Capítulo 10
Mi reflejo en el espejo me da asco, doy asco. Me he convertido en algo que odio.
Coloco la mano con la que he golpeado el espejo dentro del chorro de agua que sale de la llave. Mi cabello está húmedo por partes, al igual que mi rostro debido a que unos segundos antes decidí mojarme para calmarme. Observo como el agua va cambiando poco a poco su tonalidad, esto debido a la sangre de las cortadas que me he hecho al romper el vidrio con mis puños llenos de rabia.
Estoy usando solo unos jeans y llevo la parte de arriba de mi torso descubierta, al levantarme de la cama quise corroborar lo que pasó ayer. Mis gritos de impotencia, enojo y mucha frustración se pudieron escuchar por todos los rincones de esta casa, al ver las dos cortadas en mi espalda.
Respiro con pesadez varias veces hasta que escucho ruido en el cuarto así que cubro mis senos usando mis manos y salgo, pero me cruzo con Yuntae quien pretende entrar al baño.
De inmediato me alejo retrocediendo unos pasos. Lo miro por unos instantes en silencio hasta que él sin darle mucha importancia a mi presencia comienza a quitarse la ropa. Antes de que se quite la ropa interior decido enfrentarlo.
—¿Por qué me hiciste esto? —Mi voz sale quebrada. Él me ignora manteniéndose todo el tiempo de espaldas—. ¡Yuntae!
Se endereza y suelta un suspiro de pesadez. Seguido se gira y se acerca a mí.
—¿Qué fue lo que te hice? Dime, porque el único que esta lastimado aquí soy yo —inquiere dejando ver las heridas que le hice. Las dos apuñadas y la cortada en el ante brazo.
Dejo salir una risa de incredulidad.
—Y qué hay de mí, de las cortadas que me hiciste en la espalda.
Yuntae hace una expresión de confusión. Sus ojos me miran como si no entendiera de lo que le estoy hablando.
—¿Qué?
—Ayer después de casi ahogarme me llevaste a la cama y me hiciste esto —Me doy vuelta y le enseño mi espalda.
—Eunji, no hay nada. Yo no he hecho nada —dice muy seguro—. Si lo acepto intenté ahogarte, pero luego de que te desmayaste te dejé en paz.
Sin poder creer sus palabras acerco mi espalda al espejo, aunque está roto aún se puede ver algo. Con dificultad logro visualizar mi espalda, están ahí, las dos cortadas cosidas.
—¡Entonces que es esto! —exclamo con desesperación y él observa mi espalda con el ceño fruncido.
—No hay nada —Vuelve a decir esta vez tocando la zona donde están heridas—. Lo vez, ni siquiera te duele —inquiere haciendo presión.
Sorprendida y muy confundida porque a pesar de que él tiene su mano sobre las cicatrices, estas no me duelen. No siento nada.
—Pero están ahí.
—¿Dónde?
Por unos segundos dejo de mirar mi relejo y cuando lo vuelvo a hacer, para mi sorpresa ya no están. Yuntae me sujeta por los hombros y me gira quedando así de frente.
Su mirada tan sincera y penetrante me confunde.
—Eunji, no te hice nada, tienes que dejar imaginar cosas —murmura, pero estoy tan confundida que no sé qué decir.
Miro a mi alrededor tratando de recordar todo lo que pasó. No puedo estar imaginando esto, no de nuevo. Hago que él quite sus manos de mis hombros con brusquedad y salgo del baño. Cruzo la puerta y me detengo al ver que él tiene razón.
En la cama no hay rastro de sangre. La camiseta que me dio Justin está en el suelo, pero no está rota. Coloco mis manos en mi cabeza y cierro los ojos. Mi respiración es pesada y mi pulso tembloroso.
—Eunji —Lo escucho susurrar detrás de mi así que abro los ojos y muy alterada me volteo a verlo—. No crees que me debes una disculpa.
—¡Vete al carajo! —exclamo y me alejo de él.
Éste pone una expresión de tristeza y pone su mano sobre su pecho desnudo.
—Acabas de romper mi corazón, Eunji —murmura con un tono de decepción muy real, y sin decir más se encierra en el baño.
Estoy muy abrumada por lo que acaba de pasar. ¿Lo imaginé? No puede ser cierto. Eso fue real. Tomo asiento sobre la cama tratando de asimilar todo.
Entonces ¿Él tiene razón? Estaba tan asustada que imaginé eso.
*
Estoy sentada en la ventana mirando hacia el jardín. Tengo ropa limpia y un vendaje cubriendo los nudillos de mi mano derecha. Afuera está lloviendo y el sonido de los truenos es demasiado fuerte. Un tifón. Algo muy común por aquí.
Es como si estuviera en un trance, no veo ni escucho más allá de las palabras de Justin, repitiéndose en mi cabeza como un disco rayado, uno que me hace decepcionarme de mis misma y de lo que siento Yuntae. De repente el chasquido de unos dedos cerca de mi rostro me hace reaccionar. Desvío mi vista hasta la persona que se encuentra a un lado. Snail.
—Cuñada, ¿estás bien?
—Sí... y él —Dirijo mi mirada a Yuntae quien se encuentra sentado en la sala de star—. ¿Cómo está?
—Tranquila. Para nuestra mala suerte, vivirá —dice con una risa contagiosa que me hace sonreír.
Yuntae nos escucha y pone mala cara. Éste comienza a ponerse una camisa, para tratar que no se vean sus vendajes.
—Cuñado, no crees que te pasaste con las vendas... ahora parece una momia —murmuro y seguido me pongo de pie. La risa juguetona de Snail se hace más sonora.
Tomándolo por sorpresa, me quito la camiseta frente a él. Esta acción hace que deje de reír y casi se atragante con su propia saliva. Ni que decir de Yuntae, pero eso es lo que menos me importa, solo quiero saber una cosa.
Me doy vuelta y le muestro mi espalda, al tiempo que arrojo al piso la camiseta.
—Se honesto y dime ¿Qué tengo en mi espalda? —Mis palabras son firmes.
—¡Pero que! —exclama y le lanza una mirada de sorpresa a Yuntae—. ¿Qué mierda le hiciste, hermano?
—Snail, dime —exijo ansiosa.
—Dos cortadas muy, muy grandes.
Escuchar eso hace que de un suspiro de alivio. Si sucedió, no he vuelto a desconectarme. Fue real. La confirmación de Snail de lo que me hizo Yuntae prueba muchas cosas y una de ellas, es que Yuntae quiere seguir manipulándome.
Esta vez me hizo dudar de la realidad, jugó con mi trastorno y quizás lo ha hecho muchas veces más sin que me diera cuenta. Enfadada me dirijo hacia él dando zancadas y en el camino tomo una vasija que sirve como decoración, Snail se percata de mis intenciones así intenta atravesarse e impedírmelo.
—Deja que lo haga —ordena Yuntae y Snail no muy convencido obedece. Ya cerca con fuerza le quiebro la vasija en la cabeza a Yuntae, el cual ni siquiera se mueve. Solo se queda ahí sentado con una sonrisa en sus labios y una mirada vacía.
—¡Eres un bastardo! —grito aún enfadada y respirando pesado. Me quedo mirándolo mientras Snail camina desesperado de un lado para el otro, con las manos en su cabeza y murmurando cosas.
Yuntae comienza a quitarse los pequeños trozos de la vasija que han quedado en sus hombros y cabello. Acto seguido se pone de pie y quien más parece asustado es Snail que al darse cuenta de que Yuntae está frente a mí, deja de caminar y se queda pasmado.
Yuntae me mira tratando quizás de imponerse, pero le sostengo la mirada y permanecemos así por unos instantes hasta que él comienza a caminar hacia la ventana donde yo estaba hace un rato y toma mi camiseta del piso.
Con un andar tranquilo se acerca de nuevo y me la da.
—Póntela —ordena dejándome confundida.
Tomo en mis mansos la prenda y la observo por un segundo. Comprendo la situación, no está molesto por lo de la vasija más bien porque estoy sin camiseta frente a su hermano. Aunque no es para tanto, no es como si le hubiese mostrado mis senos, a pesar de todo llevo un sostén.
Decido vestirme mientras veo como Yuntae vuelve a tomar asiento. Snail ya más calmado se posiciona entre nosotros y nos da miradas de reproche.
—Solo tienen un mes de casados y ya miren como están, que va a pasar cuando cumplan los cien días ¡Se van a matar! —exclama intercalando su mirada entre nosotros dos—. No son niños, ya maduren.
Me cruzo de brazos incrédula de que alguien menor que nosotros nos esté regañando.
—Es su culpa —me defiendo.
—¡Mi culpa! ¡Quien intento apuñalarme anoche! —refuta Yuntae entrando en modo dramático.
—¡Lo hice porque estaba asustada, tu quisiste ahogarme y luego me hiciste lo de la espalda!
Nuestra casi pelea es interrumpida por Snail quien de nuevo quiere actuar como mediador.
—Da igual quien empezó, ambos tienen que arreglar este desastre. —exaspera con frustración—. Si así es el matrimonio no quiero casarme nunca —Suspira tratando de calmarse—. Ok, Yuntae ¿Qué hay de tu promesa?
Cual promesa, de que están hablando.
—La estoy cumpliendo, no le he pegado ni una sola vez —expresa Yuntae encogiéndose de hombros mientras yo lo observo sorprendida.
—Ah sí, y entonces ¿Qué hay de esto? —inquiere Snail y me toma la barbilla mientas con su otra mano señala mi labio roto.
Yuntae rápido se pone de pie y se abalanza hacia mi mirando fijo mi labio. No sin antes apartar de mala gana a su hermano para que no siga sosteniendo mi rostro.
—Yo no hice eso —se defiende ya más serio.
Cansada de que estos dos estén así decido intervenir.
—No, claro que tú no fuiste —Me alejo de ellos y les doy la espalda.
—¿Quién fue? —cuestiona el monstruo mayor, con un tono de voz exigente—. ¿Acaso fue cuando escapaste?
Me doy la vuelta para encararlo.
—No, esto me lo hizo uno de tus hombres, los que se suponen están para protegerme —reniego y él parece sorprenderse.
Snail vuelve a aparecer.
—¿Cómo es eso? Uno de los guardaespaldas te golpeó.
—Sí, cuando regresé este lindo labio roto fue lo que recibí —Le explico a mi cuñado y éste mira a su hermano sorprendido.
—¿Quién fue?
—Ya no tiene caso, está muerto, sus compañeros lo mataron por lo que me hizo —suspiro cansada, pero él no le importa lo que acabo de decir así que solo se va en busca de sus hombres.
Ya solos, Snail y yo tomamos asiento en el sofá.
—Snail, como es que no me duelen las cortadas? —pregunto recordando que Yuntae me las tocó y no sentí nada.
—Debe ser anestesia, seguro mi hermano te aplicó anestesia local en esa zona y por eso no sientes dolor, aunque quizás en un rato el efecto se pase.
Eso tiene mucho sentido, el muy desgraciado me hizo sufrir mientras me las hacía y después que me desmayé, aplicó la anestesia. Como no odiarlo.
Pasan unos minutos y de repente Yuntae aparece de nuevo, pero con un semblante sombrío, pasa sin mirarnos hasta la cocina mientras mantiene una conversación por teléfono.
—Snail, ven —Su voz gruesa me da escalofríos. El nombrado se pone rápido de pie y corre detrás de él.
No los sigo porque muy dentro de mi sé que está sucediendo. La bomba ha explotado. Con una sonrisa en mis labios me acomodo sobre el sofá, subo mis piernas y me recojo el cabello en un moño flojo.
No pasa mucho tiempo cuando los veo correr hacia la entrada principal, un paquete en un envoltorio colorido que mantiene en su interior un regalo de mí, para mi amado esposo. Sabía que Yoahan lo haría, nunca se lo pedí, pero por lo que entiendo es una costumbre de esta familia dejar regalos en las puertas.
Cierro los ojos y me mantengo en una posición calmada, como meditando mientras allí fuera hay un caos, sé que el llanto que estoy escuchando no es de Yuntae, no, más bien de mi cuñado.
Abro los ojos y veo como Snail viene hacia mí. Destrozado. Sin poder expresarse bien me abraza y yo fingiendo no entender que pasa, lo abrazo y trato de consolarlo, mientras fijo mi vista sobre Yuntae, quien desde la distancia me observa.
—¿Qué pasa? —cuestiono pretendiendo estar confundida y sobre todo preocupada.
—Es mí... mi... hermana... ella está muerta —Logra balbucear llorando, admito que, al contrario de su hermano, Snail si tiene sentimientos y por eso, por su llanto de dolor estoy sintiendo remordimiento, pero ya no hay vuelta atrás.
—¿Tienes una hermana? —Vuelvo a cuestionar esta vez fingiendo sorpresa.
—Es complicado, pero si, tenía una hermana.
Noto que mi esposo ha desaparecido así que sin dejar de abrazar a Snail, le indico que se acomode un poco. Es así que el pobre pasa horas llorando en mi hombro. Sin notarlo me cuenta cosas, pequeños detalles de su querida hermana mayor. Kim Hari, la segunda hija y la más extrovertida de los tres.
Según Snail, ella era alguien linda y agradable, muy divertida e inteligente. A él le gustaba más como ella se veía con el cabello largo, pero como el hermano mayor le sugirió que se lo cortara, ella sin dudarlo lo hizo. Estaba luchando contra su problema alimenticio ya que solía hacer dietas extremas para mantenerse así de delgada y, además, estaba obsesionada con ganarse la confianza de Yuntae. Esto porque al tener tantos años de crianza lejos, su hermano no confiaba en ella.
—Sabes, la amaba mucho, porque siempre me defendía de mi hermano —susurra con pesadez y luego poco a poco se va quedando dormido. Su cabeza ahora está sobre mis piernas y el resto de su cuerpo recostado en el sofá.
Acaricio su cabello con suavidad tal como él me lo ha pedido. Justo como el recuerda, su madre lo hacía para que se durmiera. Cuando ya está en un sueño profundo con cuidado me levanto y dejo su cabeza repasada sobre un cojín.
Aunque aún es de día está haciendo bastante frio, el tifón no ha terminado así que para no despertarlo lo dejaré durmiendo aquí. El efecto de la anestesia está pasando y ya puedo sentir un poco de dolor, aunque no quiero enfocarme en eso ahora.
Camino hasta mi habitación y tomo una cobija un poco gruesa. En eso Yuntae aparece. Muy calmado y sin rastro de tristeza recuesta su espalda sobre el marco de la puerta manteniendo su mirada oscura sobre mí.
Sus ojos ojerosos, su cabello despeinado, su rostro pálido y su cuerpo lastimado, como si estuviera a punto de desfallecer. A pesar de tener ese mal aspecto sigue viéndose muy atractivo y ardiente.
Con la cobija en mis manos me posiciono frente a él dispuesta a pasarlo, pero éste con su gran cuerpo me lo impide.
—Déjame pasar, tengo que llevarle esto a tu hermano —Mis palabras se quedan en el aire, sin ser escuchada por él, solo está ahí parado cruzado de brazos mirándome, como si quisiera leer mis pensamientos—. Si no a vas a decir nada, entonces hazte a un lado.
De nuevo solo se queda en silencio, pero esta vez lleva una de sus manos hacia su boca y la deja ahí.
Doy un paso y de inmediato Yuntae se ríe.
—¿Qué estás planeando, Eunji? Justo cuando te escapas todo un día a mi hermana la asesinan ¿No crees que es demasiada coincidencia? —habla por fin.
—No sé de qué me estás hablando, ahora déjame pasar —Hago mi mejor esfuerzo por mantenerme indescifrable, neutra.
Decidida intento de nuevo pasarlo, pero éste sigue firme en no dejarme hacerlo.
—Debió causarte mucho enojo, ¿cierto?
—¿Qué cosa?
—Cuando viste quien era mi hermana, cuando te enteraste de lo que hacíamos, estoy seguro de que saber eso fue impactante ¿No?
—Yuntae, de verdad no...
—Tengo curiosidad, ¿cómo te sentiste cuando la mataste?
—Ya te dije que yo no lo hice.
—No, ¿entonces quién? ¿Yohan?
—Quizás, dijiste que te odia, quizás quiere vengarse de ti y por eso la mató.
—No, créeme, él no fue.
—¿Por qué estás tan seguro?, las personas cambian.
—Lo conozco mejor que nadie, ese imbécil no es capaz de matar a su prima, o a algún integrante de nuestra familia, pero tú —Pausa un momento, pensativo, sin dejar de mirarme—. Él es inteligente, no se mancharía las manos con su propia sangre, talvez solo buscó a alguien que tuviera las razones suficientes para hacerlo, que estuviera muy molesta por cierta revelación de identidad y, quien mejor que alguien está en proceso de convertirse en psicópata.
A pesar de que sus palabras son certeras me mantengo en calma, solo está tratando de provocarme.
—Wow, eso fue muy detallado, ¿algo más?
Éste se ríe y vuelve a cruzarse de brazos.
—Enserio, que no te entiendo Eunji, te molesta que yo te manipule y utilice, pero cuando otro lo hace no hay ningún problema.
—Yo solo estuve dando un paseo porque estar aquí encerrada me asfixia, nada que ver con tu loca teoría.
—No te creo. Lo que digo tiene sentido, Yohan no mató a Hari, tu sí.
—Entiendo que estés molesto por la muerte de tu hermana, pero a mí no me metas en esto.
Antes de poder decir algo más él me sujeta de los hombros y me acorrala llevándome hasta el marco de la puerta en donde me impide moverme. Debido a esto me ha lastimado las heridas en la espalda así que tengo que soportar el dolor.
—Molesto, ¿crees en serio que me importa la muerte de esa estúpida? Una zorra confiada que se dejó atrapar y asesinar, no me importa en lo absoluto —Se acerca más a mi rostro mientras sigo intentando mantener la calma—. Lo que si me tiene encabronado, es el hecho de que te encontraste con Yohan.
Su rostro por fin deja esa risa burlona y cambia a una expresión de ira. Las venas de sus brazos han comenzado a hincharse y su rostro contraído a tal punto que se pone rojo.
—Todo esto porque estás celoso —murmuro acercándome más a sus labios.
—Si lo estoy —Intenta besarme, pero rápido aparto mi rostro y lo alejo de mi cuerpo. Esto hace que él quite sus manos de mis hombros y me dé vía libre.
—Cada día estás más paranoico —Me burlo y comienzo a caminar en medio de los pasillos con la cobija en mis manos.
Dejo salir el aire contenido y me permito relajarme, mis músculos estaban tan tensos mientras hablaba con Yuntae. Además de que me duelo demasiado la espalda.
Llego a la sala posicionándome freta al sofá en donde se encuentra durmiendo Snail, con cuidado de no despertarlo lo cubro con la manta y lo dejo solo parar no interrumpir su sueño. Camino hasta la ventana y desde aquí observo que el tifón está empeorando.
Ahora que lo pienso, Justin no sabe la ubicación de esta casa, recuerdo que la vez que Yuntae lo trajo tenía una bolsa de tela en la cabeza, entonces ¿cómo es que envió el cuerpo descuartizado de Yoona hasta aquí? Aunque quizás si la conoce, pero no viene a atacar porque yo estoy aquí.
Yuntae debe saberlo, aunque no creo que me diga. Será mejor preguntarle a mi cuñado cuando despierte.
Me alejo de la ventana y regreso hasta la habitación. A penas entro lo veo acostado en la cama en una posición muy relajada. Sin embargo, siente mi presencia y de inmediato coloca uno de sus dedos sobre sus labios.
—Silencio, necesito descansar —indica en un susurro así que decido dejarlo dormir, mañana será un día pesado para los hermanitos, pues tendrán que velar a su hermana.
***
Hago una reverencia y luego me mantengo sobre mis rodillas frente a la imagen de Kim Hari, esta ahora es solo cenizas guardadas en una pequeña caja de madera. Las coronas de flores decorando un salón en donde solo estamos tres personas. Snail quien se encuentra a mi lado haciendo varias reverencias mientras llora desconsolado. Como es la costumbre está vestido en un traje negro formal y lleva una cinta blanca en su brazo izquierdo indicando que es su familiar directo. El otro hermano, está de pie detrás de nosotros, desde que llegamos no ha hecho nada para honrar el alma de su hermana, ni siquiera quiere estar aquí.
Me pongo de pie y me dirijo hasta el altar de la difunta. Enciendo una varita de incienso para después dejarla a un lado de la foto mientras digo mis oraciones.
Querida Kim Hari, espero que tu alma no encuentre paz y pagues por todos tus pecados. Yo pagaré por los míos pronto, así que guárdame un lugar en el infierno.
Termino y en silencio me alejo hasta donde esta Yuntae situado.
—Eso es algo hipócrita de tu parte, Cariño —susurra sin mirarme.
Suelto un pequeño suspiro y lo volteo a ver. Su rostro ya no esta tan pálido y ya no está usando la venda en la cabeza, ahora solo hay un parche en un costado de su frente que se alcanza a cubrir con su cabello. Y el traje similar al de su hermano no permite ver todos los vendajes en su cuerpo.
—Estoy aprendiendo del mejor, Cariño.
Regreso mi vista a Snail quien ahora está con la cabeza en el piso y no para de llorar. Me causa lastima verlo así, en cierta forma me recuerda a cuando hice lo mismo ante los restos de mis padres.
De repente Yuntae me jala del brazo y me obliga a salir de la sala fúnebre. Ya afuera llama a sus hombres quienes rápido nos rodean.
—Quédense aquí y avísenme si sucede algo —ordena y los hombres armados asienten.
Sin decir más me lleva consigo hasta la salida.
Logro soltarme de su agarre cuando ya estamos en la acera, frente a una motocicleta negra. Enfadada por la forma en que me ha sacado intento volver a entrar, pero éste me lo impide sujetándome por la cintura.
—Espera, espera —dice con un tono divertido.
—Por qué siempre haces eso, no soy un objeto que puedes mover de aquí para allá —reclamo molesta.
Él me suelta y levanta las manos en el aire.
—Ok, lo siento. Es que quería salir de ahí porque estaba aburrido.
—¿Y qué pretendes hacer?
Éste se encoje de hombros.
—Dar un paseo y tener sexo en algún hotel.
—No creo que eso suceda.
—¿No? —Levanta una ceja—. Ya lo veremos, ahora súbete a la motocicleta, vas a conducir tú.
Suelto una risa de incredulidad y lo miro con desconfianza.
—Si eres consciente de que no sé conducir motos —Lo observo tomando dos cascos y me lanza uno de ellos.
—Sí, y hoy vas aprender —Me sonríe con malicia—. El método será sencillo, si no aprendes a la primera, nos morimos.
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