𝟏𝟔 𝐚ñ𝐨𝐬 𝐚𝐭𝐫á𝐬...

Una tormenta azotaba en la ciudad de Gregos, el frío inundaba la sala de la Clínica de Maternidad cuando Selene empezaba a sufrir las desgarradoras contracciones que golpeaban su espalda y su vientre, al mismo tiempo que los truenos danzaban en el cielo.

—¡Erick, es hora! –—gritó la mujer con desesperación y su esposo salió disparado de la habitación en busca de un doctor. No pasó ni un minuto cuando las obstetras entraron a la sala y la mujer comenzó a dar a luz.

—Todo va a estar bien, cariño —Los rayos seguían cayendo sobre la tierra a la par que la mujer pedía a gritos que sacaran a su bebé.

—No creo poder sobrevivir a esto —Las lagrimas de dolor caían sobre el rostro de la mujer.

Selene posó sus humedecidos ojos en la abertura de la sala que le permitía observar parte del cielo, anhelando que un rayo de esperanza brillara entre las nubes y que le diera la fortaleza suficiente para soportar el parto y no morir sin haber acariciado las mejillas de su niña. Por un momento, las luces de la habitación se apagaron, pero la vida de la mujer se encendió cuando vio un rayo cruzar por afuera de la ventana.

La luz blanca asoló el lugar una vez más, cuando los doctores terminaron de sacar a la niña del útero de su madre. Cualquier tortura o molestia desapareció cuando Selene oyó el vivo llanto de su bebé.

—Señora, su hija se encuentra aparentemente en perfecto estado, pero hay un rasgo particular de ella que nos gustaría analizar en los días posteriores con los debidos exámenes de sangre —indicó uno de los doctores mientras le entregaba la pequeña a Selene.

La pelinegra apartó la manta con cuidado para dejar a la vista la cabeza de la niña.

—Su cabello es... —Erick no pudo seguir hablando de lo desconcertado que estaba, de modo que, su esposa terminó la frase por él.

—Hermoso —dijo contemplando el azul del cabello de la nena recién nacida, un azul tan intenso como el rayo de una tormenta.

—Creemos que se debe a una mutación, sin embargo, después de que realicemos los análisis correspondientes tendremos la posibilidad de descartar cualquier enfermedad —dijo el doctor —. Señor Martínez, por favor acompáñeme a la sala de registro para que llene los datos de su hija.

La habitación quedó vacía, excepto por una madre recostada con su hija que venía a iluminar el mundo con sus relucientes ojos azules. Selene empezó a entonar una canción de cuna que viviría en la memoria de la niña para siempre.

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Cuando las constelaciones

no brillen más en las noches

Mis rayos surgirán del cielo

dando vida a nuestra canción

En la balada de los sueños

Los truenos rompen las nubes

Reviviendo el recuerdo

De una familia y su amor

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Nota de la autora: Estoy muy emocionada por esta nueva historia y agradezco a mis lectores por haberme permitido introducirles mi primera obra. Espero que les haya gustado el prólogo, no se olviden de votar y comentar, además de añadir la historia a sus listas de lectura para no perderse de los próximos capítulos.

Con cariño, Estrella de Leo.

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