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Capítulo 5

El fuego, tal como Jobs dijo, llegó a la granja Fitzgerald en el lapso de cuarenta minutos —tal vez incluso menos—, y nosotros llegamos en una hora y media.

Fitzgerald y sus empleados ya estaban intentando apagar el fuego cuando llegamos, sin mucho éxito. Las llamas crecen salvajemente y se expanden.

—¿Por qué no se apaga? —cuestiona un asustado niño.

—Es magia, Lulo —le responde su abuelo, Fitzgerald.

—Majestad —saluda Fitzgerald, sin mucho ánimo. Tiene la cara llena de hollín y parece sumamente agotado. Es un anciano, ya no se le puede pedir la misma agilidad que a un joven.

—¿Cuánto tiempo? —quiero saber de inmediato. Fitzgerald es viejo y comprende lo que quiero saber y por qué.

—Casi una hora —responde—. No es accidental, no se apaga. Crece y crece. Entre más intentamos apagarlo más se expande. Cómo un depredador acorralado.

—Es Fared —le explico—. No sé qué es lo que buscan con atacarnos, pero sé que no va a durar mucho.

Alguien resopla a mi lado.

—Cállate, Xarhen —digo antes de que se le ocurra decir algo.

—Sí, claro —murmura él—. Por supuesto, Ryone.

Entonces lo miro. Me pregunto cómo es que no se ha cocinado bajo este calor abrazador y él con tanto negro encima. Se recogió el cabello en una trenza floja, dejando su rostro completamente al descubierto.

Aún lleva mi rosa sobre el pecho.

Voy a darle la espalda e irme, pero lo más seguro es que me va a seguir al igual que un niño. Fitzgerald aún está frente a nosotros, el niño abrazado a su pierna.

—Iré a la frontera con Belixne —le digo—. Veré qué hay ahí, mientras tanto el rey Xarhen se quedará y les ayudará a apagar el fuego.

—Pero, majestad —se opone rápidamente—. ¿Cómo planea ir usted solo hasta ahí? Además el fuego no se va a apagar, sin importar cuánto lo intentemos.

Abro la boca para responder, pero Xarhen me interrumpe.

—Me siento ofendido —me dice—, pero el señor Fitzgerald tiene razón. No puedes ir tú solo.

—Puedo —le digo—. Lo que no puedo hacer es irme sin saber que dejo este asunto en buenas manos —eso suena terriblemente a manipulación, pero nesesito que se quede. No puedo permitir que Fared intente manipularlo apelando a los sentimientos del pasado—. Por favor, Xarhen, sabes que tú puedes apagarlo.

Refunfuña algo, pero asiente con la cabeza. No espero a que se arrepienta, rápidamente me giro y vuelvo al caballo. Me llevará otros veinte minutos —como mínimo— llegar a la frontera, y todavía más si Fared y Ariana se han marchado. Yather tendrá que ser muy veloz.

Espero que no sean así de cobardes. Aún le tengo odio a la línea de sangre que corre por las venas de la reina, por todo lo que ella y su madre hicieron contra los Daweryek.

Y pensar que alguna vez la amé.

Los rayos del sol impactan mi rostro, al parecer Ariana no está jugando a las lluvias ahora.

Los muros de piedra aparecen frente a mí quince minutos después. Son grandes y sólidos, podían resistir el incendio, por lo que deduzco que Fared me atacó de manera intencional.

Pendejo.

Ni siquiera tuve la molestia de ir hacia el acceso entre fronteras, no me dio tiempo. Pero por algo soy Ryone Daweryek, el rey de Rosas.

Me bajo del caballo en cuanto estoy frente al muro. Ato a Yather del tronco de un frondoso fresno y empiezo a jugar un poco. Sé que si ellos aún están aquí, verán mi poder.

Siento las espinas en mi torso retorciéndose y arañándome, las rosas creciendo, las hojas llenándose de vida y la piel calentándose. Al mismo tiempo, en el suelo al pie del muro, empieza a crecer un rosal de gigantes rosas rojas, las espinas se entierran en la piedra y el concreto, formando una escalera de vivaces tonos verdes y rojos.

Cada rosa tiene un diámetro aproximado de un metro, y el tronco del rosal es lo suficientemente grueso para soportar el peso de ellas y de una persona. Está firme.

Así como yo tengo la marca de mi poder —el tatuaje de las rosas—, Xarhen tiene un cuervo en el pecho, en el mismo sitio donde lleva mi rosa. Supongo que Ariana y Fared también tienen un tatuaje relacionado a su poder.

El poder empieza a pigmentarse en la piel del portador cuando este cumple dieciséis. Según las historias, esto es para que el portador —tiene que tener sangre real— pueda prepararse y aprender a controlar su poder antes de asumir el trono.

Es por esta razón que sin importar qué, desde hace mil setecientos ochenta y seis años, el trono de cada reino es ocupado por la misma línea de sangre.

Si por algún motivo un rey o reina no puede, o decide no tener descendencia, el trono deberá pasar a algún hermano, sobrino o primo. Quién sea, pero debe ser alguien del mismo árbol genealógico. Y el reino pasa a tener el nombre de la familia. En mi caso, Daweryek.

El trono de Daweryek ha permanecido desde siempre en mi familia, el apellido Daweryek siempre va primero, sin importar qué.

Me aventuro sobre la escalera de rosas, los pétalos se abrazan a mis botas, como sosteniéndome an caso de perder el equilibrio. Se mece ligeramente, al igual que un puente colgante.

Me detengo al final, sobre el muro de roca y concreto. A mi espalda se escucha el trinar de los cuervos mientras Xarhen ayuda a apagar el fuego de Fared.

A este último lo encuentro sentado sobre un tocón al pie del muro que divide Belixne y Daweryek. Más atrás, se encuentra Ariana II, sobre un caballo blanco, luciendo como la reina que es.

—Tenemos visita —habla Fared, su voz es más dulce de lo que recuerdo, y su piel —ya oscura— parece haberse bronceado más—. Que honor.

Hace una reverencia burlona mientras yo lo miro desde arriba. Aún no comprendo por qué desprecio tanto a este sujeto.

—Fared —digo, con la voz plana, después miro el único punto de luz a sus espaldas—. Aria.

Veo perfectamente el momento en que mi saludo le llega. Sabe cuánto rencor le tengo desde el día de su traición y sabe que buscaré cualquier excusa para vengarme. Pero no sé por qué me pone las excusas en bandeja de plata.

—Rey Daweryek —musita con voz fría.

Me duele porque actúa como si yo la hubiera traicionado a ella. Cómo si no hubiese sido ella la que se metió en mi mente solo para descubrir mis debilidades y usarlas en mi contra.

—¿Qué es lo creen conseguir al atacarme? —les cuestiono de la manera más neutral que puedo permitirme.

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