13. En el que Aomine y Kagami se aman
*Un retraso de meses...lo siento es insuficiente, lo sé, pero la única excusa que tengo...es...que he escrito una novela, con mis propios personajes, mi propio argumento...y me he dedicado 100% a ella. Aún así, fic que empiezo, fic que acabo. y este no iba a ser una excepción. Más vale tarde que nunca xD
13. En el que Aomine y Kagami se aman
–Bueno Kagami, ha llegado el momento de que tú y yo hablemos de ciertas cosas.
El pelirrojo no pudo sino tragar saliva, tenso. Consciente de que su situación era peliaguda. No podía escapar de esa cabina. Aomine lo sabía, y por eso le había hecho caer en aquella trampa. Y para colmo, compinchado con sus amigos, eso estaba claro.
Intentó parecer calmado, acomodándose de cara al otro como si no pasara nada, pero a sabiendas de que ahora les tocaba hablar de ciertos temas sin más evasivas.
Suspiró.
–Si quieres que hablemos sobre lo que pasó aquella noche...No hay nada que decir al respecto. Fue un error que...
–No lo fue –sentenció Aomine, silenciándolo. –Ambos dejamos que pasara. Yo por mi parte, sé perfectamente porque quise que ocurriera. Y tú, no sé que sientas por mi, pero te dejaste llevar esa noche y con eso me quedo. Porque fue conmigo con quien estuviste. A quien te entregaste.
Kagami se sonrojó levemente. Aomine sin embargo, soltaba todo con una naturalidad envidiable. Era alguien muy seguro de si mismo, de eso no le cabía duda.
–Escúchame Kagami, porque no bajaremos de esta noria hasta que lo hagas. He sido demasiado paciente, para como acostumbro a ser, la verdad—dijo cruzándose de brazos. Taiga juraría que nunca lo había visto tan serio y se sintió de repente un ser diminuto en aquel asiento frente al peliazul. –Me gustas. Mucho. Tanto que me he convertido en un Daiki que no reconozco. Celoso, posesivo...y un poco psicópata. Desde que te cruzaste en mi camino, pero sobretodo, después de nuestro partido...Me enganché a ti de una manera que ni yo mismo podía controlar y mucho menos comprender. Haciendo cualquier cosa por verte. Sin perderme ningún partido en el que jugabas. Alegrándome de que consiguieras todo aquello que yo no logré.
–Aomine...
–Te he dicho que ibas a escucharme.
Kagami asintió y cerró la boca con fuerza. Como un niño que acabara de recibir una reprimenda de su profesor.
–Te he estado provocando sin parar cada vez que nos encontrábamos, porque no se me ocurría otro modo en el que poder acercarme a ti, de llamar tu atención. Somos muy parecidos, y sabía perfectamente que si te entraba de buenas a primeras...ocurriría lo del Strip Basket. Te largarías cabreado y no creerías nada de lo que te hubiera dicho. Eso fue justo lo que pasó. Más de una vez, de hecho. Quise decirte que me gustas varias veces, pero estabas tan asustado, que me vi obligado a jugártela de esta manera. Yo también estoy aterrorizado, créeme. Porque si después de todo esto bajas de esta atracción despreciándome, pues...
–Eso no va a pasar—dijo Kagami, nervioso como nunca.
Aomine pareció asustado de pronto. No sabía si por lo inesperado de su comentario interrumpiéndole de repente, o porque se esperaba un rechazo fulminante por su parte.
–No te desprecio. Nunca...lo haría. Aunque quisiera –. Aclaró, viendo como el rostro contraído del otro cambiaba a uno más relajado. –Tú lo has dicho. Somos muy parecidos. Quizás demasiado, pero eso no es malo. Eres...alguien con quien jamás me aburro. Me sacas de quicio como nadie. –Aomine sonrió levemente. Tal parecía que le había cedido el turno para dar su discurso. –Lo que pasó aquella noche... Me asusté un poco, lo admito. Porque yo no entiendo de estas cosas. Ya sabes, las sentimentales—dijo sintiéndose algo estúpido. Daiki Aomine se le acababa de declarar allí, dentro de la cabina de una noria. El corazón le latía a mil por hora. Y era más que evidente, que toda su histeria la causaba aquel peliazul insoportable.
Miró al suelo, a sabiendas de que necesitaba algo más de coraje. Recordó inevitablemente la declaración de Himuro días atrás, y lo convencido que estuvo al rechazarle. Había sido lo correcto en aquel instante. Pero no podía hacer lo mismo con Aomine, porque con él era distinto. Aunque se lo negase a si mismo infinidad de veces, su corazón había dado un vuelco cuando el peliazul había pronunciado aquellas palabras. «Me gustas».
Cerró ambas manos en un puño sobre sus muslos, y tomó una bocanada de aire.
–Tú me has hecho mejor—dijo por fin mirando al otro.
–Eso es algo que debería decir yo—comentó Aomine con la sonrisa perenne en el rostro.
–No me interrumpas.
–Eres un lento. Y pronto se parará esto y tendremos que bajar. Dime que te gusto de una vez y punto.
El rostro de Kagami adquirió el color de su pelo.
–¡Cretino, no pienso decirte eso!
–Pero está claro que es lo que sientes—dijo Aomine satisfecho por su apreciación.
–¡¿Para qué me traes aquí si no me dejas hablar?! –Kagami, furioso, se puso en pie, haciendo que la cabina se tambaleara levemente.
–Te traje para confesarme yo. Tú estás mas guapo callado.
–¡Serás imbécil!¡Pues ahora no...!
Enmudeció, cuando de pronto sintió un tirón en su camiseta y la boca de Aomine estaba pegada a la suya. Las manos del peliazul se posicionaron tras su nuca. Y entonces, se dejó llevar.
♥♥♥♥♥
–¿Acaso te gusta Takao?
Kise miró a su capitán a los ojos, como un niño que va a confesar sus travesuras.
–Él no—admitió.
Tras unos segundos, Kasamatsu se quedó boquiabierto mirando a Kise como si fuera la primera vez que le veía en su vida.
–¿Yo? –el pelinegro se señaló a si mismo, como si así fuera más sencillo para el otro admitirlo.
–No sabía que me molestaría tu plan...Hasta que pasó—Kise ya había llegado junto a él, pero parecía esquivar su mirada, apenado. –Quería ayudarte con lo de Takaocchi, de verdad que sí, pero luego conforme me contabas las cosas que hacías...
–Te pusiste celoso tú—finalizó Kasamatsu no sin cierto asombro.
Era muy extraño ver a Kise de ese modo, titubeante y algo temeroso. Asintiendo levemente con la cabeza gacha a modo de respuesta y sujetando su propia muñeca con la otra mano.
–Eres un tonto, Kise—dijo Kasamatsu sonriendo.
El rubio entonces le miró a los ojos, confundido.
–¿Por no darme cuenta antes de lo que sentía por ti?
–Por no decírmelo en el mismo instante en que lo supiste—dijo el moreno antes de sujetar por la solapa del abrigo a Kise y tirar de él hacia abajo para besarle en los labios.
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–Menuda sorpresa que me invitaras a este lugar, Atsushi—dijo Himuro acercándose a Murasakibara, que le esperaba justo a la entrada del parque de atracciones con una bolsa de ganchitos de tamaño extra grande entre los dedos.
–Los demás se divierten. Pero yo no—dijo arrastrando las palabras después de tragar.
–Ya sabes que yo no soy una buena compañía últimamente—admitió Himuro dedicándole una escueta sonrisa a su compañero de cabellos violetas.
Tras lo sucedido con Kagami, a pesar de que era algo que se esperaba de antemano, era evidente que le había afectado más de lo que le hubiera gustado reconocer. Puesto que todas y cada una de las palabras que le había dicho eran ciertas. No podía verle como un hermano. Y dolía saber que le había perdido en cierta forma, porque aunque recuperasen su amistad de antaño, eso siempre estaría allí. Como las cenizas entremezcladas con la tierra tras un incendio.
Aún así no podía evitar conmoverse al saber que su mejor amigo se preocupaba por él, por más que intentase esconderlo aparentando aquella indiferencia que tanto acostumbraba. Por eso había ido al parque de atracciones. Por eso estaba allí, guardando el ticket de acceso en su mochila.
–Me habías dicho que iban a venir casi todos los miembros de la Generación de los Milagros. Eso no suena aburrido –comentó mientras comenzaba a andar al interior del parque junto a su compañero.
–Pero están todos en pareja.
Eso le sorprendió.
–¿En pareja? –miró a su amigo que miraba al frente mientras se llenaba la boca de aquel tentempié anaranjado. –Ah, espera. Lo que quieres decir es que el grupo se dividió y fueron a diferentes atracciones, ¿no?
–Que va. Mine-chin nos dijo al llegar que se iba a declarar a Kaga-chin en la noria. Y después los demás se fueron con aquellos que les gustan. No sé hacia donde—dijo como si tal cosa. –Yo no me sentiría cómodo con ellos.
Himuro sonrió levemente sin poder evitarlo. Había acertado de pleno cuando se topó con el peliazul del Tôô saliendo del apartamento de Kagami aquella fatídica mañana.
–Ahora entiendo porqué me mandaste el mensaje para que viniera. No querías estar solo—dijo sin molestia.
–Con Muro-chin sí estoy cómodo—admitió el más alto al tiempo que tiraba la bolsa de ganchitos ya vacía a un cubo de basura cercano.
La sonrisa del moreno se amplió. Murasakibara tenía la capacidad de animarle fueran cuales fueran las circunstancias y aún sin pretenderlo. Lo cual era más sorprendente.
–¿Y qué te apetece, Atsushi? Supongo que has dado vueltas por ahí y tendrás algo en mente.
El pelivioleta le miró con una ligera sonrisa bailando en sus labios.
–Coches de choque—dijo entusiasmado como un niño y cogió de la mano a Himuro antes de salir corriendo, tirando del más bajo, que en el acto soltó una carcajada a su espalda.
♥♥♥♥♥
No supieron exactamente lo que pasó con los demás cuando se bajaron de la noria, y francamente, tampoco les importó demasiado. Ligeramente ruborizados y tomados de la mano, iniciativa de Aomine, por supuesto; comenzaron a andar hacia la salida del parque, para, finalmente, ir a casa del pelirrojo.
Apenas cruzaron palabra alguna por el camino, quizás porque no hacía falta. En aquella cabina a varios metros del suelo se habían dicho todo lo que hacía falta decir, y ninguno era muy dado a ese tipo de conversaciones.
Aomine se quitó el abrigo en cuanto cruzaron la puerta del apartamento, y se dejó caer cuan largo era en el sofá. Haciéndole a Kagami una seña con los dedos en el aire para que se le acercara. Este, que parecía muy tenso de repente, se quitó su propio abrigo con parsimonia, aparentando ignorarlo mientras doblaba la prenda con cuidado y la dejaba en su lugar. Sabiendo perfectamente lo que iba a ocurrir, pero no queriendo demostrar que eso lo alteraba un poco.
–Ven aquí—ordenó Aomine con tono de impaciencia.
Kagami le sonrió en respuesta, mientras negaba con la cabeza, y se cruzaba de brazos, posicionándose lejos del sofá, pero frente al otro.
–¿Qué pasa?
Intrigado, el peliazul se incorporó de golpe, quedando sentado.
–No se va a repetir lo de la otra noche—dijo Kagami aparentando fingida calma.
Los ojos de Aomine se abrieron de par en par.
–¿Por qué no? No me digas que no te gustó, porque sé perfectamente que...
–Porque no pienso ser yo otra vez al que le den por culo—sentenció serio.
El rostro del peliazul se descompuso.
–Voy a beber un poco de agua, mientras le das vueltas al asunto. Y claro, a lo que quieras hacer. Si no te interesa... Mañana nos vemos. Ya sabes donde está la puerta—comentó muy dignamente, al tiempo que se giraba para acercarse a la nevera y sacar un botellín de agua fresca.
Tras unos segundos, y mientras Kagami le daba todavía la espalda; Aomine habló con voz queda.
–Está bien... Lo haré porque eres tú. Me dejaré... –. Cuando el pelirrojo se giró a mirarle, el otro acabó la frase haciendo un gesto obsceno con las manos.
Complacido, Taiga no tardó demasiado en llegar al sofá e iniciar el asunto besando apasionadamente al otro.
–Espero que no pienses vengarte de forma cruel—dijo Aomine en medio del beso.
–Yo no soy así.
A pesar de decir eso, una sonrisa maliciosa apareció en el rostro de Kagami, que, sujetando de pronto a Aomine del cuello de la camiseta, tiró de él para que se pusiera en pie.
–¿Qué...?
–No vamos a volver a hacerlo en el sofá... –comentó mientras arrastraba al otro hacia el pasillo y finalmente a su dormitorio.
El peliazul sonrió también. Parecía que Kagami por fin había apagado su botón de la vergüenza y se estaba convirtiendo en todo un pervertido. Mejor para él, claro. Siempre y cuando sólo fuera una faceta que le mostrara a el, y nada más que a el.
Se permitió unos instantes para contemplar la habitación del pelirrojo. Impecable y en perfecto orden. Eso no se lo esperaba para nada. Pero no pudo analizarla demasiado, porque enseguida sintió como su espalda chocaba contra la puerta cerrada y sus labios volvían a ser atrapados por los de Kagami.
Sintió las manos del pelirrojo colarse debajo de su prenda y acariciarle el torso suavemente, lo cual hizo que se le erizara la piel de todo el cuerpo.
–¿Desde cuando te has vuelto tan jodidamente caliente? –preguntó cuando el otro se hincó de rodillas en el suelo y le desabrochó el cinturón con velocidad felina.
–No lo sé—dijo mirándole desde abajo, con los ojos echando chispas.
Bajó la cremallera con premura, y tomó su miembro con la mano.
–Sigues sin llevar ropa interior... –comentó divertido, al tiempo que Aomine echaba su cabeza hacia atrás y soltaba un leve gemido por la sensación que le causaba que el otro le tocara de esa forma.
La lengua de Kagami le rodeó de repente. Caliente y húmeda. Moviéndose con tortuosa lentitud. Miró hacia abajo entonces, contemplando aquella maravillosa imagen. La del pelirrojo arrodillado a sus pies, y saboreándolo como si se tratara de su comida favorita. Una de sus manos se posó automáticamente en la cabellera del otro, instándole a seguir y se mordió tan fuerte el labio para no alzar la voz más de la cuenta, que notó el gusto de su propia sangre en la boca.
Aquello era el maldito cielo, al menos lo era, hasta que Taiga se detuvo.
Quiso replicar, sin embargo, el otro chico se puso en pie y comenzó a desvestirse. Notaba su erección incluso por debajo de la ropa y ardió en deseos de tocarle él. Volver a hacerle suyo como en la noche pasada. Aunque no lo hizo. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano, porque sabía que si acariciaba a Taiga más de la cuenta, no sería dueño de si mismo y volvería a poseerlo una y otra vez.
<<A la próxima es mi turno>>. Se recordó sin cesar. Y antes de que el pelirrojo le dijera una palabra, se sentó sobre la cama.
Las orbes escarlata le miraron con aprobación, y una vez estuvo completamente desnudo, Kagami se le acercó, se inclinó sobre él, y le besó con dulzura situando sus manos a ambos lados de su rostro.
–Disfrútalo, porque no se volverá a repetir—aclaró hundiendo sus manos entre los cabellos color rubí.
Y que sepas que te quiero, quiso añadir Aomine. Sin embargo el otro, como si no hubiera oído su advertencia, le obligó a tumbarse mientras le besaba con desesperación. Te quiero. Sus manos le acariciaron la espalda. Le arañó la piel sin compasión alguna. Te quiero. Gimió con fuerza cuando Kagami le penetró despacio. Procurando ser delicado, pero sin demasiado éxito. Te quiero.
Despertó sintiendo el peso de una mano sobre su pecho desnudo y un cosquilleo en la mejilla.
Kagami dormía plácidamente con la cabeza apoyada en su hombro. Aomine lo contempló durante un rato, con media sonrisa marcada a fuego en la cara y sintiéndose tentado, le acarició la piel del cuello con la mano libre que no estaba bajo el cuerpo del otro. No hubo reacción alguna por parte de Taiga.
–Te quiero, Bakagami—pronunció en voz alta, embelesado. A sabiendas de que su debilidad no le escuchaba. –Maldito seas, pero te quiero.
–Yo también te quiero, Aomine—murmuró el otro de forma clara, pillando por sorpresa al peliazul.
Pero Kagami continuaba con los ojos cerrados y con la respiración acompasada. Seguía dormido.
Aomine sonrió de nuevo, pero esta vez la sonrisa era amplia, de felicidad absoluta. Tal parece que el pelirrojo estaba soñando.
Le contempló una última vez, acomodó la cabeza en la almohada y cerró los ojos, esperando caer nuevamente en brazos de Morfeo.
Kagami entreabrió un ojo y esta vez, él fue el que sonrió.
¿Fin?
*Sé que era un reto personal...pero sinceramente, no me gusta Aomine de uke. Nunca más!! jajajaja
¿Y por qué el Fin entre interrogante? Porque por primera vez, también haré un capítulo extra de esta historia. Un regalito ^^
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