Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6. Parte 2


Pero cuando terminó el relato, la sonrisa se borró dando paso a un gesto triste. Recordar todo aquello lo hacía feliz a momentos, porque en ellos encontraba a aquella persona con la que había sido realmente feliz. Pero cuando despertaba, se encontraba con qué ya no estaba a su lado. Y eso lo hacía sentir realmente desdichado.

Como si notara que lo necesitara, Tarz abandonó su descanso bajo el árbol y se acercó hasta ellos. Habían dejado de caminar, y simplemente observaban todo aquello que les rodeaba mientras la joven le daba su tiempo para recomponerse. Se había convertido ya en una costumbre para ellos, al principio ella intentaba que le hablara más después de un relato como ese, o hacerle cambiar de tema para que el velo de tristeza que caía sobre sus ojos se borrara. Pero había aprendido que debía de darle su espacio, tenía que pasar su propio luto.

Tarz se arrimó a la mano de Ray y se la empujó con el hocico, como pidiendo así que lo mimara. Aunque la joven estaba segura de que con ese gesto se cuidaban los dos.

—Te has echado una buena siesta, ¿eh? —Ray le sonrió y agachándose a su altura lo acarició por detrás de las orejas, algo que parecía que le encantaba al gran lobo.

Y así, con algo tan sencillo, el líder taüre volvió a la realidad y abandonó la imagen de su gran amor.

La chica cirzense nunca dejaba de sentir admiración y miedo a partes iguales, por esas criaturas. Le parecían hermosas, vivían en manada con ellos, y ambos respetaban la especie del otro. Más que respetarla, se querían. No había un taüre que no estuviera vinculado con un lobo. Cada vez que nacía un bebé, también lo hacía un cachorro.

Vio un movimiento por el rabillo del ojo y cuando giró la cabeza para ver de qué se trataba, vio a otro lobo. Éste era más pequeño que Tarz y tenía el pelaje moteado con tonos grises y negros. Era precioso. Cuando el lobo se acercó un poco más a ellos, la joven se asustó por si iba a atacarla. Aunque había estado conviviendo con ellos y no había sufrido ningún ataque, se trataba de criaturas salvajes y nunca podías predecir cuál sería su siguiente movimiento. Si iba a querer devorarte o si, por lo contrario, se lanzaría a lamerte la cara por completo.

Se colocó al lado de Tarz y de Ray, y pudo comprobar que sus ojos eran de un tono aguamarina. Se quedó perdida en ellos.

—¿Quién es? —le preguntó al taüre, cuando vio que éste lo acariciaba también. Como si ese lobo estuviera vinculado también al líder, y hubiera acudido a su lado para apoyarlo emocionalmente.

—La hija de Tarz —Ray levantó la mirada para encontrarse con la de ella. Y entonces, la joven comprendió—. Su nombre es Sombra.

Cuando volvieron a las entrañas del bosque, dónde el reino taüre estaba formado, el sol ya se había escondido. Las cabañas estaban iluminadas por el brillo de la luna y por las llamas que irradiaban las antorchas clavadas en el centro del campo. Alrededor de éstas, se habían montado unas mesas de madera, y sobre ellas había todo tipo de alimento. Frutas como manzanas y uvas y verduras como setas y brócolis. Había una olla gigante que contenía sopa, y varios platos con ensaladas formados por zanahoria, lechugas y rábanos. Y las sabias fueron dejando sobre la mesa muslos de pollo que habían hecho a fuego en la hoguera, junto con varios tipos de peces.

De todo lo que se alimentaban era aquello que ellos mismos sembraban, cultivaban y cosechaban. Y que cazaban y pescaban. Tenían un sistema en el que subsistían por y para ellos mismos.

—¿Qué tal el paseo? —le preguntó Meriam cuando se colocó a su lado.

—Bien —cogió una manzana y le pegó un bocado—. Ray se abre cada vez más a mí.

—Confía en ti. Y eso es algo muy difícil de conseguir —la que había sentido como una madre cuando llegó a aquel lugar, le apretó el hombro y le dedicó una sonrisa.

Meriam sabía que ella y Ray tenían buena relación, pero no le había contado el pacto que sellaron aquella noche en la que fue a buscarla. Le había prometido que eso sería algo que quedaría sólo entre ellos. Y le dolía un poco que esa mujer se hubiera abierto tanto a ella, la hubiera tratado tan bien siempre y la joven se lo hubiera devuelto con la ausencia de la verdad. Aunque a Meriam no parecía importarle quién fuera realmente. Sabía que era una cirzense y le había abierto los brazos como si fuera su propia hija.

—¿Qué tal la cosecha de hoy? —le preguntó ella a cambio, dándole el último bocado a la manzana.

—Estupendamente. Muy pronto estaremos asando castañas y disfrutando de su rico sabor —Meriam estaba asignada a la agricultura de los taüre, y disfrutaba mucho del tiempo que le dedicaba.

—Se me acaba de hacer la boca agua —y así lo era, podía sentir ya cómo la castaña ardía en su lengua y estuvo a punto de babear.

—Serás la primera en probarlas —Meriam le guiñó un ojo y a ella le dieron ganas de dar saltos de alegría.

Observó a todas y cada una de las personas que rodeaban aquellas mesas de madera, disfrutando del manjar de esa noche. Hablando los unos con los otros, riendo mientras brindaban con sus copas de vino. Se rio al ver cómo los más pequeños se lanzaban los huesos de la carne que acababan de devorar, y de cómo éstos que acaban en el suelo eran bien recibidos por los lobos que los acompañaban, también de estatura más pequeña.

Aun cuando podía haber estado rodeada de todo aquello que había sentido necesario para vivir, cuando no había pasado nada de hambre, cuando había vestido ropajes extravagantes y había tenido todo tipo de conversaciones porque nunca había estado sola. Aun con todo eso, nunca se había sentido tan feliz como lo estaba siendo en aquel lugar.

Durante la noche se podía escuchar todo tipo de sonidos. Como el de las luciérnagas y grillos, el de las diferentes aves que habitaban en aquel bosque, así como el del resto de mamíferos. Si te concentrabas bien, podías escuchar el rumor del lago y el de las ramas de los árboles al mecerse.

Pero esa noche hubo un sonido que los dejo a todos en silencio. Un gañir.

Observó cómo Ray se alejaba de la mesa y miraba al cielo en busca del autor de tal gañido. Todas las miradas estaban puestas en él en el momento en el que un halcón bajó volando entre los árboles y aterrizó sobre el brazo que Ray había alzado. Se mantenía firme y glorioso sobre el que parecía ser su dueño. Orgulloso de haber conseguido su cometido. Ray le susurró un "bien hecho" mientras que con su dedo índice le acariciaba la cabeza. Seguidamente, desanudó el hilo que llevaba en una de sus patas, y cogió la nota que se encontraba atada. Abriéndola, fue leyendo palabra tras palabra. La joven observaba fijamente su rostro en busca de algo que le pudiera decir qué contenía aquella carta, pero su semblante era mudo.

—¿Qué nuevas trae? —preguntó Monroe, hablando por todos.

Ray, que fue mirando a todos y cada uno de los presentes, volvió a doblar la carta y se la guardó en el bolsillo de la capa.

—No hay peligro de ofensiva —dijo con lo que parecía alivio en su voz—. Por el momento, no tienen la intención de un ataque inminente.

Todos comenzaron a aplaudir, y a vitorear, contentos con tal noticia y con el hecho de poder dormir sabiendo que al día siguiente todo seguiría igual.

Meriam la abrazó por los hombros, mientras que el resto de taüre chocaban sus jarras de madera a modo de brindis, celebrando que la vida les estaba sonriendo.

La joven se forzó a devolverle la alegría, pero por dentro se estaba preguntando quién mandaba aquellas notas. ¿Quién estaba vendiendo de tal manera a su reino? No pudo evitar sentir tristeza por lo que estarían pasando, su familia se habría visto afectada seguramente. Y se sintió culpable por haberse acercado al enemigo, y no sólo eso, sino que había estado disfrutando de su estancia ahí. ¿En qué la convertía eso?

Sintió los ojos de Ray puestos en ella, y cuando miró en su dirección fue como si pudiera leerle todo lo que estaba pasando por su cabeza.

—¡Por el reino taüre! —exclamó Ray alzando su jarra al aire.

—¡Por el reino taüre! —exclamaron el resto de los presentes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro