Convencer a la mente
Tras descansar, David se propuso salir afuera y comprobar que era aquello que desprendía aromas tan variopintos, podía distinguir varios matices, una parte dulce transmitía el calor que solo se recibe por gente bondadosa, por otro lado, el fresco aroma del laurel era inconfundible.
David no llevaba más de tres aspas viajando con el grupo. Sin embargo, se integró con facilidad. Maddox no tardo en consolidar una buena relación con el chico, con maestría hizo uso de juegos de manos y su gusto de contar historias.
David se puso en pie, un mareo repentino casi le hace sentarse. Reincorporó el equilibrio y dejó el habitáculo.
El sol estaba en lo alto. Lorcan, Maddox y Ana estaban sentados sobre tocones alrededor de un fuego. Una olla mantenía el calor junto al fuego. Maddox fue el primero en recibir a David con una gran sonrisa. Con la mano le pidió que tomara asiento junto a él.
Ana se levantó del tocón y cogió cuatro cuencos y un cazo de la parte trasera de un segundo carromato, destinado a cargar las mercancías. Se acercó al fuego, cubrió su mano con un trapo y alejo la olla del fuego, salía mucho vapor, más vapor que humo del fuego.
— Bueno. —dijo Ana con su melódica voz—. Ya está listo. —saco una cuchara de uno de los bolsillos de su delantal y tras soplar múltiples veces, probó el caldo—. Perfecto.
Ana sonrió con malicia. Y con la mirada insinuó que le había quedado demasiado bien para que ninguno de los presentes pusiese objeciones. Con gracia, llenó cada uno de los cuencos: un cazo, dos cazos, un cazo, dos cazos. Se repetía en la cabeza con cuidado, como si temiese derramar una mísera gota.
Ana repartió los cuencos, y con el suyo, volvió a sentarse. Todos quedaron satisfechos con el sabor. Maddox dijo en tono de chanza.
— Quien lo diría. —miro inquisitivo a Ana, esperando su reacción—. Huele a hambre.
David sonrió tímidamente. Mientras Lorcan reía sin disimulo, rememorando aquel fatídico día en el que Ana decidió cocinar. Sus estómagos rugieron hambrientos y Maddox se enfrentó cara a cara con las llamas. Pero eso pasó hace varios ciclos. Ana, no conforme con el primer resultado, aprendió cocina con ayuda de Maddox, que se aseguró de mantener las llamas a raya durante su aprendizaje. Cada vez que cocinaba sola, sabíamos con certeza que pasaríamos hambre. Al final, transformó la burla en halago.
Ana mostró una gran sonrisa y quizás por el calor, quizá por vergüenza, se sonrojó.
La comida se alargó mas de lo previsto, absortos en el caldo y en la muerte del fuego. Les quedaba un largo camino por delante y pocas horas de luz. Por decisión unánime, continuarían al alba del día siguiente.
El grupo se había desplegado, Ana y Lorcan desaparecieron en el interior de uno de los carromatos, el estómago lleno y el frío incipiente en el exterior les había dado sueño. Dormir. Calentitos bajo una sedosa manta.
David habría hecho lo mismo, pero Maddox lo llamó desde su carromato o como rezaba un letrero, El Espada.
— Hey chico, —lo clamó con la mano—, ven aquí un momento.
David asintió y se acercó a él. No lo había olvidado. Las clases que le impartía Maddox era uno de sus pasatiempos favoritos, a veces incluso divagaba sobre sus pensamientos y acababa contando alguna historieta.
— ¿Te acuerdas por dónde lo dejamos ayer?
David asintió
— La Mente Inquebrantable. —dijo con involuntario encanto.
— En efecto. —saltó del carromato y se apoyó en el hombro de David—. Más en concreto, el arte del auto convencimiento.
Guiando a David con suavidad, Maddox se acercó al paso de piedra, David contempló como el paso cortaba el bosque en dos, era un camino empedrado, recto y ancho. Intentó ver el final a ambos lados, pero una espesa neblina se acumulaba en el horizonte. Con un escalofrío, se volvió hacia su tutor. Tenía una pequeña piedra en la mano.
— Una piedra. —se la enseño y con comedida precisión, la colocó en la palma de su mano—. ¿Que crees que pasaría si desplazara con velocidad mi mano horizontalment? —preguntó con un tono subido, como sabiendo que el chico fuese a fallar.
David contestó sin dudar.
— Saldría volando.
— Ajá, —asintió de acuerdo—, estás en lo cierto. Pero, todavía no dices la verdad. —David lo miró confundido, ladeó la cabeza y antes de que tuviese la oportunidad de rechistar, Maddox se explicó— No puedes saberlo. Es por ello que tú respuesta, aparentemente verdadera, resulta incierta. —pauso para respirar—. ¿Que es necesario para que una respuesta lógica, sea una respuesta válida?
David pensó la respuesta durante un largo rato. Al final llegó a una respuesta simple, demasiado simple pensó.
— ¿Que se cumpla? —Maddox le miró pensativo.
— Si... Aunque, —se rascó la perilla—, yo había pensado en la argumentación, justificar la respuesta.
Hubo un silencio pasajero (que duró poco) y Maddox reanudó la plática.
— Bien, —mejoró su compostura, y por un momento, su silueta le recordó a David algunos libros de caballerías que solía leer—, quiero que te concentres en la piedra chico, cuando mueva mi mano quiero que te convenzas, convéncete de que no va a caer.
David se concentró en la piedra, imaginó la piedra pegada a la mano de Maddox, y tras asentir, Maddox movió la mano. La piedra salió volando, David la vio caer, golpeó el suelo con un golpe seco y, aunque la piedra continuó rebotando sobre el suelo enpedrado, los ojos de David se quedaron en el punto donde chocó por primera vez.
— ¿Chico? — le posó la mano sobre el hombro.
Sacudió la cabeza y levantó la mirada confundido.
— La piedra... Se ha caído.
Maddox rió.
— Si, lo sé. —David hizo ademán de protestar—. También se eso, pero, —se encogió de hombros—, las cosas no siempre salen a la primera. No te desanimes chico. No es algo fácil de entender, pero te aseguro que solo se trata de una muralla, cuando la saltes, no tendrás ninguna dificultad.
Una corriente de aire pasó entre ellos, Maddox se estremeció.
— Vayamos a dormir, el tiempo va a empeorar. —David asintió y observó a Maddox marchar hacia La Espada. Poco después él fue ha dormir al carromato de Ana. Antes de cerrar la puerta, miró al cielo.
No había estrellas. Pero la luz de la luna Caldara brillaba con un azul eléctrico.
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