XIII - El Valle Pantanoso (Pt.2)
—¿Los caballos...? —quiso preguntar Gianelo acariciando el cuello de su elegante corcel.
—Irán con nosotros —aclaró Eguaz— En cuanto se sumerjan lo suficiente hallaran solos el camino.
Los demás tragaron saliva, nadie quería entrar en aquella asquerosa ciénaga. El agua era tan oscura que nadie veía el fondo... y el olor, el olor era lo peor, a esas alturas y debido a los días de viaje se habían ido acostumbrando, pero una cosa muy distinta era sumergirse en la cochambrosa acuosidad. Por lo demás nadie había hecho la pregunta que importaba realmente, aquella que más inquietaba a Ereas ¿Que pasaba con las criaturas que pudiera albergar el lugar? El gorgo ya tenía malas experiencias con los pantanos y todas las abominaciones que había ido conociendo durante aquellos días de lecciones con el mago no le hacían ningún favor, solo aumentaban su temor ¿Qué acaso nadie pensaba en los peligros que podía haber bajo el agua? Sea como fuere, a nadie parecía importarle. Cruzar era algo que debían hacer, era su misión... y sin más hicieron los preparativos para llevar a cabo la hazaña.
Se movieron lentamente a través de la ciénaga tironeando a los caballos como pudieron. Éstos, en un principio, se resistieron a adentrarse en la pestilencia y dado que los guerreros se habían quitado las armaduras para cargárselas a ellos -pues sabían que cruzarían aguas profundas por lo que debían ir lo más ligeros posible- resultó una verdadera odisea hacerlos avanzar con aquel peso extra. Pronto el agua les sobrepasó las rodillas, luego la cintura, sus piernas se hundían en el barro superficial, pero para su fortuna el fondo estaba firme por lo que se movieron con confianza, aunque procurando mantenerse lo más apegados a las rocas de la orilla posible. El olor a ratos se hacía insoportable, sobre todo para Ereas que comenzó a sentirse mareado, hacia el fondo del agua no se veía nada, solo barro y la mugre que sus pasos fueron levantando. Para el gorgo fue algo aterrador, su corazón latía a toda velocidad, le parecía que en cualquier momento alguna monstruosa criatura saldría desde el fondo para atacarlos y más de alguna vez sintió que algo se le deslizaba entre las piernas, como si un viscoso tentáculo intentara enrollarlo causándole escalofríos, sin embargo, inmediatamente volvía a sentar cabeza descubriendo que era solo paranoia, los recuerdos del bosque sombrío y los pantanos de Esríl no lo dejaban en paz, lo mantenían intranquilo... y también alerta.
Tras casi una hora de lento avance por fin divisaron la otra orilla. Estaba distante, debía ser a lo menos una milla, como había dicho el mago. El lugar lucía opaco, gris, como si repentinamente el día comenzara a acabarse. Ereas miró el cielo y vio que una negra y espesa masa de nubes cubría el lugar. No lo había notado, pero venía desde varias millas atrás, comenzando con nubes blancas, semigrises y grises... para finalmente terminar en aquellos negros nubarrones, que ahí, en ese lugar, donde terminaba aquel pantano y comenzaba el reino de Morbius, se intensificaban de una forma extrañamente inusual, no dejando entrever casi nada e impidiendo la entrada del sol que tenuemente iluminaba un tanto el lugar pese a ser de día aun.
Los caballos desesperados nadaron instintivamente hacia allá. El agua en ese punto ya estaba demasiado profunda, negra, parecía no tener fondo, por lo que el mago había ordenado que los soltaran, llegarían solos a su destino. Los héroes en tanto se prepararon para seguirles, el ambiente estaba tenso, pero Ereas no lo pensó dos veces y armándose de valor siguió a Orfen, Teddy y Gianelo que se lanzaron a nadar dando largas y extensas braceadas. Insgar lo vigiló de cerca, pudo ver su desesperación. El mago en tanto esperó a Othila, quien se había visto obligado a cargar con el enano, que asustado rogaba porque no lo soltaran, Eguaz debió calmarlo antes de que se lanzaran a nadar, no podía arriesgarse a perder a ninguno, no todavía.
