08 | Futuro incierto
19 de Julio de 2019
Seis días exactos lleva guardada en un cajón la carta de mi padre.
Mentiría si dijera que no he sentido curiosidad por saber qué pone, pero el miedo es mucho más fuerte. Mis ojos viajan una y otra vez de la pantalla del ordenador hasta él. Estiro el brazo con la intención de abrirlo, pero al momento me arrepiento. No estoy preparada.
—¿Aún no la has leído?
La voz de Carla me sorprende. Volteo en la silla y la encuentro junto a la puerta, apoyada en el marco. Viste ropa de deporte y tiene el pelo recogido en una coleta. Empezó a correr hace un par de años y ahora lo considera vital en su día a día. Yo solía ir varios días a la semana a nadar, tras el accidente perdí las ganas.
—Me da miedo lo que pueda encontrar —digo.
Suspira, y ahí está de nuevo esa sensación de culpa.
—No te lo tomes a mal, Estela, pero creo que necesitas leerla. Siento que te puede ayudar a pasar página.
Cada palabra se clava en lo más profundo de mi ser. El problema es que no sé si quiero pasar página. ¿Qué tendré después? ¿Es absurdo anhelar algo que perdiste y ansiar recuperarlo algún días, aun sabiendo que eso no sucederá? Es frustrante. A veces siento que estos pensamientos no desaparecerán nunca. Mi padre parece que está avanzando.
Yo, en cambio, permanezco anclada en el pasado.
—¿Y si me duele? —pregunto, dudosa.
—Te va a doler, pero es mejor que ese dolor no se te quede incrustado ahí. —Señala mi corazón.
Por una vez, y a pesar de que el miedo me retiene, le hago caso a Carla. Quizá me sirve para liberarme.
—Gracias —murmuro. Ella asiente y antes de abandonar mi habitación pronuncia un «Ánimo» que logra disminuir mis nervios.
Observo de nuevo el cajón y armándome de valor, lo abro.
Cuando mis dedos rozan el papel, miles de recuerdos cruzan por mi mente. La noche del accidente. La tumba de mi madre. La mirada perdida y vacía de mi padre. Pero sobre todo, el sonido de mi corazón rompiéndose en mil pedazos, como si alguien estuviera machacándolo sin parar.
5 de Junio de 2019
Hola, Estela
Me ha costado meses sentarme a escribir esta carta. Cada vez que agarraba el bolígrafo y mis manos rozaban el papel en blanco, la angustia invadía mi cuerpo y sólo deseaba meterme en la cama y que la vida se detuviera para siempre, llevándose todo rastro de dolor.
Perder a tu madre fue una tortura. Hace cinco meses mi mundo se vino abajo y desde entonces todo empeoró. Soy consciente de que tengo un problema y aún queda mucho camino por recorrer, pero por primera vez en mucho tiempo puedo decir que estoy... mejor. No quiero perderte también a ti, hija.
Voy a luchar por salir adelante, te pido que hagas lo mismo. Tu madre no querría vernos hundidos, ahora lo sé. No te rindas y lucha por tus sueños. Sé que la fotografía es tu pasión, Estela. Cuentas con todo mi apoyo.
Te quiere mucho,
tu padre
No sé en qué punto de la carta he comenzado a llorar. Mis dedos rozan las últimas palabras de mi padre y siento una presión en el pecho. Más leve que en otras ocasiones. Algunos recuerdos son como una bomba imposible de desactivar. Pensar en el accidente es caer en un pozo vacío, pero a la vez tan lleno de oscuridad.
Doblo la carta y vuelvo a guardarla en el cajón. Tampoco puedo decir que estoy bien del todo, pero noto cierto alivio. Salgo de mi cuarto y me encamino al comedor. Por primera vez en mucho tiempo, cojo un álbum de la estantería sin que los recuerdos me superen. He dado un gran paso.
Ante mí se muestran las fotos de mi cumpleaños número dieciocho. Aquel día el cielo estaba cubierto de nubes. En la primera imagen aparecen mis padres, tomados de la mano y con el Palacio de Cristal de fondo. Siempre creí que ese lugar era mágico. La última vez que estuve fue tras el accidente. Me paré durante minutos frente a él, cerré los ojos y esperé a que me trajera de vuelta a mi madre .
Un corazón más roto fue lo único que conseguí.
De un momento a otro, escucho el sonido de la puerta y volteo.
—No vas a creerlo... —Se calla un segundo—. ¿Estás viendo un álbum? ¿Sin llorar?
A mí también me cuesta asimilarlo. Si no hubiera sido por la carta de mi padre, jamás se me habría ocurrido.
—Fue la carta... —digo—. Me ayudó a liberar el dolor.
Sonríe, pero su alegría no dura mucho. Su rostro se torna serio y eso me preocupa. ¿Significa que ha pasado algo malo? Tengo miedo de preguntar, así que dejo que sea ella la que hable. Se sienta en el sofá, junto a mí.
—Y esa carta... ¿Qué tanto sirve para el cabreo? —cuestiona.
—¿Por qué dices eso?
No tardo mucho en comprender a qué se refiere. Agarro mi móvil y abro mi cuenta de Instagram. Reviso las notificaciones y en los mensajes leo un "LanderUlloaArt te ha mencionado en su historia". Otra maldita vez. ¿Qué le ha dado a este chico con mis fotografías?
Carla golpea mi hombro. Bloqueo el móvil y lo alejo de mi vista.
—¿Qué vas a hacer? —pregunta con interés.
—Se me pasa por la cabeza plantarme en su casa y cantarle las cuarenta. Además —añado—, debí de borrarme la cuenta hace tiempo. No tengo ni material ni ganas para subir.
—¿A qué esperas?
La noto divertida con la situación. Por un segundo me arrepiento de mis palabras. Quizá he hablado antes de tiempo. Alza una ceja, animándome. El valor inicial desaparece poco a poco, y ya no lo tengo tan claro. Niego con la cabeza y me centro de nuevo en el álbum.
—Cobarde —murmura entre risas.
Abandona el salón y me quedo sola, con los miles de recuerdos de un pasado cargado de dolor y las preguntas de un futuro incierto. Quiero hablar con Lander, sí, pero no esta noche.
¡Hola!
Esta semana tenéis un capítulo extra. Como tengo bastante avanzada la novela quería traeros este pequeño regalo. Tal vez no sea el único domingo que lo haga 🤭
Al final Estela leyó la carta... ¿Realmente habrá liberado un poco de dolor?
¿Se presentará en casa de Lander?
¿Qué pasaría si lo hiciera?
El último capítulo y parte de este me han costado mucho, porque ahondan en temas más profundos y dolorosos. Pero a veces es necesario rozar la herida para que cicatrice.
Nos leemos el jueves que viene 🥰. No olvides dejar tu estrella y un comentario para motivarme 💙
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