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Capítulo 16

Observo la vista de la ciudad desde el balcón. Aún en pijama y con los pies descalzos. Me quedo mirando desde la altura a los otros edificios y propiedades cercanas, las calles llenas de autos y personas caminando tan temprano. El sol comienza a hacer su aparición y se cuela dentro de la habitación. Me volteo a mirar hacia la cama en donde Yohan está descansando muy plácidamente.

Hoy es un día importante, hoy acabaré con el imperio que había fabricado mi abuela todo este tiempo. Despediré a un montón de personas de las empresas y las fundaciones y, sobre todo, lo más importante. Romperé lazos con los socios del negocio de lavado de dinero.

No quiero ser partícipe de ese mundo. Por eso acabaré con todo antes de que eso acabe conmigo. Estos últimos días desde la celebración del aniversario de la empresa principal he estado preparando mis movimientos para llegar a este día.

Camino hacia el baño y después de tomar una larga ducha me visto con un traje formal gris para ir a la reunión. Despierto a Yohan y salgo hacia la cocina. En el camino me detengo frente a la puerta que conduce hacia el sótano en donde tengo a Vante.

Entro al sótano y lo veo en la posición que ha estado desde que comencé a torturarlo. Sentado con las piernas cruzadas, como meditando. Sus brazos están pegados a su espalda y muy bien encadenados sus piernas igual. He vendado sus ojos y le he puesto un pantalón. Su cuerpo está sucio, manchado de sangre y con muchas heridas.

Por alguna razón ha dejado de hablar y se mantiene muy serio. Me causa escalofríos solo de imaginar lo que está pasando por su retorcida cabeza. Traerlo y hacerle esto es un riesgo que quise tomar y no me arrepiento. Y por más extraño que parezca siento que él no quiere escapar, creo que está esperando algo.

Decido irme, pero antes de dar un paso él levanta un poco la cabeza, me sonríe.

—Hueles exquisito —dice con la voz muy grave.

No quiero seguir sus juegos, aunque es la primera vez que habla así que por curiosidad me acerco a él y me pongo de rodillas.

—No llevo perfume —me limito a hablar.

—Lo sé, me refiero a tu olor, el de tu piel y cabello. Es exquisito.

Me quedo observando su rostro maltratado y su cabello húmedo. Esa venda en sus ojos me trae un poco de tranquilidad, sé que por lo menos no puede verme y leerme el alma como solía hacerlo.

—No has cambiado ni un poco en estos años, Vante.

Su rostro es frio, no hay ninguna señal de expresión solo frialdad.

—Sí he cambiado. Te lo dije una vez... puedo ser aún peor y ni siquiera imaginas cuánto.

Me pongo de pie y me alejo de él, es claro que solo quiere asustarme. Y no puedo dejar que lo consiga. Comienzo a caminar hacia la salida y de repente lo escucho cantando. Me freno en seco mientras él canta casi en un susurro una extraña canción. Su melodía, aunque es infantil suena aterradora en su voz rasposa y profunda.

La letra... me es familiar, como si ya la hubiera escuchado, pero no sé de dónde.

Dejo de prestarle atención y sigo con mi camino. Cierro muy bien la puerta y me aseguro de cambiar la contraseña para bloquear el cuarto. Cuando llego a la cocina me preparo algo rápido mientras espero a que Yohan se vista.

Un rato después ya me encuentro en la empresa COSRY, todos los trabajadores se reúnen en sala principal para recibirme. Todos muy bien vestidos y organizados. Me hacen una reverencia de noventa grados y se mantiene en silencio mientras mi asistente, la señorita Lee me presenta a cada uno de los jefes de área. Yohan a mi lado tiene la lista de nombres que están dentro del negocio de lavado, algo pequeño y sutil, pero que mancha la imagen de mi empresa.

La señorita Lee termina de presentarme a los trabajadores así que él se hace cargo de llamar a las personas de la lista, los cuales dan un paso al frente llenos de alegría, supongo que piensan que les reconoceré su trabajo.

—A todas las personas que hemos llamado los felicito —expreso en voz alta para ser escuchada por todos y cada uno de los presentes—. Pueden pasan por la oficina de recursos humanos ahí se les se les dará su reconcomiendo por su arduo trabajo todos estos años en la empresa... están despedidos.

La reacción de ellos es normal se quedan pasmados ante mis palabras, el resto de empleados balbucean sorprendidos y algunos se quejan.

—Ya escucharon a la presidenta Mancini —interviene mi asistente—. Los que fueron llamados recojan sus cosas y el resto regresen a trabajar.

Las personas comienzan a disolverse mientras yo me acerco a ella.

—Asegúrate de que sepan el motivo por el cual los estamos despidiendo y que no les conviene hacer nada en nuestra contra o irán presos —ordeno con seriedad y ella asiente.

Comienzo a caminar hacia el ascensor junto a mi chico tatuado y al entrar presiono el último piso, en donde está la sala de reuniones. Llegamos y en esta ya se encuentran las ocho personas con las que mi abuela hacia sus negocios sucios.

Supuestos accionistas que solo tiene la empresa como fachada para lavar el dinero. Mi abuela fue la fundadora de toda esta sociedad y ellos solo invierten.

Tomo asiento en el centro de la mesa bajo la intensa mirada de ellos. Cuatro hombres y dos mujeres. Entre abogados, CEO, asambleístas y esposas de políticos. Todos con el suficiente dinero e influencias para darme la pelea. Es por eso que los traje hasta aquí con engaños.

—Bien, solicité su presencia para mostrarles el rumbo que va a tomar nuestros negocios —Sonrío y le indico a Yohan que coloque sobre la mesa, en frente de cada uno, los papeles—. Esos documentos son la prueba de que ustedes me vendieron el porcentaje de sus acciones en mis empresas.

—¡De qué está hablando! —cuestiona una de las mujeres muy confundida.

—¡Se ha vuelto loca! —exclama muy exaltado un hombre a mi derecha quien ha leído un poco el contenido de los papeles.

Todos leen los papeles sin creer lo que está pasando.

—No, no me he vuelto loca. Esta empresa que ustedes usan para lavar dinero ha cambiado de dueña y como yo soy la actual jefa de este negocio no quiero seguir haciéndolo. No quiero que mis empresas se ensucien.

—No puede simplemente tomar esa decisión, somos socios y aunque usted sea la que hace todo el trabajo, depende de nosotros los inversionistas.

—Lo sé, y por eso ustedes me venderán sus acciones y desaparecerán de todo lo que tenga que ver conmigo.

—¡Cree que lo haremos así tan fácil, esto es un negocio de años!

—Sabía que lo dirían y por eso vine preparada —Miro a Yohan quien está de pie aun lado de la puerta—. Haz que pasen.

De inmediato él deja entrar a la sala a ocho hombres enmascarados y armados. Son empleados de la empresa disfrazados de asesinos. Pero ellos no lo saben.

—¡¡Qué es todo esto!! —gritan alarmados mientras son apuntados en las cabezas.

—Esto señores y señoras —Me pongo de pie—. Es la forma de hacerlos entender. No les estoy pidiendo el favor de que me den sus acciones, se las voy a quitar. Si no firman esos documentos estas personas que ven aquí —Señalo la pantalla detrás de mí en donde se están reproduciendo varios videos en vivo de sus familiares—. Serán asesinados en este instante.

Ellos entran en pánico al ver que hablo en serio. En los videos se pueden ver a sus esposas en el centro comercial y casas, a sus esposos en el trabajo, a sus hijos e hijas en la escuela. sin tener idea que están siendo apuntados con un láser en la cabeza por un francotirador.

Sin pensarlo mucho uno por uno firman los papeles muertos de miedo, aunque también me miran con mucho rencor.

—No saldrás ilesa de esto, niña —advierte uno que no para de sudar. El hombre que le está apuntando dispara a la mesa dándole un gran susto. Las armas tienen silenciador por supuesto.

—Si salen de este edificio con intenciones de tomar represalias, les advierto. Si a mí me llega a pasar algo, no sé tal vez un atentado por más pequeño que sea de inmediato un archivo con toda su información, todo absolutamente todo, será enviado a los medios. La prensa se pondrá muy contenta de saber que el señor asambleísta Lee HyunSu, próximo candidato a presidencia de Corea del sur, tiene una red de pedófilos en donde se envían y producen videos con menores de edad siendo abusadas.

El asambleísta palidece al escucharme, sabe que lo tengo en mis manos.

—"Lucharé para que no haya más niñas abusados y hacer de este país uno más seguro para nuestra juventud" —me burlo repitiendo las palabras dichas hace tres días en su campaña.

—Esto no... —intenta hablar así que lo interrumpo, dirigiéndome al señor a su lado.

—O que, el prestigioso abogado Park, ha estado haciendo visitas inusuales a la habitación del señor Kim Sang-mon, quien tiene prisión domiciliaria a causa de extorsión y soborno a empleados de la casa azul. Está usted dispuesto a que todo el país sepa de sus lazos con este hombre o peor aún, que sepan que se acuesta con él —exagero una expresión de sorpresa mientras me cubro la boca y después me rio—. Estoy segura que a su esposa e hijos no les agradará mucho esto. Y mucho menos a su suegro quien es alguien muy, muy conservador.

De inmediato el mencionado mira hacía el suelo avergonzado y todos se quedan en silencio. Creo que ya no quieren que siga develando sus secretitos.

—Sí, sé todo sobre sus vidas y negocios sucios, si me pasa algo también lo sabrá el mundo.

—¿Qué pasa si, alguien diferente a nosotros intenta hacerle algo? —inquiere la única mujer que se ha mantenido en sus cabales y eso quizás sea por su edad. Casi la misma que mi abuela cuando falleció.

Lo dicho tiene mucha coherencia, tengo enemigos, aunque al mayor lo tengo encerrado en mi sótano.

Camino alrededor de la mesa pasando por detrás de ellos.

—Sí algo me pasa, no importa quién o qué me atacó, igual la información saldrá la luz. Así que lo mejor será que recen por mi larga salud.

Muestro una sonrisa de victoria a lo que ellos asustados se miran entre sí.

La misma mujer se pone de pie sintiéndose humillada.

—Está hecho, tienes lo que quieres jovencita, las acciones son todas tuyas y el negocio se ha acabado, ganaste ahora déjanos ir.

Los demás lucen estar de acuerdo con lo que ella ha dicho así que también se ponen de pie.

—Bajen las armas —ordeno y mis hombres lo hacen. Mis antiguos socios se acomodan la ropa y se disponen a salir—. Chicos, escóltenlos a sus casas quiero que se sientan seguros.

Me miran angustiados.

—No hace falta, tenemos nuestro propio personal —indica uno de ellos con la mandíbula apretada.

—Insisto, me preocupa mucho su seguridad.

Se ven obligados a acceder y cuando ya están por salir Yohan les abre las puertas.

—Ah, Señores, si quieren pueden ir con Dios, Buda, con un chamán o con una bruja, con lo que ustedes quieran, pero recuerden rezar mucho por mi larga salud y seguridad.

Les sonrío y les hago una pequeña reverencia. Ellos solo se limitan a devolverme la reverencia y salen de la sala escoltados por mis hombres.

Que agradezcan que les compré legalmente las acciones y no los maté. En realidad, les hice un favor ya no van a tener que preocuparse de que los lleven a la cárcel por lavado de dinero.

Estando sola me pongo a recordar el día que escapé de la casa de Vante y antes de fijar mi muerte ante él. Yohan me dijo que mi abuela había dejado un testamento en donde me heredaba todos su bienes, empresas y dinero. Me sorprendí porque jamás esperé que ella hiciera eso. Después de todo ni siquiera tengo su sangre.

Kang Eunji hizo también su testamento y le dejó todo a su querida amiga Hela Mancini que se encontraba en Italia. Eunji murió y yo sigo teniendo esa fortuna que, aunque es un dinero sucio en su mayoría, me ha ayudado bastante.

Las puertas se abren dispersando mis recuerdos, mi asistente entra seguida de Yohan quien se ve muy sonriente. Me mira y guiñe un ojo. Él no tenía mucha fe en mi plan, sin embargo, le he demostrado que funciona y que lo que falta del plan también lo hará.

La asistente Lee, recoge los documentos de la mesa y los observa a detalle.

—Está segura de que no quiere seguir con ese negocio, presidenta.

—Sí, no quiero seguir beneficiándome con dinero sucio.

—Pero la presidenta Kang, ella...

—Ella está muerta y espero que comprendas que no quiero seguir con esos negocios ilegales —aclaro y ella asiente.

Salgo de la sala con dirección a mi oficina. He salido de esos accionistas, pero aún me queda uno, Vante. Por alguna extraña razón mi abuela le dio el 30% de las acciones de la empresa el mismo día que hizo el testamento y que resulta, también fue el día en que murió.

Él está metido en el negocio de lavado desde hace tres años, y ha sido uno de los que más dinero ha lavado, por lo tanto, es el que más se ha beneficiado. Ahora que sé que él maneja las rutas de drogas entiendo que ha estado utilizando las empresas de mi abuela para lavar el dinero que gana con las drogas. Parece que no le fue suficiente con hacerlo en los clubs nocturnos y bares de los que es dueño.

Parece un pozo sin fondo, su ambición no tiene límites.

*

Una larga jornada de trabajo en la oficina se ha acabado y ahora me dirijo a casa, hay tantas cosas que resolver que parece que no terminan. En el auto me recuesto en el hombro de Yohan y cierro los ojos para descansar un poco.

Me separo de él y me fijo en el camino, no hay más carros en la autopista, solo el nuestro. Es una noche muy oscura y casi no se ve nada afuera. A pesar de eso logro visualizar algo moviéndose del otro lado del pavimento en donde no hay luz. Me enfoco en saber que es así que me acerco más a la ventana, el viento roza mi rostro y mueve con brusquedad mi cabello. Un olor nauseabundo penetra mis fosas nasales y de la nada en mi celular entra una llamada. No quiero perder de vista lo que sea que se mueve junto a nosotros así que rápido contesto y pongo el celular en mi oreja.

Una melodía comienza a sonar, una canción extraña, con una letra perturbadora. De repente lo que va a nuestro lado se acerca y descubro que es de color negro. Tiene dos piernas y dos brazos. Arrugo el entre cejo al notar que el auto va a mucha velocidad y aun así, eso sigue ahí.

Va corriendo y cada vez se acerca más. Alcanzo a ver algo en su cabeza, como unos cuernos. Mi corazón se acelera a punto de estallar cuando veo que en sus manos hay unas garras muy grandes y afiladas.

Lo que sea que está corriendo a mi lado tiene una apariencia horrible, tengo miedo. La canción se repite una y otra vez en las voces de niños. Cuelgo la llamada y dejo caer el celular, pero noto que sigue sonando esa canción. Me agacho a tomar el celular para apagarlo y cuando me incorporo decido volver a ver a esa cosa.

Pero ya no está, no veo nada.

El celular se apaga y de repente esa cosa salta hacia mí mostrándome que en su boca llena de sangre no hay dientes solo un montón de colmillos.

Doy un brinco lejos de la ventana y abro los ojos. Agitada y muy asustada veo como todo está claro y se alcanza a ver más autos a nuestro alrededor. Yohan me hace girar y me mira preocupado. Comprendo que he tenido otra de mis muchas pesadillas con Vante.

Respiro, aliviada y me fundo en un abrazo con Yohan. La canción que escuché en esa pesadilla es la que Vante estuvo cantando en la mañana.

