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NIÑA

Ve tu reflejo y repite cuántas veces sea necesario eras una niña y no fue tu culpa, eras una niña que se asusta y llora , eras una niña que a pesar de todo quiere que la perdones por qué no fue su culpa, no fue tu culpa eras una niña.

-La historia de mi madre fue casi tan dolorosa como la mía- cerré la libreta, cerré el libro y solo grite.

-Mereces ser libre-...

Lo recuerdo el viejo párroco tocaba el piano todas las mañanas el mismo que me crio hasta los diez y me enseño a leer, su muerte fue una tragedia para todo el pueblo, esta misma trajo consigo a muchas personas que querían ser dueñas del lugar junto con otra cosa.

-esa fue mi segunda cosa, esa fue la segunda chica, la segunda víctima.

Yo siempre fuí después, pero jamás la última, siempre habrá después de mi, se perderán.

Mi infierno fue repetirlo una y otra vez, el lugar fue capturado al igual que otros pueblos cercanos, estaban en la puerta pistolas y capucha, se cubran el rostro si antes no éramos libres ahora menos.

Sus costumbres se desplegaba a golpes con la regla, si no aprendes a golpes estos te mostraran la salida más viable siempre lo hacían .

Todo el tiempo estuve cautiva sin entenderlo, su voz jamás fue una opción y la mía tampoco yo aria lo mejor y justamente para mí.

-¿Usted es religiosa?- no respondí la túnica que llevé desde que ellos llegaron.

Por qué tendría que ser una salvación, era visualizar las calles llenas de papeles, llenas de se busca y sin personas.

-creo en lo poco que llegue a entender y en como yo lo tome al aprenderlo- respire profundo y solo nos veíamos a los ojos.

Cuando cumplí 12 lo conocí y despertaba todas las mañanas vestida de blanco y negro hasta los talones, me imaginaba que era cualquier cosa, pero aún así la observaba.

Unos zapatos negros que obligaban con la entrega de ser algo bueno, ese frajil atuendo que me recordaba lo callada que estaba, no entendí como podían soportarlo.

Para mi hacia las compras en el mercado nadie me tocaba por que era la aprendiz de alguien divino.

Una monja que nació para hacerlo, o que simplemente creció en ese lugar.

Emma era una chica ciega de corazón, pero viva de voz era ayudante de un mercader el cual llevaba comida al pueblo, se vestida de un chico y se cortaba el cabello, supe que era chica en cuanto la vi y me hice la sorprendida cuando lo supe, todas la tardes nos reuníamos detrás del templo había una pequeña avenida me hablaba del mundo.

Elena la había conocido regularmente me preguntaba de mi madre decía que tal vez de esa manera jamás la olvidaría en realidad, no la juzgo por marcharse con un ojo cerrado y una mano en el vientre.

Me gustabas hablar con ambas de alguna manera la forma de ver el mundo como un hombre y la forma de verlo como una mujer.

Era una opinión diferente el mundo, lo mostraba a su manera lo que los unía cómo uno ninguno era libre, ella llegaba con expresiones masivas el con tristeza y torpeza, José fue mi Emma.

Para el o para ella, los miraba, los observa, podía despertar sin ganas todo el tiempo, se perdía entre las sábanas y fingía que lo demás no importaba.

Estaba tan cansado por el trabajo de todos los días y aún así seguía de pie, era un hombre que me demostró que no todos eran iguales.

Cada parte de el por más desgaste físico, seguía ahí, continuaba perdido y creía aver encontrado el camino de nuevo a su casa.

Aunque con las mujeres se viera como todo, frágil y causante el dolor y su dolor ambos estaban cansados de servir y otros se aprovechan de eso, un hombre y una mujer cansados de lo que eran.

Al cumplir más edad ellos tenían el pueblo casi a sus pies nadie hacía nada y al mismo tiempo todos tenían miedo, a las 8:00 PM todo el pueblo eres un desierto ellos salían como animales.

Se llevaban la comida jornadas enteras de trabajo, perdidas en tres noches, al mismo tiempo el pueblo se percataba del fiel insecto que los atraía del dinero que se ganaba a las 6;00 am era imposible salir el padre llamaba a los que debían el abonó de la iglesia.

Por qué hasta por la fe se tenía que pagar, el comisario tenía una vieja bocina que intentaba mandar mensajes a las personas de todo el lugar, muy apenas se escuchan, sin embargo en cuánto llegaron dejó de hacerlo.

Nadie estaba informado, el y su esposa se resguardaron y solo salían unas cuantas veces sus hijos iban a la escuela, pero sus hijas no salían, podía verla asomar la cabeza por la ventana, sonriente solo para esconderse de nuevo.

Ella me avisaba todos los días a la hora que tenía que despertar tocaba la puerta entre las 8:00 am y 10;00 la hora en que todos se iban.

Había tantas mujeres a mi alrededor tan solo era indescriptible la sensación, toda y cada una tenia cosas que hacer en la casa, todas y cada una se perdían sin entender cómo o simplemente yo las olvidé.

Las pesadillas me llenaban, las angustias, por la noche, mis lágrimas se perdían, con la almohada en los labios.

Mis gritos eran menos fuertes cuando las utilizaba, las cobijas no me salvaban de sus ataques así que no tenía por qué cubrirme con ellas.

Tocaba la puerta todas las noches en repetidas ocasiones.

Entraba de la nada mientras nadie miraba, comenzaba a oler su cabello y le decía que le resultaba agradable.

Tocaba tus piernas sin preguntar, sus uñas, sus manos, la forma en la que te miraba resultaba darte miedo.

Tocaba todo lo que quería, se sentía satisfecho, cubría tu boca.

Las lágrimas bajaban por tus mejillas, una niña que jamás, grito y lo único que hizo fue llorar.

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