Capítulo 13: Sombras en el fuego
Damián regresaba al refugio con una determinación firme. Sabía que debía hablar con Elena y contarle la verdad sobre su misión y su verdadero nombre. Había llegado el momento de ser completamente honesto. El camino de vuelta se le hizo eterno, cada paso que daba sentía que el peso de sus mentiras aumentaba.
Al llegar, encontró el refugio inusualmente silencioso. Los demás miembros del equipo habían salido a realizar tareas de vigilancia e investigación, dejándolos solos. Al entrar en la sala de planificación, vio a Elena, quien lo miraba con una mezcla de furia y dolor. La tensión en el aire era palpable.
—Elena, necesito hablar contigo. Hay algo importante que debo decirte —comenzó Damián, con voz seria.
—¡No quiero oírlo, Damián! —gritó Elena, interrumpiéndolo. —He encontrado esto en los documentos. ¿Creías que no lo descubriría? —dijo, lanzando un montón de papeles sobre la mesa.
Damián recogió los documentos y vio que eran registros que revelaban su verdadero nombre, Alessio. Elena había descubierto que Damián no era quien decía ser.
—Elena, déjame explicarte. No es lo que piensas —intentó decir Damián, su voz llena de desesperación.
—¿No es lo que pienso? ¡Has estado mintiéndome desde el principio! —gritó Elena, con lágrimas en los ojos.
—Sí, te mentí, pero las cosas han cambiado. Mis sentimientos por ti son reales. No puedo seguir ocultando esto —respondió Damián, tratando de acercarse a ella.
—¿Cómo puedo confiar en ti ahora? ¿Cómo sé que no volverás a mentirme? —preguntó Elena, retrocediendo, su voz quebrada por la mezcla de furia y traición que sentía.
Antes de que Damián pudiera responder, un fuerte olor a humo llenó la habitación. Miraron alrededor y vieron llamas comenzando a rodear el refugio. Un miembro de la Camorra había prendido fuego al lugar y los había encerrado dentro. Las llamas crecían rápidamente, alimentadas por el combustible disperso estratégicamente.
—¡Tenemos que salir de aquí! —gritó Damián, corriendo hacia la puerta.
La puerta estaba bloqueada desde afuera. En el suelo, encontraron una nota que decía: "Los traidores deben morir."
Elena y Damián sintieron el pánico apoderarse de ellos, pero sabían que debían actuar rápido. El calor era sofocante, y el humo comenzaba a llenar sus pulmones, haciéndolos toser y dificultando la respiración.
—Por aquí, rápido —dijo Damián, llevándola hacia una puerta trasera.
La puerta trasera también estaba bloqueada, pero había una pequeña ventana alta que no había sido alcanzada por el fuego. El humo se volvía más denso, dificultando la respiración y la visibilidad. Las llamas rugían como bestias hambrientas, devorando todo a su paso.
—Sube a mis hombros. Puedes salir por ahí y luego ayudarme a salir —dijo Damián, arrodillándose para que Elena pudiera subir.
Elena subió rápidamente y logró abrir la ventana. Con esfuerzo, logró salir y luego ayudó a Damián a subir. Justo cuando Damián estaba a punto de salir, una viga en llamas cayó cerca de ellos, bloqueando parcialmente la ventana.
—¡Vamos, Damián! ¡Tienes que salir! —gritó Elena, tirando de él con todas sus fuerzas.
Damián usó todas sus fuerzas para empujarse hacia arriba, sus músculos ardiendo por el esfuerzo. El calor era casi insoportable, y el humo les hacía lagrimear los ojos. Finalmente, Damián logró salir por la ventana y ambos cayeron al suelo afuera, tosiendo y jadeando por el humo. Sus cuerpos temblaban por la adrenalina y el miedo.
Miraron el refugio en llamas, el hogar que habían conocido durante tanto tiempo, ahora reducido a escombros. Sabían que habían tenido suerte de escapar con vida.
Elena decidió llevar a Damián a su casa. A pesar de todo, sabía que no podían quedarse en la calle y que necesitaban un lugar seguro.
—Ven conmigo. No podemos quedarnos aquí —dijo Elena, sin mirarlo, todavía herida por la traición.
Damián asintió, siguiéndola en silencio. Durante el trayecto, ambos permanecieron en un silencio tenso, solo roto por sus respiraciones entrecortadas y el eco de sus pasos apresurados.
En la casa de Elena, después de haber tomado una ducha y cambiado de ropa, se sentaron en la sala. Elena, con los brazos cruzados, miraba a Damián fijamente. La tensión entre ellos era palpable.
—Esta es tu última oportunidad, Damián. O Alessio, como sea que te llames. Si vuelves a mentirme, te perderé para siempre. Así que, ahora, dime la verdad —dijo Elena, su voz firme, pero temblorosa.
Damián respiró hondo, sabiendo que no podía ocultar nada más.
—Mi verdadero nombre es Alessio. Me acerqué a ti porque la Camorra me lo encomendó. Al principio, te veía como una herramienta, alguien que podía manipular para alejarte de la verdad. Pero a medida que te conocí, todo cambió. Me di cuenta de que no podía seguir mintiéndote —confesó, con voz temblorosa.
Elena lo miró fijamente, esperando más. Sus ojos eran dos pozos de incertidumbre y dolor.
—Mi hermano, Giovanni, fue asesinado por la Camorra. Él intentaba desmantelar la organización desde dentro. Después de su muerte, me infiltré en la Camorra con el mismo objetivo. Cuando Don Ricardo me pidió que me acercara a ti, vi una oportunidad. Pensé que podrías estar desesperada por saber la verdad y que podría usar eso a mi favor. Pero me equivoqué. No contaba con que me importaras tanto —continuó Damián, con lágrimas en los ojos.
Elena permaneció en silencio por un momento, procesando todo lo que había escuchado. Finalmente, habló.
—Entiendo por qué hiciste lo que hiciste. Pero no puedo olvidar que me mentiste. Va a tomar tiempo reconstruir mi confianza en ti. Pero estoy dispuesta a intentarlo, si tú estás dispuesto a ser completamente honesto conmigo —dijo Elena, con voz suave pero firme.
Damián asintió, sintiendo una oleada de alivio y miedo. La posibilidad de perderla lo asustaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
—Prometo que nunca volveré a mentirte. Haré todo lo posible por ganar tu confianza de nuevo —dijo Damián, sinceramente.
La noche había sido larga y llena de emociones, pero ambos sabían que habían dado un paso importante. La confianza tendría que ser reconstruida, pero estaban dispuestos a luchar juntos.
—Gracias, Elena. No sabes cuánto significa esto para mí —dijo Damián, tomando su mano con cuidado, temeroso de que un movimiento brusco la hiciera retroceder.
—Vamos a superar esto, juntos. Pero recuerda, esta es tu última oportunidad —respondió Elena, apretando suavemente su mano, sintiendo una chispa de esperanza.
La tensión entre ellos era palpable, cada palabra cargada de emociones no dichas. Se miraron fijamente, sintiendo la cercanía y el deseo de estar más unidos. Pero también sentían el peso de las mentiras y traiciones pasadas.
—Elena, realmente lo siento. Nunca quise hacerte daño. Solo quería protegerte... y protegerme a mí mismo —dijo Damián, su voz apenas un susurro, reflejando su arrepentimiento.
—Damián, yo... también te necesito. Pero no puedo cruzar esa línea ahora. No hasta que recobre mi confianza en ti —respondió Elena, acercándose lentamente, sintiendo la lucha interna entre el deseo y la necesidad de mantener su distancia.
Sus rostros estaban a centímetros de distancia. Ambos sentían la fuerza de la atracción entre ellos, pero también la barrera de la confianza rota.
—Lo entiendo, Elena. Haré lo que sea necesario para demostrarte que puedes confiar en mí —dijo Damián, su respiración acelerada, con la esperanza y la desesperación mezclándose en su mirada.
Elena cerró los ojos por un momento, sintiendo la cercanía de Damián, deseando tanto romper esa barrera, pero sabiendo que no era el momento adecuado.
—Dormirás en el sofá esta noche —dijo Elena, dando un paso atrás, su voz firme pero cargada de emociones.
Damián asintió, aceptando su decisión. Sabía que era un paso hacia adelante, aunque pequeño.
—De acuerdo. Buenas noches, Elena —dijo, con una mezcla de esperanza y resignación.
Elena se dirigió a su habitación, pero antes de entrar, se volvió hacia Damián.
—Buenas noches, Damián. Gracias por ser honesto conmigo —dijo, antes de cerrar la puerta, dejando un leve rastro de esperanza en el aire.
Damián se recostó en el sofá, sintiendo la tensión y la esperanza en el aire. Sabía que el camino hacia la redención y la confianza sería largo y difícil, pero estaba dispuesto a recorrerlo, por ella y por su misión.
A la mañana siguiente, Elena y Damián se despertaron temprano. Aunque estaban agotados por la falta de sueño y las emociones del día anterior, sabían que la lucha contra la Camorra no podía detenerse.
—Tenemos mucho trabajo por delante. No podemos permitirnos descansar —dijo Elena, mientras preparaba café en la pequeña cocina.
Damián asintió, observándola en silencio. Admiraba su fuerza y determinación, pero también sentía el peso de su traición.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro