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Capítulo 4

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Durante la cena de la noche todos los hombres hablaron un poco de lo magnífico que estaba el faisán, del buen clima que había hecho esos días mientras las mujeres reían a las bromas dichas en uno y otro lado de la mesa. Einar observaba cómo el juez Noffrig charlaba amenamente con algunos de los invitados sentados a la mesa mientras que el Vizconde lo miraba complacido por lo desenvuelto que era con sus amistades.

—Demasiado sociable —pensó el joven.

La velada del segundo día cerró con una sesión de música en vivo y un cantante de ópera ya que el magno baile sería a la noche siguiente, para cerrar la celebración. Dicho evento de tres días pasaría a la posteridad entre las mejores fiestas dadas por un miembro de la nobleza a un selecto grupo de miembros de la sociedad francesa. Tanto Einar como su acompañante disfrutaban mucho la ópera, así mismo las hermanas de la Condesa habían hecho buenas migas con algunos de los amigos del Vizconde.

Einar esbozó una sonrisa irónica ya que esas niñas habían asistido a la fiesta con ese propósito en particular. El magistrado Noffrig las trataba con educación y cortesía aunque no parecía mostrar mucho interés en las jóvenes, quizás las viera demasiado aniñadas, escandalosas; un par de jovencitas que hacían comentarios inoportunos en vez de escuchar y aprender.

Ambas estaban sentadas al otro lado del salón luciendo sus mejores vestidos y sonriendo ampliamente a lo que se decía durante la velada, en las reuniones con otros invitados así como aceptaban todas las invitaciones a bailar y charlar; lamentablemente algunas personas de la sociedad decían que, al no haber tenido una mejor educación y guía, esas chiquillas seguirián el ejemplo de su hermana mayor terminando con una vida tan poco respetable como la de ella.

—Tus hermanas lo están pasando tan bien esta noche —susurró Einar al oído de la Condesa— que mañana su reputación se verá afectada.

—Lo sé... una de las Duquesas dice que no es bueno que se les vea tan animadas en compañía de todos estos hombres. Nadie respetable querra desposarlas aunque, una de las dos, ya llamó la atención de Monsieur de G.

—Es muy viejo para ella. Tu hermana tiene diecinueve y él casi cuarenta.

—Pero es una buena oportunidad, el hombre tiene un puesto importante. Viudo sin hijos y sus sesenta mil al año serán excelentes para brindarle a mi hermana estabilidad. No falta mucho para que ella cumpla veinte.

Einar la observó con algo de reproche pero no había mucho que hacer al respecto ya que la decisión no la tomaba él, la tomaría uno de los tíos que fungía como tutor legal de las hermanas menores y, si éste daba su aprobación a semejante matrimonio, la chiquilla no tendría más que aceptar. Era la mejor forma de salvarla de una vida de humillación.

Al término de la función fue que volvieron a sus habitaciones, sería casi medianoche cuando se dispusieron a dormir. Einar temió volverse a encontrar frente a frente con sus temores nocturnos, no obstante deseaba ver a la misteriosa niña de nuevo, no había podido analizarlo con calma, pero algo en ella le intrigaba fuertemente: su nombre. Al estar ya en la cama deseo que esa noche ella le revelara su identidad y por qué deseaba protegerlo a toda costa.

Por primera vez en todo el día se dedicó a recrear el rostro de esta en su memoria a la luz de la vela encendida a su lado, en su mente vio su blanca piel, sus mejillas sonrosadas y sus abundantes bucles dorados. Se giró sobre sí mismo segundos después encontrándose con el rostro de la Condesa de B, de Viviette, quien lo miraba con algo de preocupación y, en ese momento, noto que ella tenía unos rizos muy similares a los de aquella niña.

Eran rubios, ondulados y caían sobre su rostro cuando no llevaba el cabello recogido. El joven paso una mano por la mejilla de su compañera y ahí estaban algunos de los rasgos de la misteriosa niña. Estaba seguro de que algo en el rostro de la chiquilla sin nombre estaba en las facciones de la Condesa a excepción del color de sus ojos pues el tono le recordaban a los suyos, a los de la familia Kielland, brillantes como el oro y como el más fino ambar.

Esa noche la hizo suya con más intensidad y pasión que otras veces antes de irse a la cama. La entrega duró más de lo acostumbrado, al finalizar ella lo rodeo con sus brazos correspondiendo todas y cada una de sus caricias y besos mientras él susurraba palabras dulces a su oído.

—¿Estás bien? —susurró ella apenas terminaron quedando más que extasiados el uno del otro— Esta noche has estado incontrolable.

—Lo siento... me sentía cansado —beso su frente al mismo tiempo que la rodeaba con sus brazos quedándose profundamente dormido.

Había una luz al final del túnel, se dijo, mientras iba con paso lento por el ya acostumbrado laberinto de piedra con sus anchas columnas y altos techos cuya oscuridad apenas era iluminada por las antorchas en las paredes; aún llevaba la bobina con hilo de seda en la mano esperando encontrar a la niña. Aunque lo que encontró en su camino fue algo muy diferente.

Delante del joven se hallaba un rostro extraño con forma animaloide, le parecía ver algo asi como la cabeza de un toro, de un enorme toro con pelaje oscuro cuyos ojos negros y brillantes miraban a Einar con desprecio. El se quedó paralizado ante aquella imagen, estaba tan aterrado que no podía moverse ni un centímetro. El toro se acercó a él con cautela dejando ver que su cuerpo tenía forma humana: dos brazos musculosos y dos piernas fuertes así como un grueso pelaje que cubría todo su cuerpo semi desnudo.

El animal no dijo nada y tan solo lanzo un rugido ensordecedor, por un instante, Einar miro con rapidez la bobina y deseo poder usar ese hilo grueso para sujetar las extremidades de aquel monstruo, así podría atarlo por un rato mientras lograba escapar. Podría incluso tenerlo sujeto el tiempo suficiente para hacer algo más con él.

—Si pudiera usar este hilo de otra forma... podría divertirme contigo —se dijo malicioso—. Ataría sus brazos y piernas con el y jugaría con tu cuerpo a mi conveniencia —se impuso delante del animal quien ahora lo miraba intimidado retrocediendo unos pasos—. Manipularía tus extremidades como si fueras un títere así te mantendría quieto mientras escapo de aqui.

—El hilo no es para atacar al Minotauro —ahí estaba, la voz de la niña se escuchó detrás de él haciéndolo girarse—. Esa bobina es para ayudarte a salir de aqui, debes irte cuanto antes.

—Eres tú de nuevo. No me has dicho tu nombre —Einar lanzó la pregunta antes de que ella agregara algo más— ¿quién eres niña?

—Me llamo Arianne y entre al laberinto a buscarte —la niña tomo la punta del hilo que sobresalía de la bobina sujetando la muñeca de Einar—, la otra punta esta atada en la columna de la entrada, solo sigue el camino dejado por la hebra y estarás a salvo. Aún estás a tiempo.

—Pero el Minotauro ya está aquí, no tengo mucho tiempo para escapar.

—Hay otro peligro además de él. Uno más grande y terrible.

—¿Qué dijiste...?

No hubo mas tiempo para charlar ya que Einar despertó de pronto encontrándose con que la luz del sol se filtraba por una esquina de las cortinas, había logrado dormir de corrido durante toda esa noche. A su lado, la Condesa también había despertado aunque, antes de decir cualquier cosa a la mujer, se llevo una mano a la frente pensando por un momento.

—Buenos dias —dijo ella con voz suave dejando un beso en la mejilla del joven noruego—, hay una expresión de sorpresa en tu rostro. ¿Dormiste bien?

—Volví a soñar —respondió—, en mi sueño vi a una niña que me decía su nombre.

—¿Su nombre?

—Si, se llamaba Arianne, sabes... es un lindo nombre.

Esa mañana era domingo y todo el comité del Vizconde iría a la misa matutina como era costumbre cada domingo por la mañana. Einar salió de la casa con sus acompañantes dirigiéndose a la capilla que estaba dentro de la misma propiedad del Vizconde, ubicado al lado oeste del vasto terreno.

Einar se alejo un poco de sus compañeras ya que el juez Noffrig iba a pocos pasos detrás de él, así quedarían ambos al mismo paso para poder charlar un poco.

—Se le ve muy descansado y relajado esta mañana —comento el juez andando a su lado.

—Si, dormí bastante bien diría yo —respondió Einar sonriendo.

—¿Suele pasar malas noches?

—A veces... pero no es nada importante —Einar trato de no darle importancia sin embargo noto que la expresión del juez era de total interés por el relato—. Vas a pensar que son disparates.

—En absoluto, si tiene una oportunidad por favor dígame de que se tratan sus malos sueños, quizás compartir la experiencia le ayude a mitigarlo.

—A veces me sueño a mi mismo dentro de un gran laberinto de piedra y no puedo salir, he pasado varias noches estos meses tratando de encontrar la salida.

—Así que no ha encontrado la salida... —repitió con interés.

—No, como dije, solo son tonterias —bajo ninguna circunstancia le revelaría los otros tres detalles del sueño: Arianne, la bobina con hilo de seda y el Minotauro, no quería que pensara que estaba loco o algo peor—. Solo es eso, quizás algún día logre salir del laberinto.

—¿Y no hay algo más que el laberinto? —preguntó el juez muy interesado— ¿en ese sueño no hay otros personajes, solo eres tú?

—Si así es, solo estoy yo en medio del túnel y las antorchas.

—Ya veo...

El juez se quedo pensativo por un momento ante tales revelaciones, no había duda, ejercía una influencia tal sobre Monsieur Kielland que estaba viendo esa clase de imágenes en sueños, pues estos no eran una casualidad sino el producto de ese embrujo, de su presencia sobre él joven noruego; ya que sabía que este le mentía, había otro elemento importante: el Minotauro. No había necesidad de apresurarse pues, apenas este lo visita en su casa de París, todo comenzaría.

—No olvide por favor la invitacion a mi casa de Paris —repitio el juez con calma.

—Por supuesto que ahí estaré, puedes contar con ello.

—Excelente. Bien pues, debo despedirme ya que no me es posible quedarme más tiempo. Tengo trabajo que atender —indicó el juez estrechando su mano.

—Es una pena que no pueda quedarse al cierre del evento.

—Me encantaría, de verdad, pero ya llevo varios días de retraso y tengo muchos documentos pendientes por revisar. Le haré llegar la dirección de mi casa en breve, ¿hay algún sitio a donde pueda enviarla?

Einar le indicó rápidamente el nombre de la quinta donde residia en Paris y que ahí podía hacer llegar los documentos e invitaciones que deseara. Acto seguido, comenzó su ceremonia de despedida tanto del Vizconde como de los demás invitados para marcharse a eso del mediodía. El joven noruego suponía que el magistrado volvería a Paris a seguir con su trabajo, según el mismo Vizconde, este saldría de la ciudad unos días ya que debía presidir un caso en Dijon, aunque estaría de vuelta en breve, la semana siguiente quizás.

—El dia que me cito en su casa —penso Einar con calma.

—Bueno, ni hablar. Pasemoslo bien esta noche, la velada será espectacular, ya lo verá Monsieur Kielland, como sabe los franceses sabemos divertirnos como nadie y usted tendrá el privilegio de asistir a uno de los mejores bailes que un noble haya ofrecido —decía ceremonioso hablando con mucha elocuencia.

—De hecho le estoy muy agradecido por la invitación, he dicho en numerosas ocasiones que este es el mejor evento al que haya sido requerido —respondió sonriente dedicando una reverencia a su anfitrión.

