10. En el que Midorima consigue el perdón
10. En el que Midorima consigue el perdón
Midorima tenía un Escorpio en su vida. Y no iba a perder la oportunidad en absoluto.
Así que se levantó más temprano de lo que debería, se vistió y salió a toda prisa de su casa. Andando con pasos apresurados, cruzando en cuanto el semáforo se ponía en verde para los peatones, y concienciado de que no iría al instituto esa mañana hasta que Takao no le perdonase.
En cuanto llegó, se posicionó frente a la puerta, tomó aire, y alzó el puño para llamar con tres golpes secos.
Sin embargo, antes de tocar siquiera la madera, la puerta se abrió.
Y al otro lado, Takao.
El pelinegro todavía llevaba el pijama, y era evidente que hacía poco tiempo que se había despertado. Aún así, le recibió con una sonrisa.
–Te estaba esperando—dijo con aspecto relajado.
Midorima no estaba preparado para aquello, así que le tomó algunos instantes reaccionar y bajar por fin el brazo que continuaba en el aire.
–¿Cómo? –. Atinó a preguntar.
–Escuché a Oha Asa ayer. Sé que soy el único Escorpio de tu alrededor con el que tienes la suficiente confianza como para pedirle ser tu perrito faldero durante todo el día, así que... Solo era cuestión de tiempo—comentó sin perder la sonrisa.
–En realidad, vine a pedirte perdón. Ayer no me fue posible hacerlo—dijo acomodándose las gafas, nervioso a pesar de haber repasado las palabras una y otra vez en su mente. Sin embargo, sabía que no iba a decir todo tal cual deseaba hacerlo. Aún así, saltó a la piscina a sabiendas de que pudiera tener poca agua en el fondo. –No sabes como me arrepiento de todo lo que te dije. Desde el mismo instante en que solté todo aquello por mi boca... Fue el peor error que he cometido jamás. Lo siento muchísimo.
Takao entrecerró los ojos, pero porque la sonrisa se le había ensanchado todavía más. Consciente de que a su amigo le había costado horrores lo que acababa de hacer. Y eso significaba, que en cierta forma, para Midorima era más importante de lo que pensaba. Y quizás también, del modo en que Kasamatsu se lo había insinuado.
No pudo evitarlo, y literalmente se abalanzó sobre el peliverde, abrazándole con ímpetu.
–¡Claro que te perdono, Shin-chan! –dijo feliz. Rodeando el cuello del otro con sus brazos, permaneciendo de puntillas, y rozando con la nariz el hombro de Midorima. Sintiendo su calor, y oliendo el aroma que tanto añoraba a pesar de que habían sido pocos días separados.
Las manos de Midorima se aferraron en su espalda, inseguras. Como si pensara que todo era un sueño o una mala pasada de su imaginación. Palpando a Takao. Verificando lo que ocurría.
Pero entonces, le apartó un poco para poder mirarle a los ojos.
–¿Lo dices de verdad?
–Por supuesto. Admito que me dolió mucho, pero ya está olvidado. Como si nunca hubiera ocurrido—respondió Takao sincero. –Ahora pasa. Tengo que vestirme para ir al instituto contigo.
No esperó réplica alguna, y entró en la casa seguido de un silencioso Midorima.
Silencioso, porque muchas preguntas se le habían quedado atascadas en la garganta. Preguntas que no era capaz de formular. Como si le había echado de menos de la misma forma en la que él lo había hecho. Si todo volvería a ser como antes, estando juntos a todas horas. O lo que más le intrigaba. Si ahora que estaba con Kasamatsu, no habría demasiado espacio para él en su vida.
Sabiendo a la perfección que tendría que compartir a Takao, para su infinito disgusto.
Takao no tardó mucho rato en vestirse, en tomar algo rápido de desayuno que Midorima rechazó por falta de apetito, y juntos, por fin, partieron hacia el instituto.
Y realmente todo pareció volver a la normalidad.
La gente apenas les miraba cuando llegaron. Porque de nuevo eran ellos dos en aquella especie de burbuja que se habían creado tiempo atrás.
Volvieron las bromas entre clase y clase. Volvió el almuerzo en la azotea a solas. Volvió el salir juntos del instituto. Aunque otra vez, ahí estaba Kasamatsu.
Sin embargo, en esta ocasión, el capitán del Kaijô se mostró visiblemente sorprendido cuando llegaron ambos hacia donde él se encontraba.
–Hola—dijo mirando alternativamente a Midorima y a Takao.
–Hola Kasamatsu—respondió Takao alegre. Y fue el único que lo hizo. Porque el peliverde no podía dirigir la palabra a un ser, a su juicio, tan despreciable.
–¿Todo bien? –preguntó Kasamatsu esperando que Takao entendiera el trasfondo de aquella cuestión.
–Perfectamente.
–¿Entonces podemos irnos?
–En realidad... –. Midorima quería impedir la marcha de su amigo, pero Kasamatsu no esperó demasiado para coger a Takao del antebrazo y tirar de él.
–Midorimacchi... sí que te rindes pronto—le dijo alguien a su derecha.
El peliverde rodó los ojos y empezó a marcharse del lugar apresuradamente, pero el otro le pisaba los talones.
–¿Qué quieres, Kise? –preguntó sin detenerse.
–Quería contarte una cosa, Midorimacchi, pero si te pones en ese plan, será mejor que me vaya y te deje muriéndote de celos tú solo.
Eso le hizo detenerse y voltearse para mirar al rubio. Éste alzó las cejas y sonrió falsamente, a sabiendas de que había picado su curiosidad.
–Di lo que tengas que decir y déjame en paz.
–Antipático.
–Pues lárgate.
–Midorimacchi –lloriqueó. –Es algo que te interesará saber. Créeme. Yo he venido a ayudarte.
–Y a molestarme.
–Eso es inevitable. A ti te molesta todo el mundo. Salvo Takaocchi.
–Me voy—dijo dispuesto a seguir su camino. Pero Kise le sujetó de la manga antes de que se alejara demasiado.
–Takaocchi y Kasamatsucchi no son novios. Todo es mentira.
Logró su objetivo, porque Midorima se detuvo y le miró con los ojos muy abiertos.
–¿Qué estás diciendo?
–Que todo es una farsa para que tú reaccionaras. Bueno...al principio era para que vieras lo que habías perdido...pero como ya habéis hecho las paces Takaocchi y tu, pues esto continuará hasta que tú...Ya sabes. Actúes.
–Takao no haría una cosa así. Eres un mentiroso.
–Lo haría. Lo haría si Kasamatsucchi se lo pidiera. Porque yo... Esto es culpa mía porque yo le dije a Kasamatsucchi que entre tú y Takaocchi había algo. Me equivoqué, porque no lo había. Pero todo se complicó. Y el resto... Conoces la historia tras tu metedura de pata. A ti te gusta Takaocchi, y para que este falso romance termine de una vez, debes hacer algo.
–¿Qué tratas de decir? –cuestionó tras acomodarse las gafas y carraspear incómodo. Hacía poco tiempo que se había dado cuenta de sus sentimientos por Takao, sin embargo para Kise no parecían un secreto.
–Que te declares de una vez, Midorimacchi.
–¿Y qué ganas tú con todo esto? ¿Sólo ayudarme? Kasamatsu es tu amigo y esto podría considerarse una traición.
–Tú también eres mi amigo, y quiero ayudarte. No es justo que ellos anden juntos como parte de una broma y tú sufras.
–¿Es eso? ¿O es que no solamente sufro yo?
Kise se sobresaltó levemente, pero intentó disimularlo, rascándose la nuca nervioso y soltando una risa forzada.
–No digas tonterías. He venido a ayudarte y ya te he dicho todo lo que debía decirte. Así que ahora me largo, tal como querías.
Y en un visto y no visto, Kise se fue por donde había venido.
Midorima se quedó contemplando la calle por la que el otro acababa de irse, inmerso en sus propios pensamientos. Los celos continuaban taladrándole el cerebro, pero se habían suavizado a sabiendas de que Takao y el tal Kasamatsu probablemente estuvieran simplemente paseando, o quizás, ya cada uno estaría en su casa. Nada romántico o sexual como se había imaginado constantemente desde que había sabido de su noviazgo.
También estaba el motivo que empujó a Takao a aceptar aquella idiotez. Muy mal tuvo que pasarlo tras su discusión, como para hacerse pasar por novio de otro con tal de mantenerse alejado de él. ¿O es que acaso quería celarle? Y de ser así, ¿era porque Takao también sentía algo por él?
Las palabras de Oha Asa volvieron a su mente. Era la semana del amor para Escorpio. Y él tenía un Escorpio al alcance de su mano. Si la relación de Takao con Kasamatsu era falsa. Y él ya tenía claro lo que sentía. No existía ningún impedimento en el universo para que Takao y él no cambiaran su relación... a una mejor.
Volvió a seguir su camino, esta vez con media sonrisa en los labios. Viendo el mundo con otros ojos. Con otro color, más hermoso y agradable.
Se tomó su tiempo para llegar a casa. Deteniéndose a disfrutar de la brisa fresca del invierno y sin tomar ningún atajo. Porque realmente no tenía prisa. Estaba feliz y quería disfrutarlo.
Entonces sonó el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo y lo sacó sin mirar la pantalla antes de responder.
–¿Diga? … ¿Aomine?
Continuará...
*Oh, vaya. Por fin parece que las dos parejas van a unirse en un mismo capi xD
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro