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¿Qué deseos tienes para esta noche conmigo? (Cap 3)


Sara

Cuando Julio y yo entramos en Tropic Garden, el pub en el que hemos quedado, hacemos un barrido con la mirada para analizar la situación. La sala está distribuida en dos zonas: una donde está la barra y otra en la que hay mesas bajas y sofás. La iluminación está delegada en unos tubos leds de colores fluorescentes que forman palabras como «amor», «libre», «noche», «salvaje» y «sexo» y están distribuidos por las paredes como si fueran obras de arte. Huele a un ambientador con notas verdes que recuerda al perfume que desprenden las plantas, las hojas mojadas, las flores blancas... es una mezcla muy curiosa y agradable. Suena una música que parece tribal y, mientras Julio mira su móvil para ver si Marina le ha dicho algo, uso Shazam y descubro que está sonando «Eternal Dance» de Gabrielle Roth & The Mirrors. Lo bueno es que está a un volumen que permite hablar y mantener conversaciones.

Toda la decoración está basada en reproducir una pequeña selva muy verde y salvaje. Hay paredes llenas de enredaderas, plantas tropicales adornando todos los rincones y haciendo de separador entre las diferentes mesas. Hay incluso una bruma de humedad y perfume que cae de vez en cuando sobre algunos rincones donde hay plantas. Está bastante lleno y la media de edad no sabría situarla. Hay gente muy joven que debe rozar los veinte y parejas cuarentonas e incluso cincuentonas. Así que abarca todos los públicos.

—¿Ellos ya están aquí? —pregunto a Julio quien, sin soltarme, avanza hacia la barra.

—Me ha escrito Marina hace un momento, me ha dicho que nos esperaban para pedir. Mira, ahí están —comenta señalando hacia ellos, están en una de las mesas reservadas con sofás.

En cuanto llegamos a su lado, nos reciben con sonrisas y saludos cariñosos. Marina me abraza fugazmente mientras me da dos besos y su marido me vuelve a dar dos besos marcados, lentos y acompañados de su brazo rodeando mi espalda, acercándome sutilmente a su cuerpo. Lo tiene muy estudiado, lo hace con total naturalidad y cuando te das cuenta estás pegada a él.

—Bienvenidos, chicos —exclama Marina muy efusiva y nosotros le damos las gracias.

Nos sentamos en el sofá bajo que hay frente a ellos y pedimos una ronda de copas, se ríen un poco de mí cuando ven que me pido Malibú con piña. Llevo pidiendo ese combinado desde que empecé a beber y no me he cambiado por moda al gin-tonic porque no me gusta. Así que me sigo pidiendo el combinado que pedía cuando tenía dieciocho años. Soy fiel a las cosas que me gustan, ¿para qué cambiarlas? Sin embargo, me encanta explorar y conocer opciones nuevas. En ese sentido soy toda una contradicción. Esta noche gana el combinado conservador porque bastantes novedades y experiencias tendré con Iván y Marina, o eso espero.

Ellos se piden combinados más exóticos, en la carta de este sitio tienen de todo.

Hablamos con Marina e Iván un rato de cómo ha ido la semana, del trabajo de cada uno y Marina es la que da más envidia. Tiene vacaciones de verano casi igual que los niños, desde ahora hasta finales de agosto, lo que son prácticamente dos meses. Por el contrario, Iván, ahora es cuando tiene más trabajo. La demanda en el sector náutico crece exponencialmente en estos meses.

Nos sentimos muy cómodos con ellos. Pedimos una segunda ronda de copas. Me fijo en que nos ilumina una luz tenue y anaranjada que desprende la palabra «salvaje» que tenemos en la pared de nuestra izquierda.

No sé si es por el tono de la iluminación, por lo arreglados que están, por el cariz picante y travieso que va tomando la conversación entre bromas, o porque la noche tiene una influencia especial sobre mi percepción, pero me parecen aún más atractivos de lo que los consideré el domingo pasado al conocerlos.

—Chicos, ¿habéis acordado vuestros límites para hoy? —pregunta Marina mirándonos a Julio y a mí. Ambos asentimos.

—Hemos hecho los deberes —expresa Julio por los dos.

—Entonces, ¿os apetece jugar? —quiere concretar Iván conteniendo mal su ilusión y contagiándonos a nosotros.

—¡Claro! —me apunto quizá demasiado rápido. —¿A qué? —rectifico prudente.

Marina se ríe antes de responderme.

—¡Al parchís! —exclama entre risas y yo hago una mueca al darme cuenta de lo inocente que ha sonado mi pregunta.

—Los swingers solemos romper el hielo al conocer a otras parejas con juegos. Hoy os proponemos algo light: conocernos mejor y tantear los límites, no vamos a empezar por nada fuerte —aclara Iván muy amable y con una sonrisa que me transmite buenas sensaciones y aflojo un poco los nervios que me habían aparecido.

—El primer paso si entramos en terreno de juegos swingers ¿sabéis cuál sería? —pregunta Iván juguetón y nosotros nos miramos sin saber. Al vernos perdidos, Iván le hace una señal a Julio moviendo dos dedos de una mano sobre dos dedos de la otra y creando unos círculos desencontrados con ellas, como cuando los jugadores piden un cambio al árbitro en un partido de fútbol.

Estoy procesando a qué se refiere cuando veo que ambos se ponen de pie casi a la vez, Julio pasa por delante de mí para ir al sitio de Iván, y este pasa por delante de mí rozando más de lo necesario, para tomar asiento donde estaba Julio, a mi lado. Por si no era suficiente lo de ponerse muy pegado a mí en el sofá, también pasa un brazo por detrás de mi espalda y lo deja ahí apoyado en el respaldo del sofá, de forma que si me giro a la izquierda, me encuentro con su cara directamente.

Hago un par de respiraciones profundas aflojando de nuevo los nervios y cojo mi copa para beber un buen trago de ella.

—Vosotros vais a marcar los límites hoy —anuncia Marina—, no queremos que hagáis nada que no os apetezca, así que no os cortéis en frenarnos. A veces Iván y yo nos embalamos y se nos olvida eso de ir despacio.

—¡Qué bien suena eso! —exclama Julio siendo una persona nueva para mí. ¡Está encantado con todo esto!

—¿Empezamos con un «verdad o prenda»? —pregunta Iván y su mujer asiente convencida— Venga, lanzo yo una pregunta, mmmm —se la piensa un poco—, empiezo con una fácil: ¿último polvo?

¿Tengo que contestar yo? Iván me mira a mí pero es Marina quien habla tras mirar el reloj de su muñeca.

—Hace tres horas —confirma sonriente y yo no puedo evitar imaginarlos en la cama hace tan poco rato— ¿y el tuyo? —pregunta a Julio.

—Anoche.

—¿El tuyo último también es de anoche? —quiere saber Iván y yo asiento—. Pues el mío fue anoche, igual que el vuestro.

¡¿Eing?!

—Os estaréis preguntando con quién ha sido el mío de hace tres horas, ¿no? Os lo respondo a cambio de que vosotros me respondáis una cosa... —propone Marina traviesa y nosotros estamos dispuestos, la curiosidad nos mata.

—¿Qué cosa? —pregunta Julio.

—Postura y duración de vuestro polvo de anoche —concreta ella con mucha curiosidad.

—Misionero y... ¿veinte minutos? —cuestiona Julio mirándome dudoso.

—Sí, por ahí iría —confirmo pensando en que como mucho fueron quince, pero sí, suavicemos el drama.

—¿Veinte minutos desde que empezó la penetración hasta que os corristeis los dos? —quiere concretar Iván y yo me remuevo algo inquieta ante esta conversación tan concisa sobre nuestro encuentro íntimo y sexual de anoche.

Por cierto, ¿veinte minutos de penetración? ¡Qué caliente debió ser el de ellos!

—¿O veinte minutos desde que empezasteis todo? —apunta Marina mucho más acertada.

—Todo —afirmo apostando por la sinceridad antes que el postureo.

Nuestra vida sexual no pasa por su mejor momento. Y eso que anoche estábamos deseosos los dos y fue bastante decente.

—Ah, vale —acepta Iván conteniendo alguna emoción para no incomodarnos—. Estas preguntas no son para juzgaros, son solo para conocernos mejor y para ir rompiendo el hielo.

Julio y yo asentimos satisfechos con esa explicación.

—Tengo un follamigo —confiesa Marina captando toda nuestra atención.

—¿Y él también tiene follamigas? —pregunta Julio señalando a Iván, quien niega con la cabeza antes de que Marina responda.

—He tenido, pero ahora mismo no, ninguna.

—Quedo a veces con él —sigue explicando Marina—, muy de vez en cuando, como hoy.

—Qué bien que podáis hablarlo así de natural —comento sonriente.

—Para nosotros lo es —expresa contenta Marina y mira con ojos de enamorada a su marido.

—¿Qué tal la primera ronda de preguntas? No era para tanto, ¿a qué no? —pregunta Iván y da un trago a su copa.

—Ha estado bien —apunta Julio quien parece cómodo y entretenido.

—No habéis dicho postura ni duración de vuestro polvo de anoche —apunto ávida de tener todos los detalles.

—Cierto —admite Iván—. Postura del perrito.

—Y entre todo... ¿media hora? —cuestiona Marina mirándolo a él y él asiente convencido.

Vuelvo a recrear —sin querer— esa noche entre ellos en mi mente. Marina a cuatro patas, Iván dándole desde atrás. Media hora en las que seguro que hubo preliminares ardientes.

Cierta envidia me va invadiendo lentamente.

Iván se acerca a mi oído y me pregunta en susurros si la postura del perrito me gusta. Me río y lo miro desafiante.

—¿Qué me vas a confesar tú si yo te respondo a eso?

Él sonríe satisfecho.

—Lo que quieras. A mí me puedes preguntar todo lo que quieras.

Eso me gusta. ¡Con lo curiosa que soy yo!

—Entonces responde tú primero. ¿Qué expectativas tienes para esta noche?

—Esa es una pregunta trampa —se queja sin perder la sonrisa tan bonita y pilla que tiene—, porque si te la explico dejarán de ser «mis expectativas» para convertirse en una confesión en voz alta de mis deseos para esta noche contigo.

—Entonces reformulo la pregunta —apunto rápida y disparo— ¿qué deseos tienes para esta noche conmigo?

—¿Estás segura de querer saberlos? —cuestiona encantado con el rumbo que ha tomado nuestra conversación privada.

Por cierto, Marina está cuchicheando algo entre risas muy cerca de Julio.

Iván toma mi barbilla y me la gira suavemente para recuperar el contacto visual conmigo.

—Te contaré cuál es el primero —propone sin que yo le haya contestado a lo anterior. Asiento curiosa por saber qué será y él no se hace de rogar—: descubrir a qué saben tus labios.

Uy. La electricidad entre Iván y yo comienza a hacer saltar chispas. Por cierto, ¡que alguien ponga más fuerte el aire acondicionado por esta zona!

—Porque de momento sé cómo huele tu piel —explica acercándose a mi cuello, apartando mi pelo y pegando su nariz a la sensible piel que hay allí para aspirar mi perfume— y es un olor delicioso.

Delicioso es el calorcito que está apareciendo entre mis piernas. Mi vagina ha de estar dando saltos de alegría. No recuerdo la última vez que alguien me calentó solo con palabras y leves roces.

La fuerte risa de Marina llama mi atención y cuando los miro me da la sensación de que están a punto de liarse. Están muy pegados, ríen y se miran con ganas. Quizá otra persona en mi lugar ardería de celos, pero yo estoy ardiendo de ganas por avanzar con todo esto, y muy probablemente la culpa la tenga Iván.

—Pregunta o prenda —dice Marina con tono alto para llamar nuestra atención—. La prenda es un beso rápido sobre los labios, la pregunta es «¿con quién deseas acabar esta noche, con tu pareja o con la mía?».

Esto se va complicando. Si tengo que contestar a esa pregunta ahora mismo, sin duda la respuesta es «con la tuya». Pero me sabría mal decir algo así delante de Julio, no querría que se moleste. Por otro lado, el precio de no contestar es un beso en los labios ¿de quién?.

—¿A quién hay que darle el beso? —cuestiono en mi línea: prudente.

—A la persona que tengas más cerca de ti —responde Iván por ella.

¿Qué será más incómodo para Julio? ¿que confiese que deseo más a otro esta noche? ¿o que lo bese en sus narices? Lo observo a ver si mueve ficha primero él, así yo sigo sus pasos.

—¿Prenda? —cuestiona mi novio mirándome con dudas.

—Prenda —confirmo convencida por los dos.

Marina entiende que tiene vía libre para lo que desea hacer porque, tal como lo confirmamos, rodea el cuello de Julio con sus brazos, se acerca a él y lo besa. Es un beso rápido y muy superficial.

—Cumple con la tuya ¿no? —me reclama Iván con sonrisa canalla y muchas ganas.

Me acerco los pocos centímetros que nos separan y, cuando estoy a punto de rozarle, susurro un «deseo concedido» antes de posar mis labios sobre los suyos, noto cómo sonríe en cuanto los presiono levemente. Cuando voy a separarme de él dando por concluida la prenda, me coge desprevenida, me atrae hacia él por la nuca y me besa, pero no superficial ni rápidamente. Presiona sus mullidos labios contra los míos, los abre un poco, succiona mi labio inferior entre ellos, su lengua aparece para lamerlos por dentro, la mía responde sin que yo la autorice y, de pronto, nos encontramos en un beso de tornillo de los de manual. Con labios, lengua, succión y muchas ganas de que esto sea el principio de mucho más y no solo una prenda que ya hemos cumplido.

Su beso vuelve a hacer que la zona de entre mis piernas se active. ¡No da botes de alegría de milagro! Se tensa, se contrae y me pide que cumpla con sus necesidades, si puede ser esta noche, mejor que mañana.

Besar a Iván es una sensación explosiva y sé que podría dejarme llevar y olvidarme del mundo entre ellos, pero decido no hacerlo. Finalizo el beso, me separo un poco mientras froto mis labios uno contra el otro y pienso en que son los primeros labios que beso en seis años, a parte de los de Julio, claro. ¡Qué bien sienta probar algo diferente, por Dios!

Dirijo la mirada hacia el otro sofá con miedo de encontrar a Julio molesto. Sin embargo no lo encuentro molesto, sino entregado. Está inclinado sobre Marina, la besa profundamente y ella le tira del pelo por su nuca para separarlo un poco. Después vuelve a atraerlo contra sus labios y, así, danzan en un beso potente y rítmico sin contención.

—Voy a contarte mi siguiente deseo —murmura Iván en mi oído generando unas cosquillas muy excitantes y captando, de nuevo, toda mi atención—, también tiene que ver con los sentidos. En este caso ya no es el olfato ni el gusto, sino el tacto.

Me río un poco porque me imagino por dónde van los tiros y, entre las dos copas que llevo, el calentón creciente que hay en mi vagina y lo juguetón que es Iván... Yo esta noche acabo swinger del todo.

—¿Qué quieres tocar? —cuestiono siguiéndole el juego.

—A ti.

—¿Y más concretamente? —pregunto queriendo los detalles morbosos.

—Todo. Quiero empezar por aquí —señala acariciando la piel desnuda de mis hombros, después recorriendo mis brazos muy suavemente y descendiendo hasta coger mis manos— después quiero seguir por aquí —usa mis manos para señalar mi escote y baja por mi vientre hasta acabar entre mis piernas, levantando un poco el vestido azul que llevo — y quiero recrearme especialmente aquí —por último hace que me toque por encima del tanga y adentrándome un poco entre las piernas.

¿Aire acondicionado hemos dicho? Mejor un ventilador de tamaño industrial. ¡O dos!

—Me queda claro eso del tacto a lo que te referías —comento divertida sacando nuestras manos de mi entrepierna y dejándolas cogidas entre nosotros.

—Y a mí me queda claro que para acabar de explorarlo será mejor ir a otro sitio.

¿Qué pretendía? ¿Explorarlo aquí y ahora? Suerte que era un jueguecito light para tantear. ¿Cómo serán los juegos más avanzados? ¡En realidad estoy deseando descubrirlos todos!

—¿Os apetece probar un intercambio completo? —pregunta Marina y la miro sorprendida.

¡Hola vibrantes!

¿Cómo estáis? ¿Qué tal empieza vuestra semana? 

¡Espero que muy, muy, bien!

¿Os ha gustado este capítulo? ⭐️❤️ 

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¡Un abrazo grande! 🤗💕

Carol

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