CAPITULO 54.-
Hola!!
Primero que nada espero que estén muy bien.
Lamento tardar tanto en actualizar, pero espero que les guste.
Recuerden que sus comentarios me ayudan a mejorar.
Gracias por leer!
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Estaba sobre una superficie dura, podía sentir el aire sobre el rostro y piernas. Incluso en sus desnudos brazos. Sin embargo, el viento no era frío, si no cálido, con un fuerte olor a sal en él...
Lineria abrió los ojos cuando escuchó el romper de las olas contra el barco. Intentó sentarse, pero el áspero suelo de madera raspó sus codos y rodillas. Su cabeza le dolía tanto que era imposible mantener los ojos abiertos, entre cada respiración los mareos se apoderaban de ella, sus ojos no podían enfocar nada. Pero el olor y los sonidos eran los del mar.
Entonces lo último que recordaba era cierto. El rey la había golpeado frente a sus hermanos, y el príncipe Jusbath la había puesto en uno de sus barcos.
Tenía que encontrar algo que el rey quería, y eso le permitiría volver al reino del Oeste... Aún no estaba segura de querer regresar.
Se levantó sobre sus rodillas, apoyando las manos contra el costado, pudo ver el emblema de las velas y supo que se encontraba a bordo del Makara. Aquel barco mercante, que llevaba frutos que únicamente crecían en el Tridente hasta los otros reinos.
― ¡La princesa despertó!― gritó uno de los hombres.
Lineria quiso retroceder, pero su pierna envió un dolor agudo hasta su cadera, provocando que soltara un grito ahogado. Cada parte de su cuerpo gritaba de dolor, no sabía dónde empezaba o cuando terminaría.
De no ser por el tono de burla con el que el marinero pronunció sus palabras, ella se habría desmayado sobre la cubierta.
Los hombres comenzaron a acercarse, algunos por curiosidad, otros le daban miradas lascivas. Fue cuando se percató de que sus ropas le habían sido arrancadas y se encontraba en paños menores, con sus heridas expuestas, los pechos marcándose a través de la blanca tela.
―No se acerquen...― murmuró Lineria.
Algunos respondieron con risas, otros la ignoraron y continuaron avanzando. No supo en que momento las manos se acercaron, los roces estaban en sus brazos, sus piernas. Lineria intentó golpear, sin embargo, sus extremidades aun dolían.
―El príncipe Jusbath ordenó que no la tocáramos― dijo uno de los marinos.
―El príncipe Jusbath no está aquí― gruñó otro, cuya mano se dirigía al pecho de Lineria.
Ella rugió con furia, intentando mantener los toques lejos de su cuerpo.
El rey había lastimado su cuerpo, pero esos hombres en ese barco iban a romper su espíritu, no estaba segura de poder recuperarse de algo así.
Quizá podría saltar al agua y con algo de suerte, encontrarse con algún monstruo marino que le diera una muerte rápida...
Cerró los ojos y tomó una respiración profunda, preparándose para saltar, para alejarse de ese barco.
Un par de manos fueron colocadas a los lados de la cabeza del hombre que intentaba tocar su pecho, de un rápido movimiento la giró bruscamente y cuando el cuello se rompió, el atacante cayó sobre la cubierta con un golpe seco.
Lineria sintió las lágrimas de alivio resbalar de sus ojos, cuando reconoció esa figura, que se movía entre los marinos, repartiendo golpes, algunos se retiraban, otros lo atacaban, a pesar de que Marion no llevaba arma alguna, logró someter a los más agresivos.
De cierta forma, cubrió el cuerpo de Lineria con el suyo, dándole la espalda, aun esperando que los otros decidieran atacar.
―Un paso más y colgaré sus testículos del mástil― amenazó el guerrero.
La princesa conocía a Marion siendo un divertido bromista, cariñoso, paciente y fuerte. Pero no tenía idea de cómo sería el asesino, aquel que pertenecía a la élite. Ni siquiera ella se atrevió a mover un solo musculo, no cuando cada parte de Marion emanaba un instinto de muerte.
―Ahora―dijo el asesino con calma―. Nuestra estancia en este barco será larga, y la princesa va a necesitar ropa limpia―.Señaló a uno de los hombres, mientras dibujaba una sonrisa arrogante―. Pareces de talla pequeña, así que espero tengas ropa limpia, porque ahora le pertenece a la princesa ¿Comprendes?
