Capítulo 10. El Alfa y el Omega
You found the light in me that I couldn't find
¿Dónde está? Magnus se pregunta, viendo las manecillas del reloj en la roja pared. Ya eran las nueve, Alec ya debería estar ahí.
Magnus se había decidido por un tema abierto hoy, creando un gran espacio. La cocina estaba en una esquina, hecha de acero inoxidable y encimeras de cemento. Un gran sofá de cuero negro y suave adornaba la sala, junto con una gran pantalla plana acomodada encima de una chimenea y en medio una mesita de café de vidrio. Y en la habitación una gran cama con cuatro postes de acero negro forjado.
Magnus miró alrededor preguntándose si no sería demasiado. Vio las velas, de todos los tamaños y colores, los grandes ramos de rosas, colocadas en cada espacio disponible, la chimenea prendida. Sonrió a si mismo.
No, era perfecto. ¡Romántico!
Un golpeteo en la puerta hizo que su corazón latiera con rapidez. Finalmente, pensó. Había tenido miedo de que Alexander no se presentara, por la forma en que se había ido en la mañana. ¡Pero ahí estaba!
Magnus brincó, y se arregló su ropa, se miró una última vez en el espejo, acomodándose el cuello de su camisa en V y las cadenas en su cuello.
Sonrió al ver su perfecto cabello peinado en puntas y con brillo en ella, y su perfecto delineado, y caminó hacía la puerta.
La esencia fue lo primero que le llegó, haciendo que se detuviera como si se hubiera topado con una pared. Llenó sus fosas nasales y envolvió su cerebro, llenándole todos sus sentidos. Era la más potente y delicioso aroma que había olido en su vida.
Sándalo, granos de café, vainilla y sobre todo, a omega. Tocaba su alma de forma delicada, encendiendo todo su cuerpo y haciéndole temblar. Su cerebro solo era capaz de procesar: MÍO, MÍO, Mi MATE, MI OMEGA.
Magnus abrió los ojos y vio a Clary Morgenstern y Jace Herondale en frente de él. Jace cargaba algo entre sus brazos, envuelto en una manta, y aferrándose a eso como si de ello dependiera su vida
Magnus no entendía, ¿de donde venía el olor? Un bajo pero demoniaco gruñido de alfa salió de su pecho. ¿Qué diablos pasaba? ¿Dónde estaba su Omega? ¿Quién lo mantenía lejos de él?
– Magnus, necesitamos tu ayuda, – Clary dijo, casi encogiéndose por la mirada enfurecida del Alfa. Se hubiera sentido muy intimidada si no fuera porque Alec era todo lo que importaba en ese momento.
La esencia del Alfa golpeó los sentidos de Alec, dejándole paralizado y sin ser capaz de pensar. Era un olor exquisito, a sándalo, chocolate, anís estrella y Alfa. ¡Magnus! ¡Su Alfa! Su cerebro le gritaba, sin ser capaz de formular palabras.
La necesidad de Alec por Magnus era abrumadora. No pudo evitar soltar un sollozo de necesidad y dolor, ya que su cuerpo necesitaba estar con su brujo.
– ¿Alfa? – Alec gimoteó, tratando de llegar a Magnus.
– ¿Alfa? –
La voz de Alec le sacó de la penumbra en la que Magnus se encontraba. ¡Alexander! ¡Alexander es su mate! ¿Alexander es un Omega? Su cerebro no era capaz de procesarlo todo.
Magnus escuchó ese sonido de nuevo, un sollozo de necesidad y desesperación que venía del bultito que Jace traía acurrucado en el pecho. No, no un bulto, un taquito humano. Era Alec envuelto en una manta.
En los brazos de otro Alfa.
La visión de Magnus se volvió roja de rabia. Su Omega, él debía proteger a su omega, su cerebro gritaba, mientras le quitaba a Alec de los brazos de Jace. Iba a mitad de camino cuando escuchó los jadeos de dolor que venían del chico entre las mantas.
– ¿Alexander, corazón, qué pasa? ¿Qué tienes? ¿Dime que está mal, por favor? – pidió, desesperadamente, necesitando proteger a su Omega.
Magnus le colocó suavemente sobre el colchón, y con la mano temblando le quitó la manta para poder ver a Alec. Y en ese momento sintió como si su mundo se derrumbara. Su Alexander, roto, herido, lleno de sangre. El verle hizo que cayera de rodillas.
Otro rugido demoniaco salió del Alfa, colocándose en frente de la cama, en medo de Alec y el Alfa y la Beta que le habían traído.
– ¿Quién hizo esto? ¡¿Quién le hizo esto a mi mate?! – Magnus le gritó a Jace, quien se había colocado frente a Clary. Las manos de Magnus sacaban chispas rojas.
– Magnus, – Alec jadeó, desde la cama. – Por favor, no fueron ellos. Ellos me salvaron. Por favor, Magnus, ¿qué me está pasando? Estoy caliente y me duele demasiado, ¡Todo me duele! – gritó, sintiendo nuevas olas de dolor en su abdomen.
Magnus se arrodillo frente a la cama para poder ver a Alec a los ojos.
– Estás presentándote, cariño, – Magnus susurró, quitándole suavemente el cabello de la frente. – Te estás presentando como un omega. ¿Recuerdas cuando te dije que el viejo Cazador en Tibet no era mi mate? No lo era porque eres tu. Tu eres mi Omega, cariño. Mi mate, – Magnus tenía lágrimas en los ojos.
Alec estaba confundido. ¿Cómo podía ser un Omega? Los Omegas masculinos ya no existían. Aunque si sabia que Magnus era su mate. Lo podía sentir en cada parte de su cuerpo. Pero, ¿Omega? ¿Él?
– ¿Cómo? – Alec jadeó. – No lo entiendo...–
– El sobre, – Clary dijo, acercándose para dárselo al brujo. – Robert Lightwood, el padre de Alec, lo sabía. Él me dijo que te diera esto, – ella le entregó el sobre, alejándose de nuevo por la mirada de precaución que Jace le estaba dando, quien se había movido con ella todo el tiempo.
Magnus observó el sobre en sus manos, y lo dejó sobre la cama.
– Necesito checarte primero, cariño, – Magnus le dijo gentilmente a su cazador. – ¿Puedo retirarte la ropa? Necesito ver todas tus heridas, – intentaba sonar calmado, aunque la ira recorriera todo su cuerpo.
Alec solo asintió, mirándole a los ojos y viendo la mezcla de amor y dolor.
– Jace, necesito que te quedes en la esquina, – Magnus gruñó. – Puede que ya tengas una mate, pero aun así no te voy a dejar que te acerques a mi Omega medio desnudo, y menos si aun no está marcado. –
Aunque lo que Magnus realmente quería era que el otro Alfa se fuera del edificio, pero podía ver en el rostro de Alec que necesitaba a Clary ahí con él. Y que Jace no dejaría sola a su mate con un Alfa mitad demonio enojado.
Con un chasquido de dedos la ropa de Alec desapareció, dejándole solo en bóxer. Ni siquiera podía avergonzarse por la situación, debido al enorme dolor que tenía.
– Fue tu madre, ¿cierto? – Magnus gruñó, casi explotando al ver la cantidad de heridas que Alec tenía. – Juro por todos los demonios y ángeles que voy a arrancarle la cabeza, – gruñó lleno de rabia.
La hermosa mejilla de su Omega estaba destrozada, su pecho estaba lleno de heridas moradas y algunas costillas rotas, su mano y tobillo estaban rotos.
Magnus también vio el Iratze en su piel, pero sabía que no era suficiente. Necesitaba acelerar las cosas. Puso sus manos sobre el rostro de Alec y comenzó a soltar chispas azules, curando primero las heridas mayores.
Clary observó como el brujo trabajaba en las heridas de su Parabatai. Vio como la respiración de Alec se calmaba y se facilitaba al ser curadas sus costillas. Luego su mano volvió a su posición al igual que su tobillo. Finalmente Magnus se dejó caer exhausto, al haber terminado.
Clary vio como la mano de Alec se alzaba para acariciar el cabello puntiagudo de Magnus.
Ella se acercó a Alec y le cubrió con una manta, para luego besarle la frente, y luego fue al lado de Magnus y le tomó la mano, compartiéndole de su energía. Él la tomó agradecido, solo lo suficiente para ser capaz de levantarse, cambiarse y acomodarse al lado de su cansado Omega.
– Volveremos pronto, Magnus, – Clary le dijo, notando que Alec ya estaba profundamente dormido. – Les traeremos comida de Takis, – ella le dio un beso en la frente también, sonriendo por la cara de sorpresa. – Eres su mate, – fue toda su explicación.
Clary tomó la mano de Jace y ambos se retiraron de la habitación.
Magnus se acurrucó en el dormido Omega, acurrucando su nariz en el cuello de Alec, inhalando la maravillosa y deliciosa esencia, como si quisiera estar seguro de que su Omega estaba seguro y a su lado mientras dormían. Le abrazó protectoramente y sonrió.
Soñó sobre el hermoso y brillante futuro que le esperaba al lado de su Omega.
*
Alec despertó confundido, viendo a su alrededor. Vio la luz que entraba por la ventana, mientras intentaba recordar lo que había pasado. Sintió un cálido cuerpo presionado detrás de él yal inhalar, sintió una sensación de seguridad. Era el delicioso aroma del Brujo Alfa.
Alec se giró entre los brazos de Magnus solo para encontrarle viéndole, con una hermosa sonrisa en su rostro. Presionó sus labios contra el cuello del Alfa, donde se producía la esencia de este. Lamió la piel expuesta, haciendo reír al brujo. No podía evitarlo, Magnus sabía delicioso.
– Buenos días, cariño. ¿Cómo te sientes? – Magnus le preguntó al hermoso Omega entre sus brazos, viéndole directamente a los brillantes ojos azules.
– Mejor. Aun me duele el estómago, pero la fiebre, la picazón y el dolor de cabeza parecen haber desaparecido. ¿Qué pasó, Magnus? ¿Por qué fue? – Alec preguntó, confundido
– ¿Qué sabes sobre los cambios fisiológicos que tienen los omegas varones cuando se presentan, cariño? – Magnus le preguntó, cautelosamente.
– Nada, – contestó Alec, queriendo besar el ceño fruncido de Magnus. – Nunca nos dijeron nada en el Instituto porque se supone que los Omegas varones ya no existen. –
Magnus suspiró. Por supuesto. Dándose cuenta de que iba a tener que explicarle mucho, se comenzó a sentar, haciendo que Alec se quejara por la pérdida de contacto.
– Hey, está bien. No voy a ninguna parte, – Magnus le aseguro a su omega. No pensaba hacerlo en los próximos días, no después de que finalmente hubiera encontrado a su mate. – Solo me estoy acomodando. Okey. Sabes que cuando un Alfa es presentado sus únicos cambios son que le crecen sus glándulas que dan su esencia y la habilidad de formar el nudo cuando tienen sexo, ¿cierto? –
Alec solo asintió. Esperando a que Magnus continuara.
– Un Beta solo desarrollará sus glándulas de olor. Y una Omega desarrollará glándulas aun más fuertes, que atraerán a los Alfas, y también serán fértiles. Bueno, es un poco distinto con los Omegas varones, – Magnus continuó. – Ellos tienen las glándulas más fuertes, capaces de atraer a su verdadero mate, o alma gemela, como quieras llamarle. Por eso la comezón en el cuello. –
Alec solo continuaba viéndole con expresión de confusión.
– La razón por la que sientes retortijones en tu abdomen es porque los Omegas desarrollan un útero cuando son presentados. –
Magnus se detuvo, al ver la expresión de sorpresa e incredulidad en el rostro de Alec, y se sintió enfadado porque nadie le haya preparado para esos cambios.
– La razón por la que las glándulas de los Omegas varones son más poderosas es porque pueden quedar embarazados y reproducirse, pero estos son más fértiles con su mate, el cual podría estar a millas de distancia. El dolor en tu abdomen se detendrá. Pero cuando eso pase entrarás en tu primer celo, de esa forma tu cuerpo te dice que está listo para reproducirse. Un celo dura de tres a cinco días, o hasta que te embaraces, lo que pase primero, – Magnus le explicaba, intentando ser gentil.
– ¿Eso quiere decir que soy femenina? ¡Por el ángel! ¿Eso quiere decir qué... ya sabes... vo-voy... a-a... tener.... una vez al mes...?– Alec tartamudeaba, aterrorizado. Aun no podía terminar de procesar lo que Magnus le decía.
