11 | Alterar mi mundo
29 de Julio de 2019
Llevo casi media hora en la misma posición.
Con las manos sobre mi estómago y la vista clavada en el techo. Sé que debo prepararme para ir a la oficina —y que si no me doy prisa, llegaré tarde—, pero no tengo ganas de enfrentarme a la situación. ¿Y si mando un correo avisando que no me encuentro bien? Físicamente lo estoy, pero la mente ya es otra cosa.
No he parado de martirizarme todo el fin de semana. Una y otra vez me echaba la culpa por no retener mis impulsos y acudir a casa de Lander. Por una simple foto ahora me hallo en esta encrucijada tan... extraña. Si se puede definir así. A Carla, por el contrario, le resulta divertido.
—¿No piensas moverte?
Niego con la cabeza, y me permito echar una leve mirada en su dirección.
—Di que he cogido el virus más peligroso del mundo.
No la veo, porque mis ojos vuelven a estar fijos en el techo, pero escucho sus risas por toda la habitación.
—Sueña si piensas que colará. Mueve el culo de la cama y arréglate —dice, antes de alejarse de mi cuarto.
Me quedo sola de nuevo, junto con mis pensamientos. Tras varios minutos en la misma posición, decido que es momento de enfrentar la situación. No puedo pasarme el día entero metida en la cama, además, debo ir al trabajo, por lo que es absurdo atrasarlo. Tarde o temprano me tocará acudir.
En cuanto entro en la cocina a prepararme el desayuno, aprecio que Carla ya está vestida. No suele levantarse con tanto entusiasmo, pero seguro está muerta de ganas por llegar a la oficina y ver mi reacción cuando me tope con Lander. Es de ser mala amiga. Resoplo mientras vierto la leche en el cuenco y añado los cereales. Hoy he modificado un poco mi menú.
—No se te ve muy contenta. —Descansa sus brazos sobre la encimera y apunta mi cara.
—No lo estoy —bufo, y me meto una cucharada en la boca.
Se encoge de hombros, restando importancia a mi humor.
—Le das muchas vueltas a las cosas. ¿Te da miedo ir porque ese chico te atrae?
Me conoce demasiado bien. Lander despierta en mí emociones... intensas. Claro que está bueno, pero voy más allá. Su personalidad es arrolladora, no tiene problema en soltar lo que piensa, y aunque me gusta la gente directa, también me asusta. Ha descubierto que la fotografía es algo importante para mí, pero no puedo explicarle por qué ya no disfruto como antes.
Las fotos me trasladan al pasado, a mi vida anterior.
A mi madre.
—Lander puede alterar mi mundo en muchos sentidos —Mis palabras rebosan sinceridad—. Eso me asusta, Carla. Todavía guardo dolor dentro de mi corazón.
Sus ojos muestran comprensión.
—A veces es mejor compartir ese dolor con otra persona para que la carga sobre tus hombros no pese tanto.
☆
Carla pulsa el botón de la segunda planta sin borrar la sonrisa de su rostro. Mi pie golpetea contra el suelo del ascensor, señal de que estoy nerviosa. Cualquiera diría que me voy a la guerra a librar la peor batalla de mi vida. De un momento a otro nos detenemos y las puertas se abren.
Permanezco varios segundos dentro, temiendo salir, así que Carla termina por tirar de mí. Con resignación me dejo guiar.
—Cambia tu actitud, Estela —me advierte—. Como Olimpia te vea con esa cara de perros se va a cabrear.
Tiene razón.
Asiento, dispuesta a tomarme el día de otra manera. Se supone que soy una persona adulta capaz de enfrentar situaciones complicadas. He vivido cosas más duras que esta. Carla alza la mano a modo de despedida y yo me encamino hacia mi despacho. Por el pasillo me cruzo con Valeria, pero anda tan concentrada, que ni se percata de mi presencia.
Trago saliva antes de girar el picaporte. Todavía existe una pequeña parte dentro de mí que desea no ver a Lander, pero esa gota de esperanza se esfuma en el aire cuando contemplo al artista de las redes sentado frente a mi escritorio. Está de espaldas, pero en cuanto me escucha entrar, voltea en mi dirección. Miles de recuerdos se abren paso en mi cabeza.
«Persona adulta» me repito.
Ocupo mi silla, con calma. Durante los siguientes segundos, un silencio se instaura en mi despacho. Ninguno hace el intento de romperlo. Lander observa cada uno de mis movimientos. Creo que espera a que tome la iniciativa. Carraspeo, haciendo tiempo para encontrar las palabras adecuadas.
—Bien —digo—. ¿Por dónde empezamos?
Se recoloca en su silla e inclina su cuerpo en mi dirección. Las comisuras de su boca se alzan en una sonrisa demasiado tentadora.
—¿Dónde lo dejamos el otro día? —propone.
Sin duda debí quedarme en la cama. Maldita Olimpia. Maldita Carla. Y maldito Murphy que me la tiene jurada.
—Continúa soñando, Lander.
Estalla en carcajadas. Pese a que no quiero seguir su juego, me termino uniendo. Se apoya en mi escritorio, cruzándose de brazos. Por un segundo borra la sonrisa y torna el gesto serio. El corazón se me acelera.
—¿Qué insinúas, Estela? —pregunta, inocente—. Yo me refería al día que viniste a mi estudio a tomar las fotografías.
Me guiña un ojo y entonces sé que me está vacilando.
Se recuesta de nuevo en su silla y la sonrisa inunda su rostro. Siento unas ganas terribles de estamparle el portafolio en su cara para borrar esa alegría. Lander me irrita. Tiene la capacidad de revolucionar mis emociones con una facilidad increíble y eso también me asusta. No quiero darle ese poder.
Estudio sus rasgos con detalle, y mis ojos se pierden en sus pecas. Tengo la tentación de rozarlas con las yemas de mis dedos. Tampoco paso por alto el hoyuelo que nace en la comisura derecha de su boca. Ni sus rizos alborotados que encajan tan bien con su personalidad despreocupada. Me sumerjo en el azul de sus ojos y mi estómago se remueve. Aparto de inmediato la mirada.
Carla tiene razón, Lander me atrae.
Y eso sólo puede traerme problemas.
¡Hola!
Sé que hoy no tocaba capítulo de esta historia, pero he cambiado un poco el calendario de actualizaciones (en mi instagram lo tenéis).
A Estela le atrae Lander... ¿Cómo terminará todo esto?
Las indirectas vuelan como cuchillos. ¿Quién moverá la siguiente ficha?
Mil gracias por darle una oportunidad a esta novela. Os adoro 💙
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