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¡Eres un fucking unicornio! (Cap 8)

Mateo

Voy en el Uber dirección a casa después de haber pasado un buen rato en casa de Laura y Román. Son una pareja joven, deben de tener cuatro o cinco años menos que yo. Su relación está muy afianzada y son muy morbosos. Les gusta el juego, experimentar y no se cortan en pedir lo que quieren. Eso me gusta.

También hay que destacar que me hacen sentir a gusto con ellos. Se preocupan por mí y están atentos a lo que yo deseo y eso es de agradecer. Esta noche por ejemplo, me han invitado a cenar en su casa y han encargado arepas venezolanas alegando que la última vez que nos vimos les hablé bien de ellas. Yo ni me acordaba, pero sí es cierto que me gustan y ha sido una grata sorpresa.

Después de una cena con vino, arepas y una charla amena y muy fluida, Laura ha desaparecido unos minutos y ha vuelto al comedor vestida únicamente con un picardías rosa diciendo que ella era el postre. Román estaba más atento de ver mi reacción que de sorprenderse él mismo con su mujer.

Y mi reacción ha sido muy positiva, claro. Laura es preciosa. No es muy alta, de hecho a mi lado aún parece más bajita por culpa de mi metro noventa y dos. Es rubia, de ojos castaños y curvas prominentes. Tiene mucha seguridad en sí misma a pesar de no encajar en lo que dictan los cánones y, eso, le da un atractivo espectacular ––para mí mucho más que si encajara en ellos–.

Nos hemos empezado a liar ahí mismo, la he subido a la mesa apartando los platos a un lado como podía y hemos echado un polvazo muy potente mientras ella masturbaba a su marido, que disfrutaba de mirar. Él es de esos que se alegran cuando ven a otro hombre deseoso de su mujer. Es como si necesitara confirmación de que su mujer es atractiva y objeto de deseo para otros.

Cuando los dos nos hemos corrido, su marido se ha puesto a hacerle un cunnilingus mientras yo iba a rellenar la jarra de agua a la cocina. Al volver, él se había sentado en una silla de las de la mesa y ella estaba encima follándolo. Me han pedido que me uniera y ella me ha hecho una mamada mientras su marido la movía arriba y abajo sobre él.

Sin embargo, aunque el sexo con ellos ha estado bien, me siento igual de vacío que cuando he despertado esta mañana solo en mi cama.

Voy mirando la aplicación en la que los conocí a ellos y sigo en la búsqueda de una pareja que me llame la atención y con la que poder desarrollar una relación más profunda que un par de polvos los sábados.

Paso las páginas y voy viendo fotos de parejas sonrientes, ligeras de ropa e incitando a que los contacte. Una pareja online me envía un mensaje.

SexyEnfermera31Y22cmBcn: Ufff ¿de qué anuncio te has escapado?

SexyEnfermera31Y22cmBcn: ¿Te gusta jugar?

Sí, sexy enfermera y veintidós centímetros Barcelona, me gusta jugar. Pero, aunque suene contradictorio, también me gusta quedarme en el sofá de casa viendo una serie en Netflix y acariciando el brazo de alguien que comparte conmigo ese rato de intimidad y tranquilidad.

¿Pero qué espero encontrar en esta app? ¡Si es una app para organizar citas, tríos e intercambios! Tendría que existir una app para encontrar a alguien con quien ver una serie espachurrados en el sofá.

No le respondo, decido guardar el móvil y quedarme mirando las luces de la ciudad a través de la ventana el resto del trayecto.

Llego a casa y me tiro en la cama en cuanto me he desecho de toda la ropa. Llevo dos años soltero y he disfrutado mucho de tener sexo ocasional todas las veces que lo he querido. He conocido a chicas monas, simpáticas e inteligentes. La lástima es que muy pocas de las que he conocido a través de la aplicación, reunían las tres características a la vez.

Con las parejas tengo más suerte. A veces, lo que le falta a uno, lo tiene el otro. Lo malo de las que he conocido hasta ahora es que para ellos soy su juguete. El que estimula en una noche de juegos y libertad. El que aporta una chispa a su monotonía y cuando arden, comienza a estorbar.

El domingo por la mañana, tras un buen entrenamiento en casa y una ducha purificante, me siento más animado. Decido ir a mi cafetería preferida y pido un desayuno especial.

—Eyyyy, Mat —saluda Adela sonriente— ¿Qué tal fue anoche?

—Más de lo mismo —comento reprimiendo mal la decepción en mi voz—. ¿Qué tal tú?

—Me encontré con Adrián en la discoteca —comenta excitada— ¡fue una pasada! Bailamos un montón de rato juntos y tomamos un par de copas.

—¡Qué envidia me da tu juventud y tus ganas de vivir! —expreso demasiado sincero.

—¿Juventud? Hablas como si fueras un abuelete y solo me sacas diez años —concreta Adela sin perder la sonrisa— y para ser un "treintón" estás para mojar pan y repetir.

Me río abochornado por su extrema sinceridad.

—En fin, sé que no tengo posibilidades contigo, pero no pierdo la esperanza —confiesa a la vez que se aprieta la cola alta que lleva para que le quede más tirante—. ¿Te traigo lo de todos los domingos?

—La esperanza es lo último que se pierde —confirmo recuperado de su adulación— y sí, lo de siempre, por favor.

—Enseguida —comenta antes de guiñarme un ojo y desaparecer hacia la cocina.

Adela tiene 23 años y ve la vida desde unas lentes donde todo es fiesta, posibilidades y finales felices. Yo, con 33 años, una relación de ocho años que terminó —sin matrimonio mediante, gracias a Dios—, y varias experiencias que no acabaron bien, veo la vida de otra forma. No es que sea negativo ni esté amargado, es solo que ya me he dado de frente contra la realidad en un par de ocasiones.

Llevo desayunando en esta cafetería todos los domingos de los dos años que llevo viviendo solo. Me queda cerca de casa, el trato es cercano y cocinan muy bien. Adela es una monada y me tira la caña siempre que puede pero a mí no me llama la atención. Fui claro las primeras veces declinando sus propuestas y ahora ya me lo tomo a broma y no le doy importancia.

Desayuno huevos revueltos con tostadas y zumo de naranja mientras leo el periódico. Me centro en las noticias deportivas y, por unos minutos, me evado por completo de la cafetería. Solo vuelvo la atención a mi alrededor cuando oigo algo que llama poderosamente mi atención: «¿Y si probamos algo nuevo? Podríamos hacernos swingers o algo así» comenta una voz femenina suave y dulce. Busco poco disimulado su procedencia y encuentro a una pareja tres mesas más hacia la puerta debatiendo los términos de su relación mientras desayunan.

A ella solo le veo un trozo del perfil, pero parece una chica preciosa. A él lo veo mejor, debe de ser de mi quinta —más o menos—. Niega contrariado y no parece tan dispuesto como ella a eso de abrirse y experimentar ser swingers.

«Puede ser divertido y quién sabe, quizá es la chispa que nos falta» insiste ella cargada de esperanzas.

Error, querida desconocida. Eso no va a terminar bien para vosotros.

Él sigue negando y argumentando las pocas posibilidades que le ve a esa opción. Yo vuelvo a mi periódico, termino el desayuno, pago y decido irme. Mientras camino hacia la puerta de la cafetería, aprovecho esos instantes para observar bien a esa chica: es castaña, con facciones dulces y expresión inteligente. Lo confirmo: es preciosa. Ella no se da cuenta de que la miro, está concentrada en su pareja. Él, en cambio, alza la mirada cuando paso por su lado y me mira con desconfianza, como si hubiera detectado una mirada sobre su chica más larga de lo que considera correcto. O esa es la sensación que me transmite.

Salgo de allí pensando en que me haría mucha gracia encontrar a esta pareja en la aplicación. Significaría que ella lo ha convencido y se han abierto a eso de incluir a terceros en su intimidad.

A mediodía quedo para comer con Tom y pasamos la tarde juntos en la bolera. Nos contamos por encima cómo fue la noche del sábado y los planes que tenemos para la siguiente semana. Pasamos un buen rato juntos, ameno y entretenido. Tom es un gran amigo, puedo hablar con él de lo que sea y siempre nos divertimos cuando quedamos.

El domingo me voy a dormir sintiendo que la cama es demasiado grande para mí solo, y me despierto el lunes con la misma sensación. Es curioso, porque es una sensación relativamente nueva. Los últimos dos años he estado más agusto que un arbusto ocupando toda mi cama y sin tener que compartirla más que a ratos. Pero ahora, llevo unas semanas sintiéndome diferente. No me gusta. Me planteo poner una puta cama de noventa solo para dejar de sentir ese espacio vacío a mi alrededor

Trabajo el resto de la semana en mi próximo libro y grabo dos vídeos para YouTube. Resulta ser una semana muy productiva y doy gracias al ver lo rápida que pasa.

El viernes Laura y Román me escriben para que vaya a su casa pero declino su oferta. Disfruté de los dos encuentros que tuvimos pero, ahora mismo, lo que ellos me ofrecen no me llena y prefiero seguir buscando y explorando otras alternativas.

Quedo con Tom y nos vamos a tomar algo a una discoteca liberal que nos gusta. Estamos en la barra bromeando sobre una pareja que está pidiendo al comienzo de la barra, y que se nota a kilómetros que es la primera vez que pisan Caprice.

—¿Crees que ha sido idea de ella o de él? —me reta Tom sabiendo cuánto me gusta jugar a adivinar estas cosas.

—Ha sido ella; es fácil de saber. Observa con qué interés está repasando la sala. El en cambio está más atento de ver a dónde mira ella. Dos veces ha mirado hacia la puerta dudando sobre irse o quedarse.

—Joder, eres demasiado bueno. Este juego pierde toda la gracia cuando los análisis son tan acertados. Creo que nunca llegaste a entender bien la dinámica.

—¿Inventarse disparates?

—¡Claro, tío! Cuánto más locos, mejor —confirma Tom con una sonrisa enorme.

Bebemos de nuestras cervezas y seguimos analizando nuestro perímetro.

—¿Cómo es la pareja que buscas ahora? —cuestiona Tom intrigado.

Me rasco la nuca pensativo antes de responder.

—Es una pareja abierta y experimentada. O no. No tiene por qué ser experimentada —rectifico rápido— pero sí estable. No quiero parejas que estén haciendo pruebas. Ni parejas inseguras que solo me aceptarían para un rato corto como Toy Boy. Quiero una pareja con la que podría irme de vacaciones, por ejemplo.

—¿Quieres formar un trío estable? ¿es eso? —intenta concretar Tom.

Meneo la cabeza sopesando esa posibilidad.

—Puede ser, no sé.

—¿No te bastaría con conocer a la chica de tus sueños?

—¿Existe? —cuestiono divertido y Tom se ríe.

—Seguro que existe y es la mejor amiga de la mía.

—Brindo por eso —concluyo alzando mi cerveza y chocándola contra la de él.

—Si yo tuviera novia estable, ¿querrías ser el tercero en mi relación? —pregunta con guasa.

—¡Ni en tus sueños más calientes! —exclamo haciéndome el duro.

Tom bebe, sonríe y me choca un hombro con complicidad.

Tomamos una segunda cerveza a la vez que conocemos a un par de chicas muy llamativas. El resultado de esa charla es que yo me voy solo en un Uber a casa y Tom se va en otro a la suya, con las dos chicas. Y no será porque no me hayan intentado convencer mil veces para que me fuera con ellos, que lo han hecho, sino porque no me apetecía lo más mínimo. Realmente estoy hastiado.

El sábado voy a comer con mis padres y, por la tarde, descubro un término interesante en el chat de parejas: Poliamor. Lo había oído antes, pero no había prestado demasiada atención en él. Me resulta muy interesante la posibilidad que plantea de tener relaciones que incluyen varios vínculos. Suena estimulante y complicado a la vez. Una combinación que despierta mi lado más competitivo. ¿Algo que resulta ser un reto? ¡me interesa!

Al final caigo en las redes de la enfermera sexy que lleva una semana escribiéndome por la aplicación e intentando convencerme de que pase la noche con ella y su marido, el de los veintidós centímetros de Barcelona.

Quedamos en un bar del centro, tomamos una birra y, como vemos que nos llevamos bien y pasamos un rato entre risas muy divertido y ameno, acabamos en su piso. Resulta ser una noche no solo divertida, sino también excitante y placentera. Tanto la enfermera sexy, como su marido, me sorprenden por lo cachondos y graciosos que son, me siento bastante a gusto con ellos, aunque tampoco hablaría de conexión al nivel que yo busco.

Cuatro de la mañana. Uber a casa. Misma sensación. Misma aplicación. Mismos perfiles de siempre. Mismo vacío. Mismas ganas de conseguir algo que no sé ni qué es.

Domingo aburrido. Tanto que decido quedar con Vanesa.

Vanesa es morena, bajita, delgada, inteligente y divertida. Sexualmente es un poco parada, no le gusta especialmente salirse del misionero en la cama, pero me divierten tanto sus chistes malos y las meriendas con café y galletas que siempre prepara, que no me puedo resistir. Le tengo un cariño especial, se ha convertido en una buena amiga.

Se queda a dormir conmigo y lo malo es que, aún estando mi cama ocupada por ella esta noche, la sensación de vacío que me acompaña últimamente no desaparece. Esta noche duermo acompañado y me siento igual de solo. Por la mañana desayunamos, Vanesa se marcha y yo me pongo a trabajar.

Estoy a punto de terminar mi tercer libro. Hasta hace poco trabajaba para una empresa americana como analista económico y financiero. Decidí dejarlo e ir por libre cuando vi que ganaba más dinero con los dos libros que publiqué sobre el tema y con mi canal de YouTube, que trabajando más de cincuenta horas a la semana para los americanos. Además, me encanta escribir. No lo sabía ni lo tenía contemplado hasta que me decidí a hacerlo.

También me gusta mucho dar charlas y formaciones. En definitiva, ayudar a que cualquier persona interesada en el tema pueda entender más sobre las predicciones económicas. Independientemente de que se dedique a este sector o no. Quiero llegar a todos los públicos, no solo a los expertos.

El canal de YouTube me permite justamente eso: cercanía con un público curioso, ávido de aprendizajes, técnicas y fórmulas. Disfruto mucho revelando cómo trabajo, cómo hago mis análisis, mis predicciones y qué técnicas utilizo para ello.

En mi tiempo libre me gusta entrenar, no aspiro a ser un culturista ni mucho menos, solo quiero sentirme en forma y a gusto con lo que me devuelve el espejo cada mañana. También me gusta mucho leer. Suelo escoger a otros autores de mi sector para ampliar conocimientos y estar al tanto de la "competencia"; igualmente estoy muy actualizado en cuanto a noticias económicas y políticas, claro, es casi un requisito para poder ejecutar bien mi trabajo.

Sigo hablando toda la semana con varias parejas de la aplicación. Si tuviera que ordenarlas por las sensaciones que he tenido con ellas, en el primer puesto estarían Estefanía y Lucas —la enfermera sexy y su marido—. En segundo puesto Román y Laura. El tercer puesto ahora mismo está disponible así que el sábado vuelvo a quedar con Tom y nos decidimos por Six, otra discoteca liberal de la ciudad. Esta es un poco menos elegante que Caprice pero también suele estar muy animada.

Tomamos unas cervezas analizando al público de la sala. La media de edad es treinta. Esta noche hay más parejas que solteros ya que es la fiesta swinger.

—¿Sabes qué? —cuestiona Tom entre trago y trago a su cerveza—, ya sé que nombre tiene lo que buscas.

—¿Triángulo? ¿Trío sexoafectivo? ¿Trieja?—intento adivinar pero Tom niega con la cabeza a todo.

—Unicornio.

Ambos nos reímos ante su respuesta.

—No es broma —aclara antes de continuar hablando—, lo he leído en una cuenta poliamorosa que sigo en Instagram.

—¿Tú sigues una cuenta poliamorosa? Creía que usabas Instagram solo para seguir a tías buenas —comento con guasa y Tom no lo niega.

—¡También me sirve para aprender cosas nuevas! Volviendo a lo del unicornio, así se denomina la persona que seduce a una pareja.

—Entonces no es que busque a un unicornio, ¡es que el unicornio soy yo! —concreto entre risas y Tom se carcajea.

—¡Tío, estás muy cotizado! —me coge por los hombros con efusividad— ¡Eres un fucking unicornio!

—Pues para estar tan cotizado, estoy más solo que la una —me quejo divertido y doy otro trago.

—Estás solo porque quieres —concreta él poniéndose serio— llevas dos años disfrutando de hacer lo que quieres y, aunque no te des cuenta, ahora mismo te da miedo perder tu libertad. ¡Te has acomodado en la soltería, hermano!

Medito unos instantes lo que me dice. Sí que es cierto que no tengo ganas de meterme en una relación que me coarte. Me siento solo, sí, pero también libre. Es decir, no tengo miedo al compromiso, sino a la parte negativa que supone una relación. Quizá sea mi experiencia la que habla.

—En cambio yo, estoy de puta madre como estoy ahora, no me interesa encontrar novia, ni parejas que me adopten, ni nada parecido. Por cierto, me han invitado a una charla sobre poliamor el martes, deberías ir tú. Te pega mucho. Y quizá puedas aclarar si buscas unicornios o hadas mágicas —explica Tom entre risas a la vez que repasa a una pelirroja que tenemos a nuestro lado pidiendo en la barra—.

—Pues sí que me interesa, ya me pasarás los datos —pido con interés.

Él se queda observando lo que pide la chica y cuando lo cree conveniente, ataca.

—¿Sabes que el Puerto de Indias da dolor de cabeza? —le pregunta con tono muy amable haciéndose el bueno— es mucho más recomendable que pidas Seagram's.

—¿Ah sí? —cuestiona la pelirroja con curiosidad— Siempre pido Puerto de Indias y nunca me ha dado dolor de cabeza —explica desmontando las teorías de Tom.

—¿En serio? Pues tienes que explicarme el secreto, alguno tienes para que te siente bien y no te dé resaca esa ginebra rosa y diabólica.

Este es el punto en el que, o lo manda a paseo, o lo ignora, o decide seguir hablando con él. La pelirroja comienza a reír, coge su gin-tonic rosa y se acerca a él muy decidida.

—Te cuento mi secreto si tú me cuentas uno tuyo —propone juguetona y a Tom se le dibuja una sonrisa en la cara que casi ni le cabe en los labios.

Valeeeee. Momento de la retirada.

Sin decir nada, me alejo de la escena para dejarles un poco de espacio e intimidad. Doy una vuelta por la sala. Cada vez hay más gente bailando, insinuándose, besándose. El ambiente comienza a calentarse. Paso a la siguiente sala, en ella hay muchas mesas altas con parejas tomando algo a la vez que se conocen y juegan con otras parejas.

No se me escapan algunas miradas que me recorren con deseo durante mi paseo de reconocimiento de la zona. Esas miradas principalmente provienen de chicas, pero también percibo alguna masculina. No me incomoda. Creo que el término con el que me más me identifico es "bi-curioso". Aunque no me ha atraído nunca otro hombre, por el momento.

Veo un sofá libre y decido sentarme allí unos minutos para revisar mi móvil. Abro la aplicación y me salen algunos perfiles de parejas nuevos. Nada que llame demasiado mi atención.

Joder, no sé ni qué busco realmente. ¿Así cómo voy a encontrar nada? Primero tengo que aclarar qué es lo que quiero, y después, empezar a buscarlo bien.

—Bufffff ¡qué paciencia hay que tener! —se queja una voz femenina de alguien que se sienta a mi lado en el sofá.

¡Hola vibrantes!

Ya es luneeeees 🥳🥳🥳

¡Y este venía con sorpresa! POV de Mat 

¿Os ha gustado conocerlo mejor? 

¿Habéis caído en la cuenta de quién es esa pareja de la cafetería que habla de abrir su relación? 🤔😬 

¿Y quién será esa chica de Six que se ha sentado a su lado? 🤭

También vamos conociendo un poco más a Tom... 😏

Si queréis leer la continuación, 150 comentarios reales en este cap y os lo publico 💜

Un abrazooooo

Carol

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