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Capítulo 31: La hora de la verdad

Elena y Damián se preparaban para el enfrentamiento con Don Vittorio. Habían pasado horas afinando cada detalle del plan, conscientes de que solo tendrían una oportunidad para hacerlo bien. Mientras revisaban los documentos y las grabaciones una última vez, sentían la tensión en el aire.

—¿Estás lista para esto? —preguntó Damián, mirando a Elena con preocupación.

—Sí, Damián. No tenemos otra opción. Tenemos que liberar a mi padre y detener a Don Vittorio de una vez por todas —respondió Elena, con determinación.

—No olvides que siempre tienes a tu equipo detrás de ti. Vamos a lograrlo juntos —dijo Damián, apretando suavemente su mano.

Llegaron a la mansión de Don Vittorio al caer la tarde. La imponente estructura reflejaba el poder y la influencia que Don Vittorio había acumulado a lo largo de los años. Fueron recibidos por varios guardias, quienes los escoltaron hasta el despacho de Don Vittorio.

—Damián, Elena, qué sorpresa verlos aquí —dijo Don Vittorio, levantándose de su silla con una sonrisa calculadora—. No esperaba una visita tan... inoportuna.

—Hemos venido a hablar sobre la liberación del padre de Elena —dijo Damián, con firmeza—. Tenemos pruebas que te incriminan y estamos dispuestos a hacerlas públicas si no cumples con nuestras demandas.

Don Vittorio arqueó una ceja, fingiendo interés.

—¿Pruebas? ¿De qué están hablando?

Elena sacó una carpeta llena de documentos y la colocó sobre el escritorio de Don Vittorio.

—Pruebas de cómo manipulaste el sistema judicial, sobornaste a jueces y oficiales para mantener a mi padre en prisión. Y también tenemos grabaciones de tus conversaciones —dijo Elena, su voz firme.

Don Vittorio tomó la carpeta y comenzó a revisar los documentos con una sonrisa.

—Interesante. Pero, ¿realmente creen que esto será suficiente para derribarme? —preguntó, con un tono desafiante.

Antes de que Elena pudiera responder, la puerta del despacho se abrió de golpe. Entró el infiltrado de la Camorra que había revelado la identidad de Elena en el yate, seguido por varios hombres armados.

—Veo que has traído a tus amigos, Vittorio —dijo el infiltrado, con una sonrisa siniestra.

Elena y Damián se miraron, comprendiendo de inmediato que habían caído en una trampa.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Damián, su voz llena de tensión.

—Oh, solo un pequeño ajuste de cuentas —dijo Don Vittorio, cerrando la carpeta y mirando a Elena con una sonrisa triunfal—. Este hombre es uno de mis mejores agentes. Lo coloqué en la mafia rusa para descubrir tu traición, Elena. Todo esto fue planeado desde el principio.

—Así que tú sabías... —dijo Elena, con un nudo en el estómago.

—Por supuesto. No podía dejar que una traidora anduviera suelta. Y ahora, ambos pagarán por su insolencia —dijo Don Vittorio, haciendo un gesto a sus hombres.

Los hombres de Don Vittorio se abalanzaron sobre Elena y Damián, desarmándolos y llevándolos a la fuerza a una habitación en el sótano de la mansión. Los empujaron dentro y cerraron la puerta de acero, dejándolos en la oscuridad.

—¡Maldito seas, Vittorio! —gritó Damián, golpeando la puerta con frustración.

Elena se dejó caer al suelo, sintiendo la desesperación apoderarse de ella.

—No podemos rendirnos ahora, Elena. Tenemos que encontrar una manera de salir de aquí —dijo Damián, acercándose a ella.

—¿Cómo, Damián? Estamos atrapados. Y si Don Vittorio decide... —Elena no pudo terminar la frase, su voz quebrándose.

Damián se arrodilló frente a Elena, tomando sus manos.

—Elena, quiero que sepas algo. Si este es nuestro final, necesito que lo sepas. Estoy enamorado de ti. Desde el primer momento en que te vi, supe que eras especial. Y cada día, cada momento que hemos pasado juntos, solo ha fortalecido ese sentimiento —dijo Damián, sus ojos llenos de sinceridad.

Elena lo miró, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos.

—Damián, yo... yo también te amo. He estado aterrorizada de perderte, de perder todo esto. Pero ahora, aquí contigo, sé que todo ha valido la pena —dijo Elena, sus labios temblando.

Se abrazaron con fuerza, sintiendo la intensidad de sus emociones. En medio de su desesperación, encontraron consuelo el uno en el otro.

—Prométeme que, pase lo que pase, siempre recordarás esto —susurró Damián, acariciando su rostro.

—Te lo prometo, Damián —respondió Elena, besándolo apasionadamente.

El beso se intensificó, sus manos recorriendo los cuerpos del otro con una urgencia desesperada. El mundo exterior desapareció, y solo quedaron ellos dos, conectados por un amor profundo y verdadero.

En la oscuridad de su encierro, Elena y Damián se entregaron el uno al otro, encontrando fuerza en su amor y pasión. Cada caricia, cada beso, era una promesa de lucha y esperanza, incluso en la cara de la muerte.

Elena se separó ligeramente de Damián, sus ojos reflejando tanto el miedo como la determinación.

—Damián, tenemos que salir de aquí. No podemos dejar que Don Vittorio gane. Hay demasiadas vidas en juego —dijo Elena, su voz temblando pero firme.

Damián asintió, sabiendo que tenía que mantenerse fuerte por ambos.

—Lo sé, Elena. Encontraremos una manera. Siempre hay una salida —dijo, aunque una parte de él dudaba de sus propias palabras.

Mientras tanto, en la base, el equipo de Elena y Damián comenzaba a sospechar que algo había salido terriblemente mal. La conexión con los micrófonos se había perdido, y sabían que debían actuar rápido.

—No me gusta esto. Perdimos contacto hace horas —dijo Javier, revisando las pantallas con preocupación.

—Debemos suponer lo peor. Necesitamos un plan de emergencia para sacarlos de ahí —respondió Laura, con el ceño fruncido.

Marcos asintió, su rostro serio.

—Reunamos al equipo y preparemos el rescate. No podemos dejar que Don Vittorio se salga con la suya —dijo, su voz llena de determinación.

Mientras el equipo se preparaba para la misión de rescate, Elena y Damián seguían buscando una manera de escapar. La tensión en la habitación era palpable, pero su conexión emocional les daba fuerza.

—Elena, recuerda esa vez en Florencia, cuando estábamos en esa pequeña cafetería, riendo y soñando con un futuro juntos. Ese es el futuro que aún podemos tener. No podemos rendirnos ahora —dijo Damián, tratando de infundirle esperanza.

Elena sonrió ligeramente, recordando ese momento feliz.

—Sí, lo recuerdo. Fue uno de los días más felices de mi vida. Y quiero tener muchos más días así contigo, Damián —dijo, aferrándose a esa esperanza.

De repente, escucharon pasos acercándose a la puerta.

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