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Capítulo 22: Prueba de lealtad

Elena sabía que su próxima interacción sería crucial. Al día siguiente, se encontró con Irene en una cafetería discreta del centro de Madrid. Irene la recibió con una sonrisa, pero Elena sabía que detrás de esa fachada amable se escondía una mente afilada y observadora.

—Elena, me alegra verte —dijo Irene, señalando una silla frente a ella—. Siéntate, por favor.

—Gracias, Irene. —Elena se sentó, manteniendo una expresión neutral.

—Don Ricardo me dijo que tu primera misión fue un éxito. Eso es un buen comienzo —comentó Irene, tomando un sorbo de su café.

—Hice lo que se me pidió. Estoy aquí para demostrar mi lealtad y mi valor para la organización —respondió Elena, con seriedad.

Irene la miró detenidamente, evaluando cada palabra y cada gesto.

—Sabes, Elena, la lealtad no es algo que se gane de la noche a la mañana. Don Ricardo tiene grandes expectativas para ti, pero también muchas dudas. Debes estar preparada para enfrentarte a desafíos aún mayores —dijo Irene, su tono suave pero firme.

—Lo entiendo. Estoy lista para lo que venga —aseguró Elena, sintiendo la presión de las expectativas de Irene.

Esa misma tarde, Don Ricardo le asignó una misión más peligrosa para probar su lealtad. Elena debía infiltrarse en una partida de póker ilegal organizada por la mafia rusa, enemiga de la Camorra, y recopilar información sobre sus actividades.

—Esta misión no es para cualquiera. Quiero que vayas a esta dirección —dijo Don Ricardo, entregándole un papel—. Hay una partida de póker esta noche organizada por la mafia rusa. Necesito que observes y traigas de vuelta cualquier información relevante sobre sus operaciones de drogas.

—Lo haré —respondió Elena, tomando el papel.

—Recuerda, Elena. Un paso en falso y todo se acabará para ti —advirtió Don Ricardo, con una mirada severa.

Elena se dirigió al lugar indicado, un club nocturno clandestino en las afueras de la ciudad. Entró con cuidado, asegurándose de no ser vista. La partida de póker se llevaba a cabo en una sala privada, accesible solo a través de una puerta trasera custodiada por dos guardias corpulentos.

Mostró la invitación que Don Ricardo le había proporcionado y los guardias la dejaron pasar. La sala estaba llena de humo de cigarrillos y el olor a alcohol y drogas era fuerte. Varios hombres y mujeres estaban sentados alrededor de una mesa de póker, jugando y conversando en ruso.

Elena se integró discretamente, tomando asiento en una mesa cercana con una bebida en la mano. Observaba y escuchaba, buscando cualquier información relevante. La tensión en la sala era palpable, pero Elena mantenía una expresión tranquila.

Mientras observaba la partida, uno de los jugadores, un hombre alto y musculoso con una mirada intensa, se levantó y se acercó a ella.

—Hola, soy Alexei. No te he visto antes por aquí —dijo, con una sonrisa que pretendía ser seductora.

—Hola, Alexei. Soy Elena. Solo estoy aquí para disfrutar del ambiente —respondió, manteniendo su compostura.

Alexei la miró con interés y se sentó a su lado.

—Elena, ¿te gustaría unirte a la partida? Podríamos divertirnos mucho más juntos —dijo, inclinándose hacia ella.

Elena supo que debía manejar la situación con cuidado. No podía rechazarlo de manera brusca ni mostrar demasiado interés.

—Gracias por la oferta, Alexei, pero prefiero observar por ahora. Quizás más tarde —respondió, sonriendo suavemente.

Alexei parecía aceptar su respuesta, pero no se alejaba. Siguió conversando con ella, haciéndole preguntas sobre su vida y sus intereses. Elena respondió con vaguedades, tratando de no revelar demasiado.

Esa noche, mientras Elena estaba en la partida, Damián estaba en su escondite, monitoreando todo a través del micrófono infiltrado en el collar de Elena. Escuchó cada palabra de la conversación entre Elena y Alexei, sintiendo una punzada de celos al escuchar cómo Alexei intentaba seducirla.

—Así que, ¿qué haces por aquí, Elena? —preguntó Alexei, acercándose más de lo necesario.

—Solo estoy explorando nuevas oportunidades. Siempre es bueno conocer gente interesante —respondió Elena, manteniendo un tono neutro.

Damián apretó los dientes, tratando de controlar sus emociones mientras seguía escuchando. Sabía que no podía intervenir, pero cada palabra de Alexei lo irritaba más.

El club nocturno estaba lleno de vida. Las luces de neón brillaban en la oscuridad, y la música retumbaba en el aire, creando una atmósfera eléctrica. Elena se movía entre la multitud, sintiendo el peso de la misión y la mirada persistente de Alexei. Desde el primer momento en que lo vio, había algo en él que la atraía, algo peligroso y magnético.

Alexei era un hombre imponente, alto y musculoso, con una presencia que dominaba la sala. Sus ojos eran de un azul intenso, y su sonrisa tenía una mezcla de arrogancia y seducción que hacía difícil apartar la vista. Elena sabía que debía mantenerse firme y no dejarse llevar por sus encantos, pero cada vez que Alexei se acercaba, sentía una chispa de deseo que no podía ignorar.

Después de un rato de conversación superficial y miradas insinuantes, Elena decidió ir al baño para tomar un respiro y aclarar su mente. Se excusó educadamente y se dirigió hacia el pasillo oscuro que llevaba a los baños. Necesitaba un momento para alejarse de la tensión creciente entre ellos.

Mientras caminaba, escuchó pasos detrás de ella. Al voltear, vio a Alexei siguiéndola. Su corazón latió con fuerza al darse cuenta de que él no la dejaría ir tan fácilmente.

—¿Vas a dejarme solo tan pronto? —dijo Alexei, su voz suave pero cargada de intención mientras se acercaba a ella en el descansillo anterior al baño.

Elena trató de mantener la calma, pero la cercanía de Alexei la hacía sentir vulnerable y atraída al mismo tiempo.

—Solo necesito un momento. Esta noche ha sido... intensa —respondió, intentando sonar casual.

Alexei sonrió, una sonrisa que mostraba que no estaba dispuesto a dejarla escapar tan fácilmente.

—Lo entiendo. Pero pensé que podríamos aprovechar este momento a solas para conocernos mejor —dijo, acercándose aún más, su presencia imponente llenando el pequeño espacio.

Elena retrocedió un paso, sintiendo la pared fría contra su espalda. Alexei estaba ahora a solo unos centímetros de distancia, su cuerpo bloqueando cualquier posibilidad de escape. Podía sentir el calor que emanaba de él, y su aroma masculino la envolvía, mezclándose con el humo y el alcohol del club.

—Alexei, creo que deberíamos volver con los demás —dijo, intentando mantener el control de la situación.

Pero Alexei no se movió. En cambio, levantó una mano y la apoyó en la pared junto a su cabeza, inclinándose hacia ella. Sus ojos azules la miraban intensamente, llenos de un deseo apenas contenido.

—Elena, no puedo dejar de pensar en ti desde que te vi. Hay algo en ti que me atrae, algo que no puedo ignorar —susurró, su voz profunda y seductora.

Elena sintió su corazón acelerarse. Sabía que debía resistir, que su lealtad y amor por Damián eran lo más importante. Pero la cercanía de Alexei, su voz y su mirada la estaban afectando de una manera que no podía negar.

—Alexei, esto no es correcto... —murmuró, su voz temblando ligeramente.

Alexei sonrió de nuevo, esta vez con una mezcla de ternura y desafío.

—¿Y quién decide lo que es correcto? A veces, seguir nuestros deseos es la única verdad que vale la pena —dijo, acercando su rostro al de ella.

Elena podía sentir su aliento en su piel, el calor de su cuerpo tan cerca del suyo. Una parte de ella quería dejarse llevar, olvidar todo lo demás y rendirse a ese momento. Pero sabía que no podía, que debía mantenerse firme.

—No puedo... —dijo, pero su voz era apenas un susurro.

Alexei movió su mano para acariciar suavemente su mejilla, sus dedos trazando un rastro de fuego en su piel.

—¿De verdad no puedes? —susurró, sus labios a un suspiro de los de ella.

Elena cerró los ojos por un momento, luchando contra el deseo que sentía. En su mente, veía el rostro de Damián, su amor y su lealtad. Sabía que debía alejarse, pero la tentación era fuerte.

—Te amo, Damián —pensó, usando esa declaración como ancla.

Con un esfuerzo titánico, abrió los ojos y apartó la cara de la caricia de Alexei. Tomó un momento para calmarse antes de regresar al club, sabiendo que la tentación siempre estaría presente, pero que su amor por Damián debía prevalecer.

Mientras volvía a la sala principal, su mente seguía llena de la imagen de Alexei y la tensión que había sentido. Sabía que esa no sería la última vez que enfrentaría esa atracción, pero también sabía que debía mantenerse firme. Por Damián, por ella misma y por la misión.

Después de varias horas de observación y conversación, la partida de póker finalmente terminó. Elena había recopilado suficiente información sobre las operaciones de la mafia rusa y se retiró del club nocturno sin incidentes. Regresó a su escondite para transmitir la información a Don Ricardo.

Encendió su portátil y abrió el programa de encriptación, comenzando a escribir un informe detallado.

—Misión cumplida. La mafia rusa está planeando una gran operación de tráfico de drogas. Tienen varias rutas establecidas y están expandiendo su red de distribución. Adjuntaré todos los detalles relevantes —escribió Elena.

Envió el informe a Don Ricardo y esperó su respuesta. No pasó mucho tiempo antes de recibir un mensaje de él.

—Buen trabajo, Elena. Esto es exactamente lo que necesitamos. Mantén los ojos abiertos y sigue así. Confío en ti —respondió Don Ricardo.

Justo cuando Elena pensaba que podría descansar, recibió un mensaje inesperado en su teléfono.

—Elena, me encantó conocerte esta noche. ¿Te gustaría unirte a mí mañana en otra partida? Esta vez, serás mi compañera. Quiero que seas una distracción para los otros jugadores. Te pagaré bien. —Alexei.

Elena leyó el mensaje con una mezcla de sorpresa y preocupación. Sabía que aceptar la invitación podría abrirle más puertas para obtener información, pero también sería extremadamente peligroso.

Antes de responder, decidió comunicarle la situación a Damián. Encendió su portátil y abrió el programa de encriptación.

—Damián, estoy de vuelta. La misión fue un éxito. He recopilado toda la información sobre las operaciones de la mafia rusa —escribió Elena, enviando el mensaje.

Unos segundos después, la respuesta de Damián llegó.

—Me alegra saber que estás bien. Cuéntame todo lo que descubriste —respondió Damián, pero Elena podía sentir la tensión en sus palabras.

Elena comenzó a relatar los detalles de la operación, describiendo las rutas de tráfico y los contactos clave que había identificado. Pero sabía que había algo más que necesitaba discutir.

—Damián, hay algo más que quiero contarte. Alexei... Alexei intentó seducirme esta noche. Me siguió al baño y me acorraló en el descansillo. Fue... muy intenso —escribió, sintiendo la necesidad de ser completamente honesta.

El mensaje de Damián tardó un poco más en llegar, y cuando lo hizo, la preocupación y los celos eran palpables.

—¿Te hizo algo? ¿Estás bien? —respondió, su tono urgente.

—Estoy bien. Logré rechazarlo, pero fue difícil. Hay algo en él que me hace sentir cosas que no debería. Pero te prometo que no pasó nada más allá de eso —escribió Elena, tratando de calmarlo.

Hubo una pausa antes de que Damián respondiera de nuevo.

—Elena, no puedo soportar la idea de que ese tipo esté cerca de ti, intentando algo. Me muero de celos cada vez que pienso en él. Sé que estás haciendo esto por la misión, pero duele saber que alguien más podría acercarse a ti de esa manera —confesó Damián, su vulnerabilidad clara en sus palabras.

Elena sintió un nudo en el estómago. Sabía lo difícil que debía ser para Damián escuchar todo esto y no poder hacer nada al respecto.

—Damián, entiendo tus celos. Yo también los sentiría si estuvieras en mi lugar. Pero debes confiar en mí. Te amo, y todo lo que hago es por nosotros y por nuestra misión. Alexei no significa nada para mí, solo es una herramienta para obtener información —respondió Elena, queriendo asegurarlo.

—Lo sé, Elena. Confío en ti. Pero no puedo evitarlo. La idea de otro hombre acercándose a ti me vuelve loco. No quiero perderte —escribió Damián, sus palabras llenas de emoción.

Elena suspiró, sintiendo el peso de la situación. Quería estar con Damián, consolarlo y hacerle sentir seguro, pero sabía que debía mantenerse fuerte.

—No me vas a perder, Damián. Estamos en esto juntos, y al final, todo saldrá bien. Prometo mantenerme fuerte y no dejar que nada ni nadie se interponga entre nosotros —respondió Elena, con determinación.

Damián agradeció sus palabras, pero los celos seguían latentes.

Elena suspiró y miró el mensaje de Alexei una vez más antes de escribir su respuesta.

—Acepto. Nos vemos mañana. —escribió Elena, enviando el mensaje.

Se preparó mentalmente para la noche siguiente, sabiendo que cada día se adentraba más en un mundo peligroso y lleno de incertidumbres.

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