Ya nos encontramos en el estacionamiento. Salimos del auto y tomamos el ascensor, mientras subimos reviso mis mensajes.

—Hoy estás muy callada —murmura Yohan a mi lado.

—Estoy preocupada.

—¿Por él?

—Sí, quiero que estemos juntos —El ascensor se abre y ambos ingresamos al pent-house.

—Ya falta poco, tranquila.

Después de cenar tomo una ducha y me pongo ropa cómoda. Unos shorts y una camiseta. Me recojo el cabello y me dirijo hacia el sótano.

Hasta el momento pude controlar a los demás accionistas, y ha llegado el momento de lidiar con el accionista mayor. No puedo quitarle su porcentaje así que tendré que trabajar junto a él. Los medios de comunicación y el internet serán mi arma para defenderme.

En el camino me encuentro con Yohan saliendo de la biblioteca así que lo sujeto de la mano y lo llevo conmigo hasta el sótano. Entramos y encendemos las luces.

El espacio es tan pequeño y lúgubre que le queda perfecto. Él sigue en la misma posición en que lo dejé. Me acerco asegurándome de que todavía este encadenado, le quito la venda de los ojos y de inmediato sus ojos oscuros me penetran. Su mirada seria y frívola me escanea un segundo y luego se centra en Justin parado a unos pasos detrás de mí.

Me doy vuelta hacía Yohan.

—Golpéalo —ordeno y lo hace sin rechistar. Va hasta Vante y comienza pegarle en el rostro sin que este haga algún intento por defenderse.

Mientras tanto, tiro al suelo todas las herramientas de tortura que estaban sobre la mesa. Me subo sobre esta y llamo a Yohan. Por hoy no tengo intención de liberarlo, talvez mañana.

Bajo su firme mirada comienzo a besar a Yohan con deseo. Le quito la ropa prenda por prenda sin despegar mis ojos de él. Su cuerpo musculoso y grande hace lucir el mío muy pequeño. Beso cada uno de sus tatuajes mientras él se deshace de mi ropa. Ya desnudos abro las piernas dándole acceso a mi intimidad y Yohan se inclina para besarme ahí. Lo hace y yo solo puedo arquear mi espalda al gemir de placer.

Me retuerzo y rio notando la seriedad con la que Vante nos observa, no le grada lo que estoy haciendo y seguro está molesto. Quiero que entienda que ya no le pertenezco, que no soy suya.

Yohan me da vuelta haciendo que mi pecho y cabeza estén recostados a la mesa, y mi trasero a su disposición. Entra con fuerza en mi haciendo que grite su nombre. Me penetra sin piedad hasta que mis piernas comienzan a temblar.

Un rato más tarde hemos terminado, él aún está dentro de mí, y yo tengo mi cuerpo pegado al suyo. Le doy un beso en los labios y nos reímos con complicidad. Nos separamos y nos ponemos la ropa.

Voy hacia Vante quien luce más escalofriante de lo normal, pero no me importa. Noto que su mirada está fija en Yohan y sé que está deseando asesinarlo. De su nariz y boca cae una gran cantidad de sangre espesa por los golpes recibidos.

Le pongo la venda y salimos de ese lugar.

—¿Qué estás planeando? ¿Por qué quisiste que tuviéramos sexo enfrente de él? —cuestiona ya afuera.

Lo veo arreglarse el cabello con una sonrisa en su lindo rostro.

—Solo quería que tú supieras lo mucho que me importas —contesto enrollando mis brazos en su cuello y le doy un beso él cual el responde de inmediato.

—Te amo —susurra en mis labios y yo solo puedo sonreírle.

Me separo un poco sin dejar de abrazarlo.

—Quieres tomar una cerveza —propongo y él asiente—. Creo que no hay en la nevera así que tendrás que ir a comprar.

—Sus deseos son ordenes, mi señora.

Nos separamos y comenzamos a caminar hacia la sala tomados de la mano.

—También compra Ramen, no quiero cocinar mañana.

—Deberías contratar una cocinera.

—Lo estoy pensando seriamente —Me rio y ya en la puerta del ascensor le doy un último beso.

Él entra al ascensor muy sonriente.

—Ramen extra picante —inquiere.

—Por supuesto —le respondo y las puertas se cierran.

A mi mente viene recuerdos de cuando él me suplico perdón una y otra vez y yo le aseguré que para poder perdonarlo tendría que sufrir de la misma manera en que él me hizo sufrir. Sentir mi dolor. Es por eso que bajo su consentimiento lo enceré en un sótano y le hice lo mismo que a Vante.

Cuando lo liberé pensé que se alejaría de mi por rencor, pero, al contrario, se unió a mí con más fuerza. Ha cubierto la mayoría de las heridas y cicatrices que le dejé con tatuajes y siempre prefiere no hablar de eso.

Gracias a lo que hice, me liberé, pude soltar todo el odio que sentía hacia él y avanzar sin ningún remordimiento. Se podría decir que lo superé, aunque jamás olvidaré al bebe que perdí.

Voy hacia a la biblioteca en donde guardo algunas armas y tomo las llaves de las cadenas de Vante y una pistola cargada, la introduzco en la parte trasera de mis shorts y me dirijo de nuevo al sótano. Aspiro una fuerte cantidad de aire antes de entrar.

Ya adentro voy decidida a hacerlo.

—Ponte de pie —indico y este lo hace en silencio.

Rápido abro los grilletes de las cadenas en sus pies y seguido las de sus manos. Estas caen al suelo haciendo un sonido seco al chocar contra el piso. Doy unos pasos lejos de él mientras lo observo quitarse con tranquilidad la venda de los ojos.

Su expresión lúgubre y mirada asesina cae sobre mí, su cara llena de morenotes y rastros de sangre fresca oscurecen aún más su mirada. Su cuerpo cortado y lastimado se tensa y varias venas comienzan a aparecer.

Se mueve un poco quedando de lado y lleva su cabeza hacia atrás, cierra los ojos e inhala aire con brusquedad. Desde donde estoy puedo ver con claridad las marcas negras en su espalda como resultado de quemarlo con hierro caliente. Marcas similares a las que él me hizo.

Sus puños se cierran y sus nudillos se colocan blancos por la fuerza ejercida. Sin dejar de mirarlo llevo mi mano hasta el arma escondida detrás, lista para disparar en caso de que no pueda controlarlo.

—¿Estás asustada? —cuestiona de repente sin moverse.

Noto que mi respiración agitada es lo único que se escucha en el cuarto. Mi pecho sube y baja y mis manos tiemblan. Creo que nunca dejaré de tenerle miedo.

—No.

—Deberías.

Saco el arma con cuidado, pero la mantengo oculta.

En un abrir y cerrar de ojos Vante se abalanza sobre mí, como si fuera un animal me empuja con fuerza haciendo que choque contra la mesa detrás de mí. Caigo al suelo, pero rápido me levanto y le apuntó con el arma, pero no tengo tiempo de disparar porque de nuevo me empuja y esta vez me estampa contra la pared.

Logro dispararle, lo hago en su pierna y esto hace que me apriete la mano contra la pared de una forma que siento que mi mano se va a romper. Dejo caer el arma al suelo mientras él con su mano enroscada en mi cuello me intenta asfixiar.

Para que no patalee usa sus piernas para inmovilizarme por completo. Su fuerza es demasiada y si quisiera puede estrangularme.

—Dame una sola razón para no matarte ahora mismo —expresa entre gruñidos—. Una maldita razón para no destrozarte el cuello y arrancarte la cabeza. 

Les aviso que el nombre de Justin ha sido cambiado, ahora tendrá el nombre origial del borrador que escribí hace años de ésta historia. Se llamará (Kim Yohan) y ya hice el cambio en en los capítulos anteriores. Besos.

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