¡Me gustaría probarlo todo! (Cap7.2)
Sara
—¡Qué misterio!
—Tengo mucha competencia en esto de captar tu atención, me toca jugar bien mis cartas —explica confirmando la teoría que yo tenía.
—Cero competencia. Esto no va así —comento intentando quitarle presión.
—Sé que no, era un decir —explica sin perder la sonrisa.
En los siguientes minutos, mientras saboreamos el cóctel y me voy soltando cada vez más, le pregunto a qué se dedica y disimulo muy bien haciéndome la sorprendida cuando me lo cuenta. ¡Como si no fuera una fan de su YouTube y ya lo supiera todo! Luego me habla de que está a punto de publicar su tercer libro sobre el tema y los ojos se me salen de las órbitas.
Él también se sorprende cuando le cuento que yo soy correctora y me habla muy en serio de contratarme para repasar el tercer libro, el que tiene casi acabado. Sería genial. Me encantaría leerlo y ayudarle con la corrección.
Doy el último sorbo a mi copa y me siento mucho más relajada que cuando me ha recogido, pero no es por la copa, es porque él me hace sentir a gusto a su lado.
—¿Cenamos? —cuestiona antes de dar su último sorbo—. ¿Tienes hambre?
Asiento dejando la copa vacía sobre la barra y Mat llama al coctelero. Pienso que es para pagar pero lo que sucede a continuación me deja completamente descolocada. En vez de pedir la cuenta, le hace una pregunta sobre los inicios del local, cuando se trataba de una Martinería. El coctelero en vez de responder a su pregunta, le hace otra cuestionando a qué nombre tiene la reserva. Mat responde "unicornio" y el coctelero asiente, nos mira sonrientes y se despide de nosotros invitándonos a salir del local.
Mat coge mi mano y me encanta volver a sentirla en la mía, además me resulta un gesto íntimo y bonito, de lo más agradable. Entre lo que me he arrimado a él en la moto y esto, está habiendo mucho contacto entre nosotros en esta cita.
Salimos del local sin que yo entienda nada de lo que está pasando pero me dejo llevar, vamos a la esquina y llamamos a un timbre en un portal que no dice nada. Alguien atiende al telefonillo y dice «cardenal Martini» y Mat responde «papa». La puerta se abre y entramos en una sala no muy grande, con pinta de almacén de bebidas pero adecuada con mesas, sillas y llena de gente cenando. Un camarero nos recibe muy cordialmente refiriéndose a nosotros como «la reserva unicornio» y nos lleva hasta una mesa para dos donde nos invita a tomar asiento.
Allí soltamos nuestras manos y miro a Mat completamente perpleja.
—¿Esto es un restaurante clandestino?
Mat asiente antes de darme una explicación.
—Solo se puede acceder bajo contraseña y con un socio de la Martinería —se señala a sí mismo—, es uno de los mejores restaurantes clandestinos de Barcelona, ya verás. Por cierto, de comer, ¿te gusta todo?
Asiento convencida y él parece contento con ello.
—He reservado un menú degustación.
¡Este unicornio es la leche! Estoy alucinando.
La música en esta sala es bossa nova y genera una atmósfera íntima y acogedora en la que poder relajarse. No debe haber más de ocho mesas en total y todas están ocupadas por personas más o menos de nuestra edad. El estilo es muy hípster, elegante y moderno en general. Yo llevo un vestido rojo con florecitas negras, labios rojos y sandalias con tacón. Me siento bastante acorde con la situación, he hecho una buena elección.
—No te lo he dicho antes pero lo llevo pensando desde que te he visto... —comenta Mat poniéndose serio— estás preciosa.
Sonrío coqueta y le respondo un «tú tampoco estás nada mal», como si no estuviera impresionada por el tono de adoración en el que me lo ha dicho, por lo bueno que está y lo guapísimo que se ha puesto para quedar conmigo.
Mientras nos van trayendo los diferentes platos que conforman el menú degustación, Mat me pregunta muchas cosas acerca de mi trabajo, quiere saber cómo es mi día a día, le interesa saber cómo me organizo para trabajar desde casa, cuánto trabajo me pasa la editorial y si no he pensado en trabajar de forma independiente.
Yo también indago un poco en su día a día y me explica que es bastante similar al mío ya que también trabaja desde casa, en su caso sí que está trabajando de forma independiente en la actualidad. Me habla de su canal de YouTube y yo me hago la que no sé nada pero me siento como si fuera una fan loca por dentro.
Entre los snacks nos traen jamón ibérico de jabugo y distintos canapés. Como platos principales, una crema de verduras muy sabrosa, corvina con salsa de naranja y miel, y filete de buey con milhojas de patata. El postre me lo como porque es una delicia pero estoy llenísima. Compartimos un Lemon Pie con merengue italiano y es muy divertido todas las veces que nuestras cucharillas se chocan "accidentalmente".
Cuando terminamos, Mat me pregunta si quiero seguir con la cita un poco más y yo asiento más que dispuesta. Salimos de allí sin pagar, al parecer ya se había encargado de todo al reservar. Así que subimos a su moto, me agarro a él con menos reparo que antes y me lleva a la siguiente fase de nuestra primera cita. Voy pensando en que nunca nadie me había invitado a cenar a un sitio tan original, ha sido sorprendente. Y pasear en moto es algo que me gusta muchísimo. Me encantaría poder hacerlo más a menudo.
—¿A dónde vamos ahora? —pregunto llena de curiosidad mientras aparca en una calle de el Born. Lo único abierto que veo en la calle es una tienducha de sandwiches.
—Ahora lo verás.
La sorpresa llega cuando vuelve a coger mi mano y avanzamos juntos hacia esa tiendita de bocadillos pequeña que hay casi en la esquina. Estoy descolocada cuando entramos y veo que es un «pastrami» y que venden sándwiches de todo tipo pero nada más. Espero que no se haya quedado con hambre, yo soy incapaz de meterme un pastrami de esos ahora.
Mat se ríe al verme la cara y yo niego con la cabeza y por mucho que quiero entender qué hacemos ahí, termino dándome por vencida y aceptando que está llevándome, de nuevo, a algún sitio clandestino.
Mi teoría se confirma cuando, en vez de ir a la barra a pedir, nos colocamos frente a la puerta de lo que parece una nevera industrial y Mat la abre y me hace pasar a su interior. Yo miro a todas partes en plan «es una broma» pero accedo y una vez dentro, simplemente alucino.
Nos encontramos de lleno en un club coctelería clandestino de lo más trendy. Luz tenue, música animada pero a buen volumen para hablar, una barra llena de botellas, luces y colores, y cantidad de gente tomando algo en sofás, mesas y rincones poco iluminados que invitan a intimar.
Nos sentamos juntos en un sofá y abrimos la carta en el móvil de Mat a través de un código QR que hay en el techo. Es una carta corta, no hay más de 12 cócteles, todos muy originales y exóticos. Me acerco más de lo que es necesario a él para ver bien la pantalla de su móvil mientras nos decidimos por dos cocteles diferentes para poder probarlos. Cuando nos los traen, me quedo impresionada por la presentación, es sublime. De mi copa sale humo y la de Mat a parte de estar helada, tiene una forma de taza gigante de cristal y está decorada con topping de pétalos frescos.
Brindamos muy sonrientes y expectantes y disfrutamos de unos sabores explosivos. Mi cóctel es una mezcla entre chocolate blanco y mango. Y el suyo sabe a café y a vainilla. Algo muy, muy curioso.
—Me tienes sorprendida —confieso mirando a mi alrededor.
—Espero que para bien.
—Sabes que sí —confirmo pizpireta y él se alegra.
Echo un vistazo rápido a mi móvil por si Julio me ha dicho algo pero solo tengo un mensaje de Blanca y es una foto de los tres juntos en Six, muy sonrientes y con copa en mano. Se la enseño a Mat y sonríe divertido.
—¿Te puedo preguntar algo íntimo?
Asiento intrigada.
—¿Me estás valorando como posible unicornio para un trío con tu pareja?
Me río tanto que casi se me escapa el coctel por la nariz.
—¡No!
—Oh, ¡qué decepción! —comenta muy teatral.
—¿Es lo que quieres? ¿Te interesa conocerme como pareja para un trío?
—La verdad es que no. Me interesa conocerte como Sara —confiesa con tono bajo—. Aunque no me negaría tampoco si quisieras incluirme una noche en un trío con tu novio.
—¿Eres bisexual? —pregunto sin preámbulos queriendo aclarar esa parte.
—No. Nunca me he sentido atraído por otro hombre. Aunque no me siento incómodo estando desnudo con uno, ni compartiendo cama o mujer una noche con él.
—El otro día busqué unicornio en google —confieso divertida y Mat se ríe— y a parte de lo evidente, encontré la definición de unicornio sexual. Según leí es el tercero ideal en un trío, porque seduce a ambos sin esperar ni exigir nada al margen de la relación sexual. Por eso pensé que quizá eras bisexual.
—Lo del unicornio es todo una broma de mi amigo Tom.
—¡Debe ser una buena pieza ese Tom! —apuesto divertida y Mat asiente.
—Cuando lo conozcas te vas a reír mucho con él —anuncia muy seguro y me encanta que tenga planes de presentarme a su amigo.
Mientras le da un sorbo a su cóctel, pienso en la posibilidad de hacer el trío con Julio. ¡Sería la bomba! Pero estoy casi segura de que Julio no querrá.
—Mi novio no está muy receptivo a nada que incluya verme u oirme practicar sexo con otro, ni aunque fuera una noche para divertirnos y experimentar un trío —explico sincera y frustrada.
—No sabe lo que se pierde —sentencia travieso.
—Yo tampoco lo sé —admito con timidez.
—¿Nunca lo has hecho?
Niego con la cabeza y doy otro sorbo al cóctel. Es dulce y está muy frío. Me tomaría diez.
—¿Y te gustaría?
Asiento sin decir nada pensando en ello. ¡Me gustaría probarlo todo!
—Soy muy curiosa y me gustaría experimentar muchísimas cosas.
Mat sonríe asintiendo.
—Te entiendo perfectamente, Sara, porque yo también soy así.
¡Esto es más que estar en sintonía!
—Llevo seis años con él —suspiro soltando peso—, y me siento... cohibida, reprimida, apresada...
No sé qué estoy diciendo, pero está saliendo de muy adentro.
—Limitada —sintetiza él entendiéndome a la perfección.
—Sí, ¡muy limitada! Y aburrida.
—¿Sabes qué pasa, Sara? A las personas como a ti y a mí no se nos puede atar de esa manera, porque eso no funciona para nosotros.
¡No puedo estar más de acuerdo, joder!
—¿Entonces? ¿No puedo tener relaciones estables? Quizá tendría que mantenerme soltera —expreso desanimada.
—¿Escuchaste algo de lo que te resumí de la charla? —pregunta con guasa y consigue me ría.
—Me distraía un poco el azul de tus ojos y esa sonrisa que a veces transmite ternura y otras, peligro —confieso pasándome de sincera.
¿Qué llevaba ese cóctel a parte de chocolate blanco, mango y ron? ¿suero de la verdad?
Miro mi vaso y lo remuevo con la pajita con cierta inquietud.
—¡Habló! —contraataca él muy convencido— la chica de los ojos dulces y la sonrisa gamberra. ¡Me tienes descolocado, Sara!
¿Puede gustarme más que me vea así? ¡No! No puede.
—Pero presté atención —me defiendo volviendo a lo de la charla.
—Entonces piensa en ello: hay un tipo de relación limitado y otro que es liberal. Tal como eres tú, con la curiosidad y las ganas que tienes de experimentar y descubrir, estás en un modelo relacional equivocado. Eso es todo.
El problema de mi vida resumido en una frase. ¿Y es economista, dice? ¡Debería ser terapeuta!
—¿Y cuál es la solución? —pido deseosa de que la tenga y me la diga claramente. Aunque inconscientemente una vocecilla en mi mente dice «sabes perfectamente lo que debes hacer» pero rápidamente le bajo el volumen. No estoy preparada para esa posibilidad.
—Hablar con Julio. Proponer un cambio, abrir, probar, descubrir y rediseñar lo que tenéis, juntos. Si yo fuera él, lo mínimo sería intentarlo con todas mis fuerzas antes de perder a alguien como tú.
¡Qué bien suena! es idílico. Pero irreal. Es cierto que Julio se está abriendo, lo he visto este mes, ha pasado de cerrarse en banda a experimentar cosas que jamás creí que haría. Pero de ahí a estar en el nivel de apertura que yo deseo y necesito para sentirme libre y satisfecha, falta muchísimo.
—Y cuando lo tengas convencido del trío, espero estar el primero en tu lista —añade con media sonrisa que transmite posibilidades ardientes.
—Te apunto el primero, Mat. Al fin y al cabo, eres el único unicornio que conozco.
Consigo que se ría y después me ofrece su cóctel. Está por la mitad y lo pruebo satisfaciendo mi curiosidad por saber cómo es. Me gusta, aunque el mío me gustaba más.
Le tiendo el mío pero lo rechaza.
—Si sigo bebiendo, ¿quién conduce?
¡Encima es responsable!
Qué difícil me estás poniendo no tirarme sobre ti.
—Nunca he conducido una moto —comento pensativa y Mat se ríe.
—Nunca he dejado que nadie conduzca la mía.
Ambos nos reímos y me doy cuenta de que no puedo estar más a gusto con él. Es una sensación de comodidad y bienestar absoluta. Me encantaría alargar esta noche para que nuestra cita durara mucho más, pero también me gustaría saborear despacio el proceso de conocer a Mat. Si esta noche acabo en su piso, nos perderemos toda esa tensión sexual que va creciendo cuanto más se retrasa el momento clave. ¡Adoro las novelas en las que ocurre así!
En el momento en el que tomo esa decisión, la presión del paso del tiempo recae sobre mí como un peso pesado. De pronto los segundos pasan demasiado rápidos y me gustaría ralentizar lo que queda de cita para disfrutarlo más tiempo.
—Me está gustando mucho pasar esta noche contigo —expresa risueño coincidiendo con lo que siento yo.
¡Esto es too much!
Me armo de valor, no doy permiso a mis miedos ni inseguridades para aparecer en este momento y me acerco a él lo suficiente como para que nuestros labios queden a un centímetro de distancia. Me quedo un instante a esa distancia admirando sus ojos desde tan cerca y disfrutando de su reacción. No se asusta, no se sorprende y parece que sea lo normal que estemos así de cerca y a punto de besarnos. Una tensión creciente comienza a electrificar el poco espacio que hay entre nosotros. Su mano aparece en mi mejilla y la recorre en una caricia suave e íntima. Yo sonrío y doy el paso que falta pegando ¡por fin! mis labios a los suyos.
Y lo que sucede a continuación... ¡Ah! ¡Eso sí que resulta ser pura fantasía!
Mat, pero tú...¿de dónde has salido?
¡¡¡Enhorabuena por alcanzar el reto!!! 🥳🥳🥳
Sois las mejores 😍
¿Os ha gustado la cita? ¿Tenéis ganas de saber cómo continúa? ❤️
Ya queda poquito para el lunes 🥰
Un abrazo!!!!
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