―No eres el capitán― replicó el marino en respuesta, escupiendo a los pies de Marion.
El guerrero miró en su dirección, un gesto que podía parecer simple, pero ahora ese hombre sabía que tenía la atención del asesino, y que la muerte ya tenía fecha marcada.
―Es una buena idea― comentó Marion―. Quiero hablar con el capitán.
Lineria se quedó atrás, cruzando los brazos sobre el pecho, tratando de mantenerse en pie, aunque sus rodillas no dejaban de temblar.
― ¿Y bien? ¿Dónde está?― preguntó el asesino después de un prolongado silencio.
Varios miraron en dirección al hombre muerto sobre la cubierta, aquel cuyo cuello estaba roto, gracias a Marion.
El guerrero resopló con fastidio.
― ¿Segundo al mando? ¿Alguien?― indagó, pareciendo más la queja de un joven que la exigencia de un hombre.
Los marinos intercambiaron miradas, sin embargo, nadie hacia ruido alguno, solamente estaba el sonido de las olas al romper contra el barco.
―Yo te conozco― dijo una tranquila voz, los hombres abrieron camino para dejar pasar a uno de ellos, para sorpresa de Lineria, se veía bastante limpio―. Perteneces a la Élite de los asesinos. Uno de nuestros barcos tuvo un encuentro con cierta asesina de tu gremio.
La simple mención hizo que los otros retrocedieran, al fin dándose cuenta de a quien se enfrentaban. Los rumores comenzaron a extenderse: "El encantador de bestias" "¿Es el guerrero bocón?"
Marion hizo una ligera reverencia al reconocer sus apodos.
―Debo decir― continuó hablando el hombre―. Que esperaba más. De todos tus compañeros de Élite, eres el menos peligroso, hasta podría culparte por subir solo a este barco. Incluso apostaría mi ridícula fortuna por la asesina de verdugos.
El guerrero simplemente sonrió, sus ojos brillando con algo parecido a locura.
―No te culpo― dijo, guiñando un ojo―. Yo también apostaría por ella, Taisha es encantadora.
Para sorpresa de todos, el hombre soltó una carcajada. Sus castaños ojos brillando de una forma ridícula, como si disfrutara el reto que se presentaba ante él.
―Tomaran mi camarote como disculpa hacia la princesa― dijo el hombre, inclinando la cabeza en dirección a Lineria― ¡Denles ropa limpia, agua y comida!― ordenó a los marinos, quienes comenzaron a moverse―. Nadie va a molestarlos en mi barco.
Lineria quiso dar un paso al frente, pero sus piernas fallaron, de no ser por los brazos fuertes de Marion, habría caído sobre la cubierta. Levantó la cabeza para agradecer al guerrero por atraparla.
―Eres el capitán― murmuró la princesa.
El hombre asintió.
―Eero a su servicio― dijo, haciendo una inclinación de cabeza para ella―. Pienso obedecer las órdenes del príncipe Jusbath sobre mantener a la princesa en condiciones de la realeza, pero no puedo prometer nada cuando lleguemos al Tridente, pues el Cimarrón recibe las noticias más rápido que cualquiera.
―Estaremos preparados― respondió Marion, dando a entender que la conversación se había terminado.
Lineria se preparó para caminar hacia el camarote, a pesar del dolor en su pierna y cadera, todo en ella amenazaba con romperse. Se sintió patética por necesitar el brazo de Marion rodeando su cintura, no solo para caminar y soportar el dolor, también porque significaba que él estaba ahí.
Dos pasos fueron suficientes para que sus ojos se cerraran y su cabeza cayera al frente. Sintió como la alzaron en brazos, sin embargo, se negó a caer en la inconsciencia, porque ella no era así. Siempre se había cuidado sola...
La colocaron sobre una superficie blanda, para después cubrir su cuerpo con algo tibio.
Lineria se sentó sobre la cama cuando escuchó una puerta cerrarse, la brusquedad del movimiento hizo que su cabeza diera vueltas.
―Intenta ir despacio― murmuró Marion.
