Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

DOS MESES

— ¡Ave, María! —dijo José detrás.

Como el tiempo mismo nos recurre a todos, seguía vestida de hombre y ya era conocida, como José.

Solo hablábamos dos palabras y se desaparecía. Ahora era la dueña central de todo el lugar, ya no había mujeres, había hombres. En cuanto la partera, veía que era una mujer, la cubría con una manta y decía lo contrario.

—Sabes qué se siente, ese dolor de no saber qué hacer y sentir que todo está en tu contra - me miró, ante mis palabras.

—La policía está intentando hacer algo - sonreí entre lágrimas, sintiendo impotencia, dos años, dos largos años donde ellos solo hacían lo que querían.

-¿De qué me va a servir si ellas no van a regresar? ¿De qué me va a servir si no podré vivir tranquila, sí? Cuando una niña cumple 11 años, es casada con el primer hombre que encuentran. ¿De qué me va a servir si me quedé callada?

—Los dejarán libres, estudié lo siguiente en política: lenguas, no importa que, sigo siendo alguien vulnerable. Mírame, soy una monja, no quería serlo, contesté frustrada entre llanto. Ella me abrazó, yo la veía cómo realmente era una mujer detrás de la máscara de un hombre como todas ahora.

-Perdón - dijo.

Les corté el cabello a las niñas, mientras las llevaba conmigo para que aprendieran.

—A mí me gusta mi pelo —dijo Camila mientras tomaba las tijeras.

—¿Recuerdas cuando te dije que había animalitos que vivían en tu pelo?—le dije mientras se veía al espejo.

-Bueno, hay animalitos de esos por aquí y no queremos que pase algo en tu cabeza con esos animalitos - corte el cabello y cerré las tijeras mientras veía sus lágrimas.

- Eres muy linda y además tu pelo volverá a crecer cuándo menos lo esperes - al igual que ellas, yo también lo corte.

Respiré profundo ante el espejo y dejaba lágrimas con llanto por cada corte, mi cabello en el suelo solo para respirar profundo y cubrirlo con el sueño.

-Mira, esta ropa es linda y cómoda—. Sus madres solo las protegían, y sus padres intentaban darles cariño, aunque su propios estereotipos de hombre los abandonaba.

—Señorita — dijo un niño llegando a la iglesia donde tenía a las niñas.

—Están entrando a las casas y se llevan a las esposas de los hombres, han matado a don Alfredo — dijo un niño llegando a la iglesia donde tenía a las niñas. Miré a las niñas.

—¿Por qué entran a las casas ahora?—el niño me miró.

— Dice Eleuterio que encontraron una casa y que vienen al pueblo cargados, ellos se molestaron —lo miré.

Se esconderán entre las montañas y la vieja cueva del cedro, que tome a los niños.

—Por favor, necesito que las lleves a todas a la habitación de Elena y quédense adentro - salí mientras veía la sola escena, cerré las puertas mientras el sacerdote daba la cara, las niñas ya estaban encerradas.

—¿Qué hago, madre?—dijo el chico asustado, se arrodillo y comenzó a llorar. En mis piernas estaban sus padres.

-todas siéntense en la cama—, lo miré a los ojos.

—Quiero a mi mamá - dijo una de ellas.

—Si yo también la quiero - contesté mientras escuchaba gritos afuera.

— ¿Dónde están tus hermanos? —pregunté al niño, negó con la cabeza con el llanto a nada de salir, tragué saliva y comencé a hablar en su lengua natal, yo también la sabía.

—A tararear una canción— nunca.

Había utilizado esa lengua, la aprendí de la primera persona que me cuidó.

—Saben cómo se fundió el pueblo - solo se escuchaban disparos al aire y personas gritando.

-Bueno, dos culturas indígenas eran perseguidas por una mayor, ambas culturas peleaban por su valor y terreno.

Sus hablas eran intensas, ya que no pelaban con armas, sino lo contrario el espíritu guerrero que los llamaba desde el inframundo, un mundo de descanso que era guiado por flores especiales, de color naranja. Sus pétalos eran sagrados y esa voz que los guiaba.

Solo lo hacía en un idioma iluminado a esos que lo hablaron por última vez, por esos estamos ocultos.

¿Por qué? Solo nosotros sabemos cómo entrar y salir de ese portal entre las montañas y cuevas, donde llamamos a nuestros seres queridos y nos contestan con esa lengua igual muerta.

El sonido de una mañana fría y nublada este entraba por la ventana para avisar que te tienes que despertar, un vestido de planes que seleccionaste tú sola y tardaste en arreglar, unas trenzas y tu rebozo para poder salir.

Todos se juntan para rezar, los niños con unos lindos guaraches jugando por toda la plaza y una linda muñeca de porcelana en madera.

Esos trompos dando vueltas de colores, todos sonrientes, aunque tú vestido tenga un hoyo sigues sonriendo mientras corres, las mujeres firmes con un lindo vestido de seda.

Tela fina de otro lugar: la iglesia con el sonido de palomas volando, las mujeres viejas orando pidiendo por sus hijos y los hombres trabajadores que se quitan el sombrero y dan gracias por un nuevo día.

La pareja de enamorados escondidos declarando de amoríos, hermosas flores entregadas, aunque simple para muchos, pero para ella un bello regalo.

Un hombre en la puerta de la iglesia pidiendo pan o una simple moneda, después de seguir un largo trabajo solo para continuar, ser ordenada y educada, cocinar para la familia y con lo poco que queda.

Para la de uno mismo, caminar calles y senderos, escuchar caballos a lo lejos y jinetes cabalgando en busca de un sendero, llegar y ver a tu marido disgustado y candado a la orilla de la cama.

Con el sombrero abajo y una botella de tequila, un último trago amargo al terminar.

La leche recién ordeñada y migajas de pan del día anterior para despedirte de ese esperado día de mañana.

—Si el tiempo fuera uno y la muerte fuera otro, nosotros seríamos diferentes; sin embargo, son uno solo. Respiré profundo, cuando el ruido se esparció y se fue, la oscuridad se perdió y los niños también.

Abrí la ventana y vi hacia fuera con cuidado. Aún se escuchaban camionetas; sin embargo, solo juntaban cadáveres. Ese el monstruo, ese era lo que quedaba de mi pueblo.

—Y usé la llave entre la luz que mis ojos no miraban y la de esa mujer ciega, sí.

- Tomé el dinero que le daban al padre de su oficina, respiré profundo.

—¿Dónde sacaste dinero? — Miré a las niñas, a los niños, y le di el dinero en las manos, un pueblo en donde yo vi esa salida. Ellos entraban a las casas, se había vuelto algo cotidiano entre nosotros, no permitiría que se volviera algo de esa manera entre las niñas.

—José, necesito que seas la esperanza y el dolor de un pueblo que están matando—, me miró con el dinero en las manos.

—Compra una casa, yo qué sé, y llévate al niño, cuídalos y deja que estudien, te daré dinero si de eso se trata. Estaban bastante enojados por la búsqueda, casi los atrapaban, pero siguen sin saber dónde están, la tierra perdida, la tierra oculta de las libélulas.

—No sé por qué aún no nos han matado —dijo él mirándonos.

—Porque aún no conocen todo el lugar, ¿por qué de esa forma los encontrarían aún más rápido?—no podía ni verlo para guardar las lágrimas.

Necesito que te lleves a don Alfredo y a doña Leticia a un hospital. Ahora lo mira, no creo que unas plantas curen las heridas que se han echado.

—Señora Gloria - tragué saliva el señor y ella ya estaban listas. Las niñas les dio un beso a todas en la frente, él no dijo nada, solo las acompañó y cerró la puerta para dejarlas ir.

-Cuida de ellas, sé que no estarán seguras ni contigo, ni lo están con su madre —la miré y miré a las niñas, José estaba listo para partir.

Coloqué con cuidado y las dejé ir.

—¿Qué es lo que lleva?—preguntó uno de ellos.

— Basura —dijo José. El hombre lo miró y ni siquiera revisó, solo lo dejó pasar y no dijo nada.

—Es cargamento y basura - dijo uno de ellos atrás.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro