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Bienvenida a bordo, marinera (Cap 6)

Sara

El domingo me despierto con un dolor de barriga muy propio de mi menstruación. Se suma a que siento el cuerpo agotado como si ayer hubiese ido a correr una maratón. Aunque, en realidad, ¡fue algo parecido!

Cuando Iván y yo parecía que habíamos acabado, nos metimos en la ducha y, aunque pusimos el agua completamente fría para refrescarnos, ese pequeño espacio acristalado empezó a arder como el infierno al tenernos a nosotros dentro. Acabamos echando un último polvo allí mismo. ¡Fue muy intenso! La postura era casi imposible, yo estaba de espaldas, con los pies de puntillas, las rodillas un poco flexionadas, mi torso inclinado hacia delante y, en cierto momento, Iván levantó una pierna mía que mantuvo sujeta en el aire a un costado. En fin, ¡normal que hoy me duelan hasta las pestañas!

La parte bonita de la mañana comienza en cuanto cojo el móvil y veo que Mat ha comenzado a seguirme en Instagram. Luego veo como treinta likes seguidos a mis fotos. Me río sola viendo las fotos que le gustan de mi feed, que son prácticamente todas las más recientes en las que salgo yo sola. Me hace mucha gracia porque de las que salgo con Julio no le ha dado like ¡ni a una! A lo largo del domingo nos escribimos algunos mensajes por privado, aunque solo cuatro frases superficiales y un evento que le envío por si quiere ir él, es una charla sobre relaciones liberales.

Durante el resto de la semana vamos intercambiando likes y me encanta descubrir más sobre él. Una tarde la dedico casi al completo a ver vídeos suyos en YouTube. Resulta que tiene un canal con una buena cantidad de seguidores. En sus vídeos habla de unos rollos pesadísimos sobre economía y dirigentes políticos. Es interesante, solo que yo soy de letras y todo eso me suena a chino. Lo que me engancha a ver un vídeo tras otro es su forma de explicar, cómo habla, cómo se expresa, cómo parece que me esté mirando a través de la pantalla y lo guapérrimo que sale.

Se graba en lo que podría ser su piso. Al menos, se intuye una parte en alguno de los vídeos. No se ve mucho, apenas un cuadro en el que se ve el busto de perfil de un personaje clásico que desconozco. La verdad es que el arte no es mi punto fuerte. Y en otro vídeo se ve un trozo de librería repleta de libros. Esto ya me gusta más. Sin querer, me imagino ahí, recorriendo su piso sin prisa, descubriendo cómo es, mirando sus fotos, sus cuadros, leyendo los títulos de los libros que componen su librería, analizando las cosas con las que lo ha decorado e intentando saber más y más sobre él. ¿Quizá eso un día suceda?

El viernes me escribe preguntando si tengo planeado salir por algún sitio el fin de semana. Le comento que quizá iré a Six, aunque todavía no está confirmado.

También me escribe Iván y las mariposas que se han asociado a su nombre, y que aparecen cada vez que me acuerdo de cómo conectamos sexualmente el sábado en Caprice, revolotean en mi barriga mientras leo su mensaje.

Vale, y más abajo de mi barriga también.

20:12h Iván: Propuesta para mañana: ¿Salimos a navegar un poco? Os puedo llevar a una cala escondida que os encantará.

Lo comento con Julio y acepta. Le encanta el mar y poder acceder a calas recónditas no es algo que se pueda rechazar. Le respondo a Iván que cuente con nosotros y concretamos hora y lugar para quedar.

Mis dudas aparecen en el momento en que me planteo cómo va a avanzar esa cita de cuatro en alta mar. ¿Nos propondrán hacer algún intercambio swinger? ¿o quizá estaremos como dos parejas de amigos convencionales? Mi menstruación este mes ha sido cortísima, así que por mi parte estoy más que disponible para una cita así de acuática y lo que surja.

Cuando nos tumbamos en la cama para dormir, saco el tema.

—Oye, cielo. Si mañana pasamos el día con Iván y Marina, ¿crees que será de forma convencional?

—No lo sé. ¿Qué te gustaría?

Llevamos una semana intensa hablando mucho de lo que pasó el sábado pasado. Él no ha querido saber nada de lo que hicimos en Caprice, pero ha respondido a todo lo que le he preguntado yo y me ha quedado claro que se lo pasó muy bien con Marina en Six. Parece que se fueron calentando mientras tomaban algo y Marina lo llevó a una sala donde había sexo por doquier, lo cual no fue muy cómodo para Julio. Dice que era excitante, pero para mirar, no para mostrar. Él es más reservado en ese aspecto. Sin embargo, Marina supo convencerlo para hacerle sexo oral y a eso no se negó, claro. Pero nada más.

—No lo sé, no quiero hacer nada que te incomode. Como no has querido saber lo que hicimos, imagino que mucho menos querrás verlo.

Julio me mira con cara de horror.

—¡No, por Dios!

—Vale, pues entonces actuaremos como dos parejas normales, entiendo.

—Sí, creo que será lo mejor —sentencia convencido—. ¿Crees que ellos tienen otras expectativas?

Meneo la cabeza meditándolo.

—Me temo que sí.

—Igual si tienen dos camarotes separados e insonorizados... —comenta divertido dando a entender que esa sería la única forma de que hiciéramos algo intercambiados.

—Ni idea. No me ha hablado de la embarcación.

—Pues cuenta que si tengo que verte u oírte con él, la respuesta es no —explica aclarando sus límites.

¡Jo! Vaya corte de rollo. A mí me encantaría jugar con Iván y Marina a fondo, viendo y siendo vista. Creo que estoy lista para un intercambio así. Me encantaría que Julio también estuviera dispuesto y pudiera disfrutarlo en vez de ser una pesadilla para él, pero acepto que cada uno es como es y que esos son sus límites ahora mismo.

El sábado nos despertamos animados y con muchas ganas de pasar el día en el mar. Desayunamos, nos preparamos y nos vamos al puerto donde hemos quedado. Allí buscamos el número de amarre en el pantalán correspondiente y nos encontramos frente a un barco a motor bastante grande. No entiendo absolutamente nada de barcos, pero puedo apreciar que es un pedazo de barco y que debe valer un pastón. Aquí concluye mi análisis.

Julio y yo estamos admirándolo con la misma cara de alucine cuando aparece Marina, con un biquini negro muy mini, una camisa de lino blanca abierta por encima y una pamela de paja en la cabeza.

—¡Bienvenidos, chicos! Venid por aquí —pide señalando un muelle flotante que hay a un lado. Caminamos por él intentando no irnos al agua y, cuando llegamos casi al final, Iván aparece tendiendo su mano para ayudarnos a subir al barco por la popa. ¿Se llama popa a la parte trasera, no?

Iván coge la mano de Julio y lo ayuda a subir, después coge la mía mientras me regala una sonrisa gamberra en la que se le nota también alegre.

—Bienvenida a bordo, marinera —susurra en cuanto me tiene entre sus brazos y deja un beso suave en mis labios.

Yo lo acepto más que encantada pero luego me doy cuenta de que quizá no sea correcto, aunque veo que Marina también está saludando muy libre a Julio y me relajo.

Me acerco a darle dos besos a Marina y después nos piden que tomemos asiento mientras ellos sueltan amarres y comienzan a moverse para salir del pantalán.

—¿Queréis ver el barco por dentro? —pregunta Marina en cuanto el barco ya está saliendo del puerto y parece estar todo controlado. Nosotros asentimos llenos de curiosidad—. Te lo enseño primero a ti —explica cogiendo la mano de Julio— y después a ti ¿sí?

Asiento contenta y me acerco a Iván cuando veo que ellos bajan las escaleras de madera hacia el interior.

—¿Cómo estás? —pregunto poniéndome a su lado mientras conduce.

—Ahora mejor —responde pasando una mano por mi espalda y acercándome a él.

Lo siguiente son sus labios buscando a los míos y profundizando en cuanto me tiene bien pegada a ellos. Este beso me recuerda a los del sábado pasado en Caprice y provoca que ciertas partes de mi cuerpo se vayan encendiendo solas.

—¿A dónde nos llevas? —cuestiono curiosa viendo que ha tomado rumbo al norte. ¿Quizá a la costa brava?

—No te lo puedo decir, es nuestra cala secreta —responde muy críptico y juguetón.

—Es vuestra cala secreta pero nos estás llevando a ella —le corrijo y él asiente sin perder la sonrisa.

—Os llevo, pero no os desvelaré las coordenadas. Así solo podréis volver a ir si es con nosotros.

Me río un poco y justo aparecen Marina y Julio que vuelven de su tour privado.

—Tú turno, Sara —indica ella y me espera frente a la escalera para que la siga.

Marina me enseña el interior, es precioso. Nada más bajar la escalera hay un sofá largo con una mesa a la derecha y a la izquierda la cocina. En la parte de atrás —debajo de donde estábamos— hay un camarote con cama de matrimonio precioso y una lavabo sencillo. Bajo la proa me enseña un camarote con dos camas individuales y un lavabo con ducha. Es como una minicasa. Me planteo que haya gente que viva en ellos y no me sorprende nada. Y eso que este no es un barco inmenso, pero es un barco en el que se podría vivir.

Marina me explica que es uno de los barcos que alquila la náutica donde trabaja Iván y, que como parte de los incentivos que ha alcanzado este último mes con sus ventas, tiene acceso a usarlo siempre que no esté alquilado.

—¡Es una pasada! —expreso alucinada.

—Sí, ¿verdad? —coincide Marina mirando a su alrededor, de pronto sus ojos se posan sobre mí y se llenan de curiosidad—. Oye, Sara, ¿cómo estáis llevando vuestra incursión en el mundo swinger?

—Bien —respondo natural—, divertido, estimulante. Bien, muy bien —repito.

—¿Con Julio bien también? ¿Habláis de todo lo que hacéis? —pregunta con interés y lo hace con tanta naturalidad que solo me sale responderle sincera.

—Estamos bien, hablamos lo justo, yo quiero saberlo todo pero él prefiere no saber nada —me encojo de hombros y ella hace tuerce los labios.

—Sí, ya me lo dijo. Iván y yo nos contamos todo.

—Yo preferiría poder contarlo todo, quizá con el tiempo... —comento con esperanza.

—Sí, puede ser.

¿Entonces Iván le ha contado todo lo que hicimos en Caprice?

Tras esa pequeña conversación entre nosotras, volvemos a subir y veo que Iván a sacado unas cervezas y las están bebiendo mientras le explica cosas de la brújula, las velocidades y el motor del barco. Se llevan bien y me hace gracia. Julio, aunque no quiere que le cuente nada, sabe que me he acostado con él, y aun así, comparte una birra y un rato amigable con él. Es curioso ver cuánto ha evolucionado en poco tiempo. Desde el día que dijo no rotundo en la cafetería hasta hoy, solo ha pasado un mes y, aunque aún tenga muchos límites, lo veo muy cómodo con la experiencia.

Marina me invita a sacarme la ropa y tumbarme a tomar el sol con ella en la colchoneta que cubre toda la parte posterior. Es como un gran solárium acolchado. Y encima con las vistas de las espaldas y traseros del capitán y de mi novio, ambos en bañador, torso desnudo y concentrados en la conducción.

—¿Crees que podremos jugar un poco hoy? —cuestiona Marina sin quitar la vista del mismo sitio donde la tengo yo.

—Eso depende. Julio ha dicho que si no me ve ni me oye, podría pasar. Si no, imposible.

Marina se ríe y se tapa la cara muy cómica.

—Tendré que llevármelo lejos, entonces.

Asiento convencida y contenta ante esa posibilidad.

—¿Le gustan las motos de agua?

—Seguro que le gustará —asiento sonriente y Marina achica los ojos trazando su plan.

La brisa marina, el olor a sal, el calorcito del sol en la piel y la suave vibración del motor bajo nosotros hace que nuestro paseo sea un rato agradable, relajante y muy placentero.

—¿Te has puesto crema? —cuestiona Marina mientras se pone un poco en la cara. Niego con culpabilidad y pienso en que ni he traído—. Mira que con la brisita no lo parece pero aquí te torras, ¿eh?

Antes de que pueda pedirle un poco de la suya, ella se acerca a mí y comienza a repartir de su crema por mi espalda con un suave masaje. Oh, ¡qué manos tiene!

—Yo me voy a quitar la parte de arriba, aquí no nos ve nadie y así no quedan marcas —me informa mientras esparce la crema por todo mi cuerpo.

—Me parece bien. A mí tampoco me gusta tener marcas del bikini —tal como lo digo, noto como sus manos me lo desabrochan y yo termino de quitarlo.

Después de ponerme crema por las piernas, espalda, brazos, hombros y darme un poco en la mano para que me la ponga por la cara, se tumba a mi lado bocarriba y se quita su sujetador. Deja al aire un pecho precioso. No es muy grande, yo debo tener dos tallas más que ella, sin embargo sus tetas tienen una forma preciosa y bien redondita.

—¿Te puedo preguntar algo íntimo? —cuestiono llena de curiosidad y Marina asiente con una sonrisa amigable— ¿Cuánto llevas viéndote con tu amigo? El que nos contaste la semana pasada.

—¿Con Pierre? Tres meses o así —comenta pensativa.

—¿Y Pierre tiene pareja?

—Está divorciado. Hace un año que se divorció.

—¿Lo conociste en la aplicación?

Me siento un poco fisgona haciendo tantas preguntas, pero como ella responde con naturalidad a todo, me da a entender que no le molesta.

—No, lo conocí en el trabajo. Hizo una sustitución del profesor de francés en el último trimestre escolar.

Vaya. Imaginé que era algún soltero que había encontrado en la app, ¿un compañero de trabajo? Lo veo delicado.

—Por la cara que pones imagino lo que estás pensando —murmura entre risas y se incorpora un poco. Yo imito su postura y me pongo bocarriba apoyada sobre mis codos y de cara al mar, dando la espalda a nuestros chicos—. Mi marido estuvo al tanto de todo en todo momento. Desde que conocí a Pierre y me pareció lo más atractivo que había conocido después de Iván, hasta que quedamos para preparar un trabajo en horas extraescolares, cuando le expliqué que estaba casada pero tenía libertad sexual y, por supuesto, nuestros primeros encuentros. Iván supo todos los detalles a medida que avanzaba. ¡Es más! Se conocen.

—¡No me digas! —exclamo haciéndome la escandalizada.

—¡Sí! Hicimos una fiesta de fin de curso el mes pasado y vinieron las parejas del profesorado. Así que en la delegación de idiomas extranjeros, donde te confieso que varias veces tuvimos encuentros furtivos y altamente incendiarios, se dieron la mano y se conocieron —explica Marina como quien te confiesa una travesura.

—¿Y hay buen rollo? —cuestiono sorprendida.

—Si. Iván no lo ve como una amenaza, sabe muy bien que nadie podrá desestabilizar la relación tan fuerte que tenemos. Nos gusta jugar y además lo hacemos en igualdad de condiciones.

—No, ya, es fantástico. Solo que sorprende —confieso pensativa.

Julio y yo estamos muy lejos de tener algo así, aunque ¡me encantaría! Me da la sensación de que la relación de Iván y Marina, a pesar de tener ciertas puertas abiertas, es mucho más fuerte que la nuestra. Empiezo a pensar que las puertas abiertas no son las que hacen peligrar la relación, sino la propia convivencia. Es decir, lo que ocurre de puertas hacia adentro. Eso es lo que hace que una relación sea fuerte o no.

—¿Queréis algo fresco? ¿Os traigo algo de beber? —pregunta Iván acercándose a nosotras y dando un beso sobre los labios a su mujer. Sin pensarlo succiono el mío inferior. Deseo sentirlo también yo, deseo besarle.

—¿Tú estás fresco? Porque yo te quiero a ti —responde melosa su mujer y él la besa aún más fuerte.

Las ganas de ser yo quien recibe esas atenciones crecen y decido desviar la mirada hacía atrás. Busco a Julio y lo encuentro al mando del barco, llevando el timón. Está contento y aunque está de espaldas, lo imagino sonriente, se lo está pasando genial y está disfrutando de esta excursión. Me alegra mucho verlo así de relajado.

—Ya voy yo a por una cola light ¿te traigo otra? —cuestiona Marina quien se ha levantado y está dispuesta a ir a buscar las bebidas.

—Si tenéis una Zero...

Marina asiente y se va hacia Julio, la nevera está a su lado. Iván aprovecha ese momento y se sienta a mi lado quedando invertidos. Él mirando hacia Julio y yo hacia el mar que vamos dejando atrás.

—¿Te voy a tener en algún momento solo para mí? —pregunta acercándose más de lo necesario a mí cara para hablar.


¡Feliz lunes, vibrantes!

Aquí tenéis el capítulo nuevo. ¿Os ha gustado? ¿Queréis seguir leyendo? 🤔

Os tengo que advertir: el siguiente cap... 🔥🔥🔥🛥🔥🔥🔥

¡Si llegamos a 300 comentarios (reales), os lo publico sin tener que esperar una semana más!

Por cierto, a mi lectora -1 el siguiente capítulo ¡¡le encantó!! 🤭🤭🤭

Vamos a por el reto!!! 💪

Carol

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