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33. Una mañana solo despiertas

Lunes, 28 de Agosto de 1982

Había sido una mañana agitada, luego de ir al mirador y volver a casa, Paz sentía que todo su cuerpo le rogaba por un descanso, pero llegaba a sentir que si pisaba su cama nuevamente está lo atraparía y volvería a caer ante esa sensación que en poco tiempo había aprendido a odiar. Por lo contrario, se dispuso a dejar que la brisa matutina entrara junto a la luz natural a través de su ventana.

De alguna forma estaba llevando las cosas de manera tranquila, a pesar del constante esfuerzo que era mantener su respiración regulada.

Los siguientes minutos fueron dedicados a una limpieza rápida de su habitación. Su visión estuvo más enfocada al desorden. Estando demasiado inmerso como para notar el tiempo que había pasado o incluso el momento en el que su madre tocó la puerta de su habitación.

—¿Paz? —la voz de su madre era una combinación de sorpresa y felicidad, al igual que su expresión—. ¿Ocurre algo? ¿Necesitas alguna cosa? —abriendo totalmente la puerta para hacerse paso y llegar hasta su hijo, Elizabeth no tenía idea de cómo reaccionar.

—No yo... yo solo estaba ordenando un poco —dejó escapar una risilla—. O al menos eso intento, creo que está bien por ahora.

—Ya veo —su madre lo inspeccionó por un tiempo y en seguida le mostró una alegre sonrisa—. Podría ayudarte después si quieres. Aunque veo que solo te falta ordenar la mesa de noche.

Instintivamente Paz miró en dirección del lugar mencionado, su expresión se perdió entre una gorra de béisbol y un collar mal hecho. Eran los únicos a ganar su atención en ese instante. El rubio negó levemente cuando sintió que era arrastrado de vuelta al pozo:

—No, no es necesario —su atención regresó a su madre, ya sin muchas energías para intentar fingir una sonrisa—. Creo que tengo un poco de hambre —salió de su habitación como si estuviera huyendo de algo, con el miedo amenazando—. Haré algo para desayunar, ¿también quieres, mamá? —una pregunta despreocupada luego de sentir los pasos que lo seguían.

—No, de hecho estoy de salida. Necesito arreglar unas cosas en el hospital. Clarke dijo que vendría más tarde, ¿está bien si te dejo solo?

Paz asintió. Había preparado cereal con leche:

—Estaré viendo la televisión mientras Clarke llega, estaré bien —y a pesar de sus palabras sinceras, la preocupación no abandonaba el rostro de su madre. Un ápice de culpa lo alcanzó—. Lo prometo.

Demoró un poco hasta recibir la afirmativa de su madre. Ambos caminaron hasta la sala, dónde Paz se quedó para sentarse en el sofá.

—No tardaré mucho —finalmente Elizabeth caminó hasta la puerta principal.

El silencio de la casa comenzó a incomodar al chico, por lo que se apresuró a encender la televisión. Estuvo cambiando de canales una y otra vez hasta dejarlo en uno cualquiera, dedicándole su completa atención al cereal.

En realidad no tenía hambre, sentía su estómago revolviéndose aún mientras solo miraba, no quería ni imaginarse comiendo. Entonces fue hasta la cocina para desechar y limpiar la loza, para luego volver a la sala.

Y mirando a ningún punto fijo, se mantuvo allí las próximas horas. Hasta que el «click» de la puerta anunció la llegada de su amigo. La verdad era que no sabía cuánto tiempo había pasado.

Martes, 29 de agosto de 1982

No había podido siquiera cerrar sus ojos por algunos instantes. Le había asegurado a su madre y a Clarke que estaría bien ir a la escuela, a pesar de que ellos estuvieran seguros de que sería demasiado pronto. Paz solo quería sentir que volvía a su rutina, que las cosas se encajaban aunque pareciera que todo le gritaba que no.

Antes de que la alarma sonara (ahora con la hora correcta), Paz la desactivó. Al comienzo intentaba sentirse tranquilo, que los nervios que amenazaban en consumirlo se mantuvieran ocultos. Eso hasta que estuvo frente a la fachada de la escuela, sentía que vomitaria en cualquier momento.

Dió pasos lentos, inseguros. Siempre había sentido que nadie le daba importancia, pero en ese momento sentía que cualquier paso en falso lo condenaría de por vida. Mantuvo la cabeza gacha, esperando que el día que recién comenzaba terminara rápidamente.

