Ocelotl - Jaguar
Siempre me recuerdo de lo que decía mi nantli (madre), Heredaste tu ferocidad de tu tahtli (padre) y heredaste los lunares míos, de tu madre. Nunca sabía su significado hasta que llegué a los dieciséis años. Siempre supe que el jaguar era mi tonalli, pero nunca sabía que este tonalli iba a ser mi salvación.
Mi padre me dijo que cuando salía la luna nueva o Yancuiliztli, en mi lengua, el náhuatl. Tendría mi primera conversión. Me dijo que no me preocupara por mi conversión. Me decía: Todos tendremos miedo al legar la Chicahuiliztli, la luna llena, ya que allí veremos si el tonalli te dejará unirse con si mismo Si tu tonalli te deja convertirse en el animal sagrado, entonces el te dejará, pero si no te deja convertirse en animal sagrado, él te castigará.
No lo tomaba en cuenta hasta que llegó ese día, el día 1 Mono, del Mes del Descenso de las Aguas, del año 2 Pedernal (según los españoles, era un supuesto trece de enero de 1469). El día de la luna nueva. Estaba tan ansioso para ver en que me convirtiera. Mis papás me llevaron al centro de la selva. No sabía exactamente por que tan lejos, si en mi pueblo, pues no ocurría esto. Hice caso y me puse en el centro de este lugar abierto. Me doy cuenta que algo me está pasando. Algo en mi interior. Algo no estaba bien. O mejor, algo no estaba normal. De pronto, veo la hechicera, Donaji, y me dice: Todo va a estar bien, pausó, Libera el animal que llevas dentro. De pronto, la hechicera pelirroja desaparece.
Me calmé y clamé a los cielos. Pedí a Tezcatlipoca, el dios de mi Tribu, una señal de que yo estaré bien. Una señal que me diga si mi tonalli me permitirá transformarse.
Me arrodillé y me fijé en la tierra. Cerré los ojos y los abría. Sentí un dolor leve en mis extremidades. La mandíbula empezó a extenderse. De pronto sentí que mi piel no era lo mismo. Fijé en los brazos, empezaron a cambiar de color, de una tez morena a una tez amarillenta con pecas negras. Poco a poco empezó algo, dentro de mi. Las palabras de la hechicera pelirroja resonaban más y más: Libera el animal que llevas dentro. Y así lo hice, lo liberé. Miré a los cielos para seguir mi plegaria, pero a mi sorpresa, solté un rugido. Un rugido digno de ser alabado. Un rugido fuerte que resonaba en toda la selva. Yo ya no era Xiuhcoatl. Yo ya era un ocelotl, un jaguar.
Me acuerdo de todo, yo estaba feliz. Corría por toda la selva, sentí la adrenalina fluyendo por todo mi cuerpo. Por la primera vez, sentí libre. Miré un conejo que brincaba por la selva. El animal dentro de mi quiso atacarlo, para luego satisfacer su hambre.
Volví al centro de la selva, miré mis padres. Me acerqué a ellos. Mi madre estaba llorando, pues, ella solo pensaba en lo que decía mi padre. De pronto, algo me decía que ya era hora para volver al centro de la selva. Me hice caso a ese sentimiento. Me acosté en el centro, cerré los ojos, extendí los extremidades y no tuve otro remedio que relajar mi cuerpo.
Sentí mis piernas humanas y no las piernas félidas. Ya no sentía el pelaje del jaguar, sentí mi propia piel. La mandibula volvió a ser la de un humano. Las garras que tenía se minimizaron en tamaño, ya sabía que ya eran uñas de un hombre. Cuando quise rugir, solo pude gritar. Algo ya me decía: Levántate, humano. Me levanté, cuando miré que ya era yo, yo brincaba de alegría, sabiendo que sí puedo convertirme en jaguar. Definiéndome como Nahual. Corrí a con mis padres. Pensaba que iban a estar felices, pero me equivoqué. Mi mama estaba llorando y mi padre tenía su sonrisa malévola. Después de una risa, llena de maldad y orgullo, me dijo: "Ahora sí hijo mío, en quince lunas empezará el reto más doloroso de tu vida, tu tonalli, el ocelotl, verá si de verdad eres digno de ser un Nahual."
