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Tenamiquiliztli - Reencuentro

Me vino las palabras de un poeta mexicano, Francisco Morales Baranda: Atlixco nimitztemohua, innepapan xochitzalan, nimitztemohua, nimitztemohua, ihuan nimitznenatlixtemohua. Nimitztemohua itzalan nomahuan, in quiauhcuauhtla, in petlapaltic ihuan poyauhtic, in cuauhatlapalli, ihuan nimitzitta, ipan noxochimil icuauhxochiuh. (Te busco en el rostro del agua, entre las variadas flores. Te busco, te busco. Y en vano te busco en el rostro del agua. Te busco entre mis manos, en el bosque de lluvias, en las esteras húmedas y esponjadas, en las hojas, y te contemplo en el árbol florido de mi jardín.)

Aun siendo incrédulo, le dije: Cuatrocientos ochenta y seis años, cuatrocientos ochenta y seis años sin verte, Miquinztli. Lo único que el docente me podía decir era: Creí que eras heterosexual. Le dije: Corrección, soy bisexual, pero seremos sinceros, ¿qué te importa? Recordando, como era el director, tenía un cierto poder sobre el. Le dije: Caín, supongo que no quieras que este secreto, al igual que, bueno, lo que realmente somos: tu, Sabueso Infernal de Mictlán y yo, un Nahual de los tiempos prehispánicos, pausé, se filtra. Sabiendo que relaciones afectivas en el trabajo no era lo deseado imagínense, yo, el director, dando un beso a un profesor de mi universidad. No me importó la regla, ni la norma. Me acerqué y accedí a darle otro beso. Le dije a su oído: He esperado más de quinientos años para esto.

El Profesor Caín, una vez llamado Miquinztli me contestó: No creo que sea la mejor idea hacerlo en el salón de clases... Los alumnos llegarán en cualquier momento. Ambos fijamos constantemente el gran reloj de pared que se acercaba a las 8:55 de la mañana. Continuó: Ya esperamos cuatrocientos ochenta y seis años, ¿qué nos cuestan unas horas más? El tenía razón, los alumnos pueden llegar en cualquier momento. Le contesté: Caín, o debería decir: Miquinztli, está bien. Miré al profesor alto, con pelo marrón con unos rayos blancos. Miré su cara, me vino memorias de la primera pelea, obvio, cuando lo consideraba como enemigo. Pero después, me acordé, él se convirtió en mi aliado. Le dije: Cierto, los alumnos pueden llegar en cualquier momento. Aunque estemos en una era donde esto es bastante normal, pues, los paredes tienen ojos, oídos y boca.

Antes de salir al pasillo, le pregunté: Dime, ¿si sabías que era yo? ¿Cuándo grité tu nombre real - Miquinztli?" ¿Tu sabes que yo realmente soy Xiuhcoatl? Después de un momento de silencio, el profesor Caín me contestó: Sí, ya lo sé, pero esto es un espacio profesional, y no quiero que mi empleo se mezcle con mi vida privada. Había dicho la pura verdad, leí en su expediente que siempre ha querido alejar su vida de su trabajo, en cada lugar en donde había desempeñado. Con una sonrisa y brillo en sus ojos, me dijo de una manera seria: Siempre supe que eras tú, pero necesitaba confirmarlo, Xiuhcoatl.

Mirándolo, cara a cara, le contesté: Entiendo Miquinztli, de verdad lo entiendo, sólo que, quiero que sepas que no te voy a obligar hacer algo que no quieras. Sí te gustaría que, bueno, honestamente, es la primera vez que pregunto algo así, Tezcatlipoca, dame las palabras que necesito, me gustaría formar parte de tu vida, algo más allá de lo que éramos hace cuatrocientos ochenta y seis años. Estaré muy dispuesto a serlo. Pensé que te perdería como aquel día en la batalla. Cuando Donají te ató al árbol. Mis ojos se me hincharon, no sé si el notó la lagrima que corrió hasta mi mejilla y de ahí al suelo.

Continué: Pues, ahora sabes, Miquinztli, soy yo, lo has confirmado. Honestamente, estoy feliz de volver a tenerte en mi vida, y espero que sea mutuo. Si deseas hablar conmigo, estaré en mi oficina. Antes de retirarme, le dije: No sé si la Directora anterior te lo haya dicho, pero de lo poco que te visto trabajar, eres un excelente profesor, tus alumnos te adoran. Algo me decía que nunca podría estar con el Profesor. Y creo que por mi bien, debe de ser así. De pronto escuché: ¿Billares Pockets, el viernes a las 8:00 de la noche, tomamos algo? Me volteé y miré el Profe Caín, le dije: Kema. Sí. Me fui por los pasillos y de pronto me acordé: ¡Los buscapleitos!

Me fui a la oficina mía y encontré el par de escuincles ahí. Tenían miedo. De pronto la misma voz que me dijo los apellidos de los buscapleitos me habló de nuevo. Me reveló los nombres de éstos. Entré a mi oficina y recé entre dientes al decir: A ver, par de niños, Iago D'Alessio y Brian Camil. ¿Qué les pasa? Ambos me miraron con miradas llenas de miedo. Continué: ¿Les recuerdo que su estancia en esta escuela está en juego? Ambos son alumnos extranjeros, yo mismo puedo recovar sus Visas de alumno en este mismo instante. Vi que les valía madres lo que estaba diciendo, así que con pegué el escritorio mío con mi puño cerrado al decir: ¿Qué chingados les pasa? ¿A caso quieren volverá Medellín y olvidarse de la Universidad Intercultural de Ensenada? ¿Les importa chimba o qué? Al momento de interrogarlos, noté algo muy diferente en sus ojos y más, en sus rostros. Eran muy parecidos a personas quienes conocía hace tiempo atrás, mucho tiempo atrás.

Ambos negaron con temor. De pronto, Iago D'Alessio djio: No volverá a pasar, Señor Director.
Mientras el otro, Brian Camil, asentía. Las palabras de la cantante aún resonaban en mi cabeza, aún así, mi trabajo va primero. Empecé a regañarlos: Ahora, lo que yo quiero saber es...pausé y miré los aretes de Iago, miré que un arete tenía una pluma de águila y el otro no. Por otro lado, miré el anillo y collar de Brian. El collar tenía un pendiente que era de algún tipo de escama reptil mientras su anillo no. En lugar de regaños, hice un par de preguntas muy extrañas: Iago, ¿Qué sucede con tu otro arete? ¿Le hace falta otra pluma? Y tu, Brian, ¿no te hace falta una escama de caimán? Ambos abrieron los ojos sorprendidos de mis observaciones. Iago excusó: N-no, para nada... Brian le seguía el rollo: Con todo respeto, Dr. Tapia, usted debe de haberse confundido.

Me paré y agarré una cajita chiquita. Quise llorar al ver esa cajita, pues, por sus contenidos. Me senté y abrí la cajita. Guardé mis lagrimas y dije: Dos amigos míos me dieron regalos muy significativos para mi. Mirando a Iago, dije: Uno me dio una pluma, mirando a Brian, dije: y el otro me dio una escama Puse la pluma del águila y escama del caimán sobre el escritorio, ambos chicos los reconocieron. Impactados por lo sucedido, Brian me interrogó: ¿Cómo obtuvo eso? Le contesté: Pues, Brian, o bien, debería decir, Breon, tu me lo diste, pausé, hace cuatrocientos ochenta y seis años atrás. Mirando al más joven, le dije: Iago, o más bien Cuauhtzin, ¿por qué te quedas callado?

Lo recordaban perfectamente, pero habían pactado no decir nada si el no se recordaba. Iago, una vez llamado Cuauhtzin me contestó: Callo porque el día en que te dimos eso fue el más difícil de todos. Breon, ahora conocido como Brian, continuó: El recuerdo de ese día, jamás lo puedo olvidar. Continué: Era el día más difícil de todos, porque fue el día que nuestra tribu fue aniquilada. Ustedes mostraron el amor más grande que jamás imaginaba. Ustedes dos se sacrificaron por mi. Me dieron estos obsequios. Quiero suponer que ustedes están aquí puesto que su misión no se ha terminado. O bien, por los vínculos que tenemos. Pausé, me vino una idea muy interesante. Propuse un trato: Ahora, si ustedes se prometen que ya no se pelearán durante su estancia en esta universidad, yo les puedo enseñar lo que ustedes hacían hace tiempo atrás.

Asintieron intrigados por lo dicho. Aún así, Cuauhtzin, ahora conocido como Iago, me pidió lo siguiente: Dinos lo que sucedió exactamente. Miré el reloj que estaba frente a mi, aún tenía tiempo antes de mi clase. Empecé a contar mi historia: Bien. Les contaré. Estabamos en apuros, los enemigos nos estaban matando. Tu, Breon, Miquinztli y Yo logramos escapar. Tu, Cuauhtzin, me dejó usar Iberia, tu caballo para huir. Pero tanto tu y Breon no quisieron escapar. Los dos se sacrificaron para que yo podía escapar. Antes de eso, ustedes me dieron una parte de sus tonaleque o bien, sus animales espirituales. Miré a Iago, le dije: El nombre que te di era Cuauhtzin, y éste significa: águila venerable. Miré a Brian y le dije: el nombre que te di era Itzaccipactli, cuyo significado es: El Caimán Blanco. Continué: Al escapar, la maldita bruja Donají, aquí se hace pasar por la antigua directora, me mandó aquí, pero no sabía que esto iba a afectarlos también. Tomé un momento para respirar, para luego decirles: Ustedes me ayudaron. Y ahora yo los ayudaré, ¿quieren volver a tener su forma de animal? ¿Quieren ser Nahuales de nuevo?

Ambos jóvenes me miraron, no podían creer que yo podría ayudarlos a convertirse en Nahuales. Con una voz dudosa, Iago dijo: Yo...no lo sé. Brian solo preguntó: ¿Qué tendré que hacer? Lo único que yo supe contestar fue: Lamentablemente en este mundo, ya no hay Nahuales. Creo que los dos sabrán lo que tendré que hacer. Si confían en mi, les aseguraré que, al hacer lo que haré, sus memorias se regresarán y se fluirán. Iago, quien antes era Cuauhtzin dijo: No me considero preparado para tal asunto, sin embargo, estoy seguro de que Brian si lo está. Éste se asintió inmediatamente.

Quité varias cosas del escritorio, necesitaría el espacio para hacer el pacto sagrado con Tezcatlipoca. Para poder animar a Iago, yo le dije: Cuauhztin, hay algo que no te dije: en el tiempo atrás, eras un conquistador español llamado Diego, tu pediste que hiciera lo que estoy por hacer a Breon. Miré que lo estaba convenciendo. En eso, miro a Brian y le dije: Breon, ¿estás listo? Santiago, aterrado por lo que yo estaba por hacer, preguntó: ¿E-es algo malo? Me encanta que éste antes era el enemigo y ahora se convirtió a un ser protector preocupado por la seguridad de su compañero alumno. Yo le contesté: No, no es malo. Pero debo confesar de que solo dolerá un instante, pero dicho dolor se irá en un instante. Solo pediré una cosa, no tengan miedo.

Brian asintió confiando en su camarada, pero Iago no sabía si hacerlo también, así que aceptó con cierta duda en mí. Mirando a Brian, dije: Muy bien. De un cajón del escritorio, saqué un cuchillo tecpatl. Dibujé el símbolo de la Tribu mía, Necoc Yaotl, sobre el escritorio. Le dije: Brian, pon tu mano sobre el símbolo, ni se te ocurra mover tu mano de ahí. El hizo lo dicho y Iago estaba alerta a cualquier movimiento de parte mía. De nuevo, dije: Muy bien. En seguida, dije: Brian Esteban Camil Olave, una vez llamado Itzaccipactli, una vez llamado Breon; ¿estás dispuesto a convertirse en Nahual, a tu tonalli (animal espiritual) que es cipactli (el caimán), servir a tu Dios, Tezcatlipoca y a tu tlatoani (líder), Yo? Brian, con una sonrisa y con valentía me contestó: Estoy dispuesto. Le dije: No tengas miedo. Me convertí en Guerrero Ocelotl (jaguar), le rasguñé su cuello con mis garras. Al intentar gritar, Brian soltó un lloro, un lloro como los de los caimanes. Al ver que sobrevivió, le pregunté: ¿Cómo te sientes ahora? Al preguntar eso, Brian se convirtió al Guerrero Cipactli (caimán).

Con una voz reptiliana, Itzzaccipactli, ahora conocido como Brian, dijo: De maravilla. Aunque, estaría mucho mejor si Cuauhztin acepte. Dicho esto, éste mira a su compañero con un porte serio. Quizás ambos no se trataban mucho cuando estábamos en nuestra era, pero al parecer, se han cercado más. Miro a Iago, y le pregunté: Y que tal tu, ¿Cuauhtzin? ¿Quieres volver a ser el Guerrero Cuauhtli (Águila) que alguna vez fuiste? Éste dudó un momento largo hasta que se decidió: Lo haré. Se acercó conmigo, esperando el momento. Yo le dije: Muy bien. Pon tu mano sobre el símbolo, y no tengas miedo.

Dije: Iago D'Alessio Loaiza, una vez llamado Cuauhtzin, una vez conocido como el Soldado Diego Aguilar de Garcés; ¿estás dispuesto a convertirse en Nahual, a tu tonalli que es cuauhtli, servir a tu Dios, Tezcatlipoca y a tu tlatoani, Yo? Iago, mirándome fijamente en los ojos, me contestó: Estoy dispuesto. Lo dijo sin duda alguna. Volví a decir lo mismo: No tengas miedo.

Al tener la mirada del alumno Iago fijada en mí, me vino memorias de cuando le entrené la primera vez. Memorias de como lo convertí en Nahual, memorias de como lo encontré en el río en la selva tlaxcalteca. Saber que gracias a éste, sucedió lo que sucedió, nuestra tribu fue elevada, todos teníamos temor gracias a lo sucedido. Tal cual como lo que hice a Brian, rasguñé el cuello de Iago. Éste sí soltó un grito. Pero ese grito, se tornó a un chillo de águila. Poco a poco Iago se convertía a Guerrero Cuauhtli (águila).

Feliz al ver mis dos amigos prehispánicos como solían ser, pregunté a Iago: ¿Cómo te sientes, ahora? Cuauhztin, ahora conocido como Iago, respondió: Ahora sí me siento vivo. Ahí fue cuando Brian, como el Guerrero Cipactli, me hizo la pregunta del millón en su voz reptiliana: ¿Qué procede?

En eso entra el Profe Caín Maldonado. Al contrario de la creencia popular, él no tenía miedo de los animales bélicos que vio en la oficina mía, puesto que éste también era de nuestra época. Empecé a dar indicaciones. Les diré la primera parte de la misión: ¿Quiero suponer que se acuerdan de Miquinztli, el enviado del Dios de la Muerte, el Sabueso Infernal? Han de recordar que junto conmigo y Miquinztli, hay un tercer miembro. Una tercera fuerza. El último integrante del Yei Yaocaltin (Tres Fuerzas). Debemos buscar esa tercera fuerza - el Puma negro. Lamentablemente él murió en la última batalla, pero su esencia vive en un alumno en esta escuela. Lo siento muy presente. Necesito que lo buscan, obvio, revirtiendo a la forma humana, lo buscarán como humanos. Solo sé que él es de tez blanca, tiene un tatuaje en el hombro, y uno en su pierna derecha. Por otro lado, hay otra misión para ustedes dos, al parecer soy el Último Nahual que morirá. Debo encontrar la persona o animal quien me matará. Si no la encontramos, me matará, y claro, matarán a ustedes también.

Brian y Iago se revertieron a sus formas humanas. Ambos por fin me reconocieron por Xiuhcoatl. Ambos me dieron un abrazo. El Profesor Caín solo miraba. Una lagrima recorrió desde su ojo a su mejilla y finalmente al suelo. De pronto, oímos otra voz: ¡Parceros! ¿Les importa chimba la clase o que? Pero, juraré por Tezcatlipoca que no escuché solo una voz, sino escuché un rugido, el rugido del Puma Negro. Dije entre dientes: El espíritu de Tzilmiztli, la tercera fuerza. He ahí su presa, chicos. Ese es. Quiero saber quien es, y luego, quiero que, por una manera u otra, que pase a mi oficina.

Chicuei Cozcacuauhtli, Tlaxochimaco, Matlactli Calli

Día 8 Buitre, Mes de la Fiesta de las Flores, Año 10 Hogar

9 de septiembre de 2009

Billares Pockets, Ensenada, Baja California Norte, México

La mesera me dijo: Señor, creo que ya fue suficiente vino por hoy. Miré a la mesera, y le dije: Joven, ¿me estás diciendo que no puedo tomar mi vino en paz? Por cierto, ¿Dónde están las alitas BBQ que pedí hace una hora? La mesera, con una sonrisa más falsa, dijo: Sí, pero es que se está extendiendo. Por otro lado, las alitas llegarán en unos momentos. Yo, queriendo tomar, dije: Está bien, joven, saboreando el último traguito de vino, pregunté con una sonrisita, ¿Me das una Coca-Cola? después de una breve pausa, agregué: ...con ron. Con respeto a las alitas, está bien, esperaré un ratito más.

La mesera dijo: Señor, no podemos darle más alcohol. Somos un establecimiento responsable. Le ofrezco agua, nada más. Tómela o déjela. Sabiendo que no tenía de otra, contesté: ¿Me da un vaso de agua con hielo, por favor? Ella, por fin mostrando una sonrisa media genuina, dijo: Muy bien, enseguida se lo traigo. Regresó con el agua, tomé un traguito de agua ante ella, al tomarlo, mi paladar sintió como nuevo. Le dije: Esto irá muy bien con las alitas de BBQ. En eso noté que mi teléfono tenía dos llamadas perdidas y un mensaje el Profe Caín, del cual, el mensaje decía: Llegaré en cinco. Señalé a la mesera que viniera de nuevo. Le dije: Un amigo vendrá, o tal vez está por llegar. ¿Puedo ordenar un skillet de arrechera para mi amigo? La mesera indicó que sí.

Justo ahí entra la persona quien me invitó a Pockets. El Profe Caín me dijo: ¿Es en serio, Señor Director? ¿Ya estás jincho de la perra? (colombianismo que significa borracho) ¿Qué dirían tus alumno? Pensé: Y este paisa no tiene ni idea de con quien se está hablando. Ya sabía mi respuesta. Le contesté: Profe Paisa, ¿qué dirían sus alumnos si sabían que su profe es un Sabue? En eso, la mesera regresó a la mesa con la comida en la mano. La mesera dijo: Disculpen, no quería interrumpir, se disculpó poniendo la comida en la mesa, si ya no me necesitan, me retiro. A la carrera, ambos dijimos a la vez: No se preocupe, joven. Aunque, debo admitir, el Profe Caín me miró con una cara de enojo, incluso, el collar que traía empezó a emanar una luz roja. Aún está bajo mi control, sin embargo, como que en este mundo, él tiene más poder sobre sus sentimientos, hasta un cierto punto.

Miré a la joven que estuvo muy amable de disculparse y poner la comida sobre la mesa, y le dije con una sonrisa: No se preocupe, joven, yo ya dejé mi punto claro con el Profe, llegaste en un buen momento. Es más, se me había olvidado pedir una bebida para mi amigo, ¿le podrías traer la cerveza artesanal que se llama Perro Negro? Y para mi, tocando mi reloj con color de la piel de un mono, yo únicamente deseo una copa de vino. La mesera, mirándome en los ojos, me dijo: Enseguida. Aunque, ésta se fue nerviosa, dado que vio lo que el objeto del Profe Caín había hecho, hasta dijera que ya no quería servirnos comida ni bebida.

Con una voz silenciosa, dije al Profe Caín: Cálmate Profe, no queremos ver transformaciones, ¿o sí? hasta asustaste a la pobre muchacha. El Profe Caín solo soltó un pequeño gruñido. Parecía que estaba molesto. Vi como rasguñó la mesa. La joven regresó a nuestra mesa, al ver que estábamos tranquilos, ella nos dio las bebidas que habíamos ordenado. Le pregunté: Joven, ¿se encuentra bien? Pausé, y tomé un sorbo de vino. Por cierto, dile al chef que hizo un excelente trabajo, tanto con las alitas y con la arrachera. La mesera, con una sonrisa tratando de esconder su preocupación, dijo: Sí, ¿por qué no estaría bien? Y gracias, le haré llegar sus felicitaciones. Le contesté: Perdón por entrometer, es que te miro y te noto, bueno, quizás es nada, quizás brinco a conclusiones. Solté una risa ligera. El Profe Caín le preguntó: Joven, ¿me puede decir donde está el baño? La joven respondió: Es la puerta roja, hay que subir las escaleras. Noté que ésta estaba asustada. Cuando el Profe Caín se fue al baño, tomé la oportunidad para preguntar: Joven, ¿el Profe Caín, mi amigo, te da miedo? Sí es eso, te puedo asegurar, el está bajo control. Después de haber tomado un sorbo de vino, le dije, No se le olvidó tomar sus medicamentos. Solté una risa ligera.

Negando todo, ella dijo: No, para nada. ¿Por qué le tendría miedo? Eso es una locura. Se río, media falsa, pero se río. Le dije: Solo preguntaba, joven. El Profe Caín es un buen hombre, ¿Quién diría que el es Profesor de Escritura Creativa y Literatura y que es el escritor de dos libros best seller. Solo que, bueno, entre tu y yo, tiene problemas con su ira. Seguí hablando: Bueno, creo que te hemos entretenido mucho esta noche. En eso llega el Profe Caín, al sentarse, dijo: Pero Señor Director, la noche apenas comenzó. Miré a la joven y le dije: Joven, has sido una excelente mesera, lamento si te hemos asustado esta noche. ¿Me podrías traer la cuenta, por favor? La mesera, de nuevo, con la cara de mentirosa, dijo: No se preocupe, no me han asustado en absoluto. Inmediatamente les traeré la cuenta.

Al verla ir, hablé con el Profe. Caín, Profe, eso no debe suceder de nuevo. Tomé más vino. Sí eso llega a suceder y que se enteren que tu eres un Sabueso Infernal, un presagio de la muerte, no tardarán mucho en saber que soy, pues, El Último Nahual puro. Caín, todo apenado, me contestó: Amo, digo, Señor Director, no fue mi intención. Al terminar su cerveza, éste me preguntó: Cierto, ¿cuál es el plan? Al parecer, somos Ome Yaocaltin (Dos Fuerzas), ocupamos Yei (Tres). Y por otro lado, ¿Qué hay de mi contraparte, Iztacoyotl, la tal Loba Blanca? Le contesté: Primero, debemos de escoger una batalla. No sabemos nada de Iztacoyotl. Pero Si tenemos una idea del Ce (Uno) que nos hacen falta. Itzaccipactli y Cuauhtzin están trabajando en ello. Caín me preguntó: Y...¿podemos confiar en ellos? Al preguntarme eso, la mesera viene con la cuenta. Nos dice: Disculpe, serán Quinientos cincuenta. Miré al Profe Caín y le dije: Doscientos cincuenta, por favor. Luego, miré a la mesera, y le dije: Gracias, Aida, Aida Hunter. Cuando vuelvas con el recibo, te daré tu propina. Le eché un guiño y una sonrisa, en buena fe. Amablemente contestó: No es necesario, Señor. Le dije: Insisto, joven. Aparte, es mala educación no darte una propina, o bien, un don.

En cuanto se fue con el dinero, yo comenté al Profe Caín: Ella no lo sabe, pero tendrá una familiar que será la Loba Blanca. O bien, esa familiar, tal vez ya está viviendo. Pero, en fin, No sabemos mucho de ella o de su familiar. Hablemos de la esencia de Tzilmiztli, nuestro Puma Negro. Yo aún digo que ese paisa es el Puma Negro que buscamos. ¿Qué opinas tu? Caín se levantó, señalándome que ya era tiempo que nos fuéramos. En una manera hostil, me dijo lo siguiente, creo que esto fue una mala idea. Xiuhcoatl, lo siento, no puedo ser nada más que tu amigo y compañero de trabajo. Tu eres mi amo, nada más que eso. Sí, quería decirte que Te Quiero, pero la que corresponda decírtelo es Zyanya, no yo, Miquinztli. Le dije: Respeto tu decisión, Miquinztli, tal vez, yo ni debía de haber dicho que sí a esta reunión. Pero, en fin, no seremos namiqui (compañeros de vida), pero hay algo que nos une.

Saliendo del establecimiento, la tal Aida me siguió, asegurando que el Profe Caín no estaba presente. Ella me preguntó: ¿Qué don me darías? Tocando mi anillo con el color del pelaje del jaguar, le dije: Esto. De inmediato, mi mano cambió a la mano del jaguar. Le rasguñé el cuello. Oí el aullido del lobo al hacerlo. Ah, Tlacacuetlachtli, el Lobo. Vienes directo de Mictlán, Joven Nahuala. Me dijo, Tlatoani, ¿qué procede? Le contesté: Tu solo debes de esperar, escucharás mi llamado. Allí, actuarás. ¿Entendiste?

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