Estuvo esperando en el salón, como siempre al fondo, cuando escuchó a unos chicos al frente suyo hablar. En cualquier otro momento lo habría ignorado, pero torpemente creyó que tal vez escuchar un poco de la vida ajena para distraerse no estaría mal.

—Este sábado hay otra fiesta en casa de Michelle, juro que esta vez no me la perderé.

—La verdad no sé si podré ir, mi mamá anda bien paranoica desde que ese chico se murió —la preocupación con la parte de no asistir parecía genuina.

—Cierto, dicen que fue en una de esas fiestas.

—No fue en una fiesta, idiotas —retrucó algún otro.

—Yo lo conocía, lo vi en algunas fiestas.

—¿Qué? ¿Enserio?

Paz poco a poco se estaba arrepintiendo de estar allí.

—¿Cuál era su nombre? ¿Noah?

—Nolan, era Nolan —respondió otro chico con tedio.

—Espera, ¿hablas de Nolan Harper? Carajo, lo vi comprando en el mismo punto que yo varias veces. ¿Cómo es que tardé tanto en saber?

Las náuseas comenzaban a atacar con mucha más fuerza.

—Escuché que sus vecinos por respeto habían pensado en no comentar nada, pero ya sabes cómo es, o al menos eso dijo mi madre —comentaba entre risas algún otro.

—Morir por sobredosis debe ser jodidamente deprimente.

—¿Murió de sobredosis? —quién había asegurado conocerlo se estremeció—. Mierda, pero si hasta hace poco le debía a Patrickson. ¿Cómo podría haber conseguido la plata para echarse una drogada así? No, no. Lo más importante, ¿Cómo le hizo para no morir en manos de Patrickson? Mierda, antes de morirse podría haberme pasado su estrategia o algo —después de decir tanto, con tanta naturalidad rió. Pero no de sus palabras, sino, de la memoria errática que tenían de Nolan.

—Supe que lo buscaba la policía, el idiota debió haber hecho algo mal.

—Se lo merece.

Mientras el círculo de risas aumentaba, Paz sintió que perdía toda fuerza. Con dificultad salió del salón, dejando atrás a las miradas curiosas, que soltaban palabras tan afiladas que podrían cortarlo fácilmente.

Incluso con la compañía de Clarke, y Claire ocasionalmente, se sentía perdido entre tantas personas. Volver a casa fue incluso peor, eso cuando confundió el camino y terminó frente a Roger's. Nuevamente sintió náuseas, está vez acompañadas de un fuerte dolor en su pecho.

Antes de que la primera lágrima pudiera caer, corrigió su camino para poder llegar a su casa. Mil preguntas pasaban por su cabeza, pero eran las mismas que a menudo vagaban por su cabeza: si Nolan lo había hecho a propósito o si había sido todo un accidente, tal como afirmaban Helen y Clarke.

También se preguntaba si podría haber hecho algo para que todo fuese diferente. Tal vez no haber dudado en huir inicialmente, o quizás no haberlo dejado solo en primer lugar.

Cualquier suposición lo llevaba al mismo lugar, siempre tendría parte de la culpa en lo que había sucedido con Nolan.

Miércoles, 30 de agosto de 1982

Era una tarde tranquila, después de un segundo día asfixiante de clases.

Y aunque pensar en problemas de geometría era lo mejor que había para distraerse totalmente de su alrededor, lo inevitable siempre ocurría, por ello estaba en su habitación mirando la piedra que luego había convertido en collar con cierta dificultad. Jugaba con el movimiento de vaivén mientras el accesorio colgaba de sus manos, la mirada nostálgica que recordaba con detalle cómo lo había obtenido.

Comenzaba a sentir como nuevamente era hundido en toda esa tristeza, lo sabía cuándo despertaba agitado en las noches llamando a Nolan, o cuando se encontraba pensando en él. Lo necesitaba, era como su ayuda para respirar y por ello sentía tanta dificultad al hacerlo. Porque ya no tenía a Nolan.

Dejó sus cosas de lado, no podía seguir, estaba demasiado cansado como para seguir. Fingir era lo que más lo estaba agotando.

Jueves, 31 de agosto de 1982

Regresaba del instituto, Clarke no había podido acompañarlo ese día. Las calles estaban tranquilas, pero principalmente solitarias, ¿Alguien más sentiría falta de Nolan, así cómo él lo hacía? ¿Así como Helen lo hacía? ¿Así cómo su madre lo hacía? Se preguntaba si en algún lugar o en algún momento, alguien más se había dado el tiempo de conocerlo y amarlo como ellos sabían, como Paz sabía.

Al abrir la puerta de su casa, se dió de cara con una cabellera negra, una voz irritante y un rostro que, a pesar de tardar en reaccionar, despertaba una furia indescriptible en él.

—¿Qué haces aquí? —totalmente a la defensiva Paz dirigió su pregunta a Robin.

—En unos días me iré de la ciudad y... bueno quería ver cómo estabas —cuando intentó acercarse Paz retrocedió—. ¿Paz...?

—¿Si estoy bien? —una risa impropia de sí escapó de su boca—. ¿Acaso parece que lo estoy? ¡Mírame Robin! ¡Me quitaste lo que más amaba! ¡¿Acaso crees que estoy bien?!

—Paz, escucha tus palabras por Dios. Estás muy confundido —su rostro incrédulo aumentaba su furia.

Esta vez fue él quien se acercó unos pasos, con ese aire de amenaza:

—No Robin, aquí la que está confundida eres tú. ¿Acaso no lo has entendido? ¡Nunca te quise en mi vida! ¡Fuiste mi mayor puto error! ¡Todo lo que ocurrió es tu culpa! Tú... tú lo mataste —esas últimas palabras salieron con una gran carga de dolor en ellas— . Si no hubieses aparecido ese día... no, si nunca te hubieras interpuesto en mi vida nuevamente... él estaría vivo.

—¿Hablas del drogadicto? —su tono de burla hirió al rubio, no, nunca nadie vería a Nolan como él lo había hecho, como él lo hacía—. Paz, eso pasaría tarde o temprano. Era su puto destino. Además, ¿crees que vivo haría alguna diferencia? ¿No entiendes lo anormal que era? ¡Mira lo que te hizo! ¡Te contagió con su puta enfermedad!

—¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! —sus gritos resonaban por toda la casa—. Vete antes de que te mate yo, así como tú lo hiciste con él —lágrimas inundaban su rostro.

—¡Ese idiota debería estar pagando en la cárcel por lo que me hizo! —era cierto, Robin tenía la culpa de que ellos no hubieran podido planear las cosas bien, ella... Ella...

—¡Tú lo provocaste! ¡Aún cuando él se había detenido, tú seguiste insistiendo!

Hubo un momento de silencio. Elizabeth miraba la escena con horror, Paz demostraba una etapa del duelo que ella estaba segura de conocer, no era justo para él siendo tan joven.

—Paz-

—Eres una asesina Robin, nunca olvides eso... —siguió con su mirada a la chica quién caminaba con recelo y en medio de su acción se encontró con la mirada de su madre. Pero Robin no se fué, de hecho avanzó hasta Paz, dándole una bofetada.

—¡Eres un enfermo! ¡Debí suponerlo desde el comienzo cuando no quisiste acostarte conmigo! ¡Eres un puto enfermito y todos se van a enterar! —la histeria en su voz demostraba quién realmente había sido todo ese tiempo— Le diré a cada persona de esta maldita ciudad. ¡Les diré a cada uno de ellos que Paz Durand no es más que un marica enfermo de sida!

El miedo y el enojo se fusionaron en el interior de Paz, creando una sensación desagradable:

—Estás loca, malditamente loca.

—Será mejor que te vayas muchacha —la voz de Elizabeth finalmente se interponía.

Robin mantuvo su mirada en Paz:

—¿O qué? ¿Si no me voy, que me van a hacer? —giró su rostro plasmado de cólera en dirección a la mujer. Luego volvió su atención al chico que temblaba frente a sí—

¿Qué tenía él que yo no tuviera? ¿En qué mierda era mejor que yo? ¡Dime Paz! ¡¿En qué putas era mejor que yo ese marica?!

—¡Ya basta! ¡Vete de aquí Robin! —sin esperarlo, Elizabeth se interpuso rápidamente entre Robin y Paz antes de que alguno pensara siquiera en su siguiente movimiento.

—¿Realmente no lo ve? ¡Yo siempre he sido la mejor opción! ¡¿O acaso piensa ocultarle al mundo que su hijo es un marica desgraciado?! ¡¿No ve que yo puedo curarlo?! ¡Que yo-

Entonces el sonido de un fuerte impacto fue lo siguiente en escucharse en la sala. Los gritos habían cesado. Los dos jóvenes estaban sorprendidos por lo que había ocurrido. Ahora era Elizabeth quién había recurrido a golpear a la chica:

——¡Nunca vuelvas a hablarle así a mi hijo! ¡Vete de mi casa!

—Maldita loca...

—¡Vete! O llamaré a la policía por invasión de propiedad privada. Irrespetuosa, vulgar...

Lo dudó, pero finalmente Robin huyó con la mano en el lado de su rostro que había sido afectado. Paz se desmoronó allí mismo, lleno de rencor y temores.

—Paz hijo...

Pero no hubo tiempo, el chico tuvo que correr al baño, donde por segunda vez en el día desecharía aquello inexistente en su estómago, siendo los segundos más infernales en ese momento.

Después, luego de intentar limpiar su rostro, entendió que sería inútil, absolutamente todo era inútil. No podía vivir así, no quería, se negaba a seguir intentando.

No lo soportaba. Nunca podría vivir una vida normal nuevamente y más importante aún, no quería intentarlo.

Necesitaba apoyarse para seguir, pero sin Nolan, estaba perdido en un sendero oscuro. Solo existían problemas y la única solución... ya no existía. No había una salida, un fin. Y Paz se negaba a pasar el resto de sus días así, era imposible sin él. Sin Nolan.

Viernes, 01 de septiembre de 1982

La noche había caído hace bastante tiempo y el barrio estaba un caos por la falta de electricidad, un reciente apagón. Pero para Paz fue una oportunidad, las estrellas eran visibles al ojo humano sin toda esa luz que entorpecia la apreciación. Eran tan bonitas, como Nolan lo había mencionado alguna vez.

Recordaba la vez que le había contado sobre su gusto por la astronomía, recordó las pocas veces que le habló de ello, pero recordaba con más fuerza la alegría con la que se expresaba, su maestría en el tema. La noche siempre le traía recuerdos de lo felices que habían sido juntos, y su pecho dolía al pensar en cómo todas esas visitas, esas citas, esas aventuras nunca volverían. Él nunca volvería.

Las horas pasaban y mientras la ciudad más sucumbía ante el silencio y la oscuridad, más solo se sentía. Y luego todo se esfumó cuando la energía volvió, ascendiendo todas las luces de la calle y casas, acabando con la hermosa vista de tan solo unos segundos atrás. Sintió que le habían arrebatado algo más.

Después de cerrar la ventana, se dirigió a su cama, dónde estuvo un tiempo sentado allí y perezosamente tomó la radio de la mesita de noche, sintonizando alguna estación.

«A seguir, un pedido de los oyentes a través de nuestro número telefónico, no olviden que la próxima canción podría ser su recomendación. Pueden contactarnos...»

El hombre seguía hablando, aún así Paz dejó de lado la radio para buscar algo más. Se acercó al escritorio que contemplaba diferentes regalos que había recibido por parte de Nolan, desde cosas simples como una flor, hasta cassettes grabados especialmente para él. Sintió un nudo en la garganta. Le había costado tanto conseguir la hojilla que estaba escondida entre todas esas cosas.

I'm just a poor boy, I need no sympathy

Because I'm easy come, easy go, little high, little low

Any way the wind blows doesn't really matter to me, to me

La música era melodiosa, a pesar del ambiente melancólico que se creaba a su alrededor. Le había dado muchas vueltas, esperó sentir miedo, esperó rendirse. Pero no había nada, en su lugar existía un alivio que había pensado imposible de sentir. Él podía decidir, nada lo ataba o lo obligaba a continuar, porque estaba seguro de que el resto era incluso más fuerte que él. Todo el dolor de la pérdida era más fuerte que él.

Mama, just killed a man

Put a gun against his head, pulled my trigger, now he's dead

Mama, life had just begun

But now I've gone and thrown it all away

Aunque se lamentaba de igual forma en el fondo, sabía. No. Estaba plenamente consciente de que decepcionaría a muchos. Le quería pedir perdón a su madre especialmente, la había hecho llorar demasiado... demasiadas veces. Siempre por su culpa y ahora...

Mama, ooh, didn't mean to make you cry

If I'm not back again this time tomorrow

Carry on, carry on as if nothing really matters

Clarke, él que estuvo todos esos días a su lado, su mejor amigo. Lamentaba el rumbo que sus vidas habían tomado en el pasado, tal vez hubiera querido que fuera diferente.

Pero Paz estaba seguro, ellos podrían seguir con su vida. Ellos eran más fuertes que él.

Too late, my time has come

Sends shivers down my spine, body's aching all the time

Goodbye, everybody, I've got to go

Gotta leave you all behind and face the truth

Mama, ooh (any way the wind blows)

I don't wanna die

I sometimes wish I'd never been born at all

Salió de su cuarto con pasos cuidadosos, el silencio contemplaba su decisión con mucha cautela, y la oscuridad lo guiaba con los destellos de luz que permitía la atravesaran. Fue al baño, esperaba mientras la bañera se llenaba. Veía el agua fluir así como las lágrimas que ya tenían un camino predeterminado al recorrer sus mejillas.

Cuando el agua estuvo a buen nivel, entró. Le pareció gracioso por un momento, ahora lo único que lo unía a Nolan era una bañera y un inminente final.

Cerró sus ojos, respiró profundamente mientras dibujaba una línea fina en su brazo. Su mano temblaba y aún así no podía parar... porque si lo hacía fallaría y tal vez no volvería a tener esa oportunidad.

Su respiración agitada junto las lágrimas eran el único sonido que inundaba la habitación. Nuevamente sentía que moría. Pensaba en cada momento que pasó con Nolan, las noches que eran eternas al estar juntos, o los días demasiado cortos para ellos. No tenía más que eso, recuerdos.

Dolía y era agobiante, era como esa noche de tormenta dónde Nolan se había ido, era demasiado doloroso.

Cerró sus ojos, con la esperanza de amenizar las sensaciones, pero estos se abrieron inmediatamente después que la puerta del baño fue abierta y un grito desesperado de su madre lo alertó.

Cuando sus ojos se encontraron sintió que esa había sido su vida, el estar perdido infinitamente como en ese momento.

Domingo, 03 de septiembre de 1982

La habitación del hospital era de un blanco que mareaba. Su camilla era una de las que estaban a la par de la ventana, por lo que los días y tardes soleadas lo acompañaban aunque no quisiera.

Nada nunca parecía mejorar y es que tal vez nada nunca lo haría. Creía aún más cruel el estar allí, de manos atadas.

—Es por tu bien —no había notado que miraba fijamente las ataduras hasta que Clarke lo mencionó—. Tú mamá está muy molesta contigo...

—Tú también lo estás —evitaba su mirada, la de todos en realidad, desde que había despertado.

—Sí, claro que lo estoy —las palabras de Clarke salían con dificultad—. Sé que realmente lo amabas Paz... Y quiero creer que él también a ti, con la misma intensidad.

Sintió como sus ojos se nublaban, deseaba no haber fallado.

—Pero, Paz... —inesperadamente para el rubio, Clarke había tomado sus hombros, obligándolo a mantener la mirada en la suya—. Estoy seguro de que no habría querido esto para ti, ninguno de nosotros lo queremos. Tienes que vivir Paz, vivir porque... te necesitamos aquí. Yo te necesito aquí, porque no es justo que después de tanto esfuerzo te rindas tan fácil.

—No soy nada sin él —su voz era un hilo de súplica para que lo dejarán ir.

—No es así Paz, puedes creer que una parte importante de ti se fue con él. Pero en su lugar hay una parte de él que siempre te acompañará —los ojos cristalinos del chico evidenciaban las lágrimas que había estado reteniendo todo ese tiempo—. Tal vez no sea mucho pero... —la voz se quebraba a la par que las palabras eran aún más difíciles de proferir—. Es mejor que nada, así que por favor. Por favor Paz, no vuelvas a hacer algo así.

—Pero cómo... —había perdido la cuenta de cuántas veces había llorado en las últimas semanas— . ¿Cómo si él se había convertido en mi vida? No quiero Clarke, yo solo no quiero tener que seguir soportando todo esto... esa soledad que parece crecer cada día que pasa, cada día en el que los recuerdos se vuelven algo lejano. No quiero olvidarlo.

—No lo olvidarás Paz, no tienes que hacerlo tampoco. Solo, aprender a vivir con ello, con el tiempo entenderás que hay muchas cosas por las que vale la pena seguir —Clarke transformó el agarre en un abrazo—. Nunca lo olvidarás y va a ser justamente eso lo que te motivará a seguir. Lo que te dará fuerzas, que te hará entender... hay muchas personas a tu alrededor que quieren verte sonreír, verte feliz.

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