Aunque la rabia comía mi alma en ese momento, mi rostro se mantuvo inexpresivo. Salí de la oficina sin perder los estribos, consciente de cada paso, pero con una carga enorme de dolor en el pecho. Al único lugar al cual podía volver era al campamento, una vez ahí, observando la felicidad de aquellas personas, la ira disminuyó.

Sentado en nuestra esquina al levantar mis ojos allí estaba ella, Samantha, caminaba hacia mí despacio con una cara de tristeza que no hizo más que empeorar mi ánimo. Se inclinó y me dio un ligero abrazo.

"Me acabo de enterar de lo que paso, esto es obra de Nicholas, ¿cierto?"

"Esa basura me mintió y me dijo que Byanka quería que repartiera esa ropa aquí en el campamento."

"Siendo sincera no me sorprende eso de Nicholas."

"Realmente no sé porque su odio hacia mí."

"Nicholas creció junto a personas de alta clase, relacionadas con la moda y piensa que el dinero lo compra todo y que se merece todo. Al tu ser un vagabundo sin hogar y sin dinero eres como un fenómeno para él y eso está mal."

"Ahora no sé qué hare, Sam."

"Yo sí, es una de las razones por las cuales estoy aquí."

"¿De qué hablas?" Ella lucía muy convencida de algún plan, yo estaba algo preocupado.

"Bueno, Byanka se fastidió porque la ropa que había seleccionado para una nueva campaña la habías repartido aquí en el campamento sin permiso. Para ella esto es dinero y tiempo perdido. Pero tengo la idea de utilizar a los vagabundos como campaña, una que nunca ha sido vista."

No esperaba aquello. Me mantuve callado un par de segundos y suspiré.

"No sé qué decirte, ¿realmente crees que funcione?"

"Claro que le gustara, hará que todos hablen de Black Diamond y, además, no nos costará ni un centavo. Soy la encargada del presupuesto y puedo asegurarlo."

Lo único que pude hacer, fue besarla. Sentí algo de felicidad y una enorme satisfacción al saber que estaba apoyándome.