Capítulo 23: Un As oculto
Elena se dirigió al despacho de Don Vittorio en el Hotel Ritz al día siguiente, lista para comunicarle la invitación de Alexei. Cuando entró, Don Vittorio la miró con curiosidad, mientras Irene la observaba con una mezcla de preocupación y aprecio.
—Elena, ¿qué noticias tienes para mí? —preguntó Don Vittorio, señalando una silla frente a su escritorio.
—Don Vittorio, he recibido una invitación de Alexei, uno de los hombres de la mafia rusa que conocí en la partida de póker anoche. Quiere que me una a él en otra partida esta noche, esta vez como su compañera. Me pidió que fuera una distracción para los otros jugadores —explicó Elena, manteniendo la calma.
Irene frunció el ceño, mostrando claramente su preocupación.
—Vittorio, esto es demasiado peligroso. No sabemos qué intenciones tiene Alexei. Elena podría estar en grave peligro —dijo Irene, su voz llena de preocupación.
Don Vittorio, sin embargo, no mostró signos de ceder.
—Elena ha demostrado ser capaz y astuta. Esta es una oportunidad para obtener más información valiosa. Confío en que podrá manejarlo —dijo Don Vittorio, mirando a Elena con una expresión firme.
—Estoy dispuesta a hacerlo. Entiendo los riesgos, pero también veo las oportunidades. Prometo ser cuidadosa —aseguró Elena, sintiendo la necesidad de calmar tanto a Irene como a Don Vittorio.
Esa noche, Elena se preparó con esmero. Sabía que cada detalle contaba, desde su apariencia hasta su comportamiento. Se dirigió al club nocturno clandestino con una mezcla de anticipación y nerviosismo. Llevaba puesto un elegante vestido negro que resaltaba su figura, pero también le permitía moverse con facilidad.
Al llegar, fue recibida por Alexei, quien la miró con una sonrisa apreciativa.
—Elena, me alegra que hayas venido. Esta noche será interesante —dijo Alexei, tomándola del brazo y guiándola hacia la sala de póker.
La sala estaba nuevamente llena de humo y olor a alcohol. Los jugadores se sentaron alrededor de la mesa de póker, y Alexei presentó a Elena como su compañera.
—Caballeros, esta es Elena. Esta noche jugará conmigo —dijo Alexei, con una sonrisa confiada.
Elena se sentó junto a Alexei, observando a los otros jugadores con interés. Su misión era clara: distraer a los contrincantes y obtener cualquier información posible.
Al principio, Elena cumplió su papel perfectamente. Conversaba con los jugadores, coqueteaba sutilmente y hacía comentarios ingeniosos que mantenían su atención en ella en lugar de en el juego.
—Así que, ¿todos ustedes juegan regularmente aquí? —preguntó Elena, sonriendo a uno de los jugadores.
—Sí, pero no suele haber compañía tan agradable como la tuya —respondió uno de los hombres, sonriendo de vuelta.
Mientras hablaba, Elena prestaba atención a cada detalle, escuchando conversaciones y observando movimientos. Todo iba según lo planeado hasta que Alexei recibió una llamada urgente y tuvo que abandonar la mesa temporalmente.
—Elena, debo atender esta llamada. ¿Podrías continuar la partida por mí? —preguntó Alexei, antes de salir apresuradamente.
Elena no tuvo tiempo de responder antes de que Alexei se marchara. Los otros jugadores la miraron con interés y cierta desconfianza.
—¿Puedes manejar esto, Elena? —preguntó uno de los jugadores, desafiándola con la mirada.
Elena asintió con seguridad, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.
—Por supuesto. Continuaré la partida —respondió, tomando las cartas de Alexei.
Elena sabía que tenía que ser astuta y mantener la calma. Utilizando su inteligencia y capacidad de observación, jugó con habilidad, ganando varias manos y sorprendiendo a los demás jugadores.
—Parece que no solo eres buena compañía, sino también una excelente jugadora —comentó uno de los hombres, impresionado.
Elena sonrió, manteniendo su concentración. Jugó con una mezcla de suerte y estrategia, cada vez más segura de sus movimientos. Al final, logró ganar la partida, lo que provocó murmullos de admiración y sorpresa entre los jugadores.
Alexei regresó justo cuando Elena ganó la partida. La miró con una mezcla de sorpresa y admiración.
—Elena, impresionante. No solo eres una distracción perfecta, sino también una jugadora excepcional —dijo Alexei, con una sonrisa amplia.
Elena se sintió aliviada de haber manejado la situación, pero notó un cambio en la actitud de Alexei. Había pasado de verla como una compañera útil a mostrar un interés más personal.
—Gracias, Alexei. Fue una partida interesante —respondió Elena, intentando mantener un tono profesional.
Después de la partida, Alexei la presentó a otros miembros de la mafia rusa.
Dmitri y Svetlana, los socios más cercanos de Alexei, no pasaban desapercibidos. Dmitri era un hombre corpulento, con una musculatura evidente incluso bajo el traje negro que llevaba. Su rostro tenía rasgos duros y marcados, con una barba espesa y oscura que acentuaba su mirada fría y penetrante. Sus ojos, de un gris acerado, parecían escrutar cada movimiento, cada palabra.
Svetlana, en cambio, era la personificación de la elegancia y la astucia. Alta y esbelta, vestía un sofisticado traje pantalón que resaltaba su figura. Su cabello rubio platino caía en una melena perfectamente ondulada, enmarcando un rostro de piel pálida y ojos azules que brillaban con una inteligencia calculadora. Sus labios, pintados de un rojo intenso, se curvaban en una sonrisa que no llegaba a sus ojos, manteniendo siempre una expresión de cautela y evaluación. Juntos, Dmitri y Svetlana proyectaban una combinación de fuerza bruta y aguda perspicacia, haciendo evidente por qué eran tan cercanos a Alexei en la jerarquía de la mafia rusa.
—Elena, estos son Dmitri y Svetlana, dos de mis socios más cercanos. Estoy seguro de que tendrán mucho de qué hablar —dijo Alexei, sonriendo.
—Encantada de conocerlos —dijo Elena, estrechando las manos de ambos.
—He oído mucho sobre ti, Elena. Alexei está muy impresionado —dijo Dmitri, con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Espero que podamos trabajar juntos en el futuro —añadió Svetlana, con una mirada evaluadora.
Elena sabía que debía ganarse la confianza de estos nuevos contactos. Conversaron sobre temas triviales, pero cada palabra era cuidadosamente seleccionada para no revelar demasiado y, al mismo tiempo, parecer abierta y amigable.
En un momento, Elena decidió ir fuera del local para tomar un respiro. Mientras caminaba por el pasillo hacia la salida, escuchó pasos detrás de ella. Se giró y vio a Alexei acercándose, su mirada fija en ella.
—¿Vas a algún lado, Elena? —preguntó Alexei, con una sonrisa seductora.
—Solo necesitaba un momento para mí —respondió Elena, tratando de sonar despreocupada.
Alexei se acercó más, acortando la distancia entre ellos. Elena podía sentir la tensión en el aire, y su corazón comenzó a latir más rápido.
—Sabes, eres muy intrigante, Elena. Hay algo en ti que no puedo dejar de pensar —dijo Alexei, su voz baja y cargada de intención.
Elena se encontró atrapada entre el deseo de mantener su fachada y la atracción que sentía hacia Alexei. Sabía que amaba a Damián, pero la presencia de Alexei despertaba algo en ella que no podía ignorar.
—¿Ah sí? ¿Y qué es lo que encuentras tan intrigante? —preguntó Elena, levantando una ceja.
Alexei sonrió y se acercó aún más, sus labios casi rozando los de ella.
—Tu misterio, tu fuerza... y esa mirada que tienes, como si siempre estuvieras un paso por delante de todos los demás —respondió, su voz apenas un susurro.
Elena sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo. Estaba en una encrucijada emocional, consciente del peligro y la excitación que Alexei representaba.
—Eres muy persuasivo, Alexei. Pero no soy tan fácil de impresionar —dijo, tratando de mantener el control.
Alexei rió suavemente, y su mano rozó la mejilla de Elena.
—Eso es lo que me gusta de ti, Elena. No eres como las demás —dijo, sus ojos brillando con deseo.
Elena sintió su respiración acelerarse y, por un momento, se permitió disfrutar de la proximidad de Alexei. Pero sabía que no podía dejarse llevar.
—Alexei, tenemos que volver a la partida. No quiero que sospechen —dijo, apartándose ligeramente.
Alexei asintió, aunque con cierta reticencia.
—Tienes razón. Pero esto no ha terminado, Elena. Estoy seguro de que tendremos más oportunidades para... conocernos mejor —dijo, guiñándole un ojo.
Esa noche, después de regresar a su escondite, Elena encendió su portátil para comunicarse con Damián. Sabía que había escuchado todo a través del micrófono.
—La partida fue un éxito. Tuve que continuar jugando después de que Alexei se marchara, pero logré ganar. Alexei parece haberse encariñado conmigo. Además, conocí a Dmitri y Svetlana, dos de sus socios más cercanos —escribió Elena.
Damián respondió rápidamente, sus celos y preocupación claros en su mensaje.
—Eres increíble, Elena. Sabía que podrías hacerlo. Pero no me gusta la idea de que Alexei se encariñe contigo. Esto puede complicar las cosas —escribió Damián.
—Lo sé, Damián. Pero esto podría abrir más puertas para obtener información. Prometo ser cuidadosa y mantener mi distancia —respondió Elena, tratando de calmarlo.
—Confío en ti, Elena. Solo ten cuidado. Estamos en esto juntos —respondió Damián, su tono más sereno.
Antes de finalizar la noche, Elena transmitió la información detallada a Don Vittorio. Encendió su portátil y comenzó a escribir el informe.
—La partida de póker con la mafia rusa fue exitosa. Obtuve información sobre sus operaciones de drogas y la expansión de su red de distribución. Alexei parece haberse encariñado conmigo, lo cual podría ser útil para futuras misiones. También conocí a Dmitri y Svetlana, dos de sus socios más cercanos. Adjunto todos los detalles relevantes —escribió Elena.
Envió el informe y esperó la respuesta de Don Vittorio. No pasó mucho tiempo antes de recibir su aprobación.
—Buen trabajo, Elena. Mantén tus ojos y oídos abiertos. Confío en ti para manejar a Alexei y a sus socios con cuidado. Sigue así —respondió Don Vittorio.
Elena sabía que las próximas misiones serían aún más peligrosas, pero estaba decidida a seguir adelante. Se preparó mentalmente para los desafíos que vendrían, sabiendo que cada día se adentraba más en un mundo peligroso y lleno de incertidumbres.
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