Pasan los días, y de repente llega ese dia, el día de la luna llena. ¿Cómo puedo olvidar de los eventos que sucedieron?
Llegó el día 12 Águila del Mes del Resurgimiento de la Naturaleza del mismo año (al parecer, fue el vigésimo octavo día de enero), un día especial, pues este día se conmemora los dioses. El día comenzó como cualquier día nombrado como Día Águila, fuimos con el chamán del pueblo tlaxcalteca. Predijó sobre nuestros dioses. Especialmente el dios que reinaba ese día, Xipe Totec, el dios de la primavera. Yo estaba harto de escuchar más sobre ese dios. Quería escuchar sobre el dios que veneraba mi tribu, Tezcatlipoca, el Señor de la Oscuridad. Me quedé con las ganas.
Al salir del templo, me encontré con Donaji. Ella estaba llorando - demasiada dramática si me preguntarián por mi opinión. El cháman la trató de consolar. Dijo unas palabras, palabras que jamás me olvidarán, Camazotz, murciélago, hombre, matarán, pueblo. El significado fue muy claro. Los Camazotz, hombres que tenían aires de murciélagos, matarán a nuestro pueblo.
Donaji se desmayó al decir dichas palabras. Varios jóvenes indígenas pasaron a ayudarla, pero solo uno podía sostenerla. Un joven fuerte llamado Breon. Un nombre peculiar para un tlaxcalteca si tu me preguntaras. ¿Está bien, Donaji?, preguntó el joven fuerte. Donaji abrió sus ojos y tocó a Breon. Le dijo, Cipactli, cocodrilo sagrado, regresarás para defenderme. Breon se asustó y corrió a su hogar. No se si escuché llanto o solamente escuché que tiró una vasija al suelo. Desde esa fecha, ya entendí que esta hechicera puede leer el futuro.
Llegó la noche de la luna llena, la noche que tanto esperaba, pero a la vez, era la noche que no quería vivir. No quería tener dolor. El dolor que decía mi tahtli. Fui al mismo centro de la selva, el mismo lugar donde me convertí en aquella luna nueva. Esta vez, mis padres quedaron mas lejos de mí. Pensé ver a Donaji, pero a la vez, no creo que pudiera haber sido ella.
Podía apreciar la luna llena, brillando sobre mi cuerpo. "Ya solo falta poco", pensé, "Ya casi viene la ola de dolor." Así como la primera vez, rogué a Tezcatlipoca para que el dolor no fuera tan fuerte. Creo que me oyó. Resonaba una risa malévola por toda la selva. Mi nantli gritó: ¡Xiuhcoatl, si te unirás con tu tonalli, hazlo ya! Mi tahtli gritó: ¡Hijo, vienen los Camazotz! Miré hacía el frente, y miré tres figuras humanas caminando hacía mi. Los tres tenían aires de hombre, pero hubo algo oscuro sobre ellos- algo mortífico.
Los tres tenían la figura de hombre, pero cuando se acercaban, ya pude ver que no eran humanos. Los cuerpos de los tres hombres estaba cubierto por pelaje, miré los dos colmillos que salían de sus bocas. Las orejas eran puntiagudas. No tenían aires de murciélago, sino eran murciélagos fusionados con hombres. Usaban una vestimenta casi como un tribu vecino, un tilma azul que cubra la región pélvica. Usaban un tipo de collar, no podía distinguir la piedra preciosa que llevaba en el medio. Antes de correr hacía mi, chillaron, supongo para localizarme. Y así fue. Corrieron o volaron hacía mi. Empecé a correr hacía la selva. Pero al hacer esto, sentí algo pesado cayendo sobre mi. Seguí corriendo, no lo di importancia. Llegué al centro de la selva. Pero no llegué solo. Me persiguieron. "Pequeño tlaxcalteca, ¿que haces aquí solito en esta hermosa noche de luna llena? ja ja ja", me dijo uno de una manera muy burlesca. Su compañero Camazotz agregó, "Hermano, quizás quiere, no se, ¿morir a temprana edad?" Él último Camazotz, parecía que era el mayor, concluyó la plática: "Hermanos, miren al joven. No es cualquier joven, es un...", pausó, ¡no, no puede ser, nuestro tlatoani los había sentenciado!"
Cuando ese Camazotz terminó de hablar, yo empecé a sentir un dolor intenso. Oí las carcajadas de dos de los Camazotz al rededor mío. Empecé a convertirme en mi tonalli. Cerré los ojos, pensando de que no iba sentir dolor, pero me equivoqué. Mis huesos desplezaban, mis ojos tornaron colores, mi mandibula ya estaba extendiendo. Mi piel cambiaba a pelaje. Pero esta vez, algo estaba diferente. Me paré como humano. Me convertí a un verdadero guerrero ocelotl.
En un tono furioso grité al Camazotz mayor: ¿Que decías sobre los nahuales, maldito murciélago? El Camazotz evadió preguntas tratando de salvar su propia vida. Ah! No eres tan pequeño, pequeño tlaxcalteca. Eres todo un adolescente. Entonces has de entender que hay justicia por todas partes. ¿no es así? decía el Camazotz.
Con una idea malevola en mi mente, le contesté: Dejame reformular la pregunta, murciélago. Al decir eso, me acerqué al Camazotz más joven y le arranqué su corazón (si es que uno lo puede considerar lo que saqué, un corazón). El otro Camazotz empezó a correr, mientras el mayor quedó allí parado. Con sangre derramando de mis colmillos y garras, dije: La pregunta era: ¿Que decías sobre los nahuales, maldito murciélago?
Ya asustado por el acto de violencia contra lo suyo, el Camazotz me dijo: Por la seguridad de nuestro clan de Camazotz, Iztinaka (cuyo significado es murciélago de obsidiana), nuestro tlatoani, Yohual, pidió que los nahuales ya no reproduzcan. Hizo esto con la bendición de la gran bruja.
Ya detestado, yo le respondí: Más vale que el Camazotz que huyó le dice a su tlatoani, El Tribu de Tezcatlipoca destruirá todo Camazotz y toda bruja que interpondrán en nuestro camino. Dicho eso, lo maté con mis garras. Para asegurar que ya estaba muerto, le arranqué su cabeza y lo tiré hacía la selva. Al hacer eso, oí como si alguien hubiera pisado una hoja muerta. Miré al rededor mío y miré absolutamente nada ni nadie. Culminado eso, empecé a caminar hacía el centro de la selva.
Con el paso del tiempo, llegué al lugar donde hice mi primera transformación. Ahí estaban mis padres, esperándome. Mi madre soltó un grito cuando me miró. Mi padre solo reía al decir: Ese es mi hijo, en todo se resplendor y gloria. Y me dio un abrazo. No le importó que manché su piel con sangre. Terminando eso, el humano en mi salió. A diferencia de la lentitud de la primera vez, esta transformación de jaguar a humano duró menos tiempo.
Decidí dormir allí mismo, no quería asustar a la gente de mi tribu. Mis padres entendieron. Fueron a mi hogar. Cuando me aseguré que yo estaba solo, con una voz calmada dije: Breon, ¿cierto?, pausé, No tienes que esconder. Y llegó el joven indígena con tez blanca, y se sentó conmigo. Hablamos sobre lo sucedido hasta el amanecer.
--Mientras tanto en las cuevas cercanas--
Dentro de la oscuridad de las cuevas, había una persona o algo semi-humano sentado en lo que puede ser considerado un trono. No se miraba su cara, debido a la oscuridad. Solo resonaba su voz por toda la cueva.
Entonces los nahuales siguen vivos. Es tiempo de llamar a una vieja amiga. Camazotz, invoquen a la bruja pelirroja. Es tiempo que yo, Yohual, hable con ella.
Al decir esto, se extendió sus alas. Miró al suelo, y miró fijamente a la entrada de la cueva. Sus ojos le brillaban. Le brillaban un rojo, rojo como sangre.
-Nota del autor-
Buenas! Espero que están gustando la lectura. ¿Que les pareció el tercer capitulo? Cualquier pregunta o duda que tengan, no duden en escribirme. Voten, comenten y pronto publicaré el siguiente capitulo.
Un abrazo! - sstt_stories
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