Capítulo 3
3
.
Con algo de nerviosismo, Einar se dirigió a la amplia puerta del salón de baile a la espera del hermoso joven que lo había citado en dicho lugar. Al ver que la Condesa de B charlaba amenamente con una de las pocas amigas que tenía, se sintió algo aliviado al no tener que comunicarle a donde iría por un largo rato. Así, perdiéndose entre los invitados, el joven de cabellos plateados salió del salón permaneciendo a la espera.
Apenas cruzó la puerta sintió que su corazón latía con intensidad preguntándose que querría hablar el petit maitre con él. Trataba de mantener su mente distraída observando alguna de las costosas e impresionantes pinturas que estaban en el pasillo por fuera del salón así como las pocas esculturas y adornos florales, no quería verse demasiado ansioso o deseoso por hablar con el chico, necesitaba tener el control de la situación para causarle una buena impresión y este no se diera cuenta de que había estado a la espera del encuentro desde la tarde.
—Monsieur Kielland —Einar se giro sobre sí mismo apenas escuchó su nombre pronunciado por aquella voz profunda a la vez que melodiosa.
Delante de él estaba ese hermoso hombre apenas más alto que él que lo miraba fijamente con aquellos ojos azules y cristalinos como tallados en el más fino zafiro existente sobre la tierra. El noruego lo observó con calma sintiéndose intimidado por aquella presencia dejándolo sin habla por unos instantes, con las palabras atoradas en su garganta.
—¿Se encuentra bien Monsieur? —el petit maitre lo sacó abruptamente de sus ensoñaciones puesto que no había respondido aún.
—Si, disculpe —respondió apenado tratando de componerse—, ¿usted es...?
—Es un placer conocerle —indicó el joven sin decir su nombre ni presentarse formalmente—, muchas personas de la sociedad francesa dicen cosas maravillosas de usted y, debo decirle, que esperaba encontrarle en los festejos del Vizconde por su cumpleaños.
—¿Usted esperaba mi asistencia? —Einar lo miro con cierta sorpresa pues jamás se imaginó que su creciente fama llegara hasta un joven como aquel— No me imaginé esto.
—Bueno, desde que le vi por primera vez en la ópera, meses atrás, me ha parecido una persona muy interesante aunque, siempre está rodeado por hermosas jóvenes entre otras personas, así que no me pareció educado acercarme a usted así sin más.
Aquellos excelentes modales eran de esperarse en un hombre con semejante porte.
—No hubiera habido ningún problema en que se acercara a saludarme —indicó Einar con calma dibujando una sonrisa en sus labios—, es cierto que siempre estoy rodeado de personas, no obstante eso no es un impedimento para ser cortés con un recién llegado.
—Gracias por la aclaración, sin embargo prefería que fuese en el momento oportuno, como lo es esta magnífica velada. Espero verle por aqui estos tres días que durará la fiesta, habría más tiempo para charlar.
—Por supuesto. Por cierto, no me ha dicho su nombre.
—Soy el juez Noffrig —indicó haciendo una reverencia—, a su servicio.
—Vaya, no anticipé que fuese magistrado o algo así —respondió Einar sorprendido tratando de ocultar su intimidación.
—No tenga eso en cuenta por ahora, solo es mi trabajo, por así decirlo —indicó el juez—. Debo volver al salón pues el Vizconde me espera, le veré después.
—Si.
El hombre al que tenía por un vulgar petit maitre resultó ser un magistrado o alguien importante haciendo que Einar sintiera algo de vergüenza porque, tanto él como la Condesa, lo habían juzgado a priori creyéndolo alguien menos importante. Sin pensar más en esto, regresó al interior del salón ya que tenía prometidas un par de piezas de baile con diferentes invitadas importantes del Vizconde y, a pesar de que aun no salía de su impresión por aquel encuentro, no quería ser descortés con aquellas damas.
Esa primera noche de los festejos por el cumpleaños del Vizconde término de forma interesante para Einar quien, por mucho que intentó, difícilmente podía apartar los ojos del Magistrado, del hombre de los hermosos e hipnóticos ojos azules quien se mantuvo al lado del anfitrión en todo momento sonriendo, susurrando cosas a su oído y bailando con quien el Vizconde sugiriera.
—Increíble que ese hombre de apariencia extraña sea tan del agrado del Vizconde —susurró la Condesa al oído de Einar—, la Duquesa de S me dijo que se trata de un personaje importante y no de un joven vulgar.
—Yo también lo creo —corroboró el noruego revelando ciertos datos a su conveniencia—, me han dicho que es un Magistrado.
—Oh, vaya y yo pensé que solo era alguien insignificante.
—Las apariencias engañan, Querida.
Ambos estaban en la habitación que les asignaron, una que tenía por detrás los hermosos jardines de la propiedad disponiéndose a dormir ya que era muy tarde y el joven noruego iría de cacería por la mañana con el grupo organizado por su anfitrión. Esa noche pudo conciliar el sueño mucho más rápido que de costumbre sintiendo el cálido abrazo de su compañera, tan solo deseó poder dormir sin tener sueños extraños e inquietantes; no obstante, no sería así ya que, nuevamente, se vio así mismo en el acostumbrado túnel aunque, en esa ocasión él llevaba la madeja de hilo en sus manos.
La observó con calma notando que la niña de bucles rubios estaba delante de él mirándolo con aprehensión; fue así, que Einar pudo ver su rostro claramente pues se trataba de una niña realmente bonita, su piel blanca como la leche adornada por un par de mejillas sonrosadas, quien lo miraba con sus grandes ojos dorados suplicantes. El joven la estudio con detenimiento, había algo en ella, algo que le resultaba extrañamente familiar conforme se inclinaba a su lado para observarla mejor.
—¿Quién eres? —pregunto con calma— ¿por qué estás aquí ayudándome?
—Debes correr hacía el otro lado —dijo con su voz infantil y suplicante aunque melodiosa a su manera—, el horror viene detrás de ti no debes dejar que te encuentre. Esta madeja de seda tiene una punta atada en las columnas de la entrada, solo síguela y saldrás de aquí con seguridad.
—¿Qué pasa si corro en dirección contraria?
—El te atrapara, no habrá escapatoria —repitió con dolor en la voz—, debes marcharte hacía la entrada del laberinto. ¡Hazlo ahora!
—¿Cómo te llamas pequeña?
—Mi nombre es...
El sonido del cacareo de un gallo llegó hasta la mente de Einar sacándolo de su sueño, de la parte más interesante de aquellas imágenes, abrió los ojos con calma tratando de rememorar lo que acababa de ver: a la niña de bucles y ojos dorados pidiéndole que se marchara, que huyera del laberinto dándole la clave para poder escapar: una madeja de hilo de seda cuya punta estaba atada en una columna cercana a la puerta del laberinto.
—Esa niña... —pensó con calma— Hay algo en su rostro que me recuerda algo... pero no logro encontrar que, como si ya hubiera visto esas facciones en otro sitio —se reacomodó en la cama mirando a su compañera que aun dormía plácidamente.
El amanecer estaba en su apogeo así que aprovechó para levantarse de la cama dirigiéndose a la ventana, amaba ver como el sol se alzaba por encima de su cabeza iluminándolo todo a su alrededor y llenando el ambiente con su calidez. Tras descorrer ambas cortinas se quedó un momento frente a la ventana extasiado por el espectáculo sintiendo el calor del astro rey como bañado por sus cálidos rayos.
—No puedes evitar mirar el sol de la mañana, ¿verdad? —la voz de la Condesa se oyó detrás de él haciéndolo sonreír.
—Si, los amaneceres son hermosos, además me siento más tranquilo viendo la luz del sol que la oscuridad de la noche aunque se vea ligeramente disipada por la luz de la luna.
Regresó a la cama un momento más ya que en cosa de unos minutos, la servidumbre vendría a prepararlo para ir de cacería al lado de su anfitrión el Vizconde y su importante invitado principal.
Al grupo de cacería de esa mañana, se unieron varios amigos del festejado quienes iban cargados con sus armas y estaban listos para la caza del faisán esa hermosa e iluminada mañana. El grupo partió a la búsqueda del objetivo ya que sería parte de la cena de esa noche. Einar charlaba amenamente con el Magistrado Noffrig quien le decía que la caza de faisán era de las actividades que más gozaba desde que llegó a París.
—Al Vizconde le gusta salir de cacería de vez en vez —decía con calma mientras el grupo se internaba en los bosques cercanos—, me ha mostrado muchas técnicas desde que lo conozco.
—¿Desde hace cuánto que conoce al Vizconde? —pregunto Einar con interés.
—Tendrá unos seis meses más o menos, no mucho realmente. Lo vi por primera vez en la ópera y me pareció un noble interesante. Todos en la sociedad francesa se conocen así que fue fácil conocerle en persona así como a usted.
—Es cierto, aquí todos saben la identidad de todos.
—Por cierto, Monsieur Kielland, ¿quien es la bella joven que siempre le acompaña? He oído que es una Condesa viuda.
—Lo es —respondió con cierta incomodidad ya que no le agrado que la trajera a la conversación no estando seguro por qué—. Su esposo falleció hace poco más de siete años.
—Vaya... quedó viuda muy joven al parecer. Se ha mantenido bien conservada a pesar de los años que han pasado.
Einar no agregó más tratando de ignorar esas observaciones ya que, más bien, le pareció que el Magistrado tenía cierto interés en la Condesa de B no agradandole al joven noruego, asi que aprovechó para narrar un poco sobre su tierra natal, la pesca del bacalao entre otras cosas a fin de cambiar el rumbo de la conversación.
—Así que su familia es pesquera, debe ser de lo más pintoresco puesto que yo jamás he visto esa clase de actividad —confesó el juez con algo de vergüenza en la voz.
—No, imagino que las leyes son más apropiadas para un caballero de su clase —concluyó Einar haciendo que su acompañante sonriera.
—Como le dije solo es mi trabajo.
La cacería de faisán debía realizarse con cierta cautela ya que esas aves permanecían ocultas de los humanos, hasta que alguna salía de su escondite provocando que las demás remontaran el vuelo atemorizadas. El Magistrado se mantenía al lado del Vizconde intercambiando impresiones respecto al evento y la mejor forma de conseguir que las escurridizas aves aparecieran para diversión de los hombres presentes y sus sirvientes quienes apilaban las piezas obtenidas.
—Es muy bueno con el arma —comentó el Vizconde a Einar personalmente—, no había tenido la oportunidad de charlar con usted, Monsieur Kielland.
—Oh no es para tanto Vizconde —respondió un poco apenado—, hacía mucho que no salía de cacería. No había encontrado la oportunidad y estoy algo fuera de forma.
—No diga eso, lo hace excepcionalmente bien a pesar de que es sabido que Viviette le consume mucho tiempo —le guiñó un ojo, él era de las pocas personas que llamaba a la Condesa de B por su primer nombre, Einar también la llamaba por su nombre cuando ambos estaban a solas.
Viniendo del Vizconde no le molestaba, pero por alguna razón que no se atrevía a ahondar, no le agradó escuchar que el hermoso juez hablara sobre ella. No quería imaginarse al bello hombre posando sus ojos azules en la joven haciéndolo a un lado, puesto que su compañía empezaba a resultar de lo más agradable y deliciosa sobre el resto de los invitados aunque, no sobre la presencia de su compañera.
—¿Le apetecería jugar a las cartas por un rato? —Noffrig se acercó a Einar con calma observandolo fijamente— Después del almuerzo, claro mientras las mujeres salen a dar un paseo podríamos dedicar unos minutos a jugar un par de manos. ¿Qué opina?
—Me parece buena idea.
Por supuesto no rechazaría esa oportunidad ya que, a pesar de todo, deseaba pasar un rato charlando con ese invitado tan interesante. Volvieron a la residencia con el resto de los invitados y sus correspondientes sirvientes llevando el botín que sería debidamente preparado para la cena de esa noche, todos los invitados degustarán el mejor faisán de la zona pues los chefs personales al servicio del Vizconde eran conocidos por tener uno de los mejores sazones, tanto así que varios de los más importantes personajes habían ido a la casa del noble solo por el placer de saborear ese faisán exquisitamente preparado.
Así ambos hombres tomaron asiento en un cómodo salón cuya puerta daba a los vastos jardines del castillo, tan solo estaba separados del resto del grupo por un delicado biombo hecho de un fino metal que dejaba ver claramente al otro lado.
—El Vizconde no ha escatimado en gastos para esta celebración, el cumplir treinta años lo ha vuelto muy generoso —decía el magistrado barajando las cartas unas dos veces—, tengo entendido que nadie en la sociedad de París ha dado semejantes fiestas.
—Es correcto —indicó Einar observandolo con interés—, debo decirle que he asistido a muchas reuniones importantes pero nada como esto. Definitivamente el Vizconde se ha portado espléndidamente; faisán para cenar dos días seguidos, bailes opulentos y música en vivo. Pareciera que ha derrochado las rentas de dos o tres años en esta celebración.
—Créame que es mucho más rico de lo que imagina.
—Por supuesto que lo sé —respondió con una sonrisa irónica.
Claro que aquel noble era de los más acaudalados de la ciudad, del país quizás, nadie tenía que ponerlo en duda aunque, Einar se cuestionaba más bien el tipo de amistad que éste sostenía con el hermoso joven de los ojos azules, ¿qué clase de cercanía tendrían? Ya que este hablaba del Vizconde con una marcada admiración que no pasaba desapercibida, ¿estaría el Magistrado interesado en este sentimentalmente? Sin embargo, el hermoso joven giró la mirada apenas las mujeres regresaron de su paseo de mediodía mirando a la Condesa de B con evidente interés.
