Capítulo 15: El Ultimátum
Magnus decidió que, si iban a hacer esto, iban a hacerlo cómodos. Chasqueó los dedos haciendo que la gran mesa fuera remplazada por cómodos sofás. Todos sus amigos se habían quedado, y todos veían a Robert.
– Magnus, tengo hambre, – dijo Alec, enojado. Caminó hacía la cocina, tomó un puño de pimientos rojos y se los metió a la boca.
Nadie intentó detenerlo o seguirle, solo su Alfa, le temían miedo a su furia.
– ¿de nuevo? – preguntó Magnus, chasqueando la lengua, y haciendo aparecer un plato de curry.
Alec se lo comió todo en tiempo record y Magnus solo escondía su asco al ver comer a su lindo omega.
– ¿Me pregunto si es tu bebe demonio el que me hace querer comer tanta comida picante? – Alec bromeó al terminar, sentándose en las piernas de su Alfa y besándole sin control
– ¿Me pregunto que pedirá el bebe ángel una vez que pueda pedir? – bromeó Magnus, abrazando a su mate, y besando su cuello, mientras Alec enredaba sus piernas en la cintura de Magnus.
Magnus besó nuevamente los labios de su omega, separándose al escuchar un golpe en la sala. Suspirando, se separó de su omega y lo llevó a donde estaban los otros.
– ¿Cómo pudiste? ¡¿Cómo puedes esperar que se haga algo así?! – Izzy le gritaba a su padre, con lagrimas de enojo.
– Alec, ¿porqué aun eres un Omega? – Robert preguntó enojado, deteniéndose al ver como Magnus colocaba a Alec detrás de él.
– Aléjate de mi mate, Robert Lightwood, – Magnus gruñó, al ver como Robert se acercaba a su omega y a sus hijos.
– Izzy no es tu mate, ella ya tiene a Simon, – Robert gruñó al brujo. – ¿Por qué mi hijo aun es un Omega? ¡Las instrucciones eran bastante claras! –
– El no se refería a Izzy, hablaba de mi. Magnus es mi mate, – dijo Alec, desabrochándose su chaparra y mostrándole la marca de unión a su padre.
Robert estaba furioso. – ¡Confié en ti! Confié en que arreglarías a mi hijo, ¿y en vez te aprovechaste de él? ¿Cómo pudiste hacerle eso a un chico vulnerable que viene por ayuda? ¿Qué no tienes honor? –
Alec veía rojo por las horribles palabras de su padre a Magnus. Solo Magnus pudo detenerle antes de que llegara a Robert, usando su magia.
– Cariño, necesito que sueltes tus armas, – dijo Magnus, suavemente, logrando que Alec soltara su cuchillo. Para asegurarse Magnus buscó entre su ropa encontrando varios cuchillos más entre su ropa, incluso en sus botas y su ropa interior. – Diablos amor, realmente estás preparado, – dijo Magnus, sacando el último cuchillo que estaba en la gorra de la chamarra de Alec y dándoselo a Jace. – Te voy a soltar. Por favor, no intentes atacar a tu padre, piensa en nuestro pequeño frijolito, amor. –
Alec se dejó caer en su Alfa, a momento que sintió como la magia de Magnus desaparecía. Robert se había dejado caer en el sillón, viéndolos aun sorprendido.
– ¿Cómo te atreves a hablarle a mi mate así? Magnus Bane me ha mostrado más amabilidad, compasión y amor en una semana que tu y Maryse en toda una vida. El es mi verdadero mate, mi otra mitad, mi estrella en el universo. Y en vez de mutilarme como tu planeabas, me salvó la vida, curándome y protegiéndome como tu debiste haberlo hecho cuando tu esposa casi me mata a golpes, –
Alec se detuvo un momento a respirar y observar a su sorprendido padre.
– Amo a este hombre más que a mi vida, y lo único más importante que él en el mundo entero, son las vidas que llevó en mi. Las de mis hijos, – continuó Alec, temblando de rabia. – Y si algún día esperas conocerlos, no solo tundras que rogarle perdón por las horribles cosas que has dicho, tendrás que agradecerle por ayudarme. O te juro que cortare tu horrible corazón y lo enterraré en las tierras de Alicante junto con el podrido corazón de tu esposa, –
Todo quedó en silencio. Todos veían a Alec, con sorpresa y apoyo, y aun enojo hacía Robert. Ninguno juzgaba sus palabras. Helen y Aline se abrazaban, y Simon y Clary se levantaron y se pusieron al lado de Alec, en apoyo contra Robert.
Jia se acercó y abrazó a Alec, besándole la mejilla y felicitándole, igual que a Magnus. Después se acercó a abrazar a su hija y a su pareja.
Alec no necesitaba ver a su mate. Podía sentir todo el amor y orgullo por el lazo. Además, sintió como Magnus le abrazaba por detrás, colocando sus manos de forma protectora en su pancita.
Alec ya no tenía miedo. Maryse Lightwood estaba muerta para él. Y su padre, bueno, eso aun faltaba. Se había cansado de intentar impresionar a Robert. Los bebes de Magnus y sus amigos era todo lo que tenía ahora.
– Lo siento, lo siento a ambos. Alec, he pasado demasiado tiempo preocupándome de lo que otras personas pudieran pensar que olvide lo que era ser padre. Debí tener el coraje de enfrentar a tu madre todos estos años, – Robert dijo, mirando a sus hijos. – Debí haberles cuidado, ser un mejor padre, apoyarlos y hacerles saber cuanto los amaba. Espero que algún día puedan perdonarme. –
Robert se giró hacía Magnus.
– Magnus, mi hijo tiene razón. No hay nada que pueda hacer para pagarte lo que hiciste por él. No solo por salvarle, si no por amarle de la forma que merece. Veo lo equivocado que estaba sobre ti y espero que me perdones por las cosas horribles que dije. – Robert dijo.
Robert dio un pequeño paso hacía su hijo y su... mate. Aun le costaba pensarlo.
– Y ruego por que me dejen ser parte de la vida de sus hijos. Espero poder darles el amor y cariño que falle en darle a mis propios hijos, – Robert inclinó la cabeza arrepentido.
– Robert, yo fácilmente puedo perdonarte por lo que me dijiste. Entiendo que toda la vida te han dicho que algo esta mal y es muy difícil pensar diferente a eso, – Magnus le dijo al padre de su omega. – Pero tienes que entender que el hechizo que me pediste hacer es una abominación. Nunca debió haber sido creado. Tu padre se equivocó al hacerte lo que te hizo. Puede que pensaras que hacías lo correcto para tu hijo, pero el mundo ha cambiado. –
Magnus intentó y falló al comprender como alguien podía hacerle eso a su hijo.
– Si algún día tu hijo decide perdonarte y te deja ser parte de nuestra familia, entonces confío en su juicio. Pero quiero que sepas que si alguna vez vuelves a dañar a mi mate o a mis hijos de cualquier forma, te acabaré, – Magnus le aseguró a Robert. – No habrá lugar en este universo donde te puedas esconder. Y se que el daño que te ocasionará Alec no se comparará con lo que yo pueda hacerte. –
Magnus miró a su mate, quien miraba a su padre con dagas en los ojos.
– Puedo perdonarte por lo que has hecho. Aun lo malo que fuera, entiendo que intentabas hacer lo que tu pensabas era lo mejor para mi. Pero debes saber que eso me tomará tiempo, perdonar el como me hiciste sentir durante todos estos años no será fácil, – dijo Alec, apretando la mano de Magnus para buscar apoyo. – Pero quizá podamos intentar empezar de nuevo. Tienes cuatro meses para probar que puedes ser un buen abuelo para mis hijos. –
Alec estiró su mano y tomó la de su padre. Robert la tomó con lágrimas en los ojos. Sabía que eso era más de lo que merecía.
– Les juro a ambos que pasaré el resto de mis días ganándome su confianza. Les prometo que no los defraudaré, y que seré el mejor abuelo que podrían pedir, – dijo Robert mirando a los ojos a la pareja.
– Bien, porque con estos gemelos voy a necesitar toda la ayuda posible, – Alec soltó una risita, limpiándose las lágrimas. Estúpidas hormonas.
Robert se acercó lentamente para abrazar a su hijo, pero se detuvo cuando vio a Alec girarse hacía Magnus con un puchero, golpeando el suelo, y cruzándose de brazos.
– Tengo hambre, – dijo Alec, mirando a su mate de forma petulante, y frunciéndole el ceño a todos. Jia soltó una risita que disimuló con una tos, no queriendo hacer enojar al omega.
– ¿Lo usual, amor? – Magnus preguntó, viendo el hermoso puchero de su omega, y deteniendo a Robert. – Yo no me acercaría si fuera tu. Es mala idea interponerse entre un Alexander embarazado y la comida. – dijo, ante la mirada confusa de Robert.
– No, quiero helado. De sabor café, – dijo Alec, frunciendo el ceño.
Magnus pensó que su novio haciendo pucheros era la cosita más adorable del mundo.
Se sorprendió por el pedido, era la primera comida que pedía que no era picante. Con un chasquido de dedos apareció el helado y una cuchara, y cuidadosamente se la acercó a su mate, sosteniéndola como si fuera una granada. Todos le veían con diversión.
– Si, si, ríanse todo lo que quieran, pero nadie es lo suficientemente valiente para acercarse a él, – mascullo Magnus.
De repente Alec le jaló y lo sentó en el sillón, para poder sentarse en su regazo. Todos vieron con asombro como el omega abría el helado y lo compartía con su alfa. Una cucharada para el alfa y seis para el omega.
– Creo que averiguamos lo que le gusta a nuestro angelito, – Magnus rio, viendo como el omega se metía grandes cucharadas de helado a la boca. – Al menos ahora se como alimentarte. Curry picante para nuestro bebe demonio cuando estés enojado y quieras estar solo, y helado para nuestro bebe ángel cuando estés meloso y quieras mimos. –
Izzy y Cat ponían al tanto a Robert sobre el bebe, al ver la cara de confusión de este. Quizá ellos también podían intentar iniciar de cero. Pero como su hermano, nunca podrían olvidar.
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