Esa tarde, luego de un largo paseo en compañía de la Condesa, sus hermanas y otra de las invitadas fue que volvieron a sus habitaciones pues era momento de cambiarse de ropa ya que la cena daría comienzo dentro de poco seguida del baile. Einar recorría el gran salón circular mirando a los muchos sirvientes ir y venir en una interminable danza llevando la cena a las largas mesas, encendiendo las velas de las amplias arañas del techo; asi mismo, la orquesta estaba tomando su lugar mientras otros invitados como él curioseaban un poco los alrededores. Todo ese espectáculo era del agrado del joven pues amaba las fiestas, la música y todo el ambiente que ello generaba deseando fervientemente poderse quedar en Francia por el resto de sus días.

Aunque sentía una ligera pena porque el juez Noffrig se privara de todo aquello ya que, era muy posible, que también hubiera disfrutado del evento que se llevaría a cabo. En ese instante, mientras se perdía un poco en sus ensoñaciones, deseo poder verlo cuanto antes para narrarle ese último baile al que no pudo asistir debido a su trabajo esperando que su primera carta o invitación llegaran cuanto antes concretando el dia de su visita a la casa del juez.

—Escuche que el Juez tuvo que marcharse repentinamente —decía la Condesa en susurros mientras compartían el primer baile de la noche.

—Si, se supo que debía presidir un caso en Dijon por estos días y debía iniciar su viaje cuanto antes.

—Es una lástima pues todas esperaban poder bailar con él esta última noche.

—¿Y tú también lo deseabas? —preguntó Einar con un tono entre enojo y reproche aunque trató de sonar lo más casual posible.

—Por supuesto que no —respondió Viviette sin prestar atención a las molestias de su prometido—, no pensaba compartir este primer baile con nadie más esta noche.

—Bailemos juntos la siguiente pieza, ¿quieres?

Esa noche la fiesta fue de antifaces, todos los invitados llevaban el rostro oculto bajo un delicado y decorado antifaz lleno de color, pedrería brillante y altas plumas multicolor que hacían francamente difícil identificar quien era quien, particularmente porque esa noche las damas usaban amplios y coloridos vestidos, pelucas altas al igual que los hombres haciendo que, casi todos, llevaran los cabellos casi blancos o grises. El mismo Einar se perdía en el anonimato de tantas personas que compartían varios rasgos físicos en común aunque él no llevaba ningún cabello postizo pues jamás habían sido de su agrado.

El mismo Vizconde llevaba una peluca en tono grisáceo y un traje de color similar al de todos los demás, sin embargo nada de esto fue impedimento para que la velada fuera un total éxito ya que su comite lo paso excelentemente acompañados por la música de la orquesta, el animado baile y la alegría de los asistentes que fue en aumento durante la noche.

Así se cerró la celebración de tres días ofrecida por el Vizconde de G a todos sus invitados con motivo de su cumpleaños. Al día siguiente debían regresar a París apenas terminaran su desayuno.

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Einar volvió a la quinta rentada, luego de su ausencia de varios días, encontrándose con una misiva proveniente de su lejana tierra suspirando de cansancio. Su hermano Haakon no iba a darse por vencido ya que en la carta le solicitaba encarecidamente que se embarcara rumbo a Noruega cuanto antes pues, bien sabía, no podía ocuparse del negocio familiar tan pronto ya que tenía planes de visitar Dinamarca hacía finales de ese año con motivo de diversos estudios que pretendía llevar a cabo. Además, le recriminaba el no haberlo tenido en mente pues, por dicha razón, su padre lo había llamado a él, a Einar el hermano mayor, a quien le heredó directamente el puesto de cabeza del negocio y no había modo de zafarse por ahora.

—No puedo volver a casa tan pronto —se decía enfadado yendo de un lado al otro de la habitación refunfuñando ante la infame carta— ¡Oh Haakon, ¿por qué eres tan necio?!

Bien sabía que si se embarcaba estos días de regreso a su ciudad natal, se perdería de la visita del Juez Noffrig que tanto le interesaba aunque, antes de redactar su respuesta, pensó un poco analizando el escenario con calma, quizás podría emprender el viaje pasada esa reunión llevando a Viviette con él; tal vez no fuera una mala idea a fin de cuentas así su hermano menor recibiría su negativa personalmente: no iba a ocuparse del negocio familiar pues estaba por matrimoniarse en breve.

—Tal vez haya otra forma de arreglar esto —se detuvo delante de la ventana pensando y pensando en una solución, considerando que era probable que si pudiera encargarse de la granja sin la necesidad de estar presente recibiendo todos los beneficios aunque, era riesgoso transportar dinero con mensajeros de un país a otro— si pretendo casarme... sería bueno contar con algún dinero extra.

Entonces pensó en vender, en deshacerse de la granja de su padre y dividir esa herencia. Finalmente, su hermano también necesitaba ese dinero para sus estudios y viajes. Esa era la mejor idea que podía concebir dadas las circunstancias actuales: Haakon pretendía marcharse a Dinamarca y Einar deseaba más que nada en el mundo permanecer en Francia, ambos hermanos tenían contacto nulo la mayor parte del año pues, apenas, si intercambiaban una que otra carta llena de noticias breves que ocupaban menos de una cuartilla así que la venta de la vieja casona no debía ser motivo de pleito entre ambos.

—¡Es una excelente idea! —sonrió triunfante delante del espejo, apenas amaneciera le respondería a su hermano así como enviaría otra carta a los abogados y notarios correspondientes.

Nada entorpecería sus planes futuros.

Esa mañana, al terminar de redactar las cartas correspondientes solicito se llevaran al correo cuanto antes ya que debían ser enviadas a Noruega a la brevedad posible. Una estaba dirigida a Haakon y la otra a los abogados y notarios de la familia; a su hermano le respondia que volvería apenas tuviera oportunidad pues tenían mucho que resolver esperando llegar a un acuerdo favorable para ambas partes y a los notarios les pedía su intervención ya que, como heredero de los bienes de su padre, estaba decidido a vender la Granja Kielland apenas regresara a la ciudad.

En cuanto la Condesa de B llegara a su casa esa tarde para almorzar y cenar, le daría a conocer sus planes estando seguro que ella estaría encantada de emprender ese viaje con él, como si de una luna de miel se tratara. No había motivos para alterarse, tan solo se requería de una planificación adecuada de las fechas para emprender el viaje y la visita al Magistrado apenas llegara la tan ansiada carta con la invitación dividiendo sus ansias por viajar a Noruega cuanto antes y deshacerse de la casa de sus padres así como por visitar al juez, aunque honestamente le apuraba más la visita a la casa de Noffrig.

Esa tarde la Condesa de B escuchó encantada los planes para viajar a la tierra de Einar sonriendo ampliamente a todo lo que este decía mientras compartían el almuerzo.

—¡Sera maravilloso, oh debo empezar a planificar mi vestuario y encargar a mi tio el cuidado de mis hermanas!

—¿No deseas que nos acompañen? —pregunto Einar esbozando una sonrisa.

—¡Por supuesto que no! Este viaje es para ambos y ellas estarían de más.

—De acuerdo...

Era todo un deleite escucharla hablar sobre planes y los lugares que deseaba visitar así como le hacía preguntas sobre las condiciones y el clima. Aunque, lo que verdaderamente ilumino el día de Einar fue el recibir la tan ansiada invitación del juez Noffrig, la cual leyó en privado apenas tuvo oportunidad.

"Querido Monsieur Kielland, le pido me disculpe por el retraso de esta carta pues he estado muy ocupado con mi trabajo, le espero en mi casa ubicada en... el siguiente miércoles por la tarde para mostrarle esas esculturas de las que le hablé.

No falte por favor".

Su corazón latió con rapidez al leerla por segunda vez deseando que llegara ese día lo antes posible.

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Continuara...

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