El noruego no tuvo tiempo de reaccionar cuando ella se acercó a ambos hombres con intenciones de unirse a la partida.
—¡Por supuesto Madame! —respondió Noffrig alegremente— Será un honor que nos acompañe con su agradable presencia.
Ella tomó asiento sonriente mientras Einar observaba atentamente las interacciones entre ambos aunque Viviette no se comportaba diferente en presencia de ambos, para ella solo era una partida amistosa de cartas mientras que el Juez no quitaba la mirada de la bella joven haciendo que le noruego sintiera un especie de rabia e incomodidad, sentimientos que no podría controlar y que amenazaban con estallar de un momento a otro.
—Disculpen —dijo de pronto rompiendo el ambiente—, tengo una charla pendiente con Monsieur de C..., volveré más tarde.
Aquello era falso pues tan solo deseaba alejarse de ambos lo más posible ya que se sentía molesto y asfixiado mientras que el juez Noffrig observaba extasiado aquel desplante, pues era justo la reacción que esperaba obtener al haber invitado a la Condesa a sentarse. No había duda que ejercía alguna influencia sobre Einar que necesitaba arraigar en el interior del joven noruego, necesitaba hacerlo codependiente de él.
—Le ruego que lo disculpe —la Condesa lo miró con preocupación ya que esa no fue una actitud propia de Einar—, no sé a qué vino esa mala reacción.
—No se dispense por él, seguro algo le molesta.
—Eso creo... —ella pareció querer revelar un dato importante aunque se mantuvo callada y el juez no pudo extraer esa confidencia argumentando no saber el origen de ese tormento.
Einar salió un momento al jardín buscando donde sentarse ya que debía calmar su mente y sus emociones desbordadas. Jamás se había comportado de esa forma y menos delante de la Condesa, además había dejado una pésima impresión en el Magistrado quien ahora lo tendría por un jovencito caprichoso e inestable.
—¿Te encuentras bien? —Viviette tomó asiento a su lado visiblemente preocupada— Saliste tan aprisa del salón que no pude seguirte el paso.
—Si, estoy bien. No fue nada —ella no pareció aceptar aquella respuesta pues no dejaba de observarlo tratando de hallar una más adecuada.
—¿Te molestó que el Juez me pidiera sentarme con ustedes? —dijo de pronto— ¿estaban charlando sobre algún asunto confidencial?
—Me molestó que se dirigiera a ti con tanta familiaridad —respondió rápidamente al fin.
—No debes tener celos —la joven tomó su mano entre las suyas sujetándola con fuerza— ni desconfiar de mi.
—No desconfío —indicó Einar apenado por su comportamiento previo dejando un beso en la mano de la Condesa—, es solo que ese juez es demasiado encantador con todas, quien sabe que está buscando.
—Lo que busque no lo encontrara aquí. Tú y yo tenemos un compromiso, ¿recuerdas? Nos uniremos a inicios del siguiente año.
Einar sonrió, era cierto, su compromiso estaba por ser anunciado aunque ya tenían fijada la fecha de la boda. Así que estaba fuera de lugar cualquier desplante de celos infundados.
.
El Magistrado se encontró con él un rato más tarde mientras Einar estaba a solas en frente a una fuente fumando un poco.
—Debo pedirle perdón por mi comportamiento con la Condesa el día de hoy —dijo rápidamente mirándolo con pena—. Espero no haya rencillas entre nosotros por eso, ya me he disculpado con Madame de B igualmente.
—No hay nada que perdonar, al contrario, yo no me porté muy bien que digamos.
—Me gustaría compensarle por el mal rato. Si tiene oportunidad pudiera venir a mi casa de París, tengo una colección de valiosas esculturas y me gustaría obsequiarle una como muestra de arrepentimiento y como ofrenda de paz.
—¿Esculturas? —Einar lo miro sorprendido puesto que no parecía la clase de joven aficionado al arte— Es interesante saber que le agrada la escultura.
—Si claro, tengo unas cuantas solamente aunque son de muy alto valor, créame.
—Me gustaría verlas.
—¿Qué le parece la siguiente semana?
—Sería excelente.
Se dieron la mano en mutuo acuerdo y en ese instante Einar sintió una especie de descarga eléctrica apenas tocó la suave piel del Juez. Ahora sabía que no solo era hermoso sino que, su piel, tenía el tacto de la más fina seda pues sus manos no se sentían ásperas en lo más mínimo siendo más suaves que la piel de Viviette y eso bastó para hacerlo desear cosas extrañas e inconfesables.
—Lo veré la siguiente semana... —fue todo lo que alcanzó a articular antes de marcharse rápidamente de ahí para deleite del juez quien lo miraba con gran interés.
.
Continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro