Capítulo 17: Atrapados en la red
Damián, con el corazón roto por la pelea con Elena, decidió ir a su casa a dejar la carta. Mientras caminaba hacia su apartamento, recordó que la noche anterior, en medio de risas y vino, Elena le había dado una llave de repuesto "por si acaso".
Al llegar, Damián se detuvo un momento frente a la puerta, respiró hondo y usó la llave para entrar. El apartamento estaba silencioso, con un aire de abandono. Caminó hacia la sala de estar, buscando un lugar donde dejar la carta. Mientras lo hacía, vio un papel en la mesa con una dirección escrita: el Hotel Ritz.
El corazón de Damián dio un brinco. Sabía que ese era el lugar donde Don Vittorio solía hospedarse y donde se llevaban a cabo las reuniones de la Camorra, partidas de póker ilegales y todo tipo de negocios turbios. Sin perder tiempo, guardó la carta en su bolsillo y salió corriendo del apartamento.
Damián corrió por las calles de Madrid, su mente llena de preocupación y miedo. Elena estaba en peligro, y él tenía que salvarla. Cada segundo contaba, y maldijo a sí mismo por no haberlo previsto.
Al llegar al lujoso Hotel Ritz, Damián entró rápidamente, su mirada buscando cualquier señal de Elena. Se dirigió al vestíbulo, donde un conserje lo detuvo.
—Señor, ¿puedo ayudarle? —preguntó el conserje, con cortesía.
—Estoy buscando a una amiga. Ella está en una reunión aquí, creo que con Don Vittorio —dijo Damián, tratando de mantener la calma.
El conserje lo miró con desconfianza, pero antes de que pudiera decir algo más, Damián vio a Doña Irene saliendo de una sala privada.
Damián se acercó rápidamente a Irene, su rostro lleno de determinación.
—Irene, ¿dónde está Elena? —preguntó, su voz urgente.
Irene se giró para mirarlo, una expresión de sorpresa y preocupación en su rostro.
—Damián, no deberías estar aquí —dijo, tratando de mantener la compostura.
Antes de que pudiera responder, Don Vittorio salió de la sala, con una sonrisa maliciosa.
—Alessio, qué sorpresa verte aquí. Parece que has llegado tarde —dijo Don Vittorio, con un tono burlón.
Damián sintió una ola de furia y desesperación.
—¿Dónde está Elena? —demandó, sus manos temblando de rabia.
Don Vittorio se rió suavemente, disfrutando de la situación.
—Oh, Elena ya se ha ido. Tenía mucho en qué pensar después de nuestra pequeña charla. Le ofrecí una oportunidad que no podía rechazar —dijo, sus ojos brillando con malicia.
Damián no podía creer lo que estaba escuchando. Todo su mundo parecía desmoronarse.
—Estás mintiendo. Elena nunca aceptaría tu oferta —dijo, su voz quebrándose.
—¿De verdad? ¿Estás tan seguro de eso? Tal vez no la conoces tan bien como crees, Alessio. Después de todo, no eres más que un peón en este juego —respondió Don Vittorio, su tono despreciativo.
Irene intentó intervenir, pero Don Vittorio levantó una mano para detenerla.
—No te preocupes, Irene. Alessio está a punto de aprender una lección valiosa sobre la lealtad y el poder —dijo, mirando fijamente a Damián.
Damián sintió una mezcla de desesperación y furia. No podía permitir que Elena cayera en las garras de Don Vittorio.
—No me rendiré, Vittorio. Haré lo que sea necesario para protegerla y desmantelar tu imperio —dijo, con una determinación renovada.
Damián salió del hotel a toda prisa, su mente trabajando a toda velocidad. Tenía que encontrar a Elena antes de que fuera demasiado tarde. Decidió ir a los lugares donde sabía que podría encontrarla: su apartamento, su lugar favorito en el parque, y la cafetería donde solía relajarse.
Cada lugar estaba vacío, aumentando su ansiedad.
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