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Capítulo 4

El último viaje

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4

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Días después es que Shaina se encontraba reflexionando sobre varias cosas: el pasado de su compañero sin duda lo hizo incomodarse pues, desde su regreso de Wessex, se le veía pensativo. No se lo dijo abiertamente, pero la joven se sentía culpable pues jamás se imaginó que tipo de historia personal tenía el espectro ni lo trágica que podría ser.

—Debí dejar el tema cuando me lo pidió —se decía reflexiva delante de la ventana—. El tenía sus razones y, aunque no pudiera recordar su pasado en ese momento, él sabía que era mala idea visitar ese lugar.

Radamanthys habló poco durante el camino de regreso. Si acaso comentó que todos los de su familia murieron debido a una enfermedad y otros durante el hundimiento de un famoso barco. Para 1912 no quedaba ninguno. Shaina dedujo que él también habría perdido la vida trágicamente por esas épocas, alegrándose de no haber recorrido todas las habitaciones de esa casa ya que, de haberse topado con la foto fúnebre de su pareja, no lo habría soportado.

O quizás, la realidad fuese muy diferente, pero a esas alturas, de que valía juzgarlo cuando ya pagaba por sus culpas trabajando incansablemente para Hades. Además, ella sabía que se trataba de un espectro y, según se decía entre los habitantes del Santuario, los espectros no eran lo que eran por ser precisamente buenas personas en sus vidas mortales.

La cobra estaba consciente de eso cuando comenzó a salir con él. En un inicio era algo solo por entretenimiento pues, jamás pensó que llegaría a desarrollar sentimientos que ahora la sobrepasaban y no se arrepentía de ello.

—A veces es mejor no saber ciertos secretos de las personas que nos rodean. El estaba bien sin recordar todo eso que vivió en esa casa vieja y llena de memorias dolorosas.

El espectro decidió no sacarla del error respecto a esa historia que nada tenía que ver con la realidad. Habían pasado casi 114 años de aquellos sucesos llegando a la conclusión de que eran cosas que Shaina, ni ningún otro mortal, tenían por qué saber. No quería que su pareja lo odiara por lo ocurrido a un grupo de personas que no conoció y que nada tenían que ver con ella.

Esa mañana, la chica enfocó su atención a otras cosas observando que él llegaba de la corte del silencio. Transcurría el séptimo día antes de su partida, el tiempo había volado sin sentirlo deseando que las horas no avanzaran más.

—Me alegra que estés de vuelta —dijo ella recibiéndolo con efusividad.

Una efusividad correspondida que hacía que ambos olvidaran los malos ratos llevándolos de vuelta a su propio mundo. Radamanthys traía algo consigo entregándoselo mientras Shaina observaba sonriendo: una de esas mermeladas empalagosas que sabían eran sus favoritas.

—Se cuanto te gusta esta cosa azucarada.

—Y se cuanto la detestas —respondió divertida—, gracias por el obsequio, ven desayunemos que muero de hambre.

Desayunaron en medio de un silencio cómodo y familiar. A veces no necesitaban decir palabras para expresar cómo se sentían. De hecho, debido a que el final de esa relación era inevitable, es que decidieron no confesar ningún tipo de sentimiento ni hacer promesas a futuro ni nada. Ambos concluyeron que era lo mejor ya que esperaban que eso hiciera menos difícil la separación. Por momentos, uno y otro levantaba la mirada con palabras atoradas en la boca que no debían dejar salir. Ahogando aquellas frases que revelarían cualquier tipo de intención a futuro y que ardían en sus corazones.

Ella se acercó al mueble de la cocina para preparar más café mientras Radamanthys la abrazaba por detrás. La joven dejó lo que hacía sujetando el par de brazos que se aferraban a ella.

—Gracias —susurró él de pronto—, por ser tu, por estar aquí conmigo y por todo.

Ella no dijo palabra alguna, tan solo se giró para rodearlo con sus brazos aferrándose a él. Shaina sabía que le sería mucho más difícil separarse de lo que creía. Lo único que podía hacer era aprovechar el tiempo lo mejor posible. Aunque, a veces, no podía dejar de culpar a su diosa por eso.

Atena no veía con buenos ojos su trato con el espectro y esperaba que, poco a poco, su amazona se fuera alejando de él. De tan cuestionable compañía. Shaina estaba a su servicio y debía obedecer ciegamente.

Salieron a pasear a uno de los parques más grandes de la ciudad recorriendo el camino poblado de árboles hasta las inmediaciones del palacio de Buckingham. Entre la zona de lagos y el área de juegos encontraron un fotógrafo que cobraba unos peniques por una imagen hecha con una Polaroid. Shaina estaba entusiasmada tratando de convencer a su pareja, no obstante Radamanthys se oponía lo más que podía; le gustaban las fotos pero no hacerse alguna, solo tenía tres fotografías "autorizadas" sin deseos de hacerse otra.

—Oh vamos, nadie lo sabrá —indicó la amazona autoritaria logrando convencerlo por las malas indicando al fotógrafo que hiciera dos disparos.

—No se si esto sea correcto —dijo el juez con dudas en la voz.

—Será un secreto entre nosotros.

En las dos capturas hechas se veía a la pareja "discutiendo" pero abrazados sin apartar una mirada risueña el uno del otro. El espectro la observó conmovido ya que ni siquiera se percató del momento en que el hombre las hizo, Shaina pago por el trabajo mientras él la guardaba en su chaqueta y ella conservaba la otra.

—Te dije que no sería tan terrible —comentó molestándolo un poco—. Por cierto, ¿tienes alguna foto que te hayas hecho con tus amigos los jueces? Alguna que pudieras mostrarme.

—Pues... tenemos tres, de hecho —respondió con calma andando con paso lento por una de las orillas del lago frente a ellos—. Nos las hicieron en diferentes épocas.

—¿Podría verlas alguna vez antes de marcharme?

—Claro. Serás la primera mortal que las vea. Iré por ellas cuanto antes.

—Gracias.

Compraron un almuerzo sencillo en una tienda Pret buscando un sitio tranquilo para sentarse y comer, preferían los lugares apartados de las personas y el ruido. Así encontraron algo a las orillas del parque St James charlando por un rato gozando del estupendo clima que hacía retomando su caminata.

—Buscaré esas fotos y te las mostraré hoy mismo —indicó el juez.

—¿De verdad? —respondio animada— ¿No te meterás en problemas por eso?

—No lo sé... imagino que en cualquier otra situacion si, pero en vista de que eres tu quien pregunta, no creo tener problemas.

Lo dijo tan convencido que la chica supo enseguida que en el Inframundo ya se conocía todo sobre su relación. Si Radamanthys no había sido castigado por ello, entonces ¿por qué Atena tendría que oponerse? Shaina pensaba en que su diosa era más intolerante o bien, se debía a que Hades estaba ausente todo el tiempo y su gente hacía lo que venía en gana. Claramente todos seguían sus reglas pero el dios no estaba detrás de ellos dando ordenes.

Recorrieron las calles por varias horas entrando y saliendo de tiendas hasta la hora del té, evento al que acudieron a un bonito salón ubicado a unas calles de Hyde Park.

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Radamanthys hizo una escala rápida en su templo Caina buscando copias de las fotos mencionadas a su pareja, no tenía autorizado sacar las originales del Inframundo, pero no había problema con las copias. Fue así que su curiosidad lo llevó a buscar el tríptico pensando que, tal vez, ya tendría algo escrito siendo muy grande su desilusión al encontrar el papel tal y como lo había dejado: en blanco. Tomó asiento delante del escritorio cuestionando cómo funcionaba; ¿debía desear ser mortal, había que tener ese deseo ardiente en su corazón o bajo qué condiciones aparecerían el resto de las instrucciones?

No tenía idea.

Devolvió el documento a la gaveta lanzando un suspiro. Como fuera, no lo resolvería esa noche y le esperaban en casa.

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Shaina observó maravillada las copias de esas tres fotos revisando el detalle sin poder creer que el hombre en la imagen fuera el juez.

—Increíble que seas tu...

—Si, en la primera estoy con Minos y en las otras estamos con Aiacos.

La primera estaba fechada en 1882, mostraba a los dos jueces vestidos a la vieja usanza local llevando un taje de tres piezas negro además de un sombrero "bowler" (el de hongo) en una mano. Parecían haber sido retratados en una biblioteca o despacho ya que se veían unos libreros enormes y altos detrás de ellos. Shaina imagino que esa se habría hecho en la famosa casona de Winchester.

La segunda estaba fechada en 1922. No se podía deducir donde fue hecha ya que atrás se veía un fondo liso sin decorados. Los tres jueces vestían traje, igual de tres piezas, y corbata llevando sus sombreros en las manos. Radamanthys a la izquierda, Minos al centro y Aiacos a la derecha muy sonriente.

La última estaba fechada en 1955 y había sido hecha en un parque o jardín. Shaina notó entonces que los tres jueces eran aficionados a vestirse sobriamente como si fueran tres hombres muy mayores. Dedicó una mirada breve a su compañero quien vestía casual pero jamás en ropa demasiado informal, gustaba vestir con cierto estilo que a ella le agradaba mucho.

—Gracias por mostrarme esto. Ustedes tres tienen una larga historia juntos.

—Si, hemos vivido muchas cosas...

Radamanthys narró un poco de sus aventuras juntos, de los tiempos de guerra, de cómo se les incrementó el trabajo durante esos años tan difíciles y de cómo Minos no pudo evitar que el dragón heráldico se enlistara en el ejército dos veces para pelear por su país. Radamanthys no solo era juez del inframundo, su espíritu bélico lo llevó a participar en las dos grandes guerras de la primera mitad del siglo 20. La joven no sabía qué decir ya que su historia era mucho más extensa de lo que pensaba.

—Le pateaste el trasero a los alemanes dos veces —comentó sonriente.

—Debía hacerlo y más porque uno de mis subordinados perdió a su familia en un campo de concentración en Polonia. Claro que tenía que hacerlos rendir cuentas —respondió sonriente.

La amazona se dio cuenta de lo que perdería si lo dejaba ir, no estaba delante de cualquier persona.

—¿Por qué no hay fotos después de la última fecha?

—A inicios de los años setenta se nos ordenó el acuartelamiento en preparación de la guerra santa, la cual se llevó a cabo dieciséis años después. No pudimos salir al mundo mortal durante ese tiempo hasta que la guerra terminó.

—El encierro por tanto tiempo debió ser muy difícil —añadió la joven en un hilo de voz.

—Si, pero no lo es una vez que te acostumbras aunque no había estado encerrado por tantos años seguidos, siempre había un momento en que salíamos al mundo mortal a ver la luz del sol.

El joven se recargó en el sofá echando la cabeza para atrás. Sabía que apenas ella se marchara, se habrían acabado sus días soleados pues volvería al mundo de la oscuridad sin falta ni demora. La amazona no estaba enterada de lo que ese tiempo en la superficie conllevaba para él, pues no podría salir al mundo mortal en una larga temporada a cambio de esos días al lado de ella. Tal vez, pensó el rubio, si deseaba con todo su corazón volver a ser mortal, las instrucciones aparecerían en el panfleto y, aunque fuera un proceso largo, al menos tendría esperanza para quedarse al lado de ella. La diosa se lo permitiría tal vez. Cerró los ojos con fuerza mientras Shaina se acurrucaba a su lado.

Uno no deseaba perder al otro.

No hubo instrucciones en el tríptico por más que Radamanthys lo miraba sin descanso, pareciera que entre más deseaba una respuesta, más se le negaba. Shaina dormía mientras él vaciaba un poco sus penas en whisky. Llego a la conclusión de que el asunto del panfleto no fue más que una broma de mal gusto, ya que ni una sola otra persona se le había acercado con un documento así cuando recorrían las calles de la ciudad los pasados días. De igual forma nada extraño sucedió en sus visitas a ciudades aledañas pasando desapercibido en Windsor, Oxford y Bath.

—Eso debió ser, una maldita broma hecha por un sujeto sin nada mejor que hacer —se dijo muy molesto dejando el vaso violentamente sobre la mesa.

El día en que ella se marchara estaba a la vuelta de la esquina y no había modo de impedirlo, de darle alguna esperanza para retenerla aunque estuviera lejos.

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La mañana de su partida llegó antes de lo esperado y deseado. Shaina tardaba demasiado en empacar buscando retrasar ese momento lo más que se pudiera. Era la primera vez en su vida que consideró no volver al lado de su diosa sin importar las consecuencias.

—¿Crees que si me oculto aquí, los demás caballeros de bronce me encontrarán? —dijo de pronto.

—La deserción se castiga con la muerte y tu no eres una desertora.

—Eso ya lo sé, pero...

—Eres una guerrera orgullosa, ¿por qué querrías rebajarte a huir como si hubieses hecho algo malo, como si hubieses cometido alta traición?

—Si me quedo contigo estaré cometiendo traición... —la joven hacía un esfuerzo sobrehumano para no quebrarse estando cerca de no conseguirlo— Se que me ejecutarán como una traidora.

—¿Por qué no simplemente hablas con Atena y le dejas saber como te sientes? —inquirió Radamanthys al fin tomando asiento en la cama mirándola con gravedad— Tienes esa opción, ¿no es así? A diferencia mía, puedes elegir. En mi caso, si decido quedarme a tu lado, llegara un momento en que Minos subirá al mundo mortal a ejecutarme por desertor.

—A ti te costaría la vida y tampoco quiero eso.

—No tengo autorizado a ir y volver cuando quiera. Ya pase un tiempo aqui y ahora debo pasar una temporada en el encierro. Creo que no sería justo para ti estar al lado de una persona ausente la mayor parte del tiempo.

—Siento como si estuvieras corriéndome de tu vida —replicó la joven con el rostro encendido.

—Jamás. Solo pongo las cosas en perspectiva pues los dos servimos a un dios. Si aún estuvieses en el Santuario, sería más fácil continuar con esto, tal y como hemos hecho estos cuatro años —la sujeto de las manos dejando un beso en ellas.

Shaina se sentía entre la espada y la pared ya que fue Jabu quien habló con ella respecto a todo el tema con Radamanthys pues, como eran excelentes amigos, él se dio cuenta de las cosas tan solo un año después de que ella y el espectro se conocieran.

—Shaina —le dijo ese día antes de partir rumbo a Londres—, se como te sientes, pero es injusto lo que haces. Todos estamos sacrificando algo por la señorita Saori, ella misma ha hecho sacrificios dejando de lado su vida como joven ordinaria. Vete y disfruta este tiempo, solo te pido que lo tengas en cuenta y vuelvas cuando sea el momento.

Debía volver, el peso de la culpa y la responsabilidad era demasiado para llevarlo sola. Terminó de empacar presa de un horrible mal humor.

No hablaron durante el trayecto al aeropuerto. La joven iba demasiado metida en sus pensamientos sin encontrar la solución. No la había realmente ya que lo que se le exigía era estar al servicio de su diosa sin cuestionar ni desear otra cosa hasta que ella la liberara de sus servicios.

—No es justo... —pensó triste y enfadada.

Al llegar al lugar donde estaban las bandas para registrar la maleta que iría en la zona de carga del avión, es que ambos se quedaron un momento más fuertemente abrazados sin decir palabra gozando de ese momento juntos. Habrá transcurrido más de una hora cuando llego el momento de decirse adiós. Se extrañarían y añorarían la presencia del otro, pero las cosas eran lo que eran por mucho que desearan lo contrario.

Shaina se separó y, estando a punto de ingresar a la zona de revisión, es que la detuvo sujetando su mano dedicándole una larga mirada. Ella volvió aferrándose a él por otro rato más hasta que el momento de la despedida definitiva fue inevitable. Lo que no se querían decir abiertamente estaba ahí, palpable y claro como el agua.

La joven ingresó al área de revisión con el corazón roto andando mecánicamente hasta el piso inferior del aeropuerto repleto de tiendas, restaurantes y salas de espera buscando donde sentarse.

Ya se había contenido todo ese tiempo y apenas tomo asiento, lloró amargamente rememorando esos treinta días que nadie le devolvería. Se abrazó a sí misma sin dejar de derramar lágrimas abundantes hasta que fue el momento de abordar su avión.

Radamanthys se quedó un buen rato en el mismo sitio deseando que ocurriera cualquier cosa que le impidiera a Shaina viajar, pero nada sucedía. No pudo hacerle saber cuánto odiaba a los dioses por esa situación y cuánto odiaba no ser una persona ordinaria, si lo fuera él mismo habría ido en persona a Japón a hablar con la diosa Atena. Pasaron un par de horas y tras lanzar un largo suspiro volvió al Inframundo.

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Minos lo encontró en su sala de trabajo en Caína observando como su colega miraba una pequeña instantánea con tanta aprehensión y tristeza que espero un poco antes de entrar.

De nuevo volvía a suceder, ya había hablado con Radamanthys en el pasado haciendo el comentario rudo de que necesitaba dejar de regalar su amor como si fuese vino barato. Aunque, Minos lo pensó con calma un instante concluyendo que quizás la realidad era que el dragón heráldico estaba harto del Inframundo, de ser espectro y del encierro.

Quizás ya solo buscaba a qué aferrarse para escapar del Inframundo. No estaba seguro, pues esta era la segunda o tercera ocasión en la que lo veía tan mal por una mujer mortal.

—¿Estás bien, no quieres tomarte un día para reponerte? —preguntó condescendiente mientras el rubio apenas si levantó la mirada.

—No, estoy bien. Solo necesito una pila de trabajo duro para retomar el ritmo.

—De acuerdo.

Radamanthys dejo la instantánea en un pequeño portarretratos que tenía por ahí colocándola en el librero más cercano. Un segundo después, busco el tríptico en la gaveta maldiciendo el que continuará en blanco. ¿Qué rayos necesitaba lograr para que aparecieran las instrucciones?

No tenía idea.

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FIN

Pasar al final alterno...

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*Notas: Ufff pues, que puedo decir. Este ship me encanta y lo amo, pero el camino de Shaina es por otro rumbo ya que más adelante se reencontrará con otra persona tal y como lo plasmé en "Cardinalidad" y pues a Rada aun le queda un largo trayecto por recorrer.

Hay un final alterno en el siguiente capítulo por si gustan leer otra forma de terminar la historia.

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