– No, cariño, no es así. Aun eres tu, – Magnus se apresuró a decir. – Probablemente entrarás en celo una vez cada tres o cuatro meses, es más como una respuesta evolutiva. Ahí serás fértil y pegajoso, tu cuerpo deseará tener sexo, sobre todo que tu mate te anude. Y ahí es donde yo entro, – Magnus dijo, mirando las reacciones de su Omega.
– Entonces, si tenemos sexo durante mi celo, ¿quedaré embarazado porque tu eres mi verdadero mate? ¿Es algo que quieres...?– Alec susurró, miserablemente.
Aquí sucedería, aquí era donde Magnus le dejaba por ser un fenómeno. ¿Quién querría quedarse con un necesitado y embarazado Omega cuando Magnus podía tener a todos los que quisiera? Alec sintió su corazón romperse al pensar en ello.
La visión de una vida feliz junto a Magnus apareció en su mente; días de campo, entrenamientos juntos en el Instituto, vacaciones, cazar vampiros, largas noches de salidas y de películas, rodeados de niños.
¡Sus hijos! Al pensar en ello, se sorprendió al darse cuenta de que quería eso. Lo deseaba. Pero sabía que Magnus le iba a decir que se fuera, que Alec no se merecía esa clase de felicidad.
Magnus vio como Alexander procesaba la idea, y como su rostro expresaba sus emociones. Miedo, vergüenza, decepción, felicidad, deseo, esperanza, hasta llegar al la tristeza.
– ¿Por qué me querría? – Alec se preguntó a si mismo, sin notar que lo había dicho en voz alta.
– ¿Estás bromeando? – Magnus preguntó, levantándole la barbilla a Alec, para que le viera a los ojos. – He pasado más de un siglo buscándote, Alexander Lightwood. Dos más resignado pensando que viviría una eternidad sin ti. Tu eres lo más maravilloso, hermosos e increíble hombre que he tenido el privilegio de conocer. –
Alec parecía no poder creerle, lo dedujo Magnus al mirarle a los ojos.
– Trajiste luz a la oscuridad que era mi existencia. Te metiste dentro de mi piel y te abriste camino hacía mi corazón y mi alma. E hiciste me enamorara loca y profundamente de ti, Alexander. Y ya no puedo imaginar un futuro sin ti o nuestros hijos, – Magnus dijo, respirando con dificultad y recordando su sueño de la noche pasada.
Alec se lanzó a abrazar al brujo, aferrándose a él y haciéndoles girar en la enorme cama, hasta que terminaron acostados con Alec encima del Alfa.
– Te amo, mi Alfa, – Alec le miraba a los ojos, sonriendo feliz al escuchar el gruñido de aprobación del Alfa. – ¿Cómo pude tener tanta suerte? – preguntó, acurrucándose en el cuello de Magnus.
– ¿Te gustaría pasar una eternidad a mi lado, Alexander? Porque eso es para lo que firmarías si te marco, – Magnus le preguntó, haciendo que su omega se sentara. – Si te marco tu vida estaría atada a la mía. Lo que yo viva será lo que tu vivas también. Y los brujos viven eternamente, mi Omega, – Magnus sonaba cauteloso, esperando no haber asustado a Alec.
– Si, – Alec contestó, sin pensarlo. – Y ni siquiera una eternidad contigo sería suficiente, – se inclinó y reclamó los labios de su Alfa.
Tuvieron que separarse por un golpe en la puerta, recordando que Jace y Clary habían prometido volver. Magnus se paró para abrir pero una risita le detuvo.
– ¿Planeas vestirte Alfa, o le vas a dar a mis amigos un show? – Alec preguntó, riendo.
Viéndose mortificado, Magnus chasqueó los dedos haciendo que ambos quedaran vestidos en unos cómodos pantalones y unas playeras. Sonrió con aprobación al ver a Alec vistiendo su ropa y se dirigió a recibir a los amigos de su Omega
Solo quería avisarles que las adaptaciones que solía tener y que tristemente Wattpad eliminó estan siendo subidas en otra pagina: (
copien y pegen el link porque wattpad no me deja insertar enlaces u.u)
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