Él estaba en una silla a un lado de la cama, con la cabeza recargada en ambas manos.
El camarote del capital era elegante pero sencillo, unos pocos muebles, una cama cómoda, un pequeño librero y una gran mesa de madera fina para extender sus mapas, aunque en ese momento estaba ocupada por cubos con agua limpia y comida.
― ¿Estás bien?― preguntó Lineria.
El guerrero dibujó una sonrisa.
― ¿No soy yo quien debería preguntar eso?
Con cuidado y despacio, la princesa bajó los pies de la cama, sintiendo la fría madera debajo de ellos.
―No te levantes― pidió Marion, acercándose a ella, empujando sus hombros ligeramente para que volviera a recostarse―. Déjame revisar tus heridas.
Lineria levantó la cabeza para mirarlo, sus castaños ojos, el cabello oscuro en la sombra, pero bajo la luz era como el cobre, la piel quemada por el sol, aunque un poco pálida...
― ¿Estás enfermo? ¿Tiene que ver con la maldición? Si es así...
Marion se alejó de ella, caminando hacia la mesa, sus pasos parecían los de un ebrio, si Lineria no tuviera la certeza de que era un hombre sin vicios se habría burlado de él.
El guerrero se pasó una mano por la cara antes de tomar uno de los cubos y llevarlo a un lado de la cama, donde mojó un pedazo de tela para limpiar el rostro y las manos de Lineria.
Utilizó su mano mutilada para retirar el cabello del rostro de ella, y a pesar de las cicatrices y callosidades, el toque era suave.
―Resulta que el mar no es el lugar ideal para los gatos― explicó mientras limpiaba con delicadeza el rostro de la princesa―. Y al vivir tanto tiempo con ellos... bueno, tuve que resistir mucho para no vomitar sobre la cubierta.
Lineria no pudo evitar la sonrisa que tiró de sus labios.
―No eres un gato de montaña
―Tampoco soy un asesino.
―El hombre muerto en cubierta puede opinar distinto.
Marion le dedicó una larga mirada, para después simplemente sonreír.
―Esa es la princesa que conozco.
Ella tragó saliva ante sus palabras, detuvo la mano de Marion cuando comenzó a limpiar su cuello.
―No soy más una princesa.
― ¿Quieres hablar de eso ahora o podemos revisar el resto de tus heridas?
Ella asintió. Realmente no quería entrar en esa conversación, no hasta que estuviera completamente recuperada.
El asesino hizo la manta hacia un lado, para sentarse junto a Lineria en la cama, aunque los movimientos eran confiados, ella se dio cuenta de que Marion había centrado su atención en las piernas de la princesa, y no de un modo sensual, más bien algo letal. Quiso cubrir sus muslos de la vista de él, pero detuvo su tobillo con una mano, para con la otra retirar la parte baja del camisón.
Encontró las marcas purpuras en toda su piel, algunos bultos donde los golpes habían sido más fuertes, y sobre la pierna izquierda... algo parecido a piel expuesta. Era la razón por la que no podía caminar, por la que le costó tanto ponerse en pie y mantenerse de esa forma.
Marion se puso de pie con un brusco movimiento, pasándose las manos por el cabello para después bajarlas por su nuca y al final dejarlas caer a sus costados. Algo sucedía dentro de él, aunque la princesa no estaba segura de si reprimía su furia o centraba el resto de sus emociones.
Después de un momento, el guerrero la miró.
―Debo acomodar el hueso, limpiar la herida y rogar porque no se infecte― explicó con calma.
Lineria respiró profundo.
― ¿Dolerá?
―Puedes apostarlo.
Él acercó el cubo con agua para limpiar su herida. Rompió la sabana en finas tiras y rompió una de las sillas para utilizar la madera en la pierna de la princesa.
―Será un buen torniquete hasta que pueda conseguir un sanador en alguno de los puertos― dijo Marion.
Ella simplemente asintió. No encontraba su voz, no después de ver el desastre que era su cuerpo. Si volvía a caminar sin tener una cojera sería un milagro.
El guerrero colocó un pedazo de tela en la boca de Lineria, para evitar que gritara.
―Cuando duela, quiero que muerdas lo más fuerte que puedas ¿Entiendes?― preguntó.
La princesa asintió.
―Será a la cuenta de tres― contó Marion―. Uno... ¡Dos!
Lineria se retorció sobre las sabanas, la tela ahogando sus gritos, sus dedos apretando tan fuerte que sus uñas se clavaron en sus palmas. La pierna enviaba punzadas de dolor hasta su cadera. El dolor no se detuvo, pero disminuyó cuando sintió la frescura del agua en la herida, después un incómodo vendaje y...
La segunda vez que despertó lo hizo de una forma tranquila, sintiendo la boca seca y pegajosa.
― ¿Tenemos agua?― preguntó con voz ronca.
Marion, que estaba sentado sobre el suelo, se puso de pie en un fluido y rápido movimiento que utilizó para acercarse a ella y tocar su rostro. Él bajó la cabeza con alivio.
―Gracias a los dioses no tienes fiebre. Pensé que había hecho algo mal y...
―Quiero agua.
La ayudó a sentarse en la cama, para acercar a ella la comida que aún estaba en la mesa. Después de beber agua hasta saciarse y comer un poco, Lineria se recostó de nuevo, esta vez sobre su costado, mirando al guerrero de pie, recargado en la pared.
― ¿Cuánto tiempo...?
―Ya anocheció― respondió antes de que ella acabara la pregunta.
Los silencios incomodos nunca habían existido entre ellos, por lo que la ansiedad se extendió en ella, formando ideas y estupideces en su mente.
―El mar es tan diferente de las montañas muertas. Está lleno de vida, y aun así estás aquí encerrado conmigo en lugar de observando el océano en la cubierta.
―No voy a subir para que un montón de marinos idiotas me vean vomitar por tener un estomago débil.
Lineria sonrió para él.
―Viviste en Virum. Yo no te llamaría débil.
Él se deslizó por la pared hasta sentarse de nuevo en el suelo, recargando los codos contra las rodillas. Su cabeza ligeramente levantada para mirarla a ella.
― ¿Cómo fue?― preguntó Lineria después de un momento― ¿Cómo sobreviviste en Virum?
Marion respiró profundo, su pecho subiendo y bajando. La princesa creyó que no respondería, así que estaba preparando otra serie de preguntas para mantenerlo ocupado de eso que parecía reinar en su mente.
―Lord Carmel... mi padre― comenzó el guerrero, su voz tan baja que Lineria tuvo que concentrarse para escucharlo―. Era un hombre inteligente, quien valoraba más el conocimiento que cualquier otro tesoro. Recuerdo que le gustaba coleccionar objetos extraños. Los sótanos de las mansiones estaban llenos de pergaminos, esculturas, pinturas... Tantas cosas... Él solía estudiar diferentes idiomas y culturas, Lady Shira Carmel, mi madre― dijo, señalando su pecho con ambas manos―. Era amable, sin embargo, recuerdo que podía hacer palidecer a los dioses de la tempestad cuando se enfadaba― añadió con una sonrisa traída de otra época―. Tenían seis hijos, yo era el menor. Nunca aspiraría al título o a cualquier otra cosa, mucho menos la extensa colección de mi padre. Recuerdo no tener un problema con eso, pues desde pequeño quería vivir en las montañas, cosa que mis padres encontraban encantadora.
El guerrero recargó la cabeza contra las tablas de la pared, sus ojos perdidos en el techo del camarote.
―Un día Lord Carmel recibió una carta del rey del Oeste, todos en la mansión estaban asustados, pues sabían que una orden del rey no llegaba así como así, tampoco podía ser ignorada― continuó sin mirarla―. Recuerdo que mi padre leyó el contenido de la carta para mi madre, yo solía escuchar detrás de las paredes... Decía que la mansión principal recibiría una extraña visita, que era obligación de Lord Carmel recibirla y quedarse con lo que el extraño dejaría en ese lugar, se trataba de un regalo del rey hacia mi padre como agradecimiento por su lealtad.
>>El extraño llegó una noche como cualquier otra, en ese entonces la lluvia pestilente no caía sobre la montaña, al contrario, estaba tan llena de vida que era la envidia de cualquier reino, sobre todo porque cubría el paso con los reinos del sur... Entendí años después, que Virum era un punto clave en la cacería de Sanadores.
No recuerdo el rostro de esa persona, tampoco sé si se trataba de un hombre o una mujer, pero si puedo recordar su presencia, o tal vez era la del pergamino que cargaba. Esa noche dejó algo en las bóvedas de mi padre y se marchó.
Todos en las mansiones estaban felices porque no habían sido castigados por los reyes cardinales, tan estúpidamente contentos que decidieron hacer una fiesta.
No hay mucho en mi memoria sobre ese día, simplemente recuerdo que enfermé, motivo por el cual no pude asistir a la celebración. Mi madre me llevó a mi habitación, yo estaba dormido cuando los gritos comenzaron.
Caminé fuera de la cama, para avanzar hacia las escaleras, donde me detuve... Todos en la mansión actuaban diferente, buscaban cualquier cosa para dañar a los otros.
Nunca había sido testigo de actos violentos o cualquier otra cosa, las personas solían convivir en paz antes, las mansiones trataban con amabilidad a los sirvientes, nunca hubo castigos o gritos, la tierra era fértil en cualquier parte de la montaña, y las bestias salvajes nos evitaban. Una de las condiciones para ser aceptado en Virum, era respetar la vida que rodeaba la tuya, pues sin eso tú no durarías demasiado.
Fui testigo de cómo mi padre cortó el cuello de mi madre, de cómo mis hermanos se apuñalaban entre ellos, discutiendo por quien heredaría el título. Mi nombre jamás fue pronunciado, era como si yo hubiera desaparecido de ese lugar. Fue cuando me di cuenta de que tenía que escapar.
Aun no sé si fui cobarde o valiente al marcharme, pero en ese momento no pensaba, no podía sentir nada más que la necesidad de irme. Algo estaba mal en ese lugar.
Bajé por los balcones, encontrando cuerpos muertos en mi camino, corrí sin detenerme, no me importaban las cortadas en mis pies o la lluvia pestilente que había comenzado a caer.
Me alejé tanto, que cuando estuve en lo más alto de la montaña, pude ver a los muertos levantarse. Era como ver una pesadilla volverse real, nunca he tenido tanto miedo como en ese momento.
Encontré una cueva en la cual pude refugiarme, pues los muertos estaban buscando algo en la montaña, creo que me buscaban, porque de cierta forma la maldición del pergamino no logró alcanzarme, y por más que lo pienso, no encuentro una respuesta ¿Por qué ellos sí y yo no?
Los gatos de montaña vinieron después, encontrándome casi muerto de miedo en esa cueva. Me permitieron dormir entre sus crías para conservar el calor, compartieron su alimento conmigo y me mostraron como encontrar presas fáciles. Aprendí a cazar y a valerme por mí mismo.
Olvidé como hablar, olvidé cualquier lenguaje que mi padre me enseñó, mi mente rechazaba la idea de leer o escribir. Así que simplemente tomaba carboncillos o usaba mi propia sangre para dibujar en las paredes de la cueva. Dibujaba sobre Virum, lo que había sido antes y después del pergamino. Trazaba la vida de los gatos de montaña. Antes pensaba que lo hacía para no olvidar. Ahora tengo la certeza de que era obligado de una forma casi absurda a hacerlo, porque tenía miedo de ser olvidado.
Gabriel me encontró unos años después, siguiendo a los gatos de montaña. Ellos lo guiaron hasta mí. No sé porque lo hicieron, tal vez nunca me consideraron uno de los suyos― comentó con cierto tono de amargura, sin embargo se encogió de hombros―. Me fui de esa cueva con Gabriel, y no miré atrás de nuevo, no cuando volvía a sentir el sol después de tanto tiempo.
Lineria no sabía que decir, había esperado muertos, si, pero no de una forma tan particular. Él conocía a esas personas, eran su familia, sus amigos...
―No es un cuento para dormir, princesa― murmuró Marion con cierto tono de burla.
La princesa frunció el ceño.
― ¿Lo has inventado?
Marion se encogió de hombros.
―Me llaman el guerrero bocón, después de todo.
― ¡Eres un maldito idiota!
Quiso lanzarle algo pero se dio cuenta de que la historia había logrado su cometido, ella casi no pensaba en el dolor de su pierna herida.
―Pagarás después por eso.
El guerrero se puso de pie, para acercarse a la mesa y tomar algunos frutos secos, él se los entregó a la princesa.
―Come― pidió―. Necesitarás un cuerpo fuerte para soportar una pierna herida.
Ella tomó los frutos y empezó a comerlos lentamente.
―El capitán dijo que el Cimarrón sabrá sobre nosotros― dijo Marion luego de un momento.
Lineria tragó un pedazo de ciruelo y apretó los labios, para después soltar un suspiro.
―Me gustaría decir que no es tan malo, pero únicamente he hablado con el Cimarrón en dos ocasiones, y podría jurar que a cada encuentro se presentó un hombre diferente.
― ¿Es... voluble?
La princesa echó su cabello hacia atrás con una mano. Tendría que peinarse en algún momento.
―No lo sé con seguridad― aceptó―. Es un hombre de carácter firme, eso puedo decirlo, pero puede pasar de la amabilidad a la ira en un segundo.
Marion bufó.
―No suena diferente de Gabriel, si me lo preguntas.
Lineria quiso sonreír, pero no estaba segura si podía burlarse de Gabriel frente a uno de sus asesinos.
―Gabriel definitivamente es... enigmático― dijo, eligiendo la palabra con cuidado.
―Sí, pero él no es el tema ahora― comentó Marion, frunciendo el ceño― ¿Qué más sabes sobre el Cimarrón?
― ¿Por qué de pronto tanto interés en él?
―Me gusta saber a quién me enfrento― explicó el asesino, un tono latente de amenaza en su voz―. No me llaman el guerrero bocón por ser un mentiroso, en realidad soy honesto... casi siempre― agregó con burla―. Gabriel me entrenó para buscar información sobre las misiones, y de cierta forma, todo eso se queda en mi cabeza. Sé quiénes son, que les importa, lo que comen... todo. Después estimo la posibilidad de acabar con los objetivos o saber quién de la élite es mejor para el trabajo. En ocasiones no es necesario intervenir, ya que al decir la verdad sobre los objetivos, suelen ser sus familias o sus amigos quienes acaban con ellos. Nadie es totalmente honesto.
La princesa apretó las manos, sintiendo las marcas de las uñas en sus palmas, se preocuparía por eso más tarde.
―Cuando hablaste sobre tu historia... ¿Estabas mintiendo?
―Voy a dejarlo a tu criterio.
―No sé porque sigo hablando contigo― espetó fastidiada.
―Porque soy irresistible― bromeó, y una gran sonrisa se extendió por sus labios―. Intenta dormir, iré a cubierta para saber qué otras cosas puedo averiguar acerca de el Cimarrón.
Lineria se recostó sobre las almohadas.
―La noche debe ser oscura en esta época del año― murmuró, su voz de pronto volviéndose ronca―. Quédate conmigo.
Marion se detuvo a medio camino hacia la puerta, sin girar para mirarla habló:
―Iba a matarlo― confesó, era eso aquello que nublaba su mente, lo que no quería decir en voz alta―. Iba a matar al rey del Oeste por lo que te hizo. Cuando Bertrán llegó a la torre para exigir mi cabeza...
Lineria sintió nauseas ¿El rey quería muerto a Marion?
―Gabriel no permitió que me arrastraran con ellos. En cambio me dejaron inconsciente para después lanzarme a este barco, y al despertar vi como esos malditos te atacaban. Así que discúlpame si pienso que no puedo pasar esta noche contigo, pero necesito...― giró bruscamente, sus facciones nubladas por la ira―. Quiero sangre en mis manos ¡Maldita sea! ¡Quiero castigar a alguien por esto!― dijo señalándola―. Quiero que sepan que jamás podrán acercarse a ti de nuevo, porque...
―Porque vas a matarlos.
Marion simplemente asintió.
―Puedo ver a los muertos caminar, y al resto del mundo sangrar. Pero no me pidas que acepté ese destino para ti, porque no lo haré. Eres lo único con lo que pueden romperme, princesa.
Lineria se sentó de nuevo sobre la cama, sintiendo las lágrimas resbalar desde sus ojos, era una tonta al no poder detenerse.
―H...― tragó saliva para intentar hablar de nuevo―. Habrías ocasionado una guerra con los reyes cardinales. El rey del Oeste es el pilar entre los cuatro, y sin el reino de las montañas...
Marion puso los ojos en blanco.
Así que realmente conocía esa historia, eso que llamaban un secreto entre la realeza. Porque si otro reino caía, todo se derrumbaría, la vida, el mundo, todo estaría acabado en poco tiempo.
―Si estuvieras muerta ¿Qué más daba el reino?
No supo que responder, simplemente se hizo a un lado en la cama, cuidando su pierna herida, palmeó ligeramente las sabanas a su lado y esperó, hasta que Marion se movió para sentarse con ella.
―El rey es un monstruo― gruñó Lineria, recordando los golpes, las palabras.
Él había ocasionado la locura y muerte de su madre, y planeaba hacer lo mismo con ella, al arrojarla en paños menores a un barco lleno de hombres.
Marion le dio una mirada que no supo cómo descifrar.
―Al menos no intentó comerte viva― bromeó, levantando su mano derecha, en la que faltaban dos dedos.
Ella no pudo evitar reír.
―Comienzo a pensar que el de carácter voluble eres tú.
―Tuve que aprender algo de Gabriel.
Lineria respiró profundo, levantando un brazo para acariciar el cabello de Marion con sus delgados dedos.
―La élite es tu familia― habló en la oscuridad del camarote, dándose cuenta de que las velas estaban casi consumidas, pero ninguno se atrevía a moverse para cambiarlas―. Ellos te pusieron en este barco para que estuvieras conmigo, te aman a pesar de lo que el juramento los obliga a hacer―. Cerró los ojos ante el flujo de palabras―. En cambio mi familia solo tiene odio, traición, deshonor... Apuñalamos por la espalda a quienes llamamos hermanos; todo para obtener el favor de un rey corrupto y asesino al cual debemos llamar padre.
>>Arles sabía que visitabas mis habitaciones, estoy segura de que colocó arqueros para intentar atraparte. Después dio la información al rey para deshacerse de mí, una menos en su camino hacia la corona.
El guerrero se recostó a su lado, ella no lo percibió hasta que sintió la tibieza de su cuerpo presionar contra el suyo.
― ¿Quieres volver? ¿Al reino del Oeste?― preguntó él con paciencia.
―No lo sé― aceptó Lineria―. Nunca lo consideré mi hogar, pero el saber que no puedo volver, rompe algo dentro de mí que no sabía que existía.
Sintió como Marion soltó la respiración, el aire haciendo cosquillas en su mejilla.
― ¿Hay alguna posibilidad de que te otorguen el perdón? Tal vez si me entrego...
―El rey habló sobre encontrar los pergaminos sagrados― interrumpió ella antes de que él dijera una locura.
Elegía vivir en el exilio con él que como una princesa sin él.
Marion bufó con enfado.
―Perdí dos dedos al encontrar uno. Pero no importa, tengo ocho más― bromeó―. Si eso te ayuda a volver al reino, lo haré. Daré cada maldito dedo si eso es lo que quieres.
Lineria no pudo responder que es lo que quería. No cuando un sonido parecido a un ronroneo llenó la habitación. Haciéndola sentir tan cansada, que el cerrar los ojos y recargar la cabeza en el pecho del asesino se volvió sumamente fácil, tanto como dormir.
La tercera vez que despertó, fue por el frío en un lado de la cama. Abrió los ojos para descubrir que estaba sola en el camarote. Probablemente Marion había esperado a que amaneciera para salir a buscar información entre los marinos. No podía culparlo, no cuando era parte de su entrenamiento.
Con cuidado se levantó de la cama, apoyando primero la pierna sana, ahogó un grito de dolor cuando tuvo que dar un paso con la que se encontraba lastimada. Se apoyó en los muebles del camarote hasta que encontró un cubo donde pudo hacer sus necesidades matutinas.
Enjuagó su boca y lavó su cara frente a un pequeño espejo, buscó entre la ropa que le entregaron un pantalón que tuvo que romper para que entrara el vendaje de su pierna. Una camisa que remangada podía pasar por aceptable para permitirle usar las manos, después vinieron las botas, no fue una tarea tan desesperada como los pantalones, a pesar de que le quedaban grandes.
Caminó hacia la puerta, apoyándose en los muebles y paredes. Los tres escalones hasta cubierta serían un martirio, ignorando las voces en el área común de los marinos, puso el pie izquierdo en el primer escalón, su visión se llenó de puntos blancos ante el dolor que empujó hasta su cadera... tal vez era demasiado rápido para levantarse.
Una mano la tomó del brazo, su instinto la obligó a apartarse del toque.
―Mis disculpas, princesa― dijo una tranquila voz―. Pero pensé que necesitaba ayuda.
Ella giró la cabeza para ver a quien le hablaba.
Se trataba de un joven con cabello oscuro y corto, su piel era tan oscura como la noche, sus manos eran ásperas, y sus ojos de un gris tan claro como la luna. Si no estuvieran ocultos en el desierto, ella juraría que se trataba de un habitante del Malakah, aquellos que únicamente conocía por libros o pinturas. Aunque ese chico era demasiado joven para llevar marcas de guerrero en sus brazos o cara.
―Sí, necesito ayuda― aceptó Lineria, dejando su orgullo a un lado.
Permitió que el joven la ayudara a subir los escalones, que con su apoyo se sintió casi normal.
― ¿Cómo te llamas?― demandó la princesa.
―Kireh, princesa― respondió con una inclinación de cabeza.
― ¿Qué haces en este barco, Kireh?
―Ayudo al cocinero, algún día cocinaré en mi propio barco y...
―En el Malakah no hay barcos.
Para su sorpresa, una sonrisa de dientes blancos que destacaba con su piel oscura se extendió en sus labios.
―No soy del Malakah, princesa― respondió, había un tono en su voz, un acento que Lineria no lograba ubicar―. Aunque podría ser descendiente de los exiliados.
Lineria asintió. Parecía un joven demasiado inocente para saber sobre su pueblo. Apostaría lo poco que le quedaba a que era huérfano.
―Ve con el cocinero y asegúrate de que no envenene mis alimentos― dijo ella con una sonrisa―. Gracias por tu ayuda.
Kireh se marchó bajo cubierta de nuevo, y Lineria caminó hacia Marion, quien miraba el mar de manera cautelosa, quizá preguntándose en que momento aparecerían las náuseas.
La princesa se recargó sobre el borde, al fin descansando su pierna herida.
―No deberías levantarte― la reprendió Marion.
―Y tú no deberías mirar el mar fijamente si quieres seguir manteniendo intacta tu reputación.
―Hay algo en el agua― dijo en modo de defensa.
Lineria miró sobre su hombro. Al principio parecía el movimiento de las olas, sin embargo, al concentrarse pudo distinguir las extremidades, perdiéndose en el color del mar. Un brazo, una larga cola en tonos turquesas, aletas detrás de lo que en un humano serían las orejas, dos huecos debajo de los ojos, y un par de puntos oscuros para poder ver en las profundidades del océano.
― ¿Qué demonios es eso?― inquirió Marion.
Lineria sonrió ante su semblante confundido.
―Habitantes del mar― respondió con alegría.
― ¿Sirenas?― preguntó el guerrero levantando ambas cejas―. Nunca me hablaste de ellas.
La princesa se encogió de hombros.
―Supongo que lo olvidé.
― ¿Cómo puedes olvidar algo así?― reclamó señalando el océano.
―El Cimarrón prohíbe hablar sobre los misterios de esos mares.
― ¿Y eso que demonios significa?
Lineria miró de nuevo sobre el borde, para ver a uno de los habitantes del mar saltar, presumiendo los hermosos colores en sus escamas.
―Significa que estamos entrando en el mar Esmeralda― explicó―. Y que si ellas empiezan a cantar, debes cubrir tus oídos.
―Entonces es verdad que pueden hechizar a los hombres.
La princesa asintió.
―Son el primer obstáculo para llegar al Tridente― habló―. Y como la única mujer a bordo, soy inmune a su canto, pero no estoy segura de poder navegar con una pierna herida.
Dejó de hablar y cerró los ojos, recargando ambas manos sobre el borde, para sentir la brisa salada en su rostro, respirando los aromas del océano. Y se dio cuenta de que cada maldito paso hasta la cubierta, había valido la pena.
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