CAPITULO 41.-
"Con las primeras gotas, al cielo la vista alzó.
Eran rojas como el carmín, eran tibias en su piel.
Sus manos juntó, y a los Dioses rezó.
Una lluvia de sangre regaba la tierra de un rey.
El cielo lloraba, la pérdida de un fiel.
La tierra pereció, el viento cesó, el agua murió, el fuego cantó...
Ella lloró por la sangre que el cielo derramaba.
Una maldición en su descendencia cayó.
Aceptó la blasfemia sobre su familia, con un simple favor:
Aquella marca maldita no sería por siempre.
La forma de romperla caería sobre el destino.
Atando de esa manera las vidas de seres sin existencia.
La Reina reunió el coraje, y una daga en su corazón clavó.
El fuego cantó una furiosa canción... sobre siete elementos que el mundo perdió.
Las brujas se han relegado. Los magos han buscado. Los reyes han peleado...
Criaturas antiguas y sabías se han alejado...
Y en la era del olvido los elementos se han perdido"
Canción del desierto negro de Malakah.
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Se colocó la capucha para ocultar el cabello rojo.
Había visto a varios amorfos en los jardines, por lo cual, decidió abandonar el castillo a por las puertas que se encontraban al lado de los establos. De esa forma no despertaría el interés de las pequeñas criaturas al servicio del rey.
Dwyer caminó por las calles del reino, manteniendo la mirada en los pies. Pudo ver a varios mercaderes en el camino hacia el Este. Preguntándose su trasladaban refugiados o simples objetos sin valor para vender e intercambiar con los gitanos.
Tal vez, si les pagaba lo suficiente, guardarían silencio hasta llegar al puerto, o hasta atravesar los bosques y llegar a la puerta del sol del Este. Ahí podría dejar a esos hombres con los que Adam había peleado, quienes aún se encontraban en la taberna. Dwyer acudía a ellos para terminar de curar sus heridas cada vez que tenía tiempo de hacerlo.
Aunque con Campana vigilando sus movimientos, se había vuelto complicado. Podía ver al niño crecer en fuerza e inteligencia, solo esperaba que no olvidara de donde venía.
Se preocuparía por eso después.
Evitó a un par de guardias del castillo, quienes montaban sobre sus caballos, empujando a las personas hacia un lado. Como si las calles adoquinadas del reino hubieran sido hechas para ellos y no para los demás.
Sabía que era una especie de error meterse con ellos, así como viajar sola al pueblo, donde habían intentado quemarla, pero necesitaba saber que esos guerreros del Este se encontraban bien y en condiciones de viajar.
Adam había respetado sus deseos al mantenerse alejado de ella, y al no obligar a esos hombres a viajar heridos. Era como si el asesino simplemente de hubiera olvidado de ellos, de los tres, pues Dwyer también estaba incluida.
Se percató de que los guardias terminaron su recorrido, hizo un gesto en dirección a ellos y continuo caminando, con la canasta fuertemente sujeta en su mano izquierda, la derecha apoyada sobre una daga en su cinturón. Si alguien trataba de capturarla, estaría en un error, pues Dwyer había estado entrenando con Taisha, la asesina de Verdugos. Así la llamaban los guardias, y algunas veces los otros asesinos. La sanadora no conocía el motivo de ese nombre, ya que nunca la había visto asesinar a alguien. Más debía habérselo ganado, al pertenecer a la élite de asesinos del rey del Oeste.
Llegó hasta el callejón que se encontraba unas calles alejado de la plaza, entró en la casa del boticario, no sin antes decirle a la mujer de la florería que se metiera en sus asuntos.
El lugar estaba lleno de polvo, las plantas junto a la ventana estaban secas, había muestras de que roedores corrían libremente por la tienda.
