𖤍Ariana Ñaderis𖤍

Ryone me mira con ojos fríos. Jamás creí que él me llegaría a ver de esa forma.

Han pasado años desde la última vez que nos vimos y él ha cambiado mucho. Sus rasgos han madurado más, su mirada se ha vuelto aún más calculadora. Él... ha crecido.

Ya no es es Ryone que yo conocí.

Creí que tal vez —si es que aún quedaba algo de ese amor que juró tenerme— lo vería el día de mi boda. No fue así, Ryone Daweryek ni siquiera dió señales de haber recibido una invitación.

Ahora, se para por encima de nosotros y nos mira con desdén. ¿Me odia a mí realmente o es el odio hacia mi madre lo que lo lleva a rechazarme?

Afortunadamente, recordé que ahora estoy casada y que mi esposo está también aquí, antes de hacerle al rey Daweryek todas las preguntas que me carcomen la conciencia por las noches.

—No pretendemos nada —dice Fared, su voz nivelada—. Solo fue un pequeño desliz.

Ryone no le cree absolutamente nada, su mirada es una prueba de ello.

—Un pequeño desliz —repite, mirándolo con desprecio mal disimulado, aunque no creo que lo haya intentado en un inicio—. Un desliz que casi mata a una familia completa de Daweryekianos. ¿Eres consciente de las consecuencias que acarrea tu acción?

—¿Mi acción? —espeta Fared. Tengo el presentimiento de que dira algo estúpido—. Fue nuestra acción. La reina Ariana es tan responsable como yo.

Los ojos de Ryone me miran por un momento casi doloroso, pues no hay más que frialdad en ellos.

—¿De verdad? —quiere saber, aún mirándome a mí—. Porque eso de ahí era fuego, y la última vez que comprobé, Ariana era una reina de tempestad.

—¿La última vez?

—Ya sabes, la marca de poder —le dice el pelirrojo, como si hablara con un niño estúpido—. Estoy bastante seguro de que el antiguo rey de Belixne murió incinerado. Curioso, si me preguntas.

—Lo bueno es que nadie te pregunto —replica Fared.

Casi no puedo evitar rodar los ojos. ¿Cómo es posible que sea tan inmaduro? Después de todo, él no es tan estúpido, pero a veces actúa de maneras que me hacen cuestionarme si hice bien al aceptar este trato.

No lo amo y él lo sabe, pero él tampoco me ama a mí. Esto es solo un matrimonio beneficioso para ambos.

—Tan... cordial como siempre —dice Ryone, más para sí mismo que para Fared—. Estoy esperando una buena excusa para no atravesarte ahora mismo.

—Yo no tengo porqué darte ninguna...

—Fared, Fared —le interrumpe él, desde la cima del muro—. ¿Crees que te estoy pidiendo tu opinión?

Fared aprieta la mandíbula, en un intento de controlar su enojo. Él sabe que Ryone es insolente por naturaleza, pero también sabe que no es un niño con el cual jugar juegos.

—No te metas en asuntos que no te conciernen —es lo que dice.

—Y volvemos a lo mismo... —empieza Ryone, con la voz tensa y exasperada, aunque se detiene al escuchar algo que está fuera de nuestro alcance.

—Debes dejar de actuar como un niño —le digo a mi tonto esposo—. Esto es un asunto...

—Quisiera saber qué carajo estás haciendo aquí —espeta Ryone, mirando hacia el este, del otro lado del muro—, te dije que ayudaras a...

—Sí, sí —responde la inconfundible voz del rey de Faerés. Me siento molesta solo de escucharlo—. Lo que sea, ya terminé, majestad.

Fared está visiblemente tenso. Sé que hay una historia ligada a él y al rey Faerés, pero jamás me la ha contado.

—Qué bonita escalera —continua Xarhen—. No te complicas en nada, ¿era realmente necesaria o fue uno de esos momentos en que decides hacer una entrada impresionante?

Ryone aprieta los puños a los costados. Parece que no soy la única que se exaspera al escuchar al rey pelinegro.

—Xarhen, trae tu culo aquí y cállate —expresa con toda la calma del mundo.

—Ya voy, ya voy —concede el otro—. ¿Así me agradeces después de haberte ayudado? Esperaba mínimo una mama...

—Xarhen —advierte el rey de rosas.

En ese momento, Xarhen llega a su lado. A él sí lo vi durante mi ceremonia de unión con Fared, pero parece haber perdido peso desde ese día.

—Reina Ñaderis —me saluda, haciendo una ligera y modesta reverencia. Después mira a Fared y su cara de llena de fastidio—. Cremador de progenitores —le dice, completamente lleno de burla.

—El príncipe sin poder —replica Fared, creyendo que al monarca más joven le afectará en algo el hecho de que el poder del Cuervo no se haya manifestado en él. Al contrario, esboza una sonrisa ladina, casi burlona.

—Descubrirás que...

—Qué honor nos brinda con su presencia —interrumpo yo, antes de que esto se convierta en otra pelea de palabras.

Él me mira de nuevo, con los ojos cargados de inocencia fingida.

—No soy egoísta —expresa—. También me gusta brindarles una vista de toda mi magnificencia.

Fared resopla a mi lado.

—Por supuesto —aporta Ryone—. Ahora, cállense los tres. Reina Ariana, Belixne, espero que se mantengan alejados de mis fronteras, porque si se repite algo como lo que sucedió hoy, teñiré las rosas con su sangre.

Dicho esto, se da la vuelta y desaparece de nuestra vista.

—¿No vas a seguir a tu perra? —Fared le pregunta a Xarhen, quien miraba al otro lado del muro.

—Ya no me interesa perseguirte —le responde el más joven, volteando a vernos con desprecio—. Ahora vuelo más alto.

Se gira y pretende seguir los pasos de Ryone, pero las palabras de Fared lo detienen.

—No pretendas volar tan alto si el cuervo no ha despertado.

—Si el cuervo no ha despertado, el fuego seguirá ardiendo —lo mira por encima del hombro, un instante y después desaparece también.

Por mi mente pasa el discutir las palabras de Xarhen Faerés, pero dados los últimos acontecimientos, sé que es mejor guardarlo para mí. Xarhen no es un idiota y yo tampoco.

Si el poder del Cuervo no hubiera despertado en él, la profecía no habría aparecido. La cuestión es: ¿Cuánto va a tardar en manifestarse?