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4. En el que Takao tiene una cita

4. En el que Takao tiene una cita

Se levantó temprano esa mañana, como siempre. Sin embargo, esta vez era por culpa de la falta de sueño que había padecido toda la noche.

Recordando las barbaridades que habían salido por su boca mientras Takao le miraba sin saber bien si aquello era una broma que no tenía pizca de gracia.

Le había pillado en mal momento, eso era todo. Le pediría disculpas y el tema quedaría olvidado. Sin embargo, algo en su interior le decía que eso no sería así. Y le molestaba la sensación que le provocaba el pensar que Takao le haría caso y jamás volvería a dirigirle la palabra.

Porque Midorima no tenía amigos. O por lo menos no los consideraba eso. Salvo a Takao.

Él siempre estaba a su lado mientras entrenaba lanzando balones a la canasta una y otra vez, sabiendo que era lo más aburrido del mundo para cualquier espectador que se precie. Pero Takao se quedaba. Le hacía compañía y después le llevaba a casa. También era Takao el que se había cambiado de pupitre para estar enfrente suyo, para entre clase y clase girarse y hacerle algún comentario, o sonreirle sin motivo alguno. Tampoco se metía con él por ser tan supersticioso, y no le importaba comer los dos solos en la azotea, para no tener que soportar al resto de la gente, sólo porque Midorima así lo deseaba.

Nunca admitiría que eran esas cosas las que le agradaban de su compañero. Que parecía anteponer los gustos del peliverde por encima de los suyos propios. Pues había una especie de respeto innato entre ambos. Midorima toleraba sus tonterías, y Takao hacía lo mismo con sus excentricidades.

Se vistió con prisa, pero intentando controlar su nerviosismo.

Él no era dado a las disculpas. No sabía pedir perdón, al igual que no sabía admitir la derrota. Aunque debía reconocer, que tras lo ocurrido con Takao, el fiasco de la Winter Cup había desaparecido casi por completo de su mente, lo cual era de agradecer en cierta forma.

Caminó con pasos apresurados pero comedidos, intentando controlar la ansiedad que lo invadía. Consciente de que lo que iba a hacer, marcaría un antes y un después en la relación con su amigo. Si aceptaba sus disculpas, todo volvería a ser como antes, pero sino...

«Takao.»

Giró la esquina justo a tiempo para verle salir de su casa. Con un gorro amarillo limón, bastante llamativo. Y un abrigo de color azul oscuro en cuyos bolsillos protegía las manos del frío.

Por alguna razón, no se sintió preparado. Las palabras de disculpa no fluían coherentemente por su cabeza, así que expresarlas no era conveniente todavía. Por lo que le siguió en silencio, tras ponerse sus gafas oscuras, confiado de que el más bajo no se diera cuenta de su presencia.

Takao entró en una panadería donde olía a pan y dulces recién hechos que estaba llena hasta los topes de clientes, así que tardó varios minutos en salir con un bollo de chocolate en la mano y una sonrisa de satisfacción en el rostro. Siguió paseando y se decidió a entrar esta vez en una librería. Eso benefició a Midorima, que entre los estantes, no perdía de vista a su compañero.

«Takao, te pido disculpas. Lo que pasó ayer...estaba frustrado por la derrota. No quise decir lo que dije. Perdóname.»

Se animó un poco, contemplando la espalda de Takao, por haber encontrado las palabras exactas. Sólo esperaba que salieran así por su boca.

Lo malo es que cuando se le acercó por detrás, alzando la mano para tocarle el hombro, el teléfono móvil del otro comenzó a sonar.

–Taka... –fue lo único que pudo musitar Midorima con la mano suspendida en el aire antes de llegar a su objetivo.

Takao sacó el teléfono de su bolsillo y se lo llevó a la oreja.

–¿Diga?... Ah, hola Kasamatsu... ¿Esta tarde?... No, no tengo planes... ¿Quedar?... Eso suena divertido... ¿También viene Kise?... Ya veo... –mientras hablaba, colocaba el manga que había estado leyendo en su estante correspondiente, despreocupado. –Pues nos vemos después de comer... Hasta luego, Kasamatsu. Y gracias.

Cuando colgó, ya Midorima volvía a estar detrás de una estantería, escondido. Mirando atónito el pequeño cactus que tenía en una de sus manos. Sintiendo que aquella llamada había sido un instante de mala suerte. Kasamatsu había llamado a Takao justo al tiempo que él pensaba disculparse.

Y por algún motivo desconocido, ni Kasamatsu, ni eso que sonaba ''divertido'', le habían caído demasiado bien al peliverde. No entendía desde cuando Takao y el capitán del equipo de Kaijô eran tan amigos como para quedar en verse.

No podía aguantar las dudas que lo carcomían, y continuó con su espionaje hacia Takao. Le siguió de nuevo cuando entró a los recreativos, y también cuando pasó por el mismo parque en el que había ocurrido todo la noche anterior, sintiendo los remordimientos con más fuerza todavía.

Takao se compró un crêpe como almuerzo y siguió su camino hasta, lo que descubrió Midorima poco después, el lugar donde se encontró con Kasamatsu.

Su amigo pareció alegrarse mucho de verle y le saludó con la mano en alto, mostrándole esa sonrisa tan radiante que normalmente le dedicaba a él. Y Midorima sintió que se le revolvía el estómago.

–¿Llevas mucho esperándome? –. Preguntó Takao ofreciéndole un poco del crêpe a medio comer, pero el otro lo rechazó de forma cortés con un movimiento de su mano.

–Acabo de llegar. Toma tu entrada.

Al escuchar eso, Midorima se percató de que estaban frente a un cine.

–Gracias por invitarme, tiene muy buena pinta este maratón.

–Es que leí que se trataba de cortometrajes cómicos. Y después de verte anoche... como estabas, pensé que necesitabas algo como esto para animarte.

Midorima desde su posición, no podía escuchar bien de lo que hablaban los dos chicos en la distancia, y menos con el bullicio general. Sin embargo, eso no quitaba que se estuviera molestando de lo lindo solo con ver la escena. Quedar para ir al cine, a su modo de ver, podía tener muchos significados. Y el que más le molestaba era la posibilidad de que se tratara de una cita como a todas luces parecía.

Takao y Kasamatsu se pusieron en la cola y no tardaron demasiado en entrar al cine y ocupar sus asientos dentro de la sala.

–Qué ganas tengo de que empiecen—dijo Takao entusiasmado frotándose las manos.

–No sé cuántos sean, pero confío en que nos riamos un poco.

–Yo también.

Entonces junto a Takao se sentó una mujer que tenía un folleto en la mano, parecía que con la programación de lo que iban a ver.

–Perdone... ¿dónde consiguió eso?

–Junto a la puerta, antes de entrar—respondió ella amable.

–Voy a por un par—dijo Kasamatsu poniéndose en pie antes incluso de que Takao se ofreciera a hacerlo. –Vuelvo enseguida.

Al abrir la puerta y salir de la sala, en el otro lado se topó con un peliverde que le resultaba familiar. Ambos se miraron atónitos el uno al otro. Y Midorima no sabía hacia qué dirección salir corriendo tras verse pillado.

–¿Midorima? –preguntó Kasamatsu desconcertado. –¿Qué haces tú aquí?

–Ahm... –. Sentía la boca seca y el corazón latiendo a velocidad supersónica en su pecho. Pero no debía dar muestras de que se encontraba en un apuro. –Vine a ver... esto.

Había comprado entradas para todas las películas, confiando en poder echar un vistazo dentro de cada sala y ver en cual de ellas se encontraba Takao y su compañía non grata. Sin embargo, no esperaba dar con ellos a la primera.

–¿Tú?

Como si le ignorase, Kasamatsu cogió un par de folletos de una pila junto a la puerta e hizo ademán de volver a entrar a la sala, pero se volteó en el último momento.

–No te pega nada venir a ver esto... No estarás espiando a Takao, ¿verdad?

El tono con el que lo dijo daba a entender, que fuera cual fuera su respuesta, él ya había llegado a la conclusión de que había seguido a Takao hasta ahí. Y quedaría como un mentiroso de primera si lo negaba. Así que no dijo nada. Sólo tragó intentando ordenar sus ideas. Pues desde que Takao había recibido esa llamada, su mundo completo parecía haberse ido por el desagüe. Su propia coherencia, e incluso su tranquilidad se habían esfumado de un plumazo. Indignado con la situación, decidió actuar como mejor sabía.

–Tú no me conoces—respondió frío. –Si he venido a ver esto u otra cosa, no es asunto tuyo. Ni los motivos que me empujaron a ello.

–No te conozco, cierto. Pero sé calar a las personas. Y puedo descifrar como eres. Has seguido hasta aquí a Takao, porque te molesta que haya venido conmigo—dijo convencido. –Te fastidia... que tengamos una cita.

Ahí estaba esa palabra. La confirmación de sus temores.

Sujetó con fuerza la maceta del cactus porque sino se le caería al suelo por culpa de la impresión.

Los ojos azulados del otro le miraban sin pestañear. Como si hubiera lanzado un dardo que hubiese dado de lleno en la diana.

Quiso negar la acusación. Quiso gritarle cualquier insulto que se le ocurriera. Quiso partirle la cara. Sin embargo no tenía fuerzas para hacer nada de eso. Estaba en blanco, inmóvil y mareado.

Abrió la boca por si había suerte y salía algo de ella, pero en vez de eso, la situación empeoró.

–Kasamatsu, va a empezar muy pronto... –. Takao abrió la puerta de la sala y apareció junto a ellos. Deteniéndose al ver quién estaba con su acompañante. En el acto, su sonrisa fue sustituida por un gesto de disgusto.

–Ya iba a entrar—dijo Kasamatsu como si no sintiera esa insoportable tensión en el aire.

–¿Qué hace él aquí? –. Preguntó Takao claramente molesto.

Midorima nunca le había visto de ese modo. Takao era la persona más feliz y sonriente que había conocido en toda su vida. Verle tan serio, y ser el culpable de algo así, le perturbaba.

–Takao...

–¡No me hables! –. Takao lo silenció, furioso. Tenso. Con los puños cerrados con fuerza. –No quiero oír nada de lo que tengas que decir. ¿No tenías suficiente con lo que pasó ayer?¿Todavía quieres hundirme más? Pues ahórratelo. Ya sé que me desprecias, me quedó bastante claro. No quiero que te acerques a mi... –comentó entonces. Mirándole sin titubear. Con una seguridad que sólo le había visto durante los partidos que habían jugado juntos. –Si me ves en los entrenamientos no me dirijas la palabra. Y si nos cruzamos por la calle, haz de cuentas que no me conoces. Las personas mediocres no necesitamos a gente como tú a nuestro alrededor, Midorima.

Concluyó antes de darle la espalda y tirar del brazo de un silencioso Kasamatsu hacia la sala de proyección.

Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, Midorima continuaba estupefacto. La situación se había vuelto totalmente en su contra. Escuchar por boca del moreno las palabras que él mismo había pronunciado, dolían. Mucho. Pero sobretodo, la forma en que se había dirigido a él. Nada de Shin-chan, como siempre. Sino Midorima. Como le llamaban todos los demás. Takao lo había relegado por completo. Y aunque una parte de él le decía que se lo tenía merecido, otra sufría por ello.

Salió del cine y rompió todas las entradas en pequeños trocitos de papel que tiró a la basura sin miramientos.

Sin embargo, si Takao y Kasamatsu se pensaban que él volvería a su casa, estaban muy equivocados.

Continuará...

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