Capítulo 15: El primer vals
El sábado amaneció soleado en Madrid, una invitación para relajarse y dejar de lado las preocupaciones. El equipo había acordado tomarse el fin de semana libre para recargar energías antes de la siguiente fase de su misión. Sin embargo, Elena no podía sacarse el tema de la cabeza. Aislada en su apartamento, se dedicó a revisar los documentos que habían recuperado. La obsesión por la verdad la consumía.
La tarde avanzaba lentamente. Elena, con una taza de café en la mano, repasaba una vez más las pruebas que vinculaban a políticos con la Camorra. No se daba cuenta de cómo el tiempo pasaba.
Cerca de las cinco de la tarde, el timbre de la puerta sonó, sacándola de sus pensamientos. Al abrir, encontró a Damián en la entrada, cargado con bolsas de alimentos y un par de botellas de vino.
—¿Qué estás haciendo aquí, Damián? —preguntó, sorprendida, pero sin poder evitar sonreír.
—Vine a salvarte de una tarde aburrida y solitaria. Una dama no debe pasar la noche de un sábado sola, y yo me encargaré personalmente de que no lo hagas —respondió Damián, con una sonrisa pícara.
Elena intentó mantenerse seria, pero no pudo evitar sonreír.
—Está bien, entra. No puedo decir que no a una cena bien preparada —dijo, haciéndose a un lado para dejarlo pasar.
Damián entró con confianza y llevó las bolsas a la cocina. Mientras comenzaban a desempacar los alimentos, la atmósfera se llenó de una mezcla de anticipación y tensión.
—¿Qué vamos a cocinar? —preguntó Elena, mirando las bolsas.
—Pensé en algo sencillo pero delicioso. ¿Qué te parece pasta al pesto con una ensalada fresca? Y de postre, tiramisú —dijo Damián, sacando los ingredientes.
Elena sonrió, apreciando la elección.
—Me parece perfecto. Espero que seas tan buen cocinero como dices —dijo, burlándose ligeramente.
—Solo hay una manera de averiguarlo —respondió Damián, con un guiño.
La cocina pronto se llenó de aromas deliciosos y risas. Elena se ocupó de lavar y cortar las verduras mientras Damián se encargaba de la pasta y el pesto.
—¿Sabes? No soy tan malo con el cuchillo —dijo Damián, mostrando sus habilidades al picar ajo.
—Impresionante, señor chef —respondió Elena, riendo.
Damián se acercó para mostrarle la textura perfecta del pesto, sus manos rozando las de ella.
—¿Qué te parece? —preguntó, sus ojos encontrando los de ella.
Elena sintió una corriente eléctrica a través de su piel.
—Perfecto, chef Damián —dijo, intentando mantener la compostura.
La cena se convirtió en una danza de miradas furtivas, roces accidentales y risas compartidas. La tensión entre ellos era palpable, y cada momento juntos parecía acercarlos más.
Finalmente, se sentaron a la mesa, con las velas encendidas y el vino servido. La pasta al pesto resultó ser deliciosa, y ambos disfrutaron de la comida y la compañía.
—Brindo por la buena compañía y la buena comida —dijo Damián, levantando su copa.
—Y por un poco de descanso en medio de tanto caos —añadió Elena, chocando su copa con la de él.
El vino fluía, y con él, las risas y las conversaciones se volvieron más relajadas y abiertas.
—¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? —preguntó Damián, sus ojos brillando con diversión.
—¿Cómo olvidarlo? Pensé que eras el típico arrogante que solo quería llamar la atención —respondió Elena, riendo.
—¿Y ahora qué piensas? —preguntó Damián, acercándose un poco más.
Elena lo miró fijamente, su corazón latiendo más rápido.
—Que sigues siendo un poco arrogante, pero también alguien en quien puedo confiar... a veces —respondió, sonriendo.
Después de la cena, se trasladaron al sofá con las copas de vino en la mano. La conversación fluyó con facilidad, y la distancia entre ellos se acortó.
—Nunca pensé que encontraría a alguien como tú en medio de todo este caos —dijo Damián, su voz suave y sincera.
Elena sintió el calor de su mirada y la sinceridad en sus palabras.
—Y yo nunca pensé que permitiría a alguien entrar en mi vida de esta manera —respondió, susurrando.
Damián se inclinó, sus labios a centímetros de los de ella.
—Elena, no puedo evitar sentir esto por ti. No quiero que pienses que todo ha sido una mentira. Mis sentimientos por ti son reales —dijo, con voz temblorosa.
Elena sintió su corazón acelerarse. La tensión entre ellos era casi tangible, y finalmente, cerró la distancia entre ellos, besándolo con pasión.
El beso fue el inicio de una conversación más profunda. Se quedaron en el sofá, hablando y riendo, mientras la botella de vino se vaciaba lentamente. Elena se dio cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía realmente relajada y feliz.
—Sabes, Damián, no pensé que podríamos llegar a este punto después de todo lo que ha pasado —dijo Elena, apoyando la cabeza en su hombro.
—Tampoco yo, Elena. Pero aquí estamos, y no cambiaría nada de esta noche —respondió Damián, acariciando suavemente su brazo.
Elena levantó la cabeza y lo miró a los ojos. Se perdió en su mirada durante unos segundos, sintiendo cómo una conexión profunda se establecía entre ellos. De repente, una sonrisa traviesa apareció en su rostro.
—Damián, ¿sabes bailar? —preguntó, levantándose y extendiendo su mano.
Damián la miró sorprendido, pero luego sonrió y tomó su mano.
—No soy un experto, pero puedo intentarlo —respondió, poniéndose de pie.
Elena encendió la música y una melodía suave comenzó a llenar la habitación. Se acercaron, y Damián la tomó de la cintura mientras ella apoyaba una mano en su hombro. Comenzaron a moverse al ritmo de la música, sus cuerpos sincronizados en un baile improvisado.
—No lo estás haciendo nada mal, señor chef —dijo Elena, mirándolo con admiración.
—Gracias, señorita detective. Tú tampoco estás nada mal —respondió Damián, con una sonrisa.
La música continuó, y sus movimientos se volvieron más fluidos y naturales. Se sentían como si estuvieran en una burbuja, ajenos al mundo exterior. Cada paso, cada giro, los acercaba más, y la tensión entre ellos se volvía más intensa.
De repente, Damián hizo un movimiento inesperado, levantando a Elena en el aire y girándola. Elena rió sorprendida, disfrutando del momento.
—¡Cuidado, Damián! No sabía que tenías estos movimientos ocultos —dijo, riendo.
—Tengo muchos talentos ocultos, Elena. Solo necesitas darme la oportunidad de mostrártelos —respondió Damián, bajándola suavemente.
Elena sintió una ola de emoción al escucharlo. Se dieron cuenta de que estaban más cerca que nunca, sus rostros a solo unos centímetros de distancia. Sus respiraciones se mezclaban, y la química entre ellos era innegable.
—Damián... —susurró Elena, sin saber cómo continuar.
—Elena, no puedo ocultar lo que siento por ti. Esta noche ha sido increíble, y no quiero que termine —dijo Damián, su voz llena de emoción.
Elena lo miró a los ojos y vio la sinceridad en su mirada. Sentía lo mismo, pero aún tenía miedo de abrirse completamente después de todo lo que habían pasado.
—Yo también siento lo mismo, Damián. Pero necesito tiempo. Todo esto es nuevo para mí, y no quiero apresurarlo —respondió, con voz suave.
Damián asintió, comprendiendo sus palabras.
—Lo entiendo, Elena. No quiero presionarte. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, y que no voy a ninguna parte —dijo, con ternura.
Elena sonrió y se acercó para besarlo nuevamente, esta vez de manera más suave y lenta. Disfrutaron del momento, dejando que sus sentimientos fluyeran sin prisa.
Finalmente, se separaron y se sentaron nuevamente en el sofá. La música seguía sonando de fondo, y ambos se sentían más conectados que nunca.
—¿Sabes, Damián? Creo que esta es una de las mejores noches que he tenido en mucho tiempo —dijo Elena, recostándose en su pecho.
—Para mí también, Elena. Y espero que tengamos muchas más noches como esta —respondió Damián, acariciando su cabello.
Elena cerró los ojos y suspiró, disfrutando de la calidez de su abrazo. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía relajarse y confiar en alguien.
La noche continuó, y mientras hablaban y reían, Elena se dio cuenta de que sus sentimientos por Damián eran más fuertes de lo que había pensado. Aunque aún tenía miedo de abrirse completamente, sabía que estaba dispuesta a intentarlo.
—Damián, gracias por estar aquí esta noche. Realmente lo necesitaba —dijo Elena, mirando sus ojos.
—No tienes que agradecerme, Elena. Estoy aquí porque quiero estar contigo, y siempre estaré a tu lado —respondió Damián, con una sonrisa.
Elena sintió una oleada de emoción y se acurrucó más cerca de él. La noche avanzaba, y mientras el vino seguía fluyendo, sus conversaciones se volvían más profundas y significativas.
—Damián, ¿alguna vez te has sentido tan perdido que no sabías si podrías encontrar el camino de vuelta? —preguntó Elena, su voz llena de vulnerabilidad.
Damián la miró y asintió.
—Sí, Elena. Muchas veces. Pero siempre he encontrado la manera de seguir adelante. Y ahora, contigo, siento que finalmente he encontrado mi camino —respondió, con sinceridad.
Elena sonrió y le dio un suave beso en la mejilla.
—Gracias por decir eso, Damián. Significa mucho para mí —dijo, con voz suave.
La noche continuó, y mientras el vino seguía fluyendo, sus conversaciones se volvían más profundas y significativas.
—Damián, cuéntame más sobre tu infancia. ¿Cómo era crecer con Giovanni? —preguntó Elena, curiosa por conocer más sobre su pasado.
Damián sonrió, recordando a su hermano.
—Giovanni era un tipo increíble. Siempre fue el más valiente y decidido de los dos. Recuerdo una vez, cuando éramos niños, que se enfrentó a un grupo de chicos que estaban acosando a un compañero de clase. No dudó en defenderlo, aunque eso significara meterse en problemas —dijo Damián, con nostalgia en su voz.
Elena lo escuchó atentamente, imaginando la escena.
—Parece que era un verdadero héroe. Debe haber sido difícil perderlo —dijo, con suavidad.
Damián asintió, su expresión se ensombreció por un momento.
—Sí, lo fue. Pero su valentía y determinación me inspiran cada día. Siento que debo seguir su legado y hacer lo correcto, aunque a veces sea difícil —respondió, con firmeza.
Elena sintió una oleada de ternura por Damián y lo abrazó con más fuerza.
—Estoy segura de que Giovanni estaría orgulloso de ti. Has demostrado ser un hombre valiente y noble, Damián —dijo, con sinceridad.
Damián la miró a los ojos y sonrió.
—Gracias, Elena. Eso significa mucho para mí —respondió, con gratitud.
Elena sintió cómo su conexión con Damián se hacía más fuerte con cada palabra y gesto. Sabía que aún quedaban muchas cosas por resolver y desafíos por enfrentar, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba sola.
—Damián, ¿te quedas esta noche? No quiero estar sola —preguntó, con voz tímida.
Damián la miró con ternura y asintió.
—Claro que sí, Elena. Me quedaré contigo. No tienes que enfrentarlo todo sola —respondió, con firmeza.
Elena sintió una oleada de alivio y se recostó nuevamente en su pecho. La noche continuó, y mientras el vino seguía fluyendo, sus conversaciones se volvían más profundas y significativas.
Finalmente, el cansancio comenzó a hacer mella en ellos, y decidieron irse a dormir. Se dirigieron a la habitación, y Elena se acurrucó junto a Damián, sintiendo una paz que no había sentido en mucho tiempo.
—Buenas noches, Damián. Gracias por todo —dijo Elena, con voz suave.
—Buenas noches, Elena. Siempre estaré aquí para ti —respondió Damián, con ternura.
Elena cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño, sintiéndose segura y amada. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero con Damián a su lado, sentía que podía enfrentar cualquier cosa.
La mañana siguiente, Elena se despertó con el primer rayo de sol que se filtraba por la ventana. Por un momento, todo parecía perfecto. Pero al girar la cabeza y ver a Damián durmiendo a su lado, la realidad la golpeó de nuevo.
Se levantó lentamente, intentando no despertarlo, y fue a la sala de estar. Su corazón se hundió al ver el escritorio vacío. Los documentos y todas las pruebas que habían guardado y que iban a exhibir públicamente habían desaparecido.
Un nudo de pánico y furia se formó en su pecho. Corrió de vuelta a la habitación, sacudiendo a Damián para despertarlo.
—¡Damián, despierta! Los documentos han desaparecido —gritó, con la voz temblorosa.
Damián se despertó sobresaltado, sus ojos aún llenos de sueño.
—¿Qué? ¿Qué pasó? —preguntó, confuso.
—¡Los documentos! ¿Dónde están? —dijo Elena, su voz llena de desesperación y rabia.
Damián se levantó de un salto, pero Elena lo empujó hacia la puerta.
—¡Lárgate! Esto es todo un plan tuyo, ¿verdad? Todo este tiempo has estado jugando conmigo —gritó, las lágrimas rodando por sus mejillas.
—Elena, no. No he sido yo. Te lo juro. No haría algo así —dijo Damián, tratando de calmarla.
—¡Basta! ¡Lárgate de mi casa ahora! —gritó Elena, empujándolo hacia la puerta.
Justo cuando Damián estaba a punto de responder, el teléfono de Elena comenzó a sonar. Ambos se quedaron quietos, mirando el teléfono que vibraba en la mesa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro