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CAPÍTULO 2

Al norte de la ciudad, se alzaba el enorme edificio blanco con las letras SyF brillando en la cima, su diseño solo podía transmitir una cosa: poder. Los Silva eran reconocidos por su plena dedicación al patrimonio del país, cualquier artefacto que reposaba hoy en día en los museos se debía al trabajo y sacrificio de la Corporación SyF por encontrar objetos históricos. En especial, la segunda palabra: "Sacrificio", un sin fin de recuerdos atravesaron por mi mente como un huracán arrasando con todo a su paso.

Hace nueve años, mi padres se embarcaron en la búsqueda de la corona de Celeste de Lightning, terminaron adentrándose en la cueva equivocada sin saber que ese sería su final y que me quedaría toda la vida esperando a que entraran por la puerta de la casa con regalos en las manos, como lo solían hacer cada vez que regresaban de una misión. Me preguntaba: ¿Qué pude haber hecho diferente? Si le hubiera insistido más a mamá para que se quedara, ¿seguiría viva? Una parte de mi se cuestionaba cada detalle de aquel día. Aún sabiendo que mis padres jamás volverían, a mi subconsciente le gustaba torturarme con el pasado.

Alex se mostraba ansioso al pie del edificio y con los brazos detrás de su espalda. Cuando bajé de la limusina pude notar a mi mejor amigo examinando mi figura con sus ojos color ámbar. Desde mi cabello recogido a la mitad, junto con los mechones azules acentuados por la luz de la luna, hasta el hermoso vestido azul con detalles dorados que resaltaba mi complexión atlética.

—¿Qué tanto me ves?

—Nunca te había visto... tan arreglada —sonrió pasando un brazo por mis hombros mientras entrábamos a la recepción—. Me alegra que estés aquí.

—Créeme, esta será la única vez que me verás así.

—¡Bah! si te ves increíble —dijo entrando en el ascensor —. Siéntete cómoda, es una pequeña reunión.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, pude divisar todo el quinto piso, a la izquierda se mostraba una mesa gigante llena de comida de todos los colores y texturas, del lado derecho se encontraba una enorme torre con copas de champagne. «Es una pequeña reunión» recordé las palabras de Alex, aquello no era una pequeña reunión, era una fiesta lujosa para celebrar un importante hallazgo con alrededor de cien importantes personas de todo el país. Mientras caminábamos por la planta, no pude evitar preguntarme: ¿Qué tan valioso era una corona para toda esta gente? Mis padres habían muerto intentando encontrarla y aunque nunca culpé al Señor Silva por la impredecible tragedia, tenía que admitir que sentía un poco de recelo.

—¡Alice! Aquí estás —dijo con entusiasmo el señor Silva mientras se acercaba extendiendo sus brazos.

Correspondí el abrazo

—Buenas noches, señor Silva.

—Enhorabuena, estábamos a punto de iniciar el discurso, quédense aquí —se dirigió a una tarima roja en la que posaba un pedestal con una vitrina oculta por un manto rojo encima de ella, allí debía de estar la corona.

—¡Distinguidos invitados, colegas y amantes de la historia! Cuando mi bisabuelo fundó esta empresa hace noventa y cinco años solo tenía un sueño: traer el pasado al presente; Corporación SyF ha tenido el privilegio de ser testigo y participante de innumerables descubrimientos arqueológicos que han contribuido con el legado de la historia de nuestro país —expresó a través del micrófono, luego tomó un fuerte suspiro preparándose para lo que estaba por decir y concentró su mirada en mi —. Nueve años atrás, perdí a dos de las personas que más apreciaba y nunca me perdonaré por eso. Erick y Selene Martínez fueron el pilar para encontrar esta corona. Es nuestro deber demostrar que su sacrificio no fue en vano.

Observe atónita cómo el señor Silva levantaba con gran orgullo la vitrina que ocultaba la corona, justo después de la mención de mis padres.

—Podemos irnos si quieres —Alex susurró tratando de buscar una respuesta en mis ojos, pero no fui capaz de darle una.

—Aprecio la voluntad de su hija, Alicent Martínez, quién nos acompaña esta noche para celebrar el triunfo de sus padres.

¿Celebrar? No había nada que celebrar, personas murieron en aquella misión y si el señor Silva hubiera tenido un poco de respeto, sabría que la palabra adecuada no era "celebrar" un triunfo inexistente. Él me señaló entre todos y las miradas de los presentes se posaron en mí. Algunas eran de consuelo, otras de satisfacción. Las manos me sudaban a medida que el silencio de la sala aumentaba.

El sonido de un trueno rompió el silencio y el señor Silva prosiguió con la exposición.

—A continuación, la corona de Celeste de Lightning —Quitó la manta roja de la vitrina y dejó a luz expuesta el mítico objeto, con un diseño floral forjado a partir de un material plateado desconocido para el ojo humano, con un zafiro en el centro tan azul como un rayo cayendo del cielo, haciendo alusión a la raza de donde provenía esta guerrera, las Stormborns, las nacidas de la tormenta, las bendecidas por Sepher, el dios del cielo.

Todos en la sala quedaron maravillados, ninguna corona de cualquiera de las realezas del mundo podía compararse ante la que estaban viendo, aquello era un auténtico regalo divino.

—¿Te encuentras bien? —consultó Alex.

—Sí... no te preocupes —respondí insegura. Se escuchaban murmullos, rumores y asombros de todos los lados del salón—, ¿Podemos ir a otra parte?

Alex me condujo hacia la oficina de su padre, un espacio amplio con paredes pintadas de blanco que transmitían calma y serenidad, en la esquina de la habitación se encontraba una bóveda donde se guardaban artefactos que aún no habían sido expuestos a la sociedad.

—Perdón, yo no sabía... —aclaró apenas entraron a la habitación.

—No fue tu culpa —interrumpí—, ni tampoco de tu padre. Creí que estaba mejorando, pero tu papá los mencionó y yo solo... me derrumbé.

—No digas eso, Ali —me atrajo hacia él y me tendió un abrazo que para ambos duró toda la eternidad.

Hubiéramos permanecido así por más tiempo de no ser por el Señor Silva que se encontraba parado en la puerta con la corona dentro de la vitrina en las manos. Me separé inmediatamente ante el carraspeo del hombre.

—Alicent, creo que te debo una disculpa —matizó con una expresión de arrepentimiento y preocupación en su rostro—. Hijo, ¿Podrías dejarnos a solas un momento?

Alex me miró en busca de aprobación, por lo que asentí y mi amigo se retiró lentamente de la habitación sin ver a su padre.

—Antes de que tu madre falleciera, me pidió una cosa —empezó a contar dejando la vitrina en el escritorio —, que estuvieras en la presentación de la corona, me lo había repetido demasiadas veces a pesar de que le dije que sí la primera vez. Al principio, no entendía porque esta maldita corona era tan importante para ella.

—¿A qué se refiere? —fruncí el ceño.

—¡No la hubiera mandado a esa misión si ella no hubiese insistido! —estalló mientras se cogía la cabeza.

—Usted sabía que era una tarea peligrosa, no debió haberla aprobado —argumenté.

—No lo hice la primera vez... pero después de lo que tu madre me contó —sollozó—. No supe decir que no.

—¿Qué fue lo que le contó? ¿Qué dijo para que esta corona fuera más importante que su vida y la de mi padre? —protesté con indignación. La ira en cierta parte está ligada a la confusión, pero cuando esas dos emociones se juntan completamente no hay nada que impida al juicio nublarse.

—Creo que es hora de que sepas la verdad —vociferó sacando la corona de la vitrina.

A través de los ventanales de la oficina, un rayo deslumbró, hecho que me desconcertó ya que ni siquiera había nubes rondando por el cielo nocturno. El señor Silva se acercó hacia mí con la diadema en las manos.

—Alicent, esta corona le pertenecía a tu mamá —reveló —. Tu madre era Celeste de Lightning.

—¡¿Cómo puede decir eso?! —estaba empezando a perder los estribos.

Ya tenía suficiente con la enfermedad de mi abuela, a duras penas me había recuperado emocionalmente de la muerte de mis padres y ahora, un señor loco me tiraba todos esos comentarios tratando de justificar la muerte de mi madre y esperando a que me los creyera.

—Es la verdad, Alicent —insistía —. Tu madre era una heroína oculta entre la humanidad. Hay muchas cosas que no sabes, pero sé que con el tiempo las entenderás.

Antes de que pudiera reaccionar, llevó la corona y la colocó fuertemente sobre mi cabeza. De pronto, cualquier rastro de luz se desvaneció y caí inconsciente.




























Nota de la autora: Leyendo nuevamente este capítulo, pude darme cuenta que habían varios errores con respecto a la cronología de las escenas, pero ya los he corregido. En fin, cuéntenme ¿qué tal les está pareciendo la historia? ¿A dónde habrá llevado la corona a Alice?

Con cariño, Estrella de Leo

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