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XII






Teatro Devozione,
¿qué tienes para mí?



Italia, Roma.
Julio, 2017.

BAYLENA.

Devozione. Devocion. Gente deslumbrada y elegante.

Quizas esas palabras describian perfectamente el panorama que me rodeaba luego de abandonar la lujosa limusina y aferrarme a lo unico que tenia: mi vestido negro. Debia admitir que no estaba realmente acostumbrada a la gente de estatus más alto que el mío y, aunque sabia que tenia el suficiente caracter para no dejarme intimidar, sus miradas nunca dejaban mi persona y eso me hacia sentir como si tuviera una tercer pierna en mi frente.

Caminando recta, aferrando mis manos a la seda negra del vestido, camine rumbo a la gran entrada de mi proximo ring junto a cuatro muchachos vestidos de lujosos trajes negros.

De reojo pude ver como los ojos se incrustaban en mi perfil y sabia que en el de los chicos tambien cuando nos adentramos al lugar. El rojo terciopelo de las alfombras y los candelabros naranjas deslumbraban en todo el interior semioscuro que creaban las maderas de roble que hacian de enormes paredes. El personal nos recibio calidamente, dirigiendo a todos hacia una seccion para entregar nuestros respectivos boletos.

-Cinco entradas vip, señor. -fue Victor, quien recto y serio, con su usual aire elegante, habló por todos, entregando las cinco tarjetas doradas hacia el hombre que esperaba paciente en el asiento a través del vidrio con su mano extendida.

Tomó las entradas echandonos un pequeño vistazo. Finalmente, habló. -Tres asientos en las primeras butacas del segundo balcón y dos en el primero para la funcion de Di Margarett.

Intente ignorar el hecho de que venia a ver una funcion que ni siquiera conocia. Asi que simplemente me deje guiar por un muchacho del personal al oir un <<gracias>> por parte de Victor hacia el hombre que nos habia atendido recientemente.

-Aqui, señorita. -dijo el muchacho, señalando las escaleras.

Agradeci y subi sin mirar hacia atras, tomando la falda del vestido con mis manos. La oscuridad del pasillo abarcó mis ojos, tratando de distinguir lo que me rodeaba, pude ver dos puertas al final. Segui dando algunos pasos no tan decididos, hasta que por fin me encontre frente a una de ellas, sin titubear, entre en cualquiera de las dos, finalmente, un gran balcon con dos sofás se presentó ante mí.

<<Esto es una locura...>>

Mire más allá del barandal que me separaba de la abismal caida hacia las butacas del publico del primer piso e inspeccioné todo como una niña curiosa.

Debi poner llave si hubiera estado al tanto de que se hallaba una rata fisgoneando mi lugar.

La voz de Victor llego a mi mente como una pequeña y rapida rafaga, trayendo consigo aquel breve recuerdo en su oficina. De repente sus ojos negros usurparon mis pensamientos. Aun seguia al tanto de su mirada penetrante en mi hace algunas horas cuando baje de aquellas escaleras, y recordarlo me hacia sentir de una forma casi que extraña.

Si me encontraba analizando la situacion entre Victor y yo, era algo simple: dos muchachos que no se llevaban bien; el crio reprimido con su padre; la cazadora que se aguanta al niño agotante. Pero... sabia que el crio no me miraba de esa forma tan extraña, de hecho, me parecia raro.

Me preguntaba donde se encontraba ahora mismo.

-¡Bienvenidos al gran teatro Devozione! -un robusto hombre de smoking blanco apareció en la gigantesca tarima que yacia en la cuspide del teatro, acaparando la atencion del eminente publico italiano.

Di unos pasos hacia atrás, chocando con uno de los asientos. Me senté sin protestar, sucumbida por los aplausos de la gente.

-Espero esten muy contentos de recibir a la bailarina más conocida en estos ultimos años, la que ha dado mucho que hablar, inspiración y sobretodo, ballet -el hombre retumbó en todo el lugar, recibiendo más y más aplausos.

Ni en un millón de vidas me veia de esta forma: sentada con un hermoso vestido de seda, en el balcón de un teatro por ver la funcion de una bailarina de ballet. Jamás.

-Demosle la bienvenida a la grandisima e inigualable ¡Di Margarett! -

Los vitoreos y aplausos no tardaron en llegar con gran emocion cuando una hermosa joven de tal vez veinte años con el usual atuendo de bailarina y un rodete lleno de broches muy brillantes se presento en la tarima, sonriendo y saludando a todos. Pude divisar el subir y bajar de su pecho euforico, como si el espectaculo fuera el primero en su vida.

-¿Cómo te sientes, Margarett? -pregunto el presentador, mirando hacia el publico y a la vez a la muchacha.

El hombre llevo el microfono cerca de los labios rojizos de Di Margarett, está sonrió de una manera más abierta, mostrando todos sus dientes perfectos y rectos. -¡Me siento muy honrada de poder estar aqui! -su voz era muy seductora- De hecho, es uno de mis sueños más grandes el estar en el teatro Devozione.

La gente aplaudió nuevamente, esta vez, más fuerte.

-Entonces, señorita Margarett, no demos más vueltas y... ¡cumplamos su sueño! -la gente nuevamente aplaudió y la muchacha infló su pecho de aire.

El presentador rápidamente se retiró retiró lugar y las luces bajaron fugazmente.

El reflector dio su largo camino y alumbró a la bailarina, fue entonces que una melodía familiar comenzó a sonar en todo el lugar. Cuando la primer vuelta de Margarett se presentó, pude reconocer aquella canción. Pet shop boys, My october symphony.

Violinistas se veían como sombras detrás de la muchacha cuando la luz la perseguía en el escenario. Parecían fantasmas.

Llevada por el baile y la música, por un momento me detuve a pensar en los muchachos y por qué aún no llegaban al balcón. Observe el asiento a mi lado. Estaba vacío. Instintivamente mi mirada fue detrás de mi espalda, donde la puerta de entrada yacia cerrada y aquel pelinegro a su lado.

Mi corazón se aceleró del susto cuando por fin pude reconocer a Victor gracias a su piel pálida, la cual lo había delatado descaradamente entre las sombras.

Lleve una mano a mi pecho, regalandole una mirada asesina mientras me observaba sereno desde su lugar.

-¿Te has asustado, británica? -pregunto, aún en las sombras.

-¿Qué te hace creer eso? -pude sentir el aire aliviado abandonar mis fosas nasales.

-Quizás el hecho de que tu piel se pega muy notoriamente a tus claviculas o cómo tu pecho sube y baja con fervor. Esas son las principales acciones que delatan un susto o un estado de agitación. -respondió ingenuo, siendo seguido por mi mirada en todo momento cuando trazo un pequeño camino hasta sentarse en el asiento vacío.

Me sostuvo la mirada unos breves segundos, y luego observó el espectáculo. Le imite, olvidando lo de hace unos segundos.

Su fragancia a madera llegó hasta mi nariz, llenando mi sistema de esta.

-¿No te parece exquisita? -su voz ronca se oyó a mi lado. No evité observarle el perfil. Su tez palida y tersa relució en la oscuridad tenue que nos envolvia. Su nariz recta moldeaba su rostro sin dudas.

No logré encontrar razón en sus palabras, solo pude seguir como sus ojos veian a la bailarina ir y venir en giros por todo el lugar. Volvi la vista a la chica, la forma en la que se desenvolvia en el escenario, era unica. La luz la seguia por doquier, como si fuera una pluma bajo la luz de la luna, como si fuera irreal pero sutil.

Por un momento senti envidia de sus movimientos, pero la razon era que no podia compararme de esa forma. Aun asi, la sensacion estuvo presente varios segundos.

Ahora entendia porque habiamos venido a este lugar. Victor queria ver a esa mujer. Y no lo culpaba, ¿quién no querria ver aquellos movimientos tan hermosos?

-Me parece irreal. -contesté despues de varios segundos muy largos.

Por un momento senti el peso de sus ojos negros en mi perfil, pero trate de ignorarlo. ¿Qué estaria pensando si fuera asi? ¿Me estaria comparando con aquella hermosa mujer? ¿Estaria burlandose de mi? ¿Qué pensaba en estos momentos Victor Freullain?

-Eso es muy malo, Baylena. -me volteé a verle a los ojos, y me lleve la sorpresa de que estos tambien me observaban. Pero sus palabras fueron más atrayentes que su mirada oscura.

-¿Por qué lo sería? -no evite guardarme la pregunta.

-La mujer es tan exquisita que parece irreal -volvió a repetir-. ¿No es eso lo que tienta a los vampiros?

Ambos nos sostuvimos la mirada, y por un momento crei que no era por lo que acababa de decir. Eso hizo que apartase los ojos, volviendolos al escenario.

Pero la pregunta de Victor volvió a mi mente. Si, sabia desde hace mucho tiempo que los vampiros de la noche siempre iban por la presa más extraordinaria. Mis ojos se inundaban de los saltos largos y distantes de Di Margarett mientras ataba los cabos en mi cabeza.

Por un momento mis ojos se perdieron en el publico, quienes eran espectadores silenciosos y atentos a cada paso, a cada pestañeo y suspiro, pero fue justo ahi que di con lo que mi cabeza necesitaba. Un solo momento, un solo mirar.

Un hombre de pie entre los grandes barrotes que se encontraban a los lados de los asientos de la multitud, logró robar mis ojos por completo, alli, desde la oscuridad de las sombras del lugar.

No dude en ponerme de pie, aproximando mis manos al barandal del balcón, inspeccionandole con el ceño fruncido.

Bastaron unos segundos para que la oscuridad revelase a un joven muchacho de aspecto sombrío y pálido. Espere y espere hasta que finalmente mostró su verdadera mirada la cual brillo de forma carmesí. La piel se me erizó. Sus ojos rojos y brillosos me demostrastron que mi oponente estaba presente a una distancia tan corta. Un vampiro en el mismo piso donde me encontraba yo.

Eso solo significaba una cosa: él iba a morir.

Saque el arma oculta en uno de mis muslos, apuntándole directo en la cara. Estaba lista para jalar el gatillo y ver sangre brotar.

Pero... un cuerpo se me abalanzó, haciéndome caer al frío suelo.

-¡¿Estás demente?! -mire el serio y gélido rostro de Victor, sus ojos negros me observaron.

-No, no lo estoy y creo que tú tampoco.-no evite hacer una mueca de confusión.

-¡Por favor! Crio, esto no es un juego. -exclame, casi que escupiendo bilis. Su rostro despreocupado me empezaba a enfurecer.

-Claro, y es por eso que te detuve.

Le observe como si tuviera una tercera pierna en el medio de la frente.

-¿Y eso qué sentido le da? ¡hemos venido aquí para cazar vampiros, no para salvarlos!

-Armaras un alboroto, Baylena. Lo mejor seria ser sigilosos y atraparlo.

-¡No! ¿Sigilosos? ¿Esperar? -repetí sus palabras en preguntas. Era simplemente absurdo. Pedirme calma y paciencia era como rezar en medio del abismo; un disparate-. Realmente tienes un chip encriptado en la mente lleno de habladurías estúpidas, Victor. ¡Yo no vine hasta aquí para esperar paciente a que un vampiro ocasioné el caos!

Su mirada era gélida como la de un iceberg, sin embargo, eso no intimidó mis acciones. Lo aparté de un empujón y volví a ponerme de pie, acercándome al barandal del balcón, enterrando mis manos en este, observando más allá de la oscuridad ahora fúnebre y aterradora.

Aquel vampiro ya no estaba.

Ya no había ni siquiera un rastro.

Mis manos se hicieron puños dolorosos y fuertes por el clavar de mis uñas largas. Sentí la piel de mis palmas abriéndose como si un cuchillo lo estuviera ocasionando.

-Para eso deseabas tanto el venir, ¿verdad? -giré sobre mis pies, arrastrando mi mirada a la de Victor- ¿Querías que venga hasta aquí contigo para estropear mi trabajo? -esta vez pregunté directamente. La manera acida de hablarle no me impresionó.

-Por favor, Baylena, sé un poco más profesional-sus ojos negros me observaron desde las sombras-. No todo gira en tu entorno.

La forma tan tranquila y modosita de hablarme me alteró lo inalterable. ¿Cómo un tipo tan idiota como Victor podía alterarme tanto? ¡Por favor! Esto era el límite.

-Estás que me colmas la paciencia. -aquello fue más una advertencia asesina.

Abrió su boca para responder, pero pronto un grito desgarrador le interrumpió.

-<<¡Ayuda! -podía reconocer esa melodiosa y sensual voz que se oyó minutos antes de que comenzara la función.

Ambos observamos detrás de mi espalda desde donde provino el grito. El escenario relució en presencia.

La imagen fue como una obra de arte, pero de horror; La bailarina y el vampiro le llamaría yo, pero la amenazante mirada de aquel joven que sostenía a la bailarina frente a todo el público, me dejó pasmada.

Solían decir que los vampiros se ocultaban en secreto para jamás ser vistos, para que nadie supiera de ellos y de sus hazañas más oscuras y siniestras, pero... en cambio los vampiros de Italia eran diferentes; no se dejaban detener por los humanos, por el secreto ni mucho menos por el peligro que eso conllevaba. Eran los peores vampiros que alguna vez conocí.

Inspeccionando mejor el cuadro frente a mí, pude percatarme de que la gente miraba aterrorizada la escena, poniéndose de pie, alejándose poco a poco hasta la puerta de salida, miré instintivamente hacia allí, pero esta estaba completamente cerrada. 

- ¡Ven por mí, cazadora de Strihillskin! -rugió el joven, llamando mi atención por completo. Miró hacía todas las direcciones, sin embargo, no se percató del gran balcón desde donde lo miraba seria y más que tentada a volarle los sesos.

Era la primera vez después de mucho tiempo, que un vampiro me tentaba a mí, a mi presencia. Por un momento me sentí como el demonio invocado para rituales satánicos. Y realmente la sensación era... casi que embriagante.

Sin esperar, salí fugaz de allí, atravesando la puerta en busca de aquel vampiro. Por un momento los chicos vinieron a mi mente. No vacilé mucho cuando corrí hasta la puerta del segundo balcón.

-¡Chicos! -mi corazón latió deprisa cuando al abrir la puerta como un rayo, no los vi. Nuevamente me acerqué al barandal y observé hacía abajo.

Por un momento me dolió el tragar mi propia saliva. El verlos allí, junto a la gente atemorizada, me hizo fallecer por un instante.

Miré fijamente los ojos verdes de Aro y la mirada azul de Afal, sabía que ambos estaban atemorizados, realmente aterrorizados. Algo se estrujó en mi pecho, fue tan extraño el sentir como la piel se me erizaba del miedo puro, del solo pensar que a ellos les pasase algo.

De repente todo se esfumó. Alguien logró encontrarme vulnerable, empujándome hacia el abismo del suelo. Un grito desgarrador abandonó mis labios cuando pude sostenerme del barandal al que momentos atrás me había expuesto. Pronto, el miedo se remplazó por vértigo, por adrenalina, por todo aquello que se experimentaba en mi sistema a la hora de cazar monstruos

Una figura escurridiza y oscura se vio en el balcón antes de desaparecer bajo las sombras.

Colgando de mi mano y dependiendo de esta, me atreví a mirar hacia abajo. Era increíblemente alto. Un suspiró ahogado abandonó mi garganta cuando mis ojos encontraron a los del monstruo.

Era como verle la cara a uno de los hijos de Lucifer, mientras tu vida corría riesgo: y el hecho era así. Mi vida estaba dependiendo de mi mano y los dedos aferrados con fuerza y temor de un barandal.

Ahora que había quedado abiertamente expuesto a mi mirar, pude percatarme de su cabello largo y lacio, de sus ojos blancos y brillantes. Su tez grisácea delataba el monstruo que era al igual que un distintivo rasgo que me recordó a su hermano: la forma tan siniestra de desprender maldad y oscuridad, eso solo me ayudaba a saber una cosa, y era que estaba frente a un verdadero Valentine.

Cada milisegundo contaba desde que el vampiro se percató de mí y en mi estado. Solo se mostraron dos opciones ante mis ojos: soltarme o pelear. Y yo jamás dejaría de pelear. Nunca.

Con mi única mano disponible, traté de tomar el arma que yacía en uno de mis muslos, pero me topé con una horrible tragedia: el arma no estaba en la liga.

Bum... bum... bum...

Los latidos de mi corazón se burlaron de mi imprudencia, de mi valentía. Desbordé pánico por unos breves segundos.

¿Y ahora qué será de mí?

-Sabía que estarías en este lugar-me comentó, sosteniendo a la bailarina del cuello, esta me observó muerta del miedo. Eratan extraño que me observase la joven que momento atrás era la atención detodos los vigentes-. Es como si estuviera todo planeado para encontrarnos, ¿no crees?

Bum... bum... bum...

-<<Y yo no olvido. Nosotros no olvidamos. -sus ojos transmitían venganza pura y lo pude comprobar gracias a sus palabras.

Sabía que esto pasaría tarde o temprano, al fin y al cabo, se sabe que los vampiros eran iguales de vengativos que cualquier otro monstruo asesino. Porque ellos no sienten, porque ellos solo odian.

-Tienes razón, ustedes no olvidan-sonreí, sintiendo la mirada de todos.-. Y yo tampoco olvido, especialmente el cómo mate a tu hermano. -escupí, harta de sentirme acorralada por un vampiro.

La simple idea de sentirme inferior al frente de tal monstruo, me ponía los pelos de punta, porque yo nunca estaría dispuesta a aceptar la naturaleza de ellos, de su crueldad. Y si estar en riesgo de muerte en la cúspide de un teatro era un obstáculo para acabar con uno de ellos, entonces haría hasta lo imposible por pasarlo, porque eso jamás me detendría.

Había algo que me alentaba a acabar con los vampiros, porque siendo realista, a fin de cuentas, era una humana, a la que matar le parecía un acto de horror, pero entonces llegaba gente como la bailarina de esta escena, que me miraba con el miedo en sus pupilas, que me suplicaba vivir un poco más. Y allí estaba yo, y allí acabaría con el mal, aunque sea una vez más.

-Me sorprende que una humana tan despreciable como tú aún tenga la valentía de enfrentarse a alguien que tiene la oportunidad de romperle el cuello. -sentía la falda de mi vestido danzar suavemente, como si su portadora no estuviera en una situación de peligro.

-Como lo has dicho: tengo la valentía y siempre la tendré. Ese es el combustible para poder acabar con cada uno de su especie. Porque tú y ellos no merecen vivir.

-Seré sincero contigo: cuando caigas en la realidad de que tus agallas solo son deseos de sentirte superior, ya no sabrás dónde escapar. Tarde o temprano verás el final -su voz oscura y excesivamente siniestra, retumbó por todo el lugar. Me voltee a ver a la gente, aun todos nos observaban con terror e intriga.

Reí amargamente, sintiendo cada vez más el peso en mi brazo, el cual cada vez sentia hormigueos por la falta de circulación sanguínea. Pero... eso no me iba a detener. No.

-¿Sabés? Siempre me he preguntado el porqué los vampiros creen que los seres humanos quieren sentirse superiores en todos los aspectos, ¿pero y si realmente ustedes temen ser inferiores a nosotros?

De pronto aquella pregunta me recordó a Victor y a su insaciable deseo de sentirse superior a mis dotes.

De pronto mis ojos fueron a parar a la puerta de salida, sin embargo, Victor no se encontraba cerca de Afal y Aro, mucho menos de su extraño amigo.

-¿Por qué sentirnos inferiores a unos pobre mortales?

-Porque tenemos algo que ustedes no: valentía.

Su risa estalló como una piedra rompiendo un gran vidrio. -Solo tú la tienes, querida. Pero pronto la perderás, te lo aseguro. -sus colmillos deslumbraron en presencia-. O tal vez... alguien logre quitarle la valentía a Baylena Dimonti.

...

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