CAPITULO 44.-
Cerró la puerta de la habitación casi azotándola. Los guardias en la entrada se estremecieron. De no ser por los modales aprendidos en la corte cuando era niña, los habría mandado al demonio. Dando grandes zancadas se aproximó a la mesa al lado de la ventana, la brisa salada del mar la recibió, haciendo que calmara un poco su carácter, las aves dentro de las jaulas estaban calladas.
Lineria sirvió vino en una copa y lo bebió de un solo trago. Ojalá fuera así de fácil ignorar las peticiones del rey del Oeste. Se negaba a llamarlo padre. Le gustaría estar en el Tridente de Altamar, disfrutando de las bebidas que los piratas traían de las Islas del Sur, aquellas que solían preparar quienes habían sido sanadores, rebajados a algo tan cruel como para utilizar sus plantas curativas en hacer bebidas.
El cristal de la copa crujió de lo fuerte que apretaba su mano. Abrió los dedos, la copa cayendo sobre la alfombra, desparramando los cristales.
―Maldición― murmuró.
Se inclinó para levantar los pedazos grandes, cuando captó algo por el rabillo del ojo, un movimiento en uno de los sillones que se encontraba en el pasillo de las aves.
―No quise asustarte― dijo una calmada voz masculina.
― ¿Marion?― preguntó ella, acercándose al lugar al lado de la ventana― ¿Qué estás haciendo aquí?
El guerrero tenía la cara recargada en sus manos, los codos apoyados sobre sus rodillas. Su ropa parecía sacada de un fangal.
―Tenía que ir a alguna parte― respondió, su voz baja y amortiguada por sus manos.
Lineria dudó sobre acercarse a él, o el poder ser una buena compañía en ese momento, porque aún se encontraba enfadada por la audiencia con el rey, todavía estaba usando ese estúpido vestido de color azul oscuro. Al menos no había estado la reina también, de lo contrario, la princesa se hubiera marchado al Tridente sin temer las consecuencias.
Se detuvo frente Marion, sin atreverse a hacer movimiento alguno, como si él fuera un animal salvaje y asustado. Él levantó la cabeza, sus ojos parecían cansados, había algunos cortes nuevos en su cara y cuello. Y su mano...
― ¿Qué demonios pasó?― preguntó, tratando de ocultar la preocupación en su voz.
Marion no respondió, simplemente colocó sus manos en la cintura de Lineria, atrayéndola hacia él, recargó su frente contra el estómago de la princesa, buscando alguna clase de consuelo.
Lineria se mordió el labio, debatiéndose sobre qué hacer ¿Enviarlo al demonio? ¿Ayudarlo? Pero ¿De qué forma?
―Me encomendaron una misión― comenzó a hablar el guerrero, haciendo pequeños círculos con el pulgar de su mano izquierda en la cintura de la princesa―. Encontré... vi cosas de mi pasado, personas con las que pensé nunca volver a tropezar...
¿Hasta qué punto él era el mismo hombre con el que Lineria trataba? Parecía diferente, más enojado, y enfermo de cierta forma. La princesa comenzó a pasar sus manos por el cabello del guerrero, pudo percibir la rigidez en su espalda por la sorpresa del toque, sin embargo, al repetirlo, Marion se relajó, respirando tranquilamente.
― ¿Qué ocurrió?― indagó Lineria.
El asesino levantó la cabeza, una pequeña sonrisa formándose en sus labios.
― ¿Estas preocupada, princesa?
Ella dejó de tocar su cabello, bajando las manos a los costados, pero el guerrero la tomó de una de las muñecas, seguramente su intención era besar el interior de la misma, sin embargo, se retractó, pues Lineria no pudo apartar la vista de esa mano, envuelta en un pedazo de tela ensangrentado, algunas gotas ya caían sobre la alfombra. Él la soltó, y la princesa atrapó su brazo para observar mejor la herida.
Comenzó por quitar la tela, algunos trozos se habían quedado pegados a la sangre seca en la herida, al terminar, pudo ver como dos muñones se formaban donde antes estaban los últimos dos dedos de la mano derecha, ahora solo quedaba la mitad de los mismos, y mucha sangre seca y sucia en ellos.
―Duele peor de lo que se ve― comentó Marion.
Ella frunció el ceño.
―Ven a la cama― ordenó, tratando de soltarlo, pero él la sostuvo con el resto de sus dedos.
―Nunca habías sido tan directa― bromeó, apoyándose en la silla para ponerse de pie―. Más me temo que esta noche no podré complacer ninguna de tus exigencias.
Lineria no evitó el toque, tampoco lo soltó, si no que con su mano libre buscó la izquierda de Marion, para guiarlo en dirección a la cama, donde lo hizo sentarse. La princesa buscó agua limpia en su sala de aseo, regresó a su lecho con eso y toallas limpias. Lavó la herida lo mejor que pudo, el guerrero reprimiendo las muecas de dolor, tragándose los gritos, mientras ella limpiaba, llegó el momento de poner licor de ajenjo en la herida.
―Más te vale no gritar o tendrás que pensar en una muy buena excusa para los guardias.
―No lo haré― dijo con voz ronca, como si le costara hablar.
Fue cuando Lineria se dio cuenta de que estaba sudando, su respiración apenas afectada, tal vez por todo su entrenamiento. Los ojos de Marion comenzaban a cerrarse.
― ¿Fueron los gatos de montaña?― preguntó la princesa para mantenerlo despierto.
Él le dio una mirada dolida.
―Ellos nunca me lastimarían― replicó―. Son mi familia.
Lineria sonrió con amargura, haciendo énfasis en el gesto levantando ambas cejas.
―Te sorprendería lo mucho que las familias pueden lastimarse.
Mojó una de las telas con el licor de ajenjo, un truco que había aprendido con los piratas cuando uno de ellos estaba lastimado, ponían el licor en la herida para que no se infectara. Se levantó del lugar donde había estado arrodillada para limpiar la mano del guerrero, estando de pie colocó la tela con licor sobre la herida. Marion apretó los dientes, su rostro contraído en un gesto de dolor puro, tratando de quitar su mano de las de Lineria.
―Ya pasó― murmuró ella―. Ya pasó.
Marion cayó de nuevo contra ella, recargando la cabeza en su abdomen, respirando agitadamente, sus hombros subiendo y bajando, tal vez por el dolor, pero en un momento él empezó a temblar...
Lineria quitó la tela de la herida, lanzando el pañuelo a la bandeja con agua sucia, donde había puesto las toallas que uso para limpiarlo. Volvió a pasar sus manos por el cabello de Marion.
―Está bien― susurró la princesa―. Estás a salvo ahora. Está bien, son solo estúpidos dedos.
Le habló hasta que su garganta se secó, y cuando lo hizo, comenzó a tararear canciones aprendidas en los barcos para él. Los temblores lo abandonaron, al igual que la rigidez en sus hombros y espalda.
El guerrero levantó la cabeza, el sudor perlaba su frente, los ojos estaban vidriosos ¿Tenía fiebre?
―Fue un muerto― dijo después de un momento―. Fue un hombre muerto quien me arrancó los dedos.
―Estás cansado― indicó Lineria―. Hablaremos mañana.
Ella lo empujó para que estuviera recostado en la cama, quitó sus botas, lo cubrió con las pieles mientras Marion la miraba con curiosidad. A decir verdad, era justo que dudara de su amabilidad, no era una parte que la princesa soliera mostrar a los demás, en especial a los asesinos.
Se recostó a su lado, jugando con su cabello castaño, hasta que el guerrero se quedó dormido, y aun entonces, continuó haciéndolo.
¿A qué se refería con que un muerto arrancó sus dedos? No podía estar hablando en serio, tal vez estaba alucinando, porque la única manera de que eso pasara, era haber viajado a la montaña y llegar a la Colina de Virum...
"... vi cosas de mi pasado" eso había dicho Marion "...personas con las que pensé nunca volver a tropezar" ¿Él había viajado a Virum? Y si era de esa forma ¿Qué cosas del pasado pudo haber encontrado ahí?
Sintió pena en lo más profundo de su cambiante corazón ¿Marion era el sobreviviente de Virum? Tal vez por eso el guerrero nunca se lo había dicho.
Aunque no recordaba que él compartiera mucho sobre su pasado, ya que casi siempre se concentraban en ella y sus problemas, una egoísta, era una maldita perra egoísta ¿Por qué le importaba? Era solamente diversión, una distracción y entretenimiento, eso era su relación a los ojos de ambos...
Giró su cuerpo en la cama, para poder observar el rostro de Marion a la luz de las velas, tocó las cicatrices en su cara y brazos. Las había sentido cientos de veces cuando compartían la cama de otra forma, pero nunca de esa manera, jamás lo había observado como si pudiera morir.
Él estaba acostado sobre su espalda, su mano herida descansando en su pecho, los ojos cerrados, moviendo sus parpados como si se encontrara en una pesadilla.
Lineria volvió a tararear para él, una canción del Tridente, que hablaba de un salvaje que cruzaba la bahía para encontrar, según la leyenda, el lugar de descanso de las estrellas, y las mismas le decían dónde encontrar los nueve años de historia perdida.
Ella colocó la mano sobre el pecho de Marion, al lado de sus muñones, no para buscar contacto, si no para sentir los latidos de su corazón.
Poco a poco, el guerrero se relajó, hasta caer en un profundo sueño. Uno que la princesa acompañó con gusto, al apreciar el palpitar de un corazón vivo que había vuelto con ella
¿Por qué a pesar de todo Lineria siempre regresaba al reino del Oeste? Tal vez la respuesta no estaba tan lejos como ella pensaba.
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Los pasillos estaban oscuros mientras corría a través de ellos, la niebla inundaba cada parte del castillo, incluso los jardines. La luna no cantaba esa noche, pero los cuervos si, Estaban en todos los árboles del bosque, en cada torre del palacio, se encontraban en todos los lugares, observando, graznando, esperando...
Amaris se sentó sobre la cama, sintiendo el corazón danzar dentro de su pecho. El cabello se le pegaba a la cara a causa del sudor.
― ¿Qué pasa?― preguntó Dwyer alarmada.
Su amiga había tomado la costumbre de dormir con ella para cuidarla de sus pesadillas.
―Fue un sueño― respondió sin aliento.
La sanadora frunció el ceño, luciendo confundida con un rostro lleno de cansancio por el trabajo en el castillo y el sueño interrumpido.
― ¿Qué era?― indagó Dwyer.
―Había― murmuró Amaris, pasándose las manos por el cabello para alejarlo de su rostro. Ella escondió la cara entre sus manos―. Había muerte en el castillo... Ellos vienen a reclamar lo que es suyo.
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