6. En el que Midorima se pone muy celoso
6. En el que Midorima se pone muy celoso
El cielo había oscurecido cuando salieron del cine y caía una ligera nevada. El aire olía a infinidad de comidas por culpa de los restaurantes colindantes. Así que no dudaron en entrar en uno para cenar antes de volver a sus respectivas casas.
–Fue muy divertido—dijo Takao en cuanto tomaron asiento.
El restaurante estaba bastante lleno, pero les atendieron deprisa.
–¿De verdad te lo pareció? No tenías buena cara—apreció Kasamatsu jugando con los palillos, fingiendo una despreocupación que no sentía. Sabía a la perfección lo que había afectado al otro.
–¿Eh? Sí me resultó divertido. Aunque tal vez me sentara mal el crêpe—mintió Takao. No quería que el otro pensara que la tarde había sido un fiasco.
–Tranquilo. Sé que ver a Midorima en el cine... No tuvo que ser un trago agradable.
–Ni siquiera se me ocurre... ¿Por qué tuvo que ir precisamente a ese lugar? –musitó Takao cabizbajo.
–Estoy seguro de que te siguió hasta ahí—afirmó Kasamatsu. Takao levantó la vista en el acto.
–¿Seguirme?¿Él?¿Por qué iba a hacerlo? Me odia.
–Tal vez no sea así. A lo mejor quería decirte alguna cosa. Quizás pedirte disculpas por lo que te dijo.
–Pues yo no quiero escucharlas—volvió a mentir Takao. Kasamatsu no pudo evitar una leve sonrisa.
–Escucha. Yo hice algo... Espero que no te moleste, pero le dije a Midorima que tú y yo estábamos en una cita.
Takao se sonrojó ligeramente.
–Ahm... No sabía... Creí que tú y yo...
–Tranquilo. No considero que esto haya sido una cita romántica. Una amistosa sí, pero me da la impresión de que Midorima pensó otra cosa. Por la cara que puso... Apuesto a que se molestó.
–Seguro que le molestó haber ido al cine a pie y que yo no le llevara en esa estúpida carreta—dijo Takao con fastidio.
–Midorima te siguió hasta el cine—repitió Kasamatsu convencido. –Estoy seguro. Mientras veíamos los cortometrajes, eché un vistazo a la sala, y Midorima ni entró. Si hubiera ido para ver lo mismo que nosotros, se habría sentado en una butaca lejana y punto. Se fue porque no quería vernos juntos a los dos.
–Parece que... ¿Insinúas que a ese... tsundere sin corazón le intereso de algún modo?
–¿De algún modo? Estoy diciendo que le gustas. Aunque quizás no se haya dado ni cuenta. Es probable que esta ''cita'' le abra los ojos.
Takao soltó una risa nerviosa.
–Eso es una tontería. Él mismo me dijo que era una persona mediocre. Ni quiere tenerme cerca. Tu suposición es errónea. A Shin... A Midorima solo le gusta Midorima.
–Kise y yo lo comentamos anoche. Tenéis esa química. Él le conoce desde hace tiempo, como ya sabes. Y en cierta ocasión me había dicho que nunca había visto a Midorima siendo...él mismo, tanto como contigo. Se le hizo muy raro que discutierais, porque de todas las personas del mundo, jamás pensó que se alejaría de ti. Erais un tándem irrompible. No le cabía en la cabeza lo que ocurrió cuando nos lo contaste. Según Kise, nadie le soporta como tú.
–Soportaba. Y ya fue demasiado—dijo apenado sin poder evitarlo. A pesar de todo, estar un día sin la compañía del peliverde ya le costaba horrores. Por mucho que se hubiera esforzado en distraerse y salir de casa esa mañana. Tomar el aire no le había servido de mucho, y menos si Midorima le seguía los pasos como suponía su acompañante.
Les llegó el pedido y se pusieron a comer. Algo caliente les vendría bien con la que estaba cayendo fuera. Y cambiaron de tema, centrándose en el baloncesto. Eso relajó el ambiente y convirtió la cena en algo más agradable.
–Gracias por invitarme al cine. Sé que no fui la mejor de las compañías, pero de verdad que te lo agradezco—apuntó Takao mientras caminaban.
Kasamatsu había insistido en acompañarle a su casa, porque le quedaba de camino a la suya. Por lo que Takao no pudo negarse. Sin embargo, el capitán del Kaijô no se había ofrecido sólo por eso, sino porque estaba convencido de que cierto peliverde todavía les seguía, aunque no pudiera verlo.
–No tienes que darme las gracias por nada. Quería animarte, y pasó...lo que pasó. Yo debería pedirte disculpas.
La nieve seguía cayendo con suavidad y no era desagradable, así que podían pasear tranquilamente.
–Dejémoslo en empate. Ni tú te disculpas ni yo lo agradezco—rió Takao, haciendo que su compañero lo imitara. Entre risas llegaron a su destino. –Gracias por acompañarme—dijo frente a la puerta.
–Nada de gracias—recordó Kasamatsu.
Por fortuna parecía haber puesto de buen humor a Takao, y estaba muy satisfecho de haber conseguido tal hazaña. Hizo un movimiento de cabeza a modo de despedida dispuesto a irse por su camino, hasta que se dio cuenta.
Estaba allí. Entre los arbustos. Camuflado. Con nieve en el inconfundible cabello verde. Las gafas oscuras a pesar de ser de noche. Y rígido como una estatua de cera. No pasaba del todo desapercibido para él, pero su acompañante parecía no percatarse porque le daba la espalda.
Sonrió levemente, pensando en la perspectiva que Midorima tendría de ellos dos. Takao y él estaban cara a cara, así que Midorima sólo podía ver la espalda de su mejor amigo.
–Oye Takao... espera... –Kasamatsu aprovechó la situación y tomó entre sus manos el rostro del otro chico. Acercándose más a el.
–¿Qué? –Takao no sabía lo que estaba pasando, así que se paralizó.
–Tienes una pestaña...puede entrarte en el ojo—susurró Kasamatsu para que Midorima no le escuchase. –Ciérralos. Soplaré para quitártela.
El otro obedeció ya más relajado y se dejó hacer. Pero Kasamatsu sabía, que a ojos de Midorima, parecería que se estuvieran dando un tórrido beso de despedida frente a la puerta de la casa de Takao.
–Listo—dijo cuando le pareció que ya había sido suficiente tortura para el peliverde.
–Gracias.
–Adiós, Takao.
–Nos vemos—dijo el chico y entró en su casa sin demora.
Kasamatsu se quedó contemplando la puerta como si le interesara muchísimo, y entonces empezó a caminar, pasando junto a los arbustos.
–Adiós, Midorima—dijo aguantándose la risa.
El mencionado no tardó en salir de su escondite, mostrándose ante el otro, regio como era. Mirándole con frialdad, con unas ganas tremendas de saltarle al cuello y asfixiarle lentamente. Pero se contuvo sin saber cómo.
–Sabías que estaba ahí—dijo acomodándose las gafas con los dedos. Como si no le importase que le hubieran pillado.
–Por supuesto que lo sabía, Muñeco de nieve parlante—dijo Kasamatsu ahora entre carcajadas que ya no podía contener.
Midorima hizo un gesto contrariado, pero entonces se llevó una mano al cabello y notó la nieve. Se la sacudió con prisa y con cara de mala uva.
–Pues si lo sabías, deberías haberte marchado antes. Tenía la intención de hablar con Takao a solas.
–Lo siento. Pero tenía que despedirme como se debe—dijo Kasamatsu relajado, dispuesto a seguir con su vuelta a casa.
–¿Acaso estás con Takao?¿Desde cuando? Porque él nunca me dijo...
–¿Nunca te dijo?¿Tendría que haberlo hecho?
–Somos amigos, yo creí...
–Creíste mal. De todos modos, por si tanto te interesa. Me atrae Takao desde hace un tiempo, pero nunca hice nada porque pensé que estabais juntos. Ahora que sé que no es así, y por tu culpa... nunca será. Simplemente, aproveché. Cuando la vida te da limones, haces limonada—dijo con el pecho henchido de orgullo por lo bien que le había salido el comentario frente al peliverde. No iba a acobardarse delante de aquel tipo. Le haría darse cuenta de lo que había perdido. Y que sufriera por ello.
Midorima parecía muy afectado. Mirándose los zapatos como si fueran algo de lo más entretenido. Sujetando con fuerza algo que tenía en la mano, cubierto por la nieve.
–Está muy enfadado conmigo, ¿verdad? –preguntó sin alzar la vista. Kasamatsu se sorprendió, porque no se esperaba esas palabras. Ni tampoco el tono de infinita tristeza con el que las había pronunciado.
–Bueno. Mediocre... No es algo que un amigo suela llamar a otro.
–Me pilló en un mal momento. Sé que no tengo más excusa que esa tan pobre, pero es la realidad. Me arrepentí de todo nada más decirlo, aunque ya era tarde. Sólo deseo pedirle disculpas.
Kasamatsu sintió algo de lástima por el peliverde. Realmente parecía muy afectado. No le cabía duda de que entre ese par habían sentimientos más profundos que los de una amistad, aunque ellos no se dieran cuenta. Kise le había metido esa idea en la cabeza, y cada vez cobraba más sentido.
–Eso no tienes que decírmelo a mi. Yo no soy Takao.
–Lo he intentado. Todo el maldito día—dijo centrando su vista ahora en el cactus cubierto de nieve que tenía en la palma de la mano. –En la librería, pero tú le llamaste por teléfono. En una tienda, pero se metió en el probador. En la calle, pero se le acercaron para preguntarle una dirección... Hoy ha sido un día terrible.
–Es una lástima. Sois grandes amigos. Espero que lo arregléis—dijo. No se le ocurría otra cosa.
–¿Podrías...? Aunque estés con él... Necesito de verdad pedirle perdón. No sé hacerlo como debería, pero... lo intentaré como mejor pueda. ¿Podrías hablar con él para que me escuche? Si él... Si estáis juntos, te hará caso. Takao complace a la gente que le importa... –dijo sintiendo como si un afilado puñal le atravesara el pecho.
Demasiadas emociones fuertes por un día. Primero la llamada telefónica. Luego la cita en el cine. Y para rematar, el beso en la puerta. Lo peor, es que sentía que todo eso era culpa suya. Que de no haberle dicho todo aquello a Takao, ese día al completo lo habrían pasado juntos. Se lo había servido en bandeja a Kasamatsu. Algo que en cierto modo... sentía como suyo.
Su mejor amigo. Su compañero de equipo. Su Takao.
–No sé si quiera escucharme, pero haré lo que pueda—dijo Kasamatsu sintiéndose en un aprieto.
–Gracias—dijo afligido. Le humillaba rebajarse frente al otro al pedirle ese favor. Pero estaba realmente desesperado.
–Adiós, Midorima—concluyó Kasamatsu y se marchó dejando allí al otro.
El peliverde le vio desaparecer y alzó el rostro, contemplando la ventana del dormitorio de Takao. Con la luz encendida.
Takao estaba saliendo de la ducha cuando escuchó sonar su teléfono móvil. Lo cogió con rapidez, y se sorprendió al escuchar la voz del otro lado de la línea. Puesto que acababan de verse.
–¿Kasamatsu?
–Siento molestarte. Pero tenía que contarte algo que acaba de pasar—era evidente, por lo que escuchaba de fondo, que Kasamatsu aún seguía en la calle, andando hacia su casa.
–¿Estás bien?
–Es que he hecho una cosa... No sé como te la vayas a tomar—dijo algo temeroso. Oyó un ruido de llaves y abrir y cerrar una puerta.
–Dímela—Takao se sentó en la cama, vistiendo sólo con los pantalones del pijama. Intrigado.
–Midorima estaba escondido entre unos arbustos, cerca de la entrada de tu casa.
–¿Cómo?
De la impresión se puso en pie.
–Le vi y no te dije nada... En lugar de eso... ¿Recuerdas la pestaña en tu ojo? No era cierto. Lo hice para que él creyera que nos estábamos besando.
–¿Por qué hiciste eso? –. Para Takao la situación ya comenzaba a ser surrealista. Midorima en su puerta y Kasamatsu haciendo esas cosas extrañas.
–Pues para que creyera que nos besábamos—dijo sin más.
–¡¿Pero por qué?!
–Ya te dije que a Midorima le gustas. Quería que se pusiera celoso.
Takao se sonrojó violentamente. Otra vez esa suposición por parte del otro. Midorima no podía sentirse atraído por él. De ser así, nunca lo habría tratado como lo hizo.
–Yo...no le gusto—consiguió decir por fin.
–Lo que tú digas. La cuestión es, que se lo creyó. Porque en cuanto entraste a tu casa, hablamos. Le dije... Le dije que tú me gustabas y cree que estamos juntos.
Takao se sentó otra vez, como a cámara lenta.
–¿Qué? –musitó en un hilo de voz.
–Funcionó, porque parecía realmente molesto.
–Te lo habrás imaginado—dijo Takao sintiendo que el corazón se le saldría por la boca.
–Confío en que no te enfades conmigo por decirle eso. Pero necesitaba ver su reacción para confirmar mis sospechas.
–No estoy enfadado. Aunque no lo justifico. Simplemente debiste seguir de largo. Ignorarle.
–Me pidió que intercediera por él, contigo. Para que le perdonaras. Parecía verdaderamente arrepentido.
–Pues eso sí que no me lo creo.
–Yo me lo creí.
–Pues yo no.
A pesar de decir eso, Takao se levantó como con miedo y se asomó a la ventana. Mirando hacia la calle escondiéndose tras la cortina, por si el peliverde continuaba abajo.
–Me gustaría pedirte un favor—dijo Kasamatsu cambiando el tono a uno más serio.
–Tú dirás—dijo todavía observando a través del cristal. La nieve volvía a caer, pero esta vez con más fuerza. Aunque ni rastro de Midorima.
–Sigamos con esta broma de cara a Midorima. Quisiera que siga creyendo que estamos juntos si no te importa.
–¿Para qué?
–Eso déjamelo a mi—concluyó.
Continuará...
*Siento el retraso. Ando de mudanza y he estado sin internet. U.U, pero he vuelto!! xD
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