Tal vez algún día podría terminar su servicio con Amaris, no encontrarse en deuda con Adam por haber ayudado a sus niños... entonces, solo entonces, Dwyer arrastraría a Campana con ella a la casa del boticario, traería a Manzana para que aprendiera todo lo que hay que saber sobre curaciones. Incluso más. Y se olvidaría de ese castillo, de esos asesinos. Porque tenía el presentimiento de que se había metido en problemas de talla grande al permitirse involucrar su vida con la de Amaris. El destino se enredaba de formas extrañas, y ella no estaba dispuesta a soportar todo eso.
Con un suspiro de resignación, dejó la canasta en el mostrador de madera, se inclinó para soplar fuera el polvo de los frascos en la mesa. Encontró un par de cosas que le servirían para limpiar heridas, también estaba el Hamamelis, el cual contenía propiedades para evitar la inflamación por picaduras. Ambos guerreros lo necesitarían, pues las camas de la taberna estaban llenas de chinches.
Salió de la casa del boticario, deteniéndose antes de cerrar la puerta, para echar un vistazo al interior. Realmente extrañaba ese lugar, y volver ahí sin el viejo gritándole órdenes... El corazón de Dwyer se sintió pequeño. A pesar de que no lloraba con facilidad, ella podría haber derramado un par de lágrimas por el viejo boticario.
Cerró la puerta y continuó caminando, recordando las palabras que el hombre le decía:
―Estás llena de miedo― solía decirle el boticario cada vez que tenía la oportunidad―. Tu cuerpo y espíritu saben que estas asustada, pero obligas a tu mente a trabajar a pesar de eso. Te obligas a ser valiente, y la única forma que conoces de hacerlo, es estando enojada. Reaccionas, y no te culpo por ello. Pero es más difícil que te hagan daño si simplemente lo dejas pasar... El mundo está lleno de personas crueles, y hay unas pocas buenas, no te pido que bajes tu cabeza para ser humillada. Simplemente quiero que seas feliz, que dejes de ocultar a la verdadera persona debajo de todo ese enojo y hostilidad. Tus niños y yo sabemos cómo eres... Y el resto del mundo simplemente ve a la joven enfadada. Incluso han llegado a decirme que eres una bruja― bromeó el boticario―. Estoy preocupado por ti, Dwyer. Eres como un lirio de los pantanos del sur, creciendo en esas aguas misteriosas, siendo hermoso, y a la vez engañoso.
Sacudió la cabeza para volver al presente. No era un lirio, tampoco una niña asustada, pero si estaba muy enojada. Por sus padres, por ella, por el reino saqueado del Sur. Porque a pesar de todo, amaba a su pueblo, el cual estaba distribuido por todos los reinos, muchos estaban muertos.
Dwyer llegó hasta la taberna, el olor que la recibió al abrir la puerta la hizo arrugar la nariz. Avanzó hacia las escaleras, esquivando algunas mesas, ignorando las miradas de los hombres ebrios. Subió, dejando atrás el bullicio del lugar, odiando tener que entras ahí. Abrió la puerta, el comienzo de un saludo murió en sus labios. Dwyer le dio la espalda a la habitación vacía y corrió escaleras abajo.
Encontró al tabernero detrás de la barra, mirando a todos de mala manera.
― ¿Dónde están?― demandó Dwyer, deteniéndose frente a él, con la barra en medio de ambos.
― ¿Qué demonios quieres?― inquirió el hombre, ofreciéndole una mueca de desagrado.
―Los hombres del Este― explicó Dwyer sin paciencia― ¿Dónde están?
El tabernero se tomó la molestia de mirarla, primero su rostro debajo de la capucha, frunciendo el ceño al reconocerla, él se estiró para ver detrás de Dwyer, y al descubrir que nadie la seguía, el hombre recorrió con sus asquerosos ojos desde el rostro, parando en los pechos, bajando por su cintura, deteniéndose más tiempo del necesario en sus caderas y entrepierna.
Dwyer gruñó por lo bajo y la atención del tabernero volvió a su cara.
―Se fueron. Ayer salieron y se largaron― gruñó el hombre―. Sin pagar nada. Tal como tu guerrero lo pidió.
Adam no era tal cosa como su guerrero. Y la sanadora dudaba que él hubiera pedido cualquier cosa. Él exigía y si no se concedían sus deseos... bueno, destrozaría el lugar. Lo que más la sorprendía, era el hecho de que protegiera a los guerreros del Este de esa forma. Manteniendo alejados a los otros asesinos de la taberna, y pagando todo lo que consumieron desde que casi los mata.
Dwyer le dio la espalda al tabernero, dispuesta a salir de ese horrible y maloliente lugar, cuando sintió una mano tocar su trasero por encima de la capa. Muchos años de sobrevivir en las calles la hicieron reaccionar, empujando el brazo del hombre ebrio que quería buscar con sus dedos debajo de su falda.
― ¿Qué pasa?― preguntó el ebrio, tambaleándose al ponerse de pie.
Ella retrocedió un paso, golpeando con su espalda el frente de alguien más, quien la sostuvo por los hombros.
―Venir aquí sin tu asesino es una mala idea― dijo alguien en su oído.
Dwyer quiso golpearlo, alcanzar la daga en su cinturón, pero no podía moverse, no cuando recuerdos del barco llegaron a su mente.
El primer hombre ebrio caminó hacia ella, las demás personas en la taberna ignoraban lo que sucedía. Dwyer quiso moverse, empujar a quien la sostenía, el borracho tambaleante movió su mano para meterla debajo de su falda, cuando unos fuertes dedos se cerraron sobre su muñeca.
―Yo no haría eso― comentó una fiera voz femenina―. O me tomaré el tiempo de cortar cada uno de tus lindos dedos.
Dwyer soltó la respiración, y de no ser por su autocontrol, habría llorado en ese momento.
Taisha sostenía la mano del hombre, haciéndolo incorporarse, alejándose de las faldas de la sanadora.
―No es tu maldito problema― espetó él.
Taisha apretó más su agarre, haciendo que un grito saliera de los labios del sujeto.
―Me parece que ahora lo es― dijo ella con calma―. Ahora guarda tus modales antes de que decida guardarlos por ti.
Dwyer sintió que la soltaban. Ambos retrocedieron cuando Taisha avanzó hacia ella, sosteniéndola por el brazo para guiarla al exterior de la taberna. Al salir del lugar, la asesina la soltó, juntas caminaron hacia el bosque, dejando de lado el callejón del Olvido.
La sanadora recargó una mano contra el tronco de un árbol, tomando respiraciones profundas. La asesina simplemente la miró, esperando para que Dwyer se recompusiera.
―Lo lamento― dijo la pelirroja.
La guerrera se quitó la capucha, su cabello negro cayendo de un lado, el otro simplemente estaba a ras de la cabeza, si Dwyer no supiera que lo cortaba con una navaja, pensaría que tenía problemas de crecimiento. No le sorprendería, considerando que cuando trabajaba con el boticario muchas personas buscaban un remedio para eso.
― ¿Por qué te disculpas?― preguntó Taisha.
Dwyer levantó la cabeza para mirarla. Los ojos negros de la asesina parecían curiosos.
―No lo sé― respondió―. Supongo que por meterte en problemas.
Taisha soltó una carcajada.
―Me meto en problemas como ese todo el tiempo― explicó―. Casi siempre por mujeres que no conozco. Simplemente no me gusta que las traten como basura.
La asesina continuó caminando por el bosque, en dirección a los jardines exteriores del castillo, a la sanadora no le quedó otra opción más que seguirla.
― ¿Qué hacías en la taberna?― preguntó Dwyer después de un momento.
Taisha se detuvo para mirarla por encima del hombro.
―Te seguí cuando saliste del castillo...
Dwyer se quedó de pie, cruzando los brazos, elevando una ceja interrogante.
―...porque Adam nos pidió vigilarte―completó su explicación.
― ¿No tienen mejores cosas que hacer?― replicó un poco molesta.
Taisha sonrió de manera triste, sus ojos parecieron brillar con algo parecido a pena.
―Está preocupado por ti― contestó ella―. Y a decir verdad, tienes cierta facilidad para hacer enemigos. Y si no lo dejas acercarse... bueno, los demás veremos que nada te suceda. Así funciona el gremio.
― ¿Por qué?― preguntó confundida.
―Porque nuestras vidas dependen del otro. Si las misiones se cumplen la gloria es de todos, si fracasamos, la vergüenza es un conjunto de personas ebrias y desalineadas castigadas durante el mediodía. Y si cualquiera se encuentra en un momento difícil, los demás deben estar para él, porque una distracción, por pequeña que sea, puede costar la vida de algún miembro de la élite.
―Juramentos estúpidos y asesinos patéticos― murmuró Dwyer pateando una roca.
Taisha rio por lo bajo, tal vez estando de acuerdo con ella.
―Es lo más parecido a una familia que tenemos.
Dwyer le dio una mirada interrogativa.
― ¿No tienes una familia de verdad?
― ¿Te refieres a quienes me lanzaron a los brazos de un depravado? Sí, eso suena mucho como una familia.
La asesina se sentó sobre la fría hierba, Dwyer apostaría a que la humedad ya comenzaba a pasar a través de su capa. Taisha palmeó un sitio a su lado, invitándola a sentarse. La sanadora lo hizo a regañadientes.
― ¿Confías en ellos? ¿En toda la élite? Es decir... no los conoces, no de una forma intima.
Taisha respiró profundo, sus hombros subiendo y bajando.
― ¿Qué otra opción tengo? Es decir, tienes razón. No sé la historia de muchos... solo puedo hablarte de aquellos que llegaron después de mi al gremio.
Dwyer estaba tentada a levantarse e irse en dirección al castillo, donde la estaría esperando un cálido fuego en las habitaciones de Amaris, y una deliciosa cena acompañada de las conversaciones animadas de la albina. Con un suspiro de resignación se dio cuenta de que tenía demasiada curiosidad, así que abrazó sus piernas, recargando la barbilla sobre sus rodillas. No tenía nada mejor que hacer ahora que los guerreros del Este estaban lejos de esa taberna.
―Escucho― murmuró. No se atrevía a hablar en voz alta, como si pudiera despertar a las hadas o a los fantasmas de ese bosque.
Taisha respiró profundo, haciendo su cabello hacia atrás con un gesto de la mano.
―Antes de que puedas preguntar, no sé nada de los hermanos, más que aquello que Abel ha querido compartir conmigo, que no es demasiado. Gabriel es un completo misterio, ni siquiera Esbirrel, quien tiene más tiempo dentro de la Élite, conoce algo sobre Gabriel. Sairus ya estaba en el castillo cuando llegué, al igual que Deméter.
Dwyer esbozó una sonrisa cínica.
―Así que solo puedes hablarme de Marion y de tu propia historia.
―Lo lamento, pero así son las cosas.
Esperó a que Taisha hablara, escuchando los sonidos del bosque, el correr del río, el movimiento de los árboles, las aves cantando y las ranas croando.
―A veces― empezó a hablar la asesina―. Cuando estas entre la vida y la muerte... Y no me refiero a encontrarte herida, hablo de tener una espada en la mano, es el momento en el que debes decidir si vas a matar a alguien o lo dejaras seguir viviendo para vengarse después, porque sin duda es lo que harías, buscar venganza―. Taisha respiró profundo, manteniendo sus ojos clavados en un grupo de árboles―. Todos hemos matado por enojo, venganza o por una simple orden, sin atrevernos a hacerlo personal. Pero no Marion. Él ha asesinado, si, pero lo ha hecho por sobrevivir, y no hablo sobre verse acorralado, me refiero a estar en una situación desesperada... él encuentra la forma de salir de eso, sin acabar con una vida, únicamente lo he visto matar para salvar a otros porque creo que es más fuerte cuando tiene a alguien a quien proteger, y aun así, ha vomitado sus tripas después de hacerlo. Creo que hasta cierto punto, todos disfrutamos de nuestro trabajo con Gabriel, él no. Marion no puede apagarse igual que el resto, a pesar de pertenecer a Virum.
Ante la mención de la montaña maldita, Dwyer miró a Taisha con sorpresa. Sus interacciones con el guerrero Marion eran mínimas, pero nunca se imaginó que hubiera algún sobreviviente de Virum.
―Es... impresionante.
―Sí, lo es― aceptó Taisha―. Gabriel lo llevó al castillo poco después de que yo llegara. Lo interrogué sobre la montaña maldita, pero no habló acerca de ello. Nunca lo ha hecho y creo que nunca lo hará.
― ¡Solamente tienes historias incompletas!― exclamó Dwyer, tragándose los sonidos del bosque.
Para su sorpresa, Taisha comenzó a reír, y no tuvo más remedio que reír con ella. Sus risas perdiéndose en los sonidos del bosque, el viento contra las hojas de los árboles.
― ¿Y qué hay de ti?― preguntó Dwyer.
Taisha recargó la cabeza contra el tronco del árbol, su cabello negro resbalando por su cuello, sus ojos perdidos en el movimiento de los árboles, tomando pequeños pedazos de cielo.
―Nací en una familia de nobles, rica y poderosa. Mi padre contaba con el favor del rey, mi madre era una mujer que se preocupaba más por las fiestas que por cualquier otra cosa. Yo era la menor de cinco hermanos, todos eran hombres. Desde pequeña me enseñaron a quedarme callada, a bajar la cabeza si uno de ellos entraba en la habitación, a dejar lo que estaba haciendo si a alguno le molestaba... También me instruyeron en etiqueta―. La asesina sonrió con burla al recordar―. Y en baile, era muy buena bailando. Solo que a mi hermano mayor le pareció que era una tentación para los hombres que vivían en la casa, motivo por el cual me prohibieron volver a bailar. Mientras crecía, me di cuenta de las diferencias, de cómo a mí me daban vestidos y muñecas. Ellos obtenían espadas y caballos. A mí me enseñaban como hacer feliz a un hombre. A ellos los dejaban abusar de las sirvientas. Cuando cumplí trece, llegó mi primer sangrado, mi madre estaba totalmente feliz... ¡Y yo pensaba que iba a morir!― exclamó con ironía, moviendo las manos hacia el cielo―. Mi madre dijo que al fin era una mujer completa, y que dejaría de ser un estorbo para ellos. No comprendía nada de eso ¿Cómo podía yo ser un estorbo? Siempre hice lo que me decían, iba en contra de mis propias ideas para complacerlos―. Taisha suspiró con pesar―. Encontraron un Lord, me comprometieron con él. Era un hombre viejo y repugnante... Cuando fui llevada a su casa, me di cuenta de que tenía un hijo, Ezra. Él era todo lo que parecía estar bien en el mundo, primero fuimos amigos, y una cosa llevó a la otra. Me entregué a él de todas las formas posibles... Sin embargo, la felicidad no duró demasiado. El Lord se dio cuenta de todo, me acusó de traición, me llamaron puta. Ellos me golpearon y ataron bajo el sol, trataron mi cuerpo como si no valiera nada― suspiró pesadamente, tragando un nudo en su garganta. Carraspeó y continuó, sin mirar a Dwyer a los ojos―. Me mantenían atada afuera de la casa, todo había sido idea de Ezra ¿Cómo pudo haberme traicionado de ese modo? No lo entendía, pero sobre todas las cosas, pude superarlo, pude ver que mi necesidad de estar viva era más fuerte que cualquier cosa que pudiera sentir por él, quería venganza. Mi padre llegó un día a la casa del Lord... y él simplemente me miró como si fuera mierda en su zapato, nunca voy a olvidar sus palabras:
―Esa zorra no es mi hija― dijo.
Así de fácil se deshizo de mí.
Él y mis hermanos se hospedaron en la casa del Lord. Una noche, vi una figura frente a mí, los campos de trigo se movían a su espalda, y la luz de la luna no me permitía ver su rostro, pero sabía que se trataba de un hombre, uno grande y fuerte, que podía romper mi cuello con un solo movimiento de su mano. Le pedí que me matara, incluso creo que lo supliqué. Deseaba estar muerta, cada herida, cada golpe... a pesar de todo, lo más insoportable era la sed, pues había estado atada debajo del sol en esa tierra durante mucho tiempo, me daban de comer la comida de los cerdos, me arrojaban agua sucia, estaba sentada sobre mi propia mierda...
>>Mis hermanos comenzaron a preparar una pira al día siguiente, mi padre bebía vino al lado de Ezra y del Lord, cuando una flecha atravesó su corazón. Después vinieron más flechas, acabando con esas tres vidas. Mis hermanos corrieron por el campo, estoy segura de que si Gabriel hubiera querido matarlos, lo habría hecho. Él me liberó, me trajo al castillo y me entrenó. Dijo que podía buscar la venganza cuando quisiera, pero ya no siento entusiasmo por ella.
Dwyer miró a la asesina. Hasta ese momento no había hecho otra cosa más que juzgarlos como locos sedientos de sangre, a ella y a toda la élite. Pero no eran tan diferentes, eran sobrevivientes.
―Lo lamento― murmuró la sanadora después de un momento.
Taisha se encogió de hombros y la miró detenidamente.
―Fue hace mucho tiempo, ya no es importante. Aquí encontré a Abel, a los asesinos y a Nerea― comentó, tratando de hacer que su voz sonara animada―. Es extraño, pero he llegado a valorarlos. Nunca supe lo que era el amor de una familia, sin embargo, una simple palabra, y sé que matarían a mis hermanos y toda su descendencia.
La sanadora asintió débilmente, comprendiendo las palabras de la asesina. Dwyer limpió el sudor de sus manos contra su vestido.
―No fue tu culpa― dijo Taisha, mirando todos sus movimientos.
― ¿De qué hablas?― preguntó la sanadora.
Dwyer frunció el ceño, una chispa de enfado surgiendo en su pecho ¿Adam le había hablado sobre lo del barco?
―He visto como proteges a Amaris de la vista de los hombres― explicó Taisha ante la confusión de la sanadora―. También evitas cualquier lugar donde no haya mujeres, las miradas que dedicas a los amorfos... Es fácil si sabes dónde buscar.
―Tenía doce años― susurró Dwyer.
Al principio no estuvo segura de que la asesina la hubiera escuchado, pero luego sintió una mano envolver la suya. Levantó la cabeza, solamente para encontrar los ojos de Taisha observándola fijamente.
―No fue tu culpa― repitió―. Y nunca vas a olvidar lo que sucedió... Así como espero que tampoco olvides esto: Una palabra, es todo lo que separa a esos hombres de su castigo. Si recuerdas el nombre del barco, harás mi tarea más sencilla.
Dwyer tragó saliva, podía leer las amenazas en los ojos de la guerrera, todas y cada una de esas promesas de muerte, pero ¿No había suficiente muerte en el mundo ya?
― ¿Crees que hayan hecho daño a alguien más?― preguntó la sanadora. Eso la había atormentado durante años.
―Tal vez― respondió Taisha poniéndose de pie, tirando de su mano para llevarla con ella―. Pero si decides actuar, podré hacerlos pagar.
― ¿Puedes hacer eso tu sola?― preguntó, sintiendo un hormigueo en las palmas de las manos.
Taisha le dedicó una sonrisa de todos los dientes.
―No estaré sola― dijo con firmeza y comenzó a caminar en dirección a los jardines exteriores del castillo. La sanadora la siguió de cerca―. Conozco a un par de hermanos que conocen perfectamente el significado de la venganza.
A pesar de sí misma, Dwyer no pudo evitar estremecerse.
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