Capítulo 13. o demonio?
Tres años después.
En algún lugar de Tokio.
Academia Demons Número 20.
Rango Senior, Clase femenina.
—¡50! —Una voz gruesa resuena del otro lado de la habitación—¡Trainee 50! Deténgase.
Levanto la mirada al recordar que ese es mi número. Dejo de golpear a la chica con mi bokken que es como una espada de madera. Me pongo de pie y me mantengo firme mientras la chica a quien acabo de golpear es auxiliada por las demás mujeres.
—¡Qué está sucediendo aquí, 50! —cuestiona la maestra acercándose a nosotras a paso firme.
—Problemas de compañerismo, maestra —Miro de reojo a la chica que está sangrando a la altura de la frente—. Pero ya están solucionados.
La maestra nos analiza y asiente lento. Seguido me quita mi bokken y con el mismo, me azota en la espalda.
Me mantengo firme a pesar del golpe.
—¡Que no has entendido! ¡Nada de heridas en el rostro, ustedes trabajan con eso así que no pueden tener cicatrices! —Vuelve a azotarme—. La próxima vez que quieras marcar tu jerarquía procura seguir las reglas de esta academia —Se posiciona demasiado cerca de mi rostro—. O yo misma te las recordaré. ¿Entendiste?
—Sí, señora —exclamo sin demostrar emociones.
Ella me devuelve mi bokken y sale de la habitación, de inmediato los murmullos de mis compañeras se hacen presentes. Aunque mi japonés no es bueno alcanzo a comprender lo que dicen.
Sin importarme nada decido retirarme, camino a través de ellas quienes aún están sorprendidas por lo que ha sucedido. La Trainee número 32 se atrevió a ensuciar mi reputación llamándome zorra oportunista, así que me he viso en la obligación de darle una lección.
Dejo la habitación en donde solemos entrenar combate con espadas. Me dirijo hasta mi cuarto y me arrojo sobre mi cama. Es tarde y estoy cansada. Poco a poco me quedo dormida hasta que escucho ruido así que despierto. Son mis tres compañeras de cuarto que han ingresado comentando lo sucedido hace un rato.
—50, estuviste genial —exclama la chica que duerme en el puesto de arriba de mi camarote.
No digo nada y solo cierro de nuevo los ojos.
—Déjala, 49. Ella ahora se cree la reina y por eso no habla con las plebeyas —murmura con sarcasmo otra de ellas así que rio.
—¿Te consideras una plebeya?
—No, pero deja de ser tan egocéntrica.
Abro los ojos y sin moverme la observo. Ella ya se encuentra sobre su cama, al igual que la otra chica que duerme arriba.
Este lugar tiene reglas y una de ellas es no saber tu identidad, por eso nos identifican con números. Los cuales están grabados en nuestros uniformes sobre nuestro pecho.
—Si tienes algún problema conmigo podemos arreglarlo mañana, en los combates cuerpo a cuerpo —propongo con una sonrisa lasciva—. Ahora déjame dormir.
Vuelvo a cerrar los ojos y esta vez ella se queda en silencio.
Esto es lo que pasa cada vez que alguna de las chicas es nombrada la mejor en alguna clase, enseguida el resto de estudiantes tratan de atacarla y hacer que la lleven a los calabozos de castigos.
Y no pienso regresar a ese lugar, es asqueroso. Por eso no puedo perderlos estribos.
***
Suena la alarma que nos hace despertar todas las mañanas y como estoy despierta hace dos horas me encuentro entrenando tiro. Es mi especialidad, soy la que mejor puntería tiene de todas las cincuenta chicas que hay este lugar.
Dejo el arma en la mesa y me quito los protectores de oídos mientras observo los agujeros en el blanco.
—Jamás descuides tu postura al momento de disparar —La voz de la maestra alfa llama mi atención, así que miro a mi lado. Ella está observándome fijo.
—Lo tengo presente, Maestra —digo poniendo los protectores en su lugar.
—Sabes que hoy vienen supervisores de los altos mandos ¿Verdad? —cuestiona acercándose a mí.
—Sí, señora.
—Bien, entonces ve a bañarte, tienes que estar presentable para ellos —Toma con sutileza la punta de mi trenza—. Si pasas esta prueba tendrás muchas recompensas.
Me sonríe así que hago lo mismo. Ella se retira dejándome de nuevo sola.
En esta academia nos dan un entrenamiento un poco diferente al de los hombres, al ser mujeres siempre se nos ve como objetos sexuales y aquí se nos enseña a aprovechar al máximo eso.
Prácticamente nos obligan a acostarnos con hombres enviados, cada tres meses para evaluar si nuestras tácticas han mejorado. Tácticas de seducción.
Me dirijo a mi cuarto y tomo una ducha, me cambio al uniforme negro y me dejo el cabello suelto. Salgo hacia el salón de encuentros.
Ya aquí, todas las chicas seleccionadas nos reunimos y hacemos filas, en total somos diez esta vez. Aguardo a la cabeza de tercera y última fila.
Después de unos minutos los hombres hacen acto de presencia. Son tres y llevas trajes negros con máscaras blancas. Por respeto hacemos una reverencia de noventa grados y nos mantenemos así hasta que ellos se posicionan frente a nosotras. Los veo observar nuestros cuerpos y murmurar cosas.
—Levántense —ordena uno de ellos.
Lo hacemos, ellos nos analizan el rostro y nuestra maestra alfa comienza a vendernos.
—Estas son las mejores de este trimestre —Se enorgullece mientras nos señala con su bastón y se detiene justo en la chica de la primera fila—. Ella es la mejor en combate cuerpo a cuerpo.
Uno de los hombres se posiciona frente a mí y me sujeta de la barbilla haciendo que lo mire.
—¿Qué hay de esta? —cuestiona el hombre.
—Ella es nuestra mejor tiradora, además es una belleza.
—La quiero —dice él sujeto soltándome y comienza a caminar fuera del salón. Bajo la indicación de la maestra, lo sigo.
Camino detrás de él hasta llegar a una de las habitaciones en el salón rojo. Él hombre abre una de las tres únicas puertas y entramos. La habitación es de un tono rojo gracias a las luces y está llena de velas, comida y bebidas alcohólicas. Además de algunos juguetes sexuales.
El hombre cierra la puerta bajo llave y toma siento sobre la cama. Acomoda sus manos a cada lado de la cama y deja sus piernas extendidas en el piso.
Me acerco hasta él y me subo sobre sus piernas. Lento comienzo a abrir su camisa botón por botón. Descubriendo que en su pecho fuerte y marcado hay un tatuaje de un dragón, que empieza en su hombro, recorre su cuello y termina en su pecho.
—¿Cuándo te lo hiciste? —cuestiono acariciando su abdomen con mis manos.
—Hace poco, ¿te gusta?
Asiento y le quito la máscara. Su cabello castaño está más largo de lo que recordaba.
—Dijiste que te harías mi nombre en la pelvis, ¿te lo hiciste? —inquiero con curiosidad y él se ríe.
—Pensé que estabas bromeando cuando lo propusiste la otra vez.
Me pongo seria y me cruzo de brazos.
—No, lo dije en serio. —Me bajo de su cuerpo y él se ríe juguetón.
—Tontita, si me lo hice —dice. Se pone de pie y me abraza por detrás—. Te extraño.
—Yo también, que noticia me tienes.
—Él está de regreso en Seúl, y lo otro... los grandes jefes han aceptado tu propuesta, ahora puedes salir.
Me doy vuelta para quedar frente afrente.
—Eso es genial, ya estoy harta de estar encerrada aquí. Quiero salir para verlo, tanto tiempo lejos me está matando, deseo verlo, lo extraño.
—Lo sé, ya pronto lo veras.
Me da un beso el cual recibo de inmediato, él me carga hasta la cama y me arroja sobre ella para comenzar a besar mi cuerpo.
—¿A cuántas personas mataste? —gimo mientras él hace succiones en mi cuello.
—A varias, pero la más importante fue a un bastardo que abusaba de su hijastra.
—¿Y qué le hiciste?
—Primero, lo amarré de manos y pies a una camilla con alambre de púas —Me quita el uniforme—. Y después, le corteé la lengua.
Me encanta escuchar cosas como estas, me excita cuando me las dice al oído, me produce un cosquilleo en todo el cuerpo imaginar como lo hace. Podría decirse que lo que más me excita es saber que él es un asesino, que ha matado personas, que ha manchado sus manos con sangre. Esa fantasía es una delicia que me permito disfrutar últimamente.
—Cuéntame más, por favor.
Regreso a mi cuarto, en donde mis compañeras ya se encuentran dormidas. Me acuesto pensando en salir de aquí para encontrarme con él. Anhelo ver de nuevo sus ojos y tenerlo entre mis brazos.
Pasa un rato cuando que alguien me cubre el rostro con una almohada. Reacciono e intento quitarla, pero alguien más me sujeta de los brazos y de las piernas. Me muevo con fuerza tratando de apartarla, aunque siento que son demasiadas manos.
Antes de que me quede sin aliento logro zafar una de mis piernas y rápido lanzo una patada que choca contra un cuerpo. Esto desencadena que también logre soltar uno de mis brazos con el cual aparto la almohada encontrándome con que mis mismas compañeras de cuarto están intentando matarme. Una de ellas intenta volverá sujetarme, así que lanzo golpes mientras las otras dos se aferran a mis manos y piernas queriendo inmovilizarme.
En cuestión de segundos logro ponerme de pie y doy golpes a cada una de ellas, ninguna es rival para mí y a pesar de saber eso quisieron intentarlo.
Después de acabar con todas y dejarlas en el suelo inconscientes, salgo de mi cuarto y voy hasta el salón de armas. Llego y me encierro. Busco un rincón y me acuesto a dormir.
***
Un nuevo día comienza, con nuevos problemas para mí. Ahora resulta que las tres chicas que dejé inconscientes en mi cuarto porque trataron de asesinarme están muertas. Alguien lo hizo para inculparme.
Me han despertado con un balde de agua fría y ahora me llevan esposada ante el comité de las doce maestras y la directora. Me ingresan a la fuerza, me obligan a arrodillarme y sin poder levantar la cabeza escucho como me juzgan por algo que no he hecho.
—¡Tenemos que matarla! —propone la maestra de actuación.
—¡No! ¡Es una de las mejores, no podemos matarla!
—Entonces qué debemos hacer, perdonar sus delitos. ¡Ha roto la primera regla de esta academia! —exclama otra.
—Silencio —habla la directora sentada en la silla frente a mí, esto es como una especie monarquía. y ella es la reina—. ¿Qué opinas? —le pregunta a la maestra alfa, de quien es gran amiga.
—No creo que ella lo hubiese hecho, sin embargo, tenemos tres cadáveres sin un asesino, pienso que debemos escuchar su versión. No perdemos nada.
La directora asiente y las dos maestras que me escoltan me quitan la mordaza de la boca.
—Dinos qué sucedió, ¿por qué las mataste? —cuestiona la directora.
Levanto la cabeza y la miro fijo.
—Yo no lo hice, ellas intentaron matarme a mí, pero no lo lograron, las dejé inconscientes y luego me escondí en el salón de armas.
—¡Mentira! —exclama la maestra de armas y se aproxima hasta mí, de repente me abofetea varias veces, no puedo defenderme porque me han puesto una especie de camisa de fuerza.
Otra maestra la detiene y la aleja de mí.
—¿Es eso cierto?
—Lo es, alguien las envío y esa misma persona las silencio para siempre.
La maestra de actuación se pone histérica.
—Está mintiendo, ella lo hizo y ahora miente para que no la matemos —Esa mujer enserio me está cansado. Su comportamiento es demasiado exagerado, algo me dice que tiene mucho que ver.
—¿Y por qué quieren matarte? —interroga la directora.
—No lo sé.
De repente las puertas se abren y muchos hombres vestidos de negro con máscaras y armas ingresan.
Las maestras se alertan, pero no pueden hacer mucho ya que les ganan en número. Además, se supone que son de los nuestros.
La directora se pone de pie.
—¡¡Aquí no se permiten hombres!!
—Eso, lo sabemos —responde el líder del escuadrón, alguien que conozco.
—Entonces, ¿por qué están aquí?
—Tenemos ordenes de los grandes jefes de interrumpir su reunión —Él líder se acerca a la directora y le entrega una carta, la cual ella lee sorprendida
—¿Qué es esto?
—Señora, es una orden para que libere a esta chica de inmediato y sobre todo asesine al culpable de los cargos que se le están acusando.
—¿Como saben ellos eso?
—Ellos lo saben todo —Él comienza a caminar alrededor de las maestras de manera intimidante—. Hace unas horas se nos informó que en esta academia hay chicas que no cumplen con las reglas, estudiantes celosas que no soportan el triunfo de otras y por eso nuestra informante nos contó del ataque en contra de esta chica.
—Esto es un asunto interno, no les incumbe a los altos mandos —exclama la directora con fiereza—. No es su problema.
—Lo es, si una de las protegidas resulta lastimada.
—¿Protegida?
Él me señala.
—Sí, esta chica que ve aquí es una protegida.
La directora se queda sorprendida ante la revelación así que él aprovecha para quitarme la camisa de fuerza, enseguida me pongo de pie y lo abrazo.
—Te estabas tardando —susurro en su oído y este se ríe.
—Lo siento.
Nos separamos y este se acerca a la maestra de actuación.
—Tienes diez segundos para confesar, si no quieres que te degollé ahora mismo —amenaza mostrándole un cuchillo mientras los demás hombres le apuntan con sus armas.
La mujer se arrodilla y pide clemencia.
—Lo siento, fui yo quien le ordeno a esas chicas que la mataran —balbucea entre dientes.
—Continúa.
—Cuando vi que no pudieron las asesiné para que la culparan.
Las demás se sorprenden y quedan atónitas, la directora por su parte rompe la carta llena de ira.
—¡Esto lo resolveremos nosotras, ahora váyanse! —grita.
Él se quita la máscara descubriendo su atractivo rostro. Seguida toma a la maestra del cabello y rápido desliza el cuchillo por su garganta.
La mujer cae al suelo y las demás maestras intentan atacar, pero se les amenazan con abrir fuego si se mueven.
—Ya nos vamos, pero como leyó en esa carta, usted será retirada de su cargo, usted y todas sus inservibles maestras serán reemplazadas.
—No puedes hacernos esto, llevamos años a cargo de esta academia.
—Sí que puedo —dice y me toma de la mano, entrelazamos nuestros dedos y comenzamos a caminar fuera del salón de reuniones.
En eso la maestra alfa corre hacia mí.
—¡Espera! —Me sujeta del brazo—. Tienes que ayudarme, hazlo por todo lo que hice por ti.
La miro con desprecio.
—¿Qué hizo por mí? El acoso sexual es un delito lo sabe, usted aprovechó su posición para acosarme y piensa que le voy a ayudar —Me río con sorna—. Que tonta.
Él aparta la mano de esa mujer y la aleja de mí.
Salimos de ese lugar mientras escucho los disparos y gritos de las mujeres que fueron mis maestras. Las mismas que me enseñaron a ser lo que soy.
Después de tanto tiempo salgo de la academia, acompañada de él, el hombre de ojos cafés y cabello castaño, lleno de tatuajes que ha estado conmigo desde que tome la decisión de dejar a Yuntae. Desde que escapé fingiendo mi muerte para poder ser libre. Ahora soy como él, una asesina entrenada, aunque mi entrenamiento no fue tan largo ahora puedo defenderme mejor de los monstruos que habitan en este mundo. De ese monstruo que me destruyó, me hizo cenizas, pero esa chica inocente y buena está muerta, murió hace tres años ahora soy Hela y me encargaré de destruirlo tal como lo hizo conmigo, porque ¿Qué es lo que pasa cuando le cortas las alas a un ángel? se convierte en demonio.
Subo al auto junto a Yohan, quien está muy sonriente.
—¿Estás bien? —me pregunta acariciando mi rostro.
—Sí, más que nunca —Le doy un beso en los labios—. El plan salió como lo esperábamos. Ahora vámonos, ya quiero ir. Me muero por verlo.
Me acurro en su pecho mientras el conductor nos saca de este lugar, una de las academias femeninas a la que gracias a Yohan logre entrar hace un tiempo. Luego de un merecido descanso, nuestro destino es el aeropuerto, para tomar un avión directo a Seúl.
Apenas subo al avión me cambio de ropa a una más cómoda y tomo asiento.
Las horas de viaje se vuelve más largas cuando se tiene prisa por llegar. Miro por la ventanilla el cielo mientras recuerdo los duros meses que viví en esa academia. Desde el día uno todo fue un reto, las clases, las maestras, las estudiantes, cada golpe cada castigo recibido me ayudaron a soportar mis ataques de pánico.
Se podría decir que he cambiado.
Quien diría que la fortuna que me heredó mi abuela me ayudaría en mis planes. También que Yohan accedería a estar conmigo después de que lo mandé a golpear con unos matones. Hice eso hace mucho y aunque creí que después él e alejaría de mi esto lo que ocasionó fue que se aferrara con más fuerza.
Me ha jurado lealtad incondicional, y a cambio me acuesto con él. Hicimos un pacto aquel día que me ayudó a escapar, pero nunca le he garantizado amor. Esto él lo sabe, sabe para que lo quiero y a pesar de eso se ha quedado a mi lado.
Es un asesino sin control que explota muy fácil, es bueno siguiendo órdenes y eso me agrada. Lo usaré el tiempo que sea necesario y luego ya veré. Por ahora lo quiero a mi lado. El camino que estoy tomando no es fácil, estoy entrando de nuevo a ese mundo oscuro, en donde los monstruos acechan a los débiles, así que no puedo ser débil. Nunca más.
Bajamos del avión e ingresamos a un auto que estuvo esperando. Nos llevan hasta un lugar lejano de la ciudad, una bodega de pinturas abandonada en donde un escuadrón de asesinos bien entrenados nos espera.
Antes de bajar del auto Yohan me da una máscara, que es color dorada. Le sonrío y ambos nos colocamos las máscaras, él aquella que es de un color negro. Bajamos y un hombre nos guía hasta el interior del lugar. Un circula de asesinos y en el centro se encuentra su líder. Un mercenario experimentado que da un discurso de bienvenida.
—Todos conocen las reglas, hagan lo que hagan no las rompan —Se da cuenta de nuestra llegada—. O estarán muertos.
El hombre nos mira despectivamente y luego se escucha una risa ronca a través de su máscara.
—Señor, han llegado los tortolitos —informa otro hombre.
—Sí, ya lo noté —Él se posiciona frente a mí—. Eres nuestra francotiradora, te veías más grande en el informe.
Me quedo callada sin dejar de mirarlo hasta que este se acerca a Yohan y se inclina un poco.
—Señor, es un honor tenerlo en nuestro escuadrón —murmura el hombre y Justin asiente.
El hecho de que Yohan haga parte de los altos mando me beneficia, aunque ni siquiera él sabe quiénes están detrás de esas mascaras. Todo lo que sabemos es que son dos, dos jefes que saben ocultar sus huellas muy bien, nunca salen a la luz, actúan desde las sombras y utilizan a los mejores asesinos como marionetas.
Juegan un juego peligroso, les gusta el poder que tienen y solo tiene una preocupación, aquel monstruo que ellos mismos crearon, Vante. El muy astuto ha estado desde hace muchos años reclutando a los chicos que salen de la academia y los contrata para que trabajen para él.
—Justo ahora tenemos una misión, una muy importante y será la bienvenida de nuestra francotiradora —El hombre camina hasta el auto de donde están sacando las armas y municiones.
Toma un hermoso fusil McMillan Tac-50 y me lo entrega. Lo sostengo mientras le mantengo la mirada y seguido él indica que subamos a los vehículos. Subimos rápido y en medio de las miradas de los demás hombres me mantengo seria y jugando con uno de mis kunai (pequeñas navajas de diferentes formas usadas por los samuráis o naruto) la que tengo ahora es una que tiene en el mango un agujero así que puedo girarla con mis manos.
Mis armas por ser francotiradora son diferentes al resto, pues mientras ellos combaten cuerpo a cuerpo, yo estoy desde la distancia apuntándolos, justo en la cabeza.
—...Crees que sea bonita...
—Debería quitarse la máscara y así lo comprobamos.
—Yo pienso que es fea...
Los murmullos de mis compañeros de auto son cada vez más estorbosos así que al que me ha llamado fea le lanzo mi kunai el cual se entierra en su asiento justo a unos centímetros de su cuello.
—Déjenla —interviene Justin en modo jefe.
Los hombres se quedan en silencio así que el ambiente se vuelve más calmado.
Llegamos al estacionamiento de un edificio y bajamos uno tras de otro.
—Señorita, este es el objetivo —me indica el hombre mostrándome una foto—. Si lo haces bien no tendremos siquiera que movernos, solo apuntale en la cabeza y procura no fallar.
A regaña dientes asiento, mientras analizo la foto del hombre en mis manos.
Es un hombre como de sesenta años, gordo y canoso, usa lentes y se ve de apariencia importante, un político quizás.
Guardo la foto en mis bolsillos y me posiciono detrás de cuatro de mis compañeros. Quienes comienzan a trotar hacia el interior del edificio. El resto se quedan en el estacionamiento.
Este edificio tiene varios ascensores, y el que vamos usar tiene una nota de "en mantenimiento" para que los trabajadores del interior no se percaten de que estaremos dentro.
Ya en el ascensor comienzo a preparar mi fusil mientras que los cuatro hombres que me acompañan se mantiene alertas en caso de que alguien ingrese al ascensor por accidente. Llegamos al último piso y dos de ellos se quedan en la puerta del ascensor y el resto subimos por las escaleras de servicio hasta llegar al piso indicado. Los dos últimos se quedan resguardando la entrada de la oficina que está vacía y yo me dirijo hasta la ventana. La abro un poco y acomodo el bipode en el marco de la ventana para que se quede firme el fusil, debido a que esta es muy baja tomo una silla y me siento. Ya acomodada observo a través de la mira telescópica la entrada del edificio de enfrente.
—Hokeaui en posición, cambio —informo a través de intercomunicador.
—Entendido, el blanco aparecerá en unos minutos, mantente atenta. Cambio y fuera —Escucho a Yohan así que me mantengo observando en silencio.
Después de un rato veo salir a muchos escoltas formando un circulo de seguridad, y en el centro veo a dos hombres vestidos de traje muy elegantes. Ya entiendo porque estamos atacando desde la distancia, el tipo tiene muy buena seguridad.
Enfoco la cabeza del hombre que vi en la foto y le apunto, este se encuentra conversando con alguien y cuando el da la mano, disparo. Un tiro certero atraviesa el cráneo de hombre haciéndolo caer al suelo de inmediato.
Sonrío y me dispongo a informar.
—Aquí Hokeaui, el blanco ha sido eliminado, cambio.
Cuando intento quitar el fusil me doy cuenta de quién es el hombre que estaba conversando con el blanco.
Una electricidad junto con un escalofrió me recorre haciéndome sentir algo que hace mucho tiempo no sentía.
Vante.
Lo observo en medio del caos formado por la muerte del hombre, él como siempre en calma se encuentra buscando con su mirada de donde vino el disparo. Ahí en medio de campo de batalla parado como si fuera un dios que no le teme a nada.
—Retírense —Escucho la voz del líder—. Repito, retírense.
Detallo el rostro de Vante, el tiempo sí que él ha favorecido ahora se ve incluso mejor que antes. Se ve más fuerte y musculoso. Su cabello negro peinado hacia atrás me deja ver con claridad las facciones de su rostro. Tal como un buen vino; mucho más provocativo y delicioso con el pasar del tiempo.
Quiero darle un sustito.
Apunto en su brazo izquierdo y disparo. La bala le roza el brazo y él ni siquiera se mueve. Al contrario, gracias a mi tiro ha encontrado mi posición.
Desde la mira de mi fusil veo como él comienza a correr a hacia acá así que rápido recojo mis cosas y abandono el lugar.
¡QUE COMIENCEN LOS JUEGOS DEL HAMBRE!
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