17: REGRESO A CASA
Nueva Orleans, tiempo después...
-Alfred... soy yo. Bruce – Bruce dijo mientras hablaba con su padre adoptivo que no había visto en casi ocho años a través del teléfono –
Después de dejar el templo de la Liga, Bruce viajó por la región del norte de Japón y después del tiempo que paso con el maestro Kirigi, decidió que ya era tiempo de regresar a Gotham. Habían pasado casi ocho años, pero sin embargo se sentía como una década. Bruce era un hombre diferente ahora. Todavía quería venganza contra la criminalidad de la ciudad, pero ahora sabía cómo ejercerla adecuada y maduramente. Ahora, solo quedaba un paso más: tomar el lugar que le correspondía como Bruce Wayne.
-¿Bruce? Dios mío, pensé que estabas muerto – Alfred dijo a través de la bocina, su voz estaba ahogada por las lágrimas y la conmoción –
-Lo siento por todo lo que he hecho. Es una larga historia, pero ahora... quiero que vengas a buscarme – Bruce le respondió, mirando alrededor de los relucientes anuncios de los edificios mientras un escalofrío recorría su columna gracias a la nevada que caía en la ciudad –
-¿Estás en los Estados Unidos o necesito tomar un avión? – preguntó Alfred; su voz indicaba que se estaba moviendo –
-Un avión. Estoy hasta Nueva Orleans. Te enviaré la dirección en cuanto me oriente de forma adecuada – le respondió Bruce –
-Me subiré a uno de la compañía ahora mismo y estaremos allí en tres horas o menos. Llama si algo sale mal – dijo Alfred rápidamente colgando con emoción y tristeza en su voz –
Bruce colgó el teléfono satelital de Daley y se sentó en el banco, pasándose los dedos por su cabello ligeramente largo.
Dio una pequeña sonrisa mientras estiraba los músculos y esperaba que el restaurante de al lado abriera para poder usar los últimos dólares que tenía para pedir un gran desayuno, sin importarle lo saludable que fuera o si era bueno para su sistema.
Estaba feliz de al fin irse a casa.
***
-Dios mío... has crecido – Alfred dijo con sorpresa cuando Bruce abordó el avión; ahora era un joven bastante alto y además había ganado bastante masa muscular. Bruce traía su espada en un estuche a su lado y su traje de murciélago escondido en su mochila –
-Ah. Probablemente solo he ganado como dos pulgadas – Bruce le contesto con una risa mientras abrazaba a Alfred y caminaban hacia los asientos del avión de Wayne Industries –
-No, Bruce. Quise decir en estatura y madurez. Puedo notar que algo cambió durante estos últimos años. ¿Qué pasó? – dijo Alfred, poniéndose serio de repente –
-Es un vuelo largo a casa, Alfred. No te preocupes. Te contaré todo – Bruce contesto mientras ambos se sentaban, uno frente al otro mientras una linda azafata les daba a ambos una botella de agua –
***
-Después de que me alejé del templo de la Liga, corrí por el bosque durante más de tres horas hasta que encontré un camino y un buen granjero japonés me ofreció llevarme. Afortunadamente, su hijo es un hombre de negocios, por lo que sabía inglés básico. Este pudo llevarme a la estación del metro y entonces fui con un maestro llamado Kirigi – Bruce le explico –
-Pensé que a los japoneses no les agradaban los turistas – Alfred dijo, levantando una ceja –
-Más o menos – Bruce dijo con una leve sonrisa –
Alfred levantó una ceja y sonrió levemente.
-Nunca perderás ese humor, ¿supongo? – preguntó Alfred –
-Espero que no – Bruce sonrió –
-Entonces, obviamente emprendiste esta cruzada para descubrir tu verdadero yo, ¿verdad? – Alfred comenzó, dejando que Bruce respondiera. El joven solo respondió con un asentimiento – Bueno, Bruce... ¿Qué sigue?
-Quiero ayudar a Gotham City. Durante demasiado tiempo, ha estado atormentada por el crimen y la violencia en las calles. La policía no puede hacer nada y los políticos están demasiado preocupados por perder sus millones mientras que satisfacen a los señores de la mafia a los que sirven. Quiero ayudar a reconstruir esta ciudad... llenarla de esperanza y tal vez incluso mostrar a todos que las cosas pueden cambiar con el empujón correcto – Bruce concluyo, con un leve toque de esperanza y promesa en su labia –
-Entonces, ¿quieres que la empresa se vuelva como la Cruz Roja? – preguntó Alfred sin entender lo que Bruce quería decir –
-No. He decidido que no hay manera de que pueda cambiar las cosas como yo... Bruce Wayne. Soy parte del 1% de los privilegiados y no hay manera de superar eso, no importa cuánto trate de mostrarle a la gente lo contrario – Bruce continuó – Tal vez cuando tenga más edad pueda asumir la dirección de Wayne Industries, pero hasta entonces...
-¿Entonces, qué es lo que estás diciendo? – preguntó Alfred –
-Necesito ser algo más que un simple hombre. Mientras estaba en la Liga, aprendí el cómo engañar y aprovechar la imaginación de un enemigo. Para realmente perdonarme a mí mismo y comenzar a vivir, sabes lo que quiero hacer – Bruce dijo mientras entrelazaba sus dedos y miraba a Alfred –
-Quieres llevarle la lucha directamente a la delincuencia y a la mafia – Alfred dijo con un gran suspiro. Empezó a ver la misión de su hijo adoptivo como algo imposible –
Bruce asintió y miró por la ventana.
-Sí. Y no puedo hacer eso como Bruce Wayne. Los guerreros samuráis usaban diseños imponentes en sus armaduras para infundir miedo en los corazones de sus enemigos. Usaron el poder de la imaginación para su ventaja, permitiéndoles parecer como si fueran sobrehumanos y como espíritus malignos. Esta es la única forma en que me veo salvando esta ciudad. Wayne Industries está llena de funcionarios corruptos como todos en el GCPD y los juzgados. He visto ese caso con el abogado estrella, Dent. Lo juro, la hipocresía es repugnante – dijo Bruce –
-No es que esté de acuerdo, pero.... ¿qué tienes en mente? – preguntó Alfred, lamentando cada palabra pero queriendo ayudar al joven –
Bruce levantó una ceja, buscó en su mochila y sacó la capucha del murciélago que había tomado del templo de la Liga. Se la entregó a Alfred y esperó a que respondiera mientras que este la analizaba.
-¿Un murciélago? Pensé que los odiabas – dijo el hombre mayor sin mirar hacia arriba cuando sintió la tela y la delgada capa de armadura a su alrededor –
-Deje de temerles, pero si quiero infundir miedo en los corazones de los criminales... yo no necesito mostrar ninguno. El que era mi mayor temor puede convertirse en mi mayor ventaja. Necesito convertirme en un símbolo para mostrarle a esta ciudad que hay alguien que no tiene miedo.
Alfred miró a Bruce y vio que hablaba completamente en serio.
-Te ayudaré. Pero sólo por esta vez – dijo Alfred –
-Eso es todo lo que necesito – respondió Bruce cuando vio que el avión ya pasaba por el puente Amadeus Arkham en Miagani Island –
Ya estaban en Gotham City.
***
Gotham City, New Jersey
-Wow. Las cosas no han cambiado ni un poco – exclamo Bruce mientras levantaba su mochila sobre su hombro y miraba alrededor de la Residencia Wayne por primera vez en casi ocho años –
-Bueno... no me gustaría meterme con la perfección – Alfred respondió con una leve sonrisa y tomó la gastada chaqueta de tela de Bruce y su mochila, haciendo que su camisa de manga corta se deslizara sobre su hombro –
Notó dos cicatrices rosadas separadas que parecían haber sido hechas con un cuchillo u otro objeto grande con una punta afilada. Permaneció en silencio mientras colgaba la chaqueta de Bruce y esperó a que el joven dejara de recordar.
Después de que Bruce se volteo hacia su padre adoptivo, Alfred asintió con la cabeza y caminó delante de él, llevándolo a la escalera principal. Bruce mantuvo su mano en la barandilla de madera y cerró los ojos mientras caminaba, oliendo y sintiendo todos esos sentidos que había perdido. Se había sentido como si se hubiera ido toda su vida y finalmente, había regresado a casa después de la guerra.
-Las habitaciones no han cambiado mucho. Hicieron una breve construcción el año pasado cuando vino una fuerte tormenta y casi arrancó la pared de tu antigua habitación. ¿Te gustaría la tuya o la habitación principal? – Alfred dijo mientras caminaban por el largo pasillo iluminado por costosos candelabros –
-Um... no estoy seguro si quiero el cuarto de mis padres... – Bruce comenzó antes de que Alfred interviniera –
-No necesitas ser cauteloso, Bruce. Esta es tu casa.
Bruce asintió lentamente, sintiéndose un poco avergonzado.
Mientras caminaban hacia el dormitorio principal, Bruce se sintió abrumado por una ola de emociones. Tropezó con una mesa pequeña y cayó al suelo, recogiendo una canasta de la mesa mientras caía. Alfred rápidamente se dio la vuelta y se arrodilló a su lado, sosteniendo su cabeza mientras Bruce abrazaba el torso de Alfred con fuerza, casi derramando una lagrima en su chaqueta negra.
-No debería haberme ido, Alfred. Perdiste a mamá y papá, dejaste a la doctora Thompkins debido a eso y luego me perdiste a mí. ¡Fui tan egoísta y estúpido! – dijo Bruce, dejando que Alfred lo sostuviera mientras se sentaban en el suelo del pasillo –
-Escúchame, Bruce – dijo Alfred, levantando los hombros de Bruce y mirándolo con lágrimas en los ojos – Estoy feliz de que te hayas ido. Este lugar era demasiado para un chico como tú. Aunque a mi no me agradara, necesitabas ver los peligros del mundo y lo que la muerte les hace a los demás. Recé todos los días para que no terminaras como muchos otros niños aquí que se sienten perdidos cuando las personas que aman les son arrebatadas. Estoy tan... tan orgulloso de ti de saber que sigues siendo un buen hombre – Alfred dijo, sin avergonzarse de llorar frente a Bruce – Tus padres también lo estarían. Sé que lo harían.
Tal vez no lo supieran, o no querían admitirlo, pero tanto Bruce como Alfred se habían mantenido fuertes gracias al recuerdo del otro y solo así fue como siguieron adelante en los retos que la vida les había puesto en estos ocho años de ausencia.
Y la realidad presente era que en los años venideros ambos estarían más unidos que nunca, y no solo como el mayordomo y su amo, si no como padre e hijo.
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