez las caras conocidas; sin embargo, para su decepción, ella no estaba presente ocasionadole malestar pues la Condesa jamás se perdía una noche de ópera.

—Apenas deje la casa del juez, iré a buscarla. Debo arreglarme con ella —se imaginaba lo enfadada que debía estar ya que él había olvidado disculparse y, con la cabeza puesta en el juez, el enfado con la joven se había disipado por completo.

A partir de esa noche, comenzaron a circular los rumores de que Monsieur Kielland, el extranjero venido del norte, había hecho a un lado a su adorada prometida para dedicarse de lleno al juez Noffrig y a las amistades del Vizconde de G. Así mismo, que este había caído en las redes de tan mala compañía pues, la famosa propuesta de Noffrig consistía, según solicito el magistrado, que el joven  noruego se quedara con él una temporada.

—¿De verdad quiere que lo acompañe por tanto tiempo? —pregunto Einar con preocupación— Me temo que no será posible ya que, en cosa de semanas, debo emprender un viaje a casa —desde esa noche en la ópera, el juez le insistió quedarse no dejándolo volver a la quinta preparando para él la mejor habitación de huéspedes.

—No será por mucho tiempo, le aseguro —mintió—. Su compañía es mucho mejor que la de ciertas mujeres nobles que se acercan a mí. No había podido hacer mejor amistad que la suya.

—¿Ni siquiera la compañía del Vizconde supera mi presencia en su casa? —inquirió Einar con sorpresa.

—Ni siquiera la del Vizconde —confirmo con amplia sonrisa—. No se preocupe por sus asuntos pues, en cosa de un par de días, deberé ausentarme de Paris pues debo atender mi trabajo y un caso pendiente en Lyon.

—Ya entiendo —respondió el joven bebiendo un poco de te—. Bien, siendo así no veo mayor problema en acompañarlo.

No obstante, esa larga estadía empezaba a perturbarlo ya que, con palabras dulces y miradas cándidas, el juez no le permitía volver a la quinta por alguna razón desconocida. Le pedía que aguardara, que solo sería por poco tiempo y así ya habían transcurrido casi cinco días. Einar empezaba a impacientarse y a temer algo mucho peor, pues la realidad era que no conocía del todo al juez pese a que convivían bajo el mismo techo. No había queja de la habitación pues era hermosa y ricamente decorada, así mismo, sus cocineros preparaban lo mejor y el entretenimiento jamás faltaba.

En la mesa más cercana había pergamino y una pluma con tintero dispuesto para él, pensó en redactar una carta a Viviette informándole que la visitaría apenas concluyera sus asuntos con el juez Noffrig, ya que debían arreglar ese asunto que tenían pendiente así como arreglar los detalles del viaje a Noruega que emprenderían en cosa de pocas semanas.

Tras doblar el sobre y sellarlo apropiadamente fue que pidió se le hiciera llegar.

—Por supuesto amigo —respondió el juez llamando a un sirviente—. Lleva esto al mensajero, que lo hagan llegar a Madame de B cuanto antes.

—Agradezco el gesto —indico Einar complacido por la eficiencia del personal a cargo del juez—. Me interesa mucho que ella lo reciba.

—¿Es posible que en alguna ocasión me hable acerca de ese viaje que emprenderá a su casa? —pregunto el juez preparando una mano de cartas esa tarde— ¿Es en Noruega acaso? Como lo comento aquel día que salimos de cacería.

—Es correcto, hay un asunto familiar que debo atender allá. Llevare a la Condesa de B conmigo para presentarla como mi prometida.

—Ya recuerdo que menciono lo de su compromiso con Madame.

El juez formulaba más y más preguntas, parecía deseoso de conocer cada detalle de los asuntos de Einar en Cristiana, aunque este estaba renuente a brindar más detalles, pues de pronto, algo le decía que en ciertos asuntos, como lo era la venta de la granja familiar, era mejor guardar silencio. De igual forma, cada mañana le preguntaba sobre sus sueños siempre deseoso por cada detalle que Einar observara en esas horas de vigilia.

—¿Por qué tanto interés en querer conocer esos detalles? —decía algo extrañado mientras daban un paseo por los jardines rodeados por las inquietantes hordas de amapolas— Creo que no he soñado desde que llegue aquí.

—¿Ósea que mi casa lo ha curado de sus malos sueños?

—Es posible —el joven observaba la luz del sol filtrarse a través de los frondosos arboles cayendo en cuenta de que, como bien había dicho, desde que llegara a la residencia del Juez no había soñado ni una noche—, he dormido apaciblemente cada noche.

El juez lo observó con recelo por unos instantes pues, desde hacía un par de días, notaba cierta resistencia en su invitado que dificultaba sus planes ya que, este creía que al estar en su casa, se doblegaría ante él. No obstante era todo lo contrario, pues conforme Noffrig se acercaba a la mente de Einar, este parecía encerrarse más y más en sí mismo. Aunque no había escapatoria, empezando por el hecho que nadie sabía que aún seguía en esa residencia pues las cartas que enviaba a la Condesa de B jamás llegaban a su destino.

Noffrig sonrió para sus adentros, ya que nada le impediría cumplir con lo que tenía pensado para ese joven extranjero y era mejor proceder de una vez antes de que las sospechas de su invitado fueran tales, que lo complicaran todo.

—Vamos adentro —el juez paso un brazo por el hombro de Einar haciendo que este diera un respingo—. La música del clavicordio hara que este menos tenso.

Solo fue un leve toque en su hombro, pensó Einar, aunque fue suficiente para hacer que su corazón latiera con intensidad ya que, no se esperaba semejante acto, y mientras volvían al interior de la casa algo le impedía quitar la mirada del juez; de su piel blanca como la porcelana, sus cabellos dorados como el sol, cuidadosamente recogidos sujetos por un fino lazo de terciopelo.

—Hay algo que no me ha mostrado —dijo Einar de pronto—, si mal no recuerdo me invitó a ver un par de esculturas valiosas y, aun no lo ha hecho —indico con voz suave dejándose llevar por el juez.

—Es cierto, pero no lo he olvidado sabe. Solo estoy esperando el mejor momento pues son tan únicas en su tipo que vale la pena mirarlas con la mejor luz del sol. El detalle le dejara impresionado.

—Espero me las muestre pronto, pues ya he pasado varios días aquí, debo irme dentro de poco. Mis asuntos pendientes requieren atención.

—No he olvidado eso —replico el juez—, también mi trabajo requiere atención. Quédese esta noche y mañana podrá marcharse al atardecer.

—Vaya pues, le agradezco.

—Nada hay que agradecer —mintió.

El juez seguía hablando sobre lo finas y bellas que eran sus esculturas mientras que la mente de Einar trataba de encontrar la respuesta al silencio de la Condesa de B, pues ninguna de sus cartas enviadas fue merecedora de una respuesta. No la vio la noche en la ópera y su silencio empezaba a dolerle al noruego. ¿Estaría enfadada aún? Le preocupaba esa cuestión o el hecho de que ella quizás ya se hubiera encontrado a otro. Aunque, de ser cierto, los rumores ya hubieran llegado hasta ellos.

La música del bello clavicordio del salón principal no calmaba sus agitados pensamientos acrecentando sus temores.

—¿No han recibido sus sirvientes ninguna respuesta a mis cartas a la Condesa? —pregunto Einar al fin tratando de ocultar su consternación.

—Me temo que no Monsieur, ellos han entregado sus cartas puntualmente sin respuesta por parte de ella. Lo siento.

—Ya veo —respondió apesadumbrado y verdaderamente preocupado.

—De nada sirve preocuparse, usted mismo ha mencionado en nuestras charlas que ella esta enfada. Quizás aun lo esté —respondió Noffrig con simpatía—, así son las mujeres, solo dele tiempo.

—Ya lleva molesta mucho tiempo —pensó Einar observando con preocupación alrededor suyo.

Muy dentro de él sabía que algo no estaba bien, simplemente no sabía deducir que era lo que estaba mal. La música de clavicordio cesó notando que el hermoso juez se levantaba del taburete para ir hacia él sujetando sus manos entre las suyas. Einar sentía choques eléctricos al contacto con la piel del juez aunque trataba de enfocarse en sus propios problemas, esos avances por parte del juez lo desconcertaban. Toda aquella situación ya le resultaba de lo más extraña.

—Vamos —indicó el juez con suavidad—, está muy tenso. Tengo algo que quizás haga que su mente se tranquilice.

Fueron directo a la alcoba del juez, a la más grande y hermosa de la casa. Las paredes estaban cubiertas de bellos tapices, cuadros de diversos tamaños colgaban en forma desordenada aquí y allá, una chimenea de mármol estaba en una de las paredes más anchas y la enorme cama con dosel se veía justo frente a ellos. Einar no había aceptado invitación alguna del juez para acudir a sus aposentos, pero ahí estaban. El noruego no estaba seguro de lo que venia a continuación.

Tras varios minutos ambos estaban en el suelo uno al lado del otro sobre la mullida alfombra fumando alegremente de una larga pipa de madera. El aromático humo hizo que Einar se olvidara de todo lo que lo rodeaba, de todos sus miedos y problemas, como si de la nada todo lo que le molestaba se hubiera desvanecido sin más.

—¿Qué es esto que fumamos? —pregunto alegre sin dejar de sonreír.

—Aunque no lo crea —respondió el juez también sonriente—, es algo que se obtiene de las amapolas. No las tengo en el jardín por nada.

—Es... fantástico. Siento como si nada más alterara mi mente.

—Esa es la idea, estimado. Que nada altere su mente. Lléveme con usted a lo profundo de su cabeza —indico el juez como si le pidiera que lo llevara de paseo.

—¿Como dice?

—Solo déjese llevar.

Einar no entendió nada de lo que su interlocutor decía hasta que, de pronto, sintió como se ponía de pie del suelo observando a todas partes. Al girarse sobre sí mismo, su mente no entendió lo que sucedía ya que también estaba recostado en el suelo riendo como idiota. Einar se vio a si mismo recostado en el suelo, como si hubiese dos de él mismo, era muy extraño, aunque no sentía temor. En ese instante todo a su alrededor daba vueltas y, de pronto, la habitación se había desvanecido en la nada y solo había amapolas alrededor.

—El jardín de las amapolas —se dijo pues nuevamente estaba en ese extraño lugar siendo presa de un temor y dudas inconfesables— ¿por qué estoy aqui?

—De nuevo eres tú, extraño —se oyó una voz profunda detrás de él, esa misma voz la escucho la otra noche aunque no supo de donde venia—. No debes estar en este lugar, no has hecho más que ignorar todas mis advertencias. No obstante, ya que estas aquí, quizás debas quedarte.

—¿Que dijiste? —pregunto horrorizado.

Una fuerte brisa se dejó sentir haciendo que los pétalos de las flores volaran alrededor suyo sin permitirle ver lo que estaba frente a él. Fue hasta que la brisa se disipo y los pétalos cayeron a sus pies que noto a una figura delante suyo. Se trataba de un hombre de cabellos largos y dorados que vestía una túnica blanca de mangas largas.

—He dicho que, quizás, debas quedarte pues veo que te gusta mucho estar en este jardín.

Este giro su rostro un poco dejando ver un par de enormes ojos dorados sin pupila, pues se veían vacíos y sin vida como si de dos grandes platos de oro se trataran. Einar retrocedió presa del miedo tropezando con algo para caer de espaldas. Mientras aquel hombre alto iba despacio hacia él, así el noruego noto que un símbolo estaba grabado en la frente de aquel sujeto: parecía ser una estrella de cinco picos lo que estaba justo en el centro de su frente.

—¿Quién eres? —pregunto Einar horrorizado.

—La pregunta, hombre desconocido, es ¿quién eres tú?

—Yo soy... soy.... —no pudo articular su nombre, como si ya no lo tuviera, como si de pronto lo hubiese olvidado— No puedo recordar quien soy... —se dijo en voz baja presa del pánico.

—Bien —respondió el hombre dorado frente a él—, eso no importa ya. Te estaremos esperando.

Fue así como Einar despertó de súbito lanzando un grito dejando al juez Noffrig algo más que sorprendido.

—¿Está bien? —el juez tuvo que sujetarlo pues Einar se sobresaltó tan fuerte que, estuvo a poco, de azotar su cabeza contra el suelo— Calma, ya paso. Todo está bien.

—Dioses... —se dijo incorporándose sobre la alfombra— tuve unas visiones horribles —apenas logro sentarse fue que se froto un poco los ojos.

—¿Qué clase de visiones eran?

—No estoy seguro... —respondió en voz baja temblando un poco bajo sus ropas.

—Creo que puedo ayudarte a responder esa pregunta... —respondió Noffrig poniéndose de pie mientras el joven de los cabellos plateados lo observaba desde donde estaba—. Te mostraré lo que son esas visiones.

—¿A qué te refieres? —respondió Einar algo asustado por esas palabras sin entender del todo.

—Ya lo verás.

Algo en el juez se veía etéreo aunque casi infernal, macabro, se dijo Einar. Algo en él poco a poco dejaba de ser el hermoso hombre con quien había charlado esa mañana. Noffrig se dirigió a la puerta contigua al armario que estaba en la habitación rodeado por un aura tenebrosa y desconocida. Camino hacia allá sin prisas mientras la tarde caía y aún no habían sido encendidas las velas de los candelabros. Solo la creciente oscuridad los acompañaba en esos momentos de incertidumbre para el noruego.

—Esto amigo mío —señalo el juez—, es lo que acabas de ver, ¿no es cierto?

—Pero que...

Noffrig regreso de la habitación contigua llevando algo en las manos, parecía ser una de las esculturas que tanto le había mencionado. Se trataba de un busto de piedra blanca, podría ser arcilla u otro material. Ese busto era la representación de un hombre de cabellos largos y despeinados, sus ojos estaban cerrados y lo que llamó la atención de Einar fue el símbolo grabado en la frente de la escultura. El joven lo miro con los ojos muy abiertos. Se trataba de una estrella de cinco picos tal y como la tuviera aquella abominación que vio en su mente momentos atrás, en medio del sopor.

—Mira bien Einar —ordeno el juez con una voz autoritaria muy diferente a lo que le había escuchado esos días— ¡Mira con tus ojos bien abiertos, pues esto es lo que acabas de ver en la visión provocada por las amapolas!

La cabeza de la figura ostentaba una corona de flores. Einar se puso de pie lentamente acercándose al juez para observar la figura con detenimiento notando la corona de flores. En realidad era una corona de amapolas lo que estaba grabado sobre sus cabellos.

—¿Cómo es posible que usted lo viera también? —pregunto el noruego horrorizado— ¡¿quién demonios es usted?!

—Creo que empiezas a entender tu situación —respondió el juez dejando de lado toda la amabilidad y buenos modales de los que había hecho gala esos días—. Antes de revelarte quién soy, debo decirte, que no hay escapatoria. Te quedarás conmigo hasta que decida liberarte, ¿entendido?

.

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro