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XIV

"La invitación."

Italia, Roma.
Julio 2017.

BAYLENA:

Sentí rozar mis dedos ásperos en las palmas de las manos. Inhalaba profundamente y exhalaba de una manera tan sutil como para entrecortar el aire, no lograba explicar el hecho de que ni siquiera podia liberar el aire de mi cuerpo, solo podía darle una razón que me estaba pinchando hasta los nervios: no quería que él me oyera aunque sea respirar, como si quisiera ser invisible ante sus ojos, oídos y existencia.

Vergüenza se podría llamar, si, vergüenza, esa que me recorria hasta en la sangre de la cara, cara que no tenía para estar allí, de pie, en su maldita biblioteca... en camisón, camisón más pequeño que un lunar.

-No preguntaré por qué apagaste la luz e irrumpiste en mi biblioteca sin permiso...

-Extraño de ti. -le interrumpí, sin creerme ni una sílaba de sus palabras.

-¿Extrañas de mí? -pude percibir su altanería desde muy lejos, pero, sobre todo, aquella forma burlesca de decir las cosas.

Sin ánimos de pelear, me cruce de brazos, tratando de no seguir su torpe juego. -Que es extraño de ti el no preguntar. -sonreí, lista para abandonar la biblioteca, pero muy dentro de mí sabía que no iba a ser tan fácil... ¿la razón? Debía darle las gracias por darme la mano, o más bien salvarme la vida.

-Te veo muy pensativa. -su voz logró sacarme de mis pensamientos.

-Bueno, no te equivocas.

-Nunca lo hago.

Odiaba su egocentrismo, realmente lo odiaba... -Claro.-me limite a responder a secas.

-¿Sabés? Algo me dice que no has llegado hasta aquí sólo para apagar las luces...

-Sólo he venido por eso, Victor. -mentí, tratando de fingir que era verdad, y la única forma de hacerlo era siendo más seria de lo normal.

Un breve silencio sucumbió el lugar. -¿Por qué no te creo?

-Porque eres un crío egocéntrico. -contesté.

-¿Qué tal si me lo dices justo en la cara y no a metros de distancia? -su invitación no causó esa cierta rabia que causaba en mí, sino que fue distinta: llena de tensión, de algo que no pude comprender.

Di unos rápidos y cortos pasos hasta encontrarme frente a él. En ese punto, pude acertar el hecho de que tomaba vino, y que su egocentrismo se elevaba como un aura a su alrededor.

-Y... ¿bien? -sus ojos negros me observaron atentamente.

-No tienes remedio, crío. -fue lo único que pude pronunciar cuando mis ojos observaron fijamente los suyos.

Una leve sonrisa ladina se hizo presente en su terso rostro pálido. -Dime algo que no sepa, británica.

-Gracias. -de repente sus ojos detonaron en confusión.

-Bueno, eso si no me lo esperaba, y menos... de ti.

Tenía la noción encriptada en mi mente, de que luego de darle las gracias a Victor por lo de hoy, su ego se iba a ir hasta el país de nunca jamás, pero, por alguna razón eso no fue molestia.-Debo decir que realmente no he venido solo para apagar las luces, sino también a darte las gracias por... -aguarde silencio por unos segundos, ¿realmente estaba segura de usar esa palabra para agradecerle?-salvarme la vida, Victor.

Sus ojos aun apagados por la oscuridad propia de estos, aun me observaron como si se encontrasen atonitos, aturdidos... extrañamente perdidos.

-Bueno, era verdad: realmente lograste tomarme desprevenido, o más bien con los ojos cerrados, degustando un rico vino... -sonrió de manera leve, sin mostrar sus blancos dientes que se refugiaban tras sus labios rojizos.

El momento fue extraño por un instante, quizás por el silencio cálido que nos envolvió, o por su forma tan rara de demostrar que lo tome cabizbajo al no esperar mi agradecimiento. Pero el hecho era que le debia más que un simple gracias: él me había salvado la vida, y eso es mucho más que suficiente como para ganarse mi respeto, sin embargo, debia encontrar las palabras para decírselo sin que Victor toque el cielo con su ego, o quizás solo guardármelo para mi.

-Me gustaría empezar de nuevo contigo. Llevarnos bien, como personas civilizadas. -no evite ocultar aquellas palabras, robándome otra mirada extrañada.

-Me impresionas, pero no tanto como para decirte que esa es nuestra esencia, Baylena: llevarnos tan mal nos hace un dueto. -no logré entenderle muy bien, solo que a él le gustaba que nos lleváramos por las greñas. Eso me causo gracia.

-¿Qué me intentas decir? ¿Qué te gusta que nos llevemos mal?

-Tan experimentada y no puedes entender simples palabras. -sonreí, tratando de no llevarme por la chispas de sus palabras.

-No me provoques... -susurre, evitando una futura discusión.

-Creo que te provocas por si sola-bebió otro sorbo de su vino cuando mis ojos fueron a parar a los suyos-. Ya sabes: la mente es muy traidora.

¿La mente era traidora o la forma en la que sus ojos me observaban con burla? El crio era excéntrico, egocéntrico, pero jamás un iluso. De hecho, su prenda destacada de todos sus días era la inteligencia y la capacidad para quitarme la paciencia.

-Quizas eres tu el traidor. -entonces el aire ya no fue tan aliviador, sino más bien tenso, más espeso... ¿Acaso el panorama se podría considerar espeso? Con Victor lo logre posible de describir.

-¿Traidor? ¿Y por qué razón seria un traidor? -sonrio brevemente con una de sus sonrisas ladinas. ¿Tenia una colección de sonrisas que debia usar para cada palabra? No... no, Victor no era de esos muchachos: sus sonrisas eran verídicas, esas sonrisas que detonaban en arrogancia y que tenia su típica esencia de: "Yo soy un genio, tú un pequeño grillo al que puedo pisotear".

Por un instante mi mente calló toda palabra y recordó el momento exacto en el que me encontré en peligro, sujeta del barandal del balcon. Sabia que Victor no fue quien me empujó, pero seria encantador verle la cara al insinuar algo.

-Me pregunto cómo será la cara de tu padre cuando se entere que su hijo puso en riesgo la vida de una cazadora tan importante como yo. -sus cejas se fruncieron notablemente.

-¿Disculpa? -una sonora carcajada abandonó su garganta. Fue realmente extraña el oírla- ¿Una cazadora tan importante como tú? -de repente su semblante se relajó, para luego obsequiarme una de sus miradas competentes de retador-. Por favor, no vengas aquí a delirar y a derrochar algo en lo que no padeces. Además... ¿de qué riesgo me hablas? Hace unos pocos segundos me acabas de agradecer que te he salvado la vida.

-Por favor, Victor, ambos sabemos que el vampiro no fue quien me empujo hacia el peligro. -no evite sonreir, sin bajar la guardia, caminando a su alrededor de manera cazadora. Queria verlo sentirse acorralado, preso de mis mentiras. Queria ver sus expresiones.

Pero... era obvio que eso no pasaría, no con Victor Freullain.

Tomó de mi muñeca de manera sorpresiva, dejandome totalmente desprevenida.

-Yo no te arrojaría, Baylena. Voy a ir al punto: yo mismo te mataría. -su voz gélida mas de lo usual, logró calar mis huesos. De cierta manera, la forma en la que dijo aquello, hizo estruendo en mi mente.

-No creo que tengas el coraje para hacerlo, detective. -el aire dejo de estar tan asfixiante, para convertirse en un nudo que poco a poco se iba desatando, dejando por fin entrar el aire... aire que era extraño de respirar.

Su agarre bajo de intensidad cuando este se acercó un poco más a mi rostro.-Aún no conoces mis limites, asi que es mejor si no hablas más de lo que debes. -de repente su mano abandono la piel de mi muñeca, soltándola con hastío.

-Creo que si he logrado sacarte de tus casillas, detective... -una sonora carcajada se escapó de mis labios- ahora sé quién es el más débil de los dos. -y sin esperar más, me di la vuelta para abandonarlo allí.

Sin embargo, por algún motivo que aún no descubría, sentía la necesidad de darme la vuelta y observar su rostro una vez más.

¿Acaso quería verle el gesto de furia o verlo beber aquel rojizo vino como sus labios?

Sin buscar respuestas, caminé más rápido para quedar atrapada en mi habitación una vez más.

...

Ese amanecer en la casa de los Freullain fue la pequeña bomba que nos detonó en el rostro.

Los Valentine's ya no eran un juego y aunque nunca lo fueron, ahora todo era oscuro, se percibía denso, como si tuviéramos a nuestros enemigos pegados a la espalda.

Ya ni siquiera sentía la venda en mi rostro o el frenesí de la noche anterior en aquel teatro.

Los ojos de Nibeil recorrían la textura de la madera de su oscuro escritorio marrón.

¿El Vaticano podría correr peligro? ¿Ellos estaban rondando allí? ¿Cómo puede ser posible que fuera tan rápido? No, eso no era posible.

-Esto es casi imposible para alguien normal o humanamente humano o de su contextura propia... -Nibeil no podía callar sus dudas, pero es que eran tan certeras. Todos estábamos bañados en las mismas preguntas y afirmaciones que él.

-Bueno, padre, ellos no son humanos. -Victor nos volvía a dejar en la orilla del abismo, a creer que ellos podrían ser capaces.

Damien, quién aún mantenía su silencio sepulcral, fue quien dejó su asiento para ponerse de pie. -Es imposible, casi verdaramente una catástrofe; no pueden haber más de quinientos astigios cerca del Vaticano en tan solo una noche. Es irrealizable...

-Exacto, para un humano, pero no para un vampiro. -Victor volvió a tomar la palabra, y no ha hecho más que eso desde que nos llegó un mensaje desde la capital del Vaticano, dónde la agencia a estallado de emergencias y amenazas.

El hecho era que en un solo día, en la ciudad del Vaticano, han sido encontrados quinientos astigios. Quinientos inocentes convertidos en una noche. Quinientos humanos....

Era sencillamente una locura, una pesadilla.

De solo pensar en lo que estaba sucediendo, mi corazón y mi mente se desconectaban totalmente de mi cuerpo.

Podría pasar hasta lo innombrable: la humanidad muerta, una epidemia, quizás lo imposible.

-Sabemos lo que ocurrirá si esto se nos va de nuestras manos. ¿Qué será de la humanidad si no detenemos esto a tiempo? -no evité que las palabras salieran intrusas de mi boca, llevando varias miradas con ellas.

-No hay que desesperarnos, señorita Baylena.

-Estamos hablando de vidas, señor Freullain. Todo es aceptable. -Aro llegó al rescate, uniéndose por primera vez a la conversación.

Nibeil asintió de manera sutil. Podía verse en la expresión ida de su rostro que él no estaba con nosotros, sino en sus pensamientos, quizá ideando algún plan. Pero, la verdadera pregunta era: ¿quién no haría lo mismo que Nibeil? La situación era frívola, irreal y tenebrosa. Lograba desesperar a cualquiera, hasta al mismisimo diablillo de Victor, aunque para ser sincera, este no se veia tan alterado como los demas, sino más bien calculador y pensante, como lo habia visto en su oficina aquella vez...

El silencio pisó estruendosamente la habitacion ceñida de preocupacion y angustia.

-Solo nos queda ingeniar un plan antes de terminar la semana, esto es como agua en manos; no queda mucho tiempo-Nibeil no tardó mucho en romper aquella neblura negra de sombras incontrolables y extrañas-. Tomaré un accionar antes del amanecer. El vaticano y la poblacion corren peligro inminente. Hablaré lo antes posible con la organizacion de Inglaterra. Danlo no puede estar desinformado.

-¿De qué nos sirve el hecho de informar a Inglaterra, padre? -Victor por primera vez se giró, observandome sobre su hombro sin reparo ni disimulo. Sus ojos no me habian observado desde la noche anterior, de repente sus iris dejaron los mios subitamente, como un simple desliz, algo casi sin querer.

-Necesitamos apoyo, cazadores, investigadores...

Victor no dudó ni cierto segundo para interrumpir descaradamente a su padre.-Hmm, ¿Y añadir más muertes a la lista? Me parece desperdicio total de vidas humanas. -No supe si aquello se refirió a nuestro equipo o al pueblo de la misma Italia. Pero por más que quisiera deducirlo habia algo que Victor tenia contra mí o mejor dicho contra los ingleses: odio o competencia. Querría pensar que eso era solo un sentimiento contra mí y no contra las personas de mi pais.

No quise mal pensar sus palabras, de hecho, sabia que si lo hacia, tarde o temprano el desprecio volveria a Victor, y no era lo que queria, ambos estabamos más serenos y de hecho me sentaba muy bien: el trabajo estaba menos recargado para ambos, aunque, aun recordaba sus palabras, en realidad no las lograba eliminar de mi cabeza.

<<Es nuestra esencia...>>

Sin embargo, nuestra relacion estaba un poco mejor, pero ciertamente extraña. Si, rara, quizas con un aire atipico, que no lograba poder describir: cuando le veia a los ojos, cuando nuestras miradas chocaban... ya no existia aquella rivalidad o fuego que me incineraban hasta los nervios, sino más bien seriedad, complicidad. ¿Tal vez era el hecho de que él me había salvado la vida?

-Si te refieres al hecho de perder cazadores o investigadores...-suspiró pesadamente el señor Nibeil-sé que esto sonará crudo, inhóspito e inclemente, pero se trata de un bien mayor: quizás es lo más razonable atacar y dar la vida luchando que no hacerlo y ser las ultimas manzanas del mundo.

Aquello logró sonar todo lo que Nibeil nombró, pero, efectivamente tambien se oia razonable, cruelmente razonable.

Y yo no sería una de esas manzanas: preferiria morir mil veces por la humanidad a que ellos mueran mil veces por solo un grupo de cazadores e investigadores.

-Le doy la palabra, señor Nibeil. -no evite ponerme de pie, el impulso de sentir mis pies tocar con resistencia el suelo, pudieron más que mi misma-. Siempre estaré en el lado donde mi vida sea necesaria para la humanidad entera. Hay algo que no soporto y esa es la cobardia.

En ese momento solo se oyeron las palmas de Victor resonar en secos aplausos, llevandose mi atención. -Su valentia es conmovedora, pegajosa y vilmente deseosa-reacomodo su saco, dejándolo ceñido a su cuerpo esbelto-. Sin embargo, la valentía no es lo único que se necesita para acabar con esos monstruos.

Damien llevo una de sus manos a su barbilla, pensativo. -Hm, dicen que la esperanza es lo último que se pierde, querido amigo-ambos se observaron por unos breves segundos y luego sonrieron de manera cómplice-. En este instante le doy la mano a la cazadora-Damien extendió una de sus pálidas manos hacia mí-. Admiro su valentía, señorita Baylena. -dijo, luego de estrechar su mano fría.

Quizás me parecía rara la acción de Damien, o sus manos congeladas o tal vez era aquella mirada detrás de él que me estaba quemando de pies a cabeza. Sin embargo, no pude saber con exactitud qué era aquello que me daba cierta extrañeza.

-Por el momento, solo nos queda esperar al tiempo-Nibeil rompió toda clase de distracción en mi mente, como un pequeño cable a tierra-. Y que sea lo que Dios quiera para nosotros.

Luego de aquellas últimas palabras, sólo quedó el fúnebre silencio de la angustia y la zozobra.

-Si esto es todo, entonces me retiraré -Victor no permaneció mucho tiempo, y sin más se retiró.

Por otro lado, pude atisbar el hecho de que Damien se encontraba charlando con Aro y Afal, este último le observaba de una manera frívola que lo caracterizaba cuando algo le llamaba suficientemente la atención: logré entender esto luego de verlo haciendo su trabajo.

-Yo también debo retirarme. -Nibeil volvió a enfocar sus ojos en mí, regalándome una pequeña sonrisa de aprobación.

-Nos vemos en la cena, señorita Baylena.

Al salir de la cálida oficina de Nibeil, logré percibir el frío del invierno en los pasillos de la mansión, pero también logré ver a Victor apoyado en una de las blancas paredes, contemplando el paisaje detrás del ventanal. Se veía paciente y sereno.

Pareció percatarse de mis ojos los cuales no advertí, le incruste como dos dagas filosas.

Se reacomodo en su lugar, irguiendose y saliendo de aquella fachada paciente y descansada, como si aquello que esperase fuera a mí.

No evité fruncir el ceño ante aquel pensamiento. ¿Victor esperándome? No era algo habitual, y, recordando cómo se sentía nuestro panorama, no lo creía muy certero.

No me quedé mucho tiempo para averiguar aquello.

Pasé por su lado, pero este soltó una pequeña risa cuando lo dejé a mis espaldas.

-Si te preguntas el hecho de que si te esperaba a ti, entonces te responderé yo mismo: sí, si te esperaba a ti. Así que puedes dejar de darme la espalda, inglesa.

Mis pasos se detuvieron al oír aquello. Entonces no me equivocaba, Victor me estaba esperando a mí.

Me giré, un poco confusa. -¿Victor esperándome a mí? -sonrei, burlona- ¿es un sueño o una pesadilla?

-Para ti el sueño, para mí la pesadilla. -refutó.

-¿No te bastó con la derrota de anoche?

-¿Te refieres al hecho de que das la espalda luego de lanzar una piedra, inglesa? -sonrió, ladino- Contradictoria. Si, eres contradictoria o... ¿hipócrita? Dices odiar la cobardia, pero ante mí eres la palabra en vida.

Al ver sus ojos obscuros, pude percibir un ápice de chispas en estos.

-¿Para qué me estabas esperando? ¿Para tu venganza de nuestras guerras secretas de la noche o para algo más? -me atrevi a preguntar, despavilando todo conflicto.

El hecho era que, me sentia en deuda con Victor por su gesto. Era algo que no lograba olvidar tan fácilmente.

-Para tu fortuna, es por algo más -de nuevo, mi gesto de confusión haciendo presencia en mi rostro, fue difícil evadirlo y no ser tan discreta. Victor me acababa de tomar desprevenida, y, al notar esto, se apresuró a decir:-. Me gustaría verte esta noche en algún lugar.

¿Acaso Victor me estaba haciendo una invitación?

-Raro de ti, crío...

-Tranquila, inglesa -me interrumpió-. El día que yo te invite a una cita, estaré alcoholizado: jamás.

No evite girar los ojos. Tan idiota y crudo como siempre. El crío nunca dejaría de ser crío.

-¿Quién habló de citas, crío? -su sonrisa burlesca se expandió.

-Tus gestos de mujer veinteañera te delatan: la forma en la que tus pálidas mejillas se sonrojaron y el abrir de tus ojos solo significaba sorpresa.
Ademas, una mujer joven siempre pensara lo mejor de una propuesta de un hombre atractivo, y eso incluye una cita -negó lentamente su cabeza-. No me sorprende para nada, inglesa. Eres muy fácil de leer.

-Y tú muy idiota de entender.

-Tranquila, es normal sentirte afligida: te he atrapado.

Suspiré cansina. -¿Me dirás a dónde iremos o solo me seguirás diciendo cómo se comportan las mujeres?

-El bar dónde nos conocimos me parece una excelente opción: un animal siempre se sentira a gusto en su hábitat y será dócil. Y, realmente me gustas más cuando te encuentras dócil.

Acababa de llamarme animal.

Nuevamente, aquello que creí extinto, volvió. La enervante furia caló mis venas, una por una. -Tienes el poder de ser increíblemente idiota, crío. -y sin más, me marché luego de observar su sonrisa burlona una última vez.

Esa fue su pequeña venganza, y lo sabía muy bien.

...

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