Ereas nadó desesperado, quería tocar la otra orilla pronto, debía llegar pronto. La pestilente agua impregnaba su cuerpo y sin poder evitarlo tragó un par de bocanadas de asqueroso líquido que le hicieron sentir ahogado y le provocaron incontrolables arcadas. A ratos sentía que se hundía, a ratos sentía que lo lograría, no obstante, si algo era seguro, era que habían comenzado a seguirlos con sigilo, algo los observaba desde las profundidades, algo había despertado de su sueño, algo venía por ellos.
Tras eternos minutos, finalmente sintió que tocaba fondo, tosió aliviado, tratando de vomitar la asquerosa agua que se había colado en su boca, su pelo era ahora una masa pestilente y apenas sentía los brazos. Estaba agotado, sus pies se hundían ligeramente en el barro del fondo, pero igualmente corrió hacia la orilla a trompicones, allá Orfen y Teddy ya reunían a los caballos, mientras Gianelo salía sacudiendo su mojado pelo rizado a ayudarlos. Insgar aun venía tras él procurando mantenerlo a salvo.
—¡Lo hiciste bien! —le dijo con una cálida sonrisa una vez que Ereas alcanzó la orilla.
—Tragué agua —contestó Ereas entre arcadas. Seguía asustado, adrenalínico... allá atrás, Othila, Demethir y el mago aun nadaban en la asquerosa ciénaga. Aquella bestia de las profundidades ya estaba en movimiento, podía sentirlo. Ereas miró a sus camaradas con profundo terror, rogó por que no los alcanzaran.
—¿Sucede algo? —preguntó Insgar inquisitivo.
—¡El agua! —señaló Ereas sin quitar la vista del pantano... venían, lo sabía.
Insgar observó atento. Othila y Demethir acababan de tocar fondo y caminaban hacia la orilla, el mago venía un poco más atrás.
—¿Crees que hay algo ahí, no?
Ereas asintió con la cabeza, no se atrevió a articular palabra, había temor en su mirada. Estaban cerca, podía sentirlo. ¿Por qué no salían de aquel maldito lugar de una buena vez?
—Habrá que buscar un lugar para secar nuestras ropas y dar de pastar a los caballos —interrumpió Orfen. Se había puesto el ceñidor y algunas partes de su armadura— Tendremos suerte si podemos quitarnos este olor —agregó oliéndose asqueado.
Allá atrás y hacia el interior, entre las brumas, unas suaves colinas se dejaban apreciar. Morbius solía ser una tierra hermosa, plagada de luz, que ahora lucía oscura y tenebrosa, daba miedo imaginar lo que pudiese albergar en su interior.
—Encontraremos un lugar —respondió Insgar más preocupado de lo que parecía estarle sucediendo a Ereas.
El enano besaba el suelo agradecido jurando no meterse al agua nunca más en su vida, Othila estrujaba su ropa, en tanto el mago salió tan calmo como siempre. Un repentino viento helado descendió, haciéndolos estremecerse, la superficie del pantano se agitó... nada sucedió.
En seguida Eguaz ordenó hallar un lugar para pasar la noche, a orillas de aquel pantano estaban demasiado expuestos, una fogata en aquel lugar sería vista a millas de distancia delatándolos al enemigo y aunque al cruzar el pantano habían ganado varios días de ventaja, era evidente que tarde o temprano los licántropos los hallarían. Estaban en territorio de las Sombras y seguramente a esas alturas ya se habían dado cuenta que no habían cruzado las montañas hacia Um. Los licántropos eran seres inteligentes, Eguaz lo sabía, por lo que a esas alturas de seguro habían deducido el camino que realmente habían tomado.
...y entonces sucedió.
Los héroes comenzaban a marcharse cuando repentinamente el angustioso relincho de un caballo rompió el silencio del lugar. Los guerreros se voltearon alarmados desenfundando sus armas, pero todo fue tan rápido que ni siquiera alcanzaron a darse cuenta de lo que estaba sucediendo, solo vieron la burbujeante sangre del animal que emanó desde el fondo de la ciénaga. Los presentes cruzaron miradas espantados, los demás caballos escaparon entre relinchos, solo Ereas fue capaz de entender... eran las criaturas, eran las criaturas del pantano, habían venido por él.
El gorgo, sumido en el terror, se aferró instintivamente a la capa del mago intentando hallar algo de protección, los guerreros alzaron sus armas expectantes, estaban confundidos, asustados, las posibilidades de sobrevivir eran escasas, Ereas lo sabía. Entonces Insgar agarró al gorgo con un rápido movimiento forzándolo a permanecer tras de sí mientras tensaba su arco, la criatura volvió a la carga y una masa enmarañada de viscosos tentáculos dentados saltaron sobre ellos de forma tan ágil que los guerreros no alcanzaron a reaccionar, solo Insgar soltó su flecha, los demás desfallecieron ante la visión de lo que enfrentaban, no había oportunidad.
—¡¡Gunblus visiluz!! —gritó el mago alzando su báculo, la pequeña piedra transparente del extremo superior se encendió haciendo que aquella repugnante masa de tentáculos chocaran sorpresivamente contra una invisible pared frente a ellos.
El mago gritó de dolor, como si sintiera en su cuerpo cada uno de aquellos dientes y colmillos que se habían pegado a aquella barrera cual lapas sobre un vidrio, insistían con fuerza titánica, golpeaban la mágica muralla con furia, ansiaban llegar a ellos con desesperación. Tras unos cuantos intentos frustrados, los tentáculos se retrajeron lentamente de regreso al pantano.
—¡¡SALGAMOS DE AQUÍ!! —gritó Teddy sujetando sus cuchillos con manos temblorosas. Su rostro se había deformado del horror, igual que los demás.
—¡¡Muévanse!! –Ordenó el mago sin bajar el báculo, sabía que aquello aun no acababa... y tenía razón.
El agua del pantano volvió a su quietud por un instante, los guerreros titubearon intentando dilucidar si la amenaza había terminado... entonces vino lo peor, el verdadero ataque. La enmarañada masa se lanzó como lluvia de flechas sobre ellos, el mago diligente la retuvo una vez más con su magia, la pared se alzó, gritó en agonía, cuando sorpresivamente otra de aquellas bestias saltó desde la misma ciénaga elevándose a una altura tan espantosamente alta que pareció un imposible. La criatura era gigantesca, asquerosa, viscosa, aterradora, con tantos colmillos, tentáculos, globos oculares y bocas, que resultaban imposibles de enumerar ¿acaso era posible el concepto de una criatura como aquella? no había forma. Era un ser de confusión y caos estructural, una masa amorfa de carne despellejada, tentáculos rugosos y viscosidad. Por un instante el tiempo pareció detenerse, los guerreros observaron con espanto como la criatura parecía volar hacia ellos para luego correr despavoridos, abandonando sus armas en el mismo lugar ¿Qué podían hacer contra aquello? sin embargo, el mago ya se había adelantado y gritando su hechizo a viva voz extendió la barrera protectora haciendo que aquel monstruo, si se podía llamar así, quedara suspendido en el aire luchando con sus ávidas bocas y tentáculos para llegar a ellos, sus deseosos ojos retractiles parecíeron querer invitarlos a la locura y unas largas lenguas similares a tentáculos del color de la piel en carne viva se retorcían cuan enloquecidas serpientes. El mago cayó de rodillas soportando todo el peso y el horror del titánico animal, gritaba y sudaba desesperado. Entonces reuniendo todas sus fuerzas alzó su báculo hacia lo más alto con sus manos temblorosas.
—¡¡¡AGMMA THURAM!!! —gritó a viva voz, haciendo que súbitamente un rayo equivalente a las mismas bestias, descendiera del firmamento directo hacia la amenaza.
Las bestias chillaron de manera tan espantosa y estridente que obligó a los desafortunados guerreros a taparse los oídos con desesperación, era como un pitido, chillido, alarido enloquecedor... tan agudo que se calaba hasta lo más profundo de tu ser y no cesaba hasta estremecer tu cuerpo por completo. Ereas sintió que le explotaría la cabeza, cerró los ojos con fuerza, tirándose al suelo de rodillas mientras sujetaba sus oídos intentando atenuar en algo aquel sonido. Un nauseabundo olor a quemado y putrefacción mil veces peor que el pantano inundó sus narices, vomitó mareado y con la vista borrosa. En tanto las bestias retrocedieron titubeantes, el mago casi desfalleciendo volvió a alzar su báculo como pudo, las fuerzas parecían abandonarlo, tal vez moriría, pero valiente esperó el contraataque, no obstante, y para su suerte éste no llegó, las asquerosas abominaciones no eran tan primitivas después de todo y viendo que sus presas no les estaban resultando tan fáciles, decidieron devolverse cautelosamente a su guarida a la espera de algo más certero.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro