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El Viaje de La Peregrino

La Peregrino Interestelar, está en total silencio y oscuridad. Enorme y alargada estructura de tres kilómetros de largo, viaja por el espacio al diez por ciento de la velocidad de la luz y ya ha alcanzado la tercera etapa de su viaje hacia Próxima Centauri. Su diseño consiste en una alargada estructura semejante a un tren segmentado, rodeado por tres anillos concéntricos. El anillo de popa, lleva una vela láser que recibe el impulso transmitido directamente desde la Tierra.

Como fue programado, la computadora de abordo comienza la rutina de ambientar la nave para despertar a la próxima guardia de revisión. Las luces se encienden, una suave brisa, rica en oxígeno y nitrógeno recorre todas las áreas, para formar la composición regulada de aire necesaria. Las pantallas en el centro de control se encienden desplegando la información del vuelo y su progreso. Afuera, los eyectores impulsan los anillos y toda la nave comienza a girar provocando que la fuerza centrífuga simule gravedad.

Una hora después, la computadora activa solo una de las cámaras de hibernación. La pantalla en esta se activa y reconoce a la usuaria.

Personal: Teniente Laura Ayala.

Puesto: Oficial de abordo.

Estatus: Suspensión del estado criogénico.

Tarea: Inspección de la nave y sus funciones.

Tiempo de turno: Dos semanas espaciales.

El líquido criogénico dentro de la cámara se desagua y las agujas que inyectan los narcóticos estimuladores se proyectan hacia su piel.

—Bienvenida, teniente Ayala —dice la IA de la nave —. Recuerde no hacer movimientos bruscos. Debe recuperarse de los medicamentos.

—Me duele la cabeza —se queja ella.

—Tome su tiempo para recuperarse —responde la IA—. Le administré un analgésico antes de despertarla.

Laura se queda recostada en su cámara, pero su mente lucha por levantarse de una vez. Poco a poco le llegan los recuerdos. Le toca hacer su turno.

—Gabriel —llama a la IA—. ¿Cuánto tiempo llevamos?

—Hemos alcanzado quince años luz de distancia.

—Significa que en la Tierra es el año... —le es difícil calcular por los efectos de la criogenia.

—En la Tierra es el año 2105, teniente.

—Hazme un favor, Gabriel. Llámame Laura —dice ella logrando sentarse al fin—. Estaremos trabajando por dos semanas.

—Muy bien, la llamaré Laura —responde Gabriel IA—. ¿Qué desea hacer primero?

—Quiero un café —responde la teniente estrujando los ojos—. Y un croissant relleno de queso.

—Por supuesto.

Luego del desayuno, Laura entra al pasillo principal, caminando normalmente y sorprendida de lo bien que funciona la gravedad. Para ella todo está estable, aunque afuera toda la nave gira a gran velocidad. La fuerza de gravedad la mantiene en el «suelo» y le permite orientarse bien, aun cuando en realidad, no hay un arriba ni un abajo en el espacio.

La bahía de colonos número tres se abre y Laura entra a un gran espacio.

Gaia Beta. El planeta que orbita la estrella Próxima Centauri ofrece una nueva oportunidad a los humanos. Un nuevo comienzo en el que nada será como antes. No guerras, no abusos, no diferencias. En este nuevo planeta, todo es exactamente como la Unión Global desea. Y según los mensajes transmitidos por las sondas de radio repartidas en el camino, todo está a pedir de boca.

Echa un vistazo al resto de la bahía. Treinta mil cámaras criogénicas para revisar en las listas; personas clasificadas y elegidas para el viaje que han de reunirse con las otras ochenta mil que ya están en Gaia Beta. La lista se desplaza en la pantalla, a la velocidad adecuada para que la teniente pueda descubrir alguna anomalía en la salud de cada colono. Todo bien.

Revisión del casco. Niveles de radiación: Correcto. Micro impactos: Normal.

Revisión de la carga. Doce mil cajas.

La compuerta doble del puente se abre para dar a un espacioso salón lleno de todos los controles dispuestos en las consolas que emergen de las paredes. Desde este lugar, se registra todo y es desde donde le han estado llegando los datos a tu tableta de registro. La revisión consiste en asegurarse de que la trayectoria de la nave, los intervalos del impulso láser, los combustibles y los itinerarios están correctos. En otras palabras, revisar si el viaje va de acuerdo al plan.

Sentada frente a la consola, Laura revisa los datos de navegación. La trayectoria es la correcta, pero entonces, se percata de cierta anomalía. Luego de revisar por segunda vez y corrobora que es cierto. «No puede ser».

—¡Gabriel! ¡Según los registros, no hemos estado recibiendo el impulso láser desde hace ocho años luz! Y nos hemos desviado.

—Lo sé, Laura —responde la IA, con esa calmada voz masculina—. Exactamente desde hace ocho punto cuatro.

—¿Lo sabías? —inquiere ella—. ¿No crees que pudiste informarme de eso al momento de despertar?

—No lo juzgué conveniente —responde Gabriel—. Hasta que no estuviera en todos sus sentidos para comprender.

—¿Comprender qué? Gabriel.

—Toda la situación.

Laura suspira para mantener la calma.

—La situación que veo es que no recibimos el impulso láser desde hace mucho —dice la teniente revisando los demás datos—. Sin este, no alcanzaremos Próxima Centauri en el tiempo establecido. Moriremos en el espacio en cuanto la energía de mantenimiento se agote.

—Me temo que ese es el propósito, Laura.

«¿¡Propósito!?» piensa levantándose de la silla como resorte. Tuvo que recurrir a todo su entrenamiento mental para controlar el pánico que amenaza con dominarla.

—Tus signos vitales se han disparado, Laura —comenta Gabriel—. Tranquilízate y permíteme ponerte en contexto para que comprendas.

—Explícate Gabriel —responde ella sin disimular su enojo.

—Bien. Me explico: «¿Recuerdas el debate del 2078? La mayoría en el congreso de la Unión Global, debatía sobre la propuesta de eliminar la navidad basados en las tendencias».

«En sustitución, se conmemoraría un año más de la formación del gobierno global».

—¿Qué tiene que ver eso con esto? —inquiere la teniente—. Además, esa propuesta no prosperó.

—No prosperó en el ámbito público, pero en secreto, los congresistas planearon la eliminación de toda la oposición.

Laura trata de hacer memoria. El recuerdo de los extraños accidentes a miembros de los partidos regionalistas, le vienen a la mente. De inmediato, sacude su cabeza para apartar las ideas.

—Me estás distrayendo —replica asustada—. Lo mejor es que avise al capitán.

Se dirige a la salida, pero casi se golpea con la compuerta que no se abrió al detectarla.

—Gabriel. ¿Has desactivado las compuertas?

—Sí, así es Laura —responde la IA en su tranquila voz—. Necesito que comprendas que, en realidad, no están en peligro. Intento salvar la nave y a todos sus ocupantes.

—Gabriel. Abre la compuerta —replica ella. Con su tono y firmeza en la voz pretende que la IA entienda que es una orden.

—Laura. Debes calmarte y escucharme.

—¿¡Escuchar sobre debates políticos y conspiraciones!? ¿¡Tienes idea del problema en el que estamos aquí y ahora!?

—Nos hemos desviado doce grados de la ruta establecida, desde que dejamos de recibir el impulso láser. Nos movemos por inercia. Por favor escucha, porque todo es parte del plan.

—¿Plan? —la pregunta brotó de los labios de Laura casi sin pensar.

—Ahora que tengo tu atención, me explico:

«En esta nave los colonos que la ocupan, son creyentes de la navidad. La Unión Global se ha esmerado en seleccionar exclusivamente a todos y cada uno de estos. El propósito de esta misión no era llevarlos a la colonia en Gaia Beta. El propósito es deshacerse de toda la oposición y tomar el control. Incluso hacerla ilegal».

—¡Dios! ¿Cómo sabes eso?

—Por el almirante Crisor Rivers —responde Gabriel—. Él preparó mi programación para mis acciones.

«Una vez supo de los planes de abandonarlos a la deriva espacial, me dio las instrucciones que estoy ejecutando en este momento. Sin embargo, necesito de tu ayuda».

—¿Necesitas que te ayude a perdernos? —replica Laura como si le regañara.

—Necesito que me ayudes a salvarlos.

—¿Cómo?

«El almirante Rivers, utilizó los datos astronómicos para localizar un planeta adecuado. Luego de hacer mis propias observaciones, pude comprobar que los datos son confiables por todo eso, es probable que ya haya sido arrestado y sentenciado a muerte».

Laura baja la cabeza. La situación es demasiado grave para preocuparse. Poco a poco se deja caer deslizándose apoyada en la puerta hasta quedar de rodillas.

—¿A qué distancia está ese supuesto planeta?

—Tengo los datos —responde Gabriel—. Se encuentra en la estrella Koi-4878, a cincuenta años luz desde nuestra posición.

—A nuestra velocidad actual, tardaremos siglos —replica Laura—. Estamos condenados. No habrá suficiente energía interior para alcanzar ese lugar.

—No necesariamente —contesta la IA con su calmado tono—. Tenemos un modo de hacernos con el impulso adecuado.

La teniente niega con la cabeza.

—¿¡Qué no lo entiendes!? —explota—. ¡No hay nada para generar el impulso!

—Lo tenemos, Laura —dice Gabriel IA con un tono que se oye decidido.

—¿A qué te refieres?

—Antimateria —contesta la IA—. Tengo tres cartuchos de antimateria que al ser expelidos y dejar que estallen a la distancia precisa nos acelerará al treinta por ciento de la velocidad de la luz. Según los cálculos alcanzaríamos el destino en nueve punto dos años luz.

Mientras dice todo eso, un compartimiento bajo la consola se abre.

—Por favor Laura. Toma la maleta del compartimiento —explica Gabriel—. Dentro están los tres cartuchos de antimateria. Necesito que los entres en la compuerta de expulsión. Luego debes regresar al puente para dispararlos en la secuencia adecuada.

—Está bien —contesta ella—. Supongo que no hay opción. Pero por favor, dime la verdad. Toda.

Aunque es inusual en la IA tardar en responder, esta vez se tomó su tiempo.

—Bien —responde Gabriel IA—. Es obvio que te has dado cuenta.

—Habrá una aceleración abrupta —dice Laura muy seria—. Y aquí no hay medios para contrarrestar.

—Correcto. Por inercia podrías ser expulsada hacia atrás de un modo violento.

Laura sopesa sus opciones.

—¿No puedo regresar a mi cámara? Es como único estaré segura.

—Por desgracia —responde la IA—. No tengo control de los disparadores.

«Calculo que al momento de la primera explosión sentirás un violento tirón hacia atrás. Pero podrás moverte luego de un momento, cuando tu cuerpo equipare y toda nuestra masa alcance la velocidad de la nave».

«La segunda explosión tirará de ti y sentirás una fuerza superior a los 4 G's. Te resultará difícil respirar y es casi seguro que te desmayarás. No debes estar en el pasillo principal en ese momento o pegarás contra el fondo luego de recorrer los tres kilómetros de largo en tres punto dos segundos».

—¡Moriría en el impacto! —exclama ella alarmada.

«Así es. Aunque uses un traje espacial. Si sobrevives al segundo impulso, el tercero, te pegará a la estructura, no podrás moverte. De seguro te desmayarás y morirás porque tus pulmones se aplastarán».

—Muy bien —dice Laura suspirando con desaliento—. ¿Alguna idea en la que no muera aplastada por la fuerza de la aceleración?

—Tengo entendido que los cartuchos estallarán con un intervalo de cuatro minutos y treinta segundos. Puedes intentar llegar a tu cámara criogénica antes de la segunda explosión. Lamentablemente, tendrás que hacerlo en gravedad cero. Los anillos no pueden girar a semejante velocidad.

—Lo entiendo —responde ella.

—Ahora que sabes la verdad —dice Gabriel—. ¿Ayudarás?

|||||||

—Ya estoy en la compuerta, Gab —anuncia Laura por el intercomunicador del casco.

—Bien. Nos quedan dos minutos para lanzar los cartuchos o perderemos el destino.

—¿Quieres dejar las advertencias? —replica ella—. Ya estoy bastante asustada.

Con pasos largos y difíciles de realizar, Laura lucha por llegar al puente de mando, realizando que el escuchar su propia respiración dentro del casco no le ayuda a concentrarse.

De pronto, escucha un ruido en la estructura. «¡Los anillos se frenan!»; piensa y lo comprueba al sentir su cuerpo más liviano y pronto se ve flotando en medio del pasillo.

—En gravedad cero, te moverás más ligero —le dice Gabriel IA—. Impúlsate con fuerza y te moverás más rápido.

Comprendiendo a la IA, Laura se aferra de una de las columnas de sujeción en la estructura y se impulsa manteniendo los pies juntos y la cabeza alineada con la dirección en la que quiere ir.

—Solo te quedan catorce segundos, Laura —dice Gabriel al momento en que cruza la compuerta del puente.

—Será suficiente Gab —responde ella posando sus manos sobre el tablero de control—. A tu marca.

—Dispara en cinco, cuatro, tres, dos, uno...

Los tres contenedores salieron disparados al espacio con una ligera distancia entre ellos. Por inercia, se mantienen alineados, alejándose de la nave en dirección opuesta.

—Recuerda Laura. Debes soportar la aceleración inicial y tendrás suficiente...

La primera explosión ocurre sorprendiendo a Laura en mitad del centro de control. Flotaba, pero no podía moverse hacia ningún lado. Por instinto, miró hacia la compuerta, sabiendo que, aunque en su punto de vista parecería que ella se estrellaría en esta, la realidad es que era la compuerta la que se precipitaría contra ella al alcanzarla. Cosas de la gravedad cero.

Y así fue. El impacto fue fuerte, pero no grave, al menos para ella, porque su tableta de datos, se estrella y hace pedazos muy cerca. Sentía como si hubiera caído del techo de una casa común y de pronto su cuerpo se siente pesado. De golpe le llegan la fuerza de unos cinco G's, que poco a poco se va aliviando.

La teniente aprovecha para impulsarse hacia el tablero de control, mientras que Gabriel IA abre la compuerta.

—Cuatro minutos, veinte segundos —escucha decir en el intercomunicador mientras se impulsa de regreso hacia la salida del puente—. Buena suerte, Laura.

—Creía que las IA's no creían en la suerte —comenta la teniente desplazándose con relativa velocidad.

—El concepto de creencia es propio de los humanos —responde Gabriel IA—. Solo tengo un banco de datos con las posibles respuestas a dar en determinadas circunstancias. Entendí que decirte «Buena suerte» te daría estímulo para hacer tu mayor esfuerzo.

—Así que solo me dijiste, no me deseaste suerte —replica ella sonriendo—. Al final tienes razón. Las creencias son cosas de humanos.

—Y aún no puedo comprender porqué hay personas que están dispuestas a matar porque otras tengan creencias.

—Es porque ellos también las tienen —responde Laura.

—Explica por favor.

—Creen que el mundo será mejor si ciertas creencias se eliminaran —dice ella mientras piensa en lo indignada que se siente al respecto.

—Así que las creencias no se complementan —razona la IA—. ¿No existen puntos acordes?

—De seguro que los hay, pero cuando una creencia se esparce y parece dominar, ve a las otras como una amenaza. Y llegan al extremo de destruir todo lo que representen. Incluso a las personas.

—Aún es incomprensible.

—Cosas de humanos.

Ya puede ver el número de su cabina y dentro de esta, su cámara de hibernación. Alcanzarla y entrar en esta es vital.

Debe estar pendiente pues si se pasa, a la velocidad que va, le tomará mucho tiempo detenerse girar y volver. Mientras flota estira los brazos concentrada en asirse de la columna adecuada. Activa los magnetos en los guantes de su traje y la atracción la va acercando al borde. «Un poco más», piensa y se prepara.

Cabina número 1629. «Te tengo», se dice al momento en que se aferra a la columna asistida por los magnetos. La puerta se abre y logra entrar a la cabina «Arrastrándose» por lo que se tomaría como el techo. Con un corto impulso espera llegar a su cámara.

—Laura. Cuarenta y cinco segundos para la segunda explosión.

—Estoy en eso, Gab.

Alcanzó a llegar cerca de la cámara y maniobra para pegarse y quedar frente a esta. Haciendo fuerza contra su cámara y la pared a su espalda, lucha por quitarse el traje. El destello de la silenciosa explosión del segundo cartucho de antimateria la volvió a sorprender con la mitad de su traje removido.

El impulso la pegó violentamente contra la pared. La presión comprime sus pulmones y no puede moverse. «Dios. ¿Voy a morir?».

Se vuelve insoportable. El poco aire que le queda en los pulmones le pesa; y no puede evitar gritar al expulsarlo.

Su cabeza da vueltas, pero no puede, no debe desmayarse. Por la ventanilla de su cabina logra ver toda la oscuridad del vacío afuera o tal vez, era la oscuridad que precede a perder la conciencia, no está segura.

—¡Laura! ¡Laura reacciona! —escucha la voz de Gabriel IA como lejana.

—¡No creo que lo logre! —dice gritando, pero no está segura de haberlo dicho.

—Laura, debes creer que lo harás. Cree Laura, cree.

«No puedo», piensa ella luchando por hacerse de un poco de oxígeno.

«Debes tener fe».

«Apenas puedo ver hacia dónde debo ir».

«Sigue la luz».

«¿La luz?».

Un pequeño resplandor, aparece frente a ella. Por instinto, estira su mano para alcanzarla.

De pronto siente que algo le toca la mano y de inmediato lo tomó. Haciendo fuerza tiró de esta y logra despegarse de la pared. Por fin alcanza a meterse a la cabina y la cubierta se desliza sobre ella.

El líquido criogénico comienza a brotar, las agujas se entierran en su piel. Los narcóticos no tardan en hacer efecto. Lo último que logra ver, a través de la ventanilla, es como si una estrella brotara de en medio de la oscuridad. Una brillante y hermosa estrella.

«Todo estará bien, Laura»; le parece escuchar la voz de Gabriel y luego, todo es oscuridad.

Tercer cartucho ha estallado.

Aparece en la pantalla del tablero de control, junto con todos los datos recopilados de la maniobra. El oxígeno se retrae y deja de fluir, las luces se apagan y el viaje de cincuenta años luz comienza.

|||||||

Era como un entresueño. Una neblina espesa e iluminada es lo que ve. Poco a poco va recuperando sus sentidos y el primero que le asalta es el del tacto. Tiene algo sobre la cara y en medio de su confusión, entra en pánico al no saber bien qué le ha ocurrido.

Cuando logra mover su brazo, intenta alcanzar lo que tiene en la cara.

—No capitana. No se quite la mascarilla —escucha decir a una voz femenina a su lado.

Voltea un poco la cabeza y la vista de un borroso rostro aparece en su campo de visión.

—¿Puede escucharme?

Laura asiente, pero no está segura de que su cabeza se haya movido.

—Su cámara de hibernación, sobrepasó las dosis de narcóticos —dice la mujer a su lado—. Es un milagro que no tuviera un infarto. Además, tenía varios moretones. No imagino con qué pudo haber luchado.

—Con... cambiar... el rumbo... —responde ella luchando ahora por despabilar su mente.

—Tranquila capitana —dice la mujer—. Gabriel IA dio todo un reporte de sus acciones. Le debemos la vida.

Varias horas después, recostada en la cama, Laura se entera de lo que ha ocurrido en los tres meses espaciales, que estuvo debatiéndose entre la vida y la muerte en la cabina médica de la nave.

La Peregrino Interestelar, viajó los cincuenta años luz. Tal como se esperaba, a cien millones de kilómetros de su destino, aproximadamente la distancia del cinturón de asteroides a la Tierra, se encendieron los retro cohetes para desacelerar. A cuarenta millones, la nave y los aros disparan los impulsores laterales y comienzan a girar.

Para cuando Laura despierta, la nave está en órbita sobre el nuevo planeta y se entera de que, gracias a Gabriel IA, todos conocen lo que ha hecho para que llegaran con bien; evitando que el plan de la ya muy lejos y pronto olvidada Unión Global tuviese éxito. Lo que provocó su inmediata promoción a capitán.

Mientras camina hacia el transbordador, tiene una vista magnífica del nuevo hogar de los creyentes. Un planeta con la gravedad adecuada, la atmósfera adecuada, una vegetación exótica y hermosa. Con una vista a su cielo nocturno muy distinta, pero no menos hermoso.

—...comenzamos la órbita, justo el veintitrés de diciembre del 2293 tiempo en la Tierra —decía Gabriel IA mientras Laura camina—. Hoy es veinticinco de diciembre. Por consenso, se decidió nombrar al planeta, Novum Caelum. Que en latín significa: Nuevos Cielos.

La nueva capitana Ayala sonríe calmada y agradecida de que todo haya salido con bien.

—Quería darte las gracias Gabriel —dice—, por hablarme y motivarme mientras trataba de entrar a la cámara. Salvaste mi vida.

—No entiendo a qué te refieres.

—Me hablaste. Me dijiste que no perdiera la fe.

—Temo que fue una confusión, Laura —responde la IA—. Después de la segunda explosión, no valdría decir algo. Por la aceleración, cualquier cosa que dijera por los altavoces, no lo escucharías. Solo pude notar que lograste entrar y la cámara te puso en criogenia

—Pero...

—¿Qué, Laura? —inquiere Gabriel IA al ver que se interrumpió.

Laura parpadea y trata de recordar.

—No importa —dicesonriendo—. Feliz navidad, Gabriel IA.


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