2.- El popular
Natam
— Hola mi nombre es Dixie Morgan y he regresado a terminar la preparatoria aquí, vengo de Sídney, es un placer, espero poder llevarme bien con todos y si quieren saber algo solo deben preguntarlo
Su voz refleja seguridad en ella, es muy bella, sus facciones son finas y delicadas. He podido percatarme de que cada que sonríe se le marca un hoyo en la comisura de su labio derecho.
Hannah alza su mano y el director le sede la palabra.
— Hola me llamo Hannah y tengo una duda. Dixie asintió con una sonrisa perfecta. —, ¿Antes vivías aquí? Parece que recuerdo haberte visto antes
— Sí, hace nueve años, pero nos mudamos por el trabajo de mi padre y ahora hemos regresado a la ciudad
— Bienvenida
El director se despide y Dixie repasa todos los asientos hasta encontrar un asiento libre. La primera banca de la primera fila está libre y ahí toma asiento.
Yo me encuentro en la última banca de la última fila, este ha sido siempre mi lugar, el de los escándalos, el de los que comen, que platican... en fin de los populares, mimados y consentidos de los profesores.
Diego no quita los ojos de mí. Me está examinando con solo la mirada, lo conozco.
Aunque no creo que encuentre mucho, la verdad.
— ¿La has visto? ¿Es genial su regreso cierto?
En la lejanía logro escuchar que comienza a divagar pero no estoy prestando atención.
Sin querer no escucho cuando hace su aparición la maestra de no-sé-que mientras viene a mi memoria ( se debe leer como si de un anciano a punto de contar una anécdota de tratara ).
Insistí a mi papá para que me llevará a el circo en el día de cumpleaños, después de mucho logré mi cometido. Al final siempre se me ha dado convencer muy bien.
Al llegar a el circo tomé asiento, faltaba mucho para la función y me aburrí mucho.
Mi nona me había obsequiado dinero y tenía lo suficiente para comprar muchos dulces.
Caminé hasta el puesto de dulces y cosas de comer.
Mientras compraba gomitas en forma de lombrices, chocolates de menta y algunos bombones una niña se situó a mi lado.
No sé que fue pero... no pude despegar mi vista y me quedé divisando su rostro como un bobo.
Llevaba un vestido amarillo con florecitas azules, su cabello café claro muy liso y perfectamente peinado, con una diadema de color azúl.
Sus ojos grises se posaron sobre mí cuando se notó de mi presencia.
— ¿Hola?
Sonrío de oreja a oreja.
— Ho-hola
Tragué saliva y desvíe la mirada.
La señora de los dulces estaba recién pesando las gomitas tal y como un perezoso.
— Me llamo Dixie
Guardé silencio, no me salían las palabras.
— ¿Te comió la lengua el ratón?
Preguntó haciendo una risilla igual a la de un ratón, claro si los ratones se rieran.
— Me-me llamo Na-natam
Ella ladeó su cabeza y hizo una mueca de confusión.
— ¿Na-natam?
— N-no. Hice una pausa y continúe. — Natam
— Lindo nombre
Sentí mis mejillas arder, divisé con apuro a la señora que recién pesaba los chocolates.
Un señor atendió a la pequeña castaña que tenía a lado.
Pidió dulces de frutillas, frambuesas y pasas. El señor empacó su pedido a una velocidad luz, en cambio la anciana que me atendía recién estaba contando los bombones.
— Adiós, Natam fue un placer
— A-adiós Dixie
Cuando pagué los dulces giré rápidamente de regreso a el lugar donde se daría la función. El pasillo estaba muy atascado.
Casi llegaba a el final del pasillo cuando de repente uno sollozos se escuchaban detrás de mí. Había muchas personas pero algo me decía que tenía que hacer algo.
Logré regresar entre empujones y codazos.
Dixie estaba llorando desconsoladamente sosteniendo una bolsa vacía en dónde anteriormente le habían dado los dulces.
— ¿Dixie estás bien?
Levantó la cabeza lentamente, sus ojos grises estaban llorosos y sus mejillas brillaban a causa de las lágrimas. Su nariz roja y una vena de su frente en color verde resaltaba.
— Me han tirado mis dulces y no tengo más dinero para comprar, el dinero lo había ahorrado desde hace mucho tiempo
Su labio temblaba y se echó a llorar nuevamente en mis brazos.
No sé cómo describirlo exactamente, pero sentí algo único, como las ganas de evitar todo daño, el que no paraba de llorar me hizo un nudo en la garganta.
— Toma
Salió de su escondite (entre mi cuello dónde dejó mocos-lágrimas) y miró curiosa mi mano que sostenía un billete y unas monedas.
Era el cambio de lo que yo había comprado, el suficiente para comprar más dulces.
— Papá se enojaría mucho conmigo si recibo el dinero, pero igual gracias
— No lo rechazes Dixie, tómalo como un préstamo, cuando hayas ahorrado lo suficiente me lo regresas, no tienes porque preocuparte
Paró de llorar de inmediato.
— ¿Harías eso por mí?
— Por supuesto
Lo tomó y dió la vuelta de regreso a aquel puesto.
— Gracias Na-natam
— De nada Di-Dixie
Al regresar papá me dió un discurso por haber tardado tanto tiempo y también por perderme la mitad de la función pero... valió la pena.
Verla sonreír no tenía precio.
Creí que ma volvería a ver, y si fue así. Unas vez la observé de lejos en el supermercado, hiba con su mamá de la mano ( o alguien de su familia porque tenían mucho parecido), pero no me atreví a hablarle.
Luego al escuchar una plática de mis tías y mi mamá me enteré de que la familia de mudanza fuera de la ciudad. Todos nos enteramos de aquella noticia ya que era vecina de unas cuadras.
— ¿Natam me escuchas?
— ¿He?
— ¿Qué si has escuchado?
— No ¿Qué pasa?
— Antony no se presentará a clases por lo menos en dos semanas
Responde serio.
— ¿Por? Estuve llamándole durante todas las vacaciones y no respondió
— Murió alguien cercano
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