Cozcacuauhtli- Buitre
Bien, Xiuhcoatl. Acontece lo siguiente: yo vengo con varios mensajes, propuestas para ti y para los líderes de Tizatlán. Y antes que empiezan a sacar sus garras, vengo bajo una bandera de paz.- dijo Iztoquichtli.
Dado que nuestro tlatoani no está presente, pues yo quiero suponer de que tú me dirás los mensajes y propuestas- le interrogué.
Vaya, no encuentro fallas en su forma de pensar. Me agradas. Lastima que no te puedo salvar la vida.- dijo el hombre blanco llamado Iztoquichtli. Continuó: Aun así, lo que debo decirte es bastante importante.
No tengo tiempo para xolopiyome, tonterías. Así que, di lo que tú tienes que decir, mensajero.- Le dije con una voz desafiante. Miquizntli agregó: Habla titlantli (mensajero), antes que te arranque la lengua de tu boca. Después de una risa sarcástica, Iztoquichtli dijo: Contrólense. Deja les explico cómo es el asunto.
Ustedes saben bien que las Tzitzimime están aquí por culpa de ustedes dos, el par de imbeciles. Aunque técnicamente, la guerra es contra el Sabueso Infernal. Pero a la vez, la guerra es contra ti, Xiuhcoatl, dado que tu pusiste el maldito collar ese sobre el cuello del perro ese- apuntando a Miquizntli- el punto es que la persona quien represento está abierta en hacer un trato con ustedes. Iztoquichtli se acercó a Miquizntli y a mí. Mi Reina, Itzpapalotl, desea que ustedes desalojen su ciudad, Tizatlán. A Ella no le importa a donde van, Ella solo quiere que ustedes se largan de aquí.
Con un fuego en mis ojos, yo le contesté: Y si ella es la que nos ordena, ¿por qué te mandó, infeliz? Antes de seguir con mi respuesta, Iztoquichtli me interrumpió: Que te valga si yo vengo o si mi reina venga. Pero te aseguro, si ella viene, ella matará a todos ustedes malditos nahuales infelices. Miquizntli agregó: Creo que Xiuhcoatl aún no ha terminado su respuesta, desgraciado. Yo seguí con mi respuesta: Por tu actitud, titlantli, diré No como mi respuesta definitiva. Timotaj, Adiós Iztoquichtli.
Xiuhcoatl, no me iré sin una respuesta favorable. Tanto para ti y para nosotros. Pido que consideres esto: La vida de Cuicatl, Mixtli, y Itzatlapalli están en tus manos.- contestó Iztoquichtli. Después de considerar lo dicho, le dije: Te escucho, in teuhtli, basura. Empecemos a caminar al templo. Fue allí donde empecemos a hablar del tema en cuestión. Como saben, en veintisiete días vienen las Tzitzimime, Cihuateteo, más espíritus tenebrosos, Itzpapalotl y su humilde servidor. Pienso hacer una tregua contigo. Una tregua donde tu y yo tendremos algo a cambio.- dijo Iztoquichtli.
No puedo evitar un Miquiztzimitl, una muerte de demonios, pero tampoco puedo negarlo, eres fuerte. Y eres un excelente rival. Así que, te diré lo siguiente, pausó, a pesar de que soy tu enemigo, tal vez, quebrando un collar que Itzpapalotl le regaló, podemos formar una alianza. Creo que, en tu idioma, es, Tlahtoloyan. Miré a Miquizntli con una mirada que plenamente decía todo lo que estaba pensando en ese momento: ni creo una sola palabra de este pendejo. Aun así, le contesté: A ver, ¿Cómo podré beneficiar del Tlahtoloyan que propones? Con una sonrisa maliciosa, me contestó: ¿Y si yo te ayudo a matar o mínimo mandar la Reina de las Tzitzimime de vuelta a su reino? Miquizntli interrumpió: Puede que me están controlando, sin embargo, aún tengo acceso a mis poderes innatos. Como el razonamiento. Sé que tu ayuda no será gratuita. Así que, ¿Que quieres a cambio?
Itzoquichtli agarró el collar quebrado y lo remendó, restaurando el lazo suyo con Itzpapalotl. El dijo: Pronto lo sabrás, después de la guerra te encontraré, al menos que te matarán. Chasqueó los dedos y toda Tizatlán volvió a la normalidad. La gente ya regresaba a la plaza, humo salió del templo, y los niños empezaban a jugar de nuevo. Fue ahí donde Iztoquichtli desapareció, pues, entre la gente. Miré a Miquizntli, y le dije: Él no es uno de las Tzitzimime. Él es otra cosa. Algo no de este mundo, ¿cierto? Me contestó: La sangre de las Tzitzimime corra por sus venas, sin embargo, no es un Tzitzimime de esta tierra. Pausó, y continuó: Él es de los Tzitzimitl de Eutlocpan. Una tierra lejana, al Este de aquí. Con una cara llena de preocupación, le pregunté: El chamán debe de saber esto, ¿verdad? Miquizntli me contestó: Creo que tú ya sabes la respuesta.
Fuimos con el chamán de inmediato. Le contemos todo sobre el encuentro con Iztoquichtli. El chamán estaba sorprendido de que el mismismo enemigo vendría a nuestro hogar a avisarnos de la batalla que se avecina. El chamán dijo: La tierra que el mencionó, Eutlocpan, es una tierra mitológica, hombres y dioses caminan juntos en esa tierra. Los tlatoque (plural de tlatoani) de esa tierra tienen otro estilo de vida. Pero luego, hablaré de eso. Ahora hablaremos de lo que te dijo este Tzitzimitl- Iztoquichtli. Pero lo que me asusta es lo que dijo pero no especificó, los espíritus tenebrosos. Hace cuatro años Yohual invocó a un espíritu llamado Macuilitzcuintli. Espíritus de guerreros quienes murieron en combate, pero si cortas el nombre en dos, Macuili y itzcuintli, tienes las palabras: Cinco y Perro. Por ende, ellos tienen la forma de perro. Sabemos bien como matar a éstos, pues, unirse con el tonalli.
El chamán volteó varias páginas del libro abierto que estaba en la mesa, era el mismo libro que leyó cuando nos habló acerca de las Tzitzimime y de la Cihuateteo. Aquí está: Ahuiateteo, el homólogo masculino de las Cihuateteo. Hay un Ahuitéotl (singular de Ahuiateteo) por cada día de la trecena, desde caimán hasta flor. En cuanto a las Cihuateteo, solamente existen cinco tipos: Venado, Lluvia, Mono, Casa e Águila. La cuestión es saber qué día viene, para poder descubrir cuál de las Cihuateteo vendrá.
El chamán fue a ver el Tonalpohualli (Calendario Solar) en la pared. El chamán preguntó: ¿La nota decía veintisiete días, cierto? Miquizntli y yo inclinamos la cabeza para afirmar que efectivamente decía veintisiete días. Cihuaquiahuitl, Mujeres de la Lluvia. Siguen siendo de las Cihuateteo, pero estas son las más bravas.- comentó el chamán. ¿Qué podemos hacer para defendernos?- le pregunté. El chamán contestó: Lo único que podemos hacer es esperar. Buscar un arma poderosa para defendernos y matarlas, pausó, pero a la última vez que he escuchado de esa arma, fue hace tiempo; con un Nahual que ha logrado obtener su Poder Personal.
¿Cómo se llamaba el arma?- le pregunté. El chamán me contestó: Tiene dos nombres, Nahualli Tlapiani y Huey Tlapiani - Guardián de los Nahuales, el Gran Guardián. Es un verdadero titán. Dicen que cada tribu tiene su Guardián. Pero no debemos de esperanzarnos tanto, aún no tenemos un Nahual que ha alcanzado obtener su Poder Personal. Hasta entonces, será puro Macuahuitl y Chimalli (nuestro escudo). Claro, no debemos olvidar del poder del tonalli.
El chamán acercó a Xicoténcatl, el tlatoani, le preguntó: Sabemos casi nada de las Cihuateteo, y si vienen las más bravas, necesitaremos más ayuda. ¿Enviarás tus mensajeros a los otros estados de las Tierras Tlaxcaltecas? Nuestro tlatoani le contestó: Sí, enviaré mis titlantin a los otros estados. Pero, enviaré otro titlantli a la Tribu de Huitzilopochtli. Son neutros, pero quizás nos podrán ayudar. Muchas ideas pasaron por mi mente, "¿Y si no ayudan?", " ¿Y si se juntarán con las Cihuateteo? Pero una de las ideas salió de mi boca- ¿Y si viene la reina de las Tzitzimime, Itzpapalotl?
Nuestro tlatoani se quedó callado, al igual que el chamán. Miquizntli rompió el silencio al decir: Sencillo, itlacamictiliztli, una masacre. Pero no se preocupen, me encargaré de los espíritus malignos. El tlatoani, asombrado por la aportación de Miquizntli, le contestó: Pero tú eres uno, ellos son una legión. ¿Cómo lo harás? Saliendo del templo, Miquizntli dijo en un tono atrevido: Llévame con los cadáveres de los recién caídos. Ahí sabrás como lo haré. Chamán, creo que ocuparé una bendición suya para poder llevar eso a cabo. Y claro, Xiuhcoatl, mi amo, tú también deberías de darme el permiso de hacer lo que haré.
Todos fueron a la pira, llena de los cadáveres de los soldados que hayan muerto, nahual y no-nahual. Todos hemos dado el permiso a Miquizntli para hacer lo que se tendrá que hacer. Tomo una respiración profunda y exclamó al aire: Mictlantecuhtli, no me dejes solo. Una vez me dijiste que yo tengo los espíritus canidos de Mictlán y el fuego oscuro en mi disposición. Déjame usarlo una vez más. Gritó y echó fuego oscuro a las piras. Convirtió en el Sabueso Infernal y dijo: Macuilli, tonaleque, itzcuintli, despierta. El Fuego Oscuro consumió los cadáveres. Como si hubo una unión entre cadáver y fuego. De pronto el fuego empezó a cobrar forma de un perro, una forma muy similar. Eso era, los Macuilitzcuintli, los espíritus que ayudaron a Yohual y Donají hace años atrás. El chamán asombrado por lo que estaba sucediendo miró al tlatoani. El tlatoani solamente pudo decir: No temas, Mixtli, deja que el haga lo que tenga que hacer para que nosotros podamos ganar la batalla que está por venir.
El Sabueso Infernal dijo: Ahora sí, Nosotros ganaremos contra las Cihuateteo. Quieren usar espíritus malignos, nosotros también los usaremos. Yo solo pensé: Que arma poderosa ni que nada, nosotros atacarán con espíritus malignos, nosotros también atacaremos con espíritus malignos.
Efectivamente, el tlatoani mandó sus titlantin a los otros estados de las Tierras Tlaxcaltecas y al representante de la tribu de Huitzilopochtli que se encontraba cerca del volcán donde me convertí en tecolote. A unas semanas recibimos una respuesta, una hoja que tenía un dibujo de una colibrí – el símbolo de Huitzilopochtli. Aun así, no sabíamos si era una buena señal o una mala señal – dado que esa tribu es neutra. Pero eso sí, tenían una relación de amar y odiar con el pueblo mexica. Quizás por esa relación, nos ayudarán. Solo es cuestión de ver.
Matlactiomei Tecpatl, Tepeíhutil, Chicome Calli
Día 13 Pedernal, Mes de la Fiesta de los Cerros, Año 7 Hogar
15 de noviembre de 1473
Pasaron los días y las noches, día tras noche, día tras noche, llegamos a las vísperas de la batalla contra los espíritus malignos. Notamos que en la distancia había humo. Pues, ya sabemos el dicho, donde hay humo, hay fuego. Tenía que ser las Tzitzimime, o la reina de éstas. Decidimos empezar a partir para donde estaba dicho fuego. En camino a ese lugar, nos reunimos con Guerreros Nahuales de los otros estados Tlaxcaltecas. Lo que me sorprendió fue que hubo guerreros que se vestían como si la mismísima muerte las haya tocado. Como si Mictlantecuhtli haya tocado el alma de estos soldados. Tenían un tipo de pintura blanca por todo el rostro. Llevaban un casco decorado llamado cuatepoztli. Normalmente el cuatepoztli lleva la figura de un animal, como un mono, jaguar, puma, coyote o de ave de rapiña. Sin embargo, los cuatepoztin que veo no tenían figura de animales. Tenían la figura de calavera.
Por otro lado, a lo lejos, podíamos escuchar aullidos. Miquizntli corrió hacia delante, aulló y ladró. Hubo una respuesta - aullidos acompañados por ladridos. No se preocupen, vienen conmigo - afirmó Miquizntli. Solo un nombre corría por mi mente: Tlacacuetlachtli. Los guerreros nahuales soltaron murmullos tanto de susto por las bestias mencionadas o de agradecimiento a Miquizntli por haber aportado con guerreros. El único pensamiento que corría por mi mente fue: "Más vale que esas malditas bestias ataquen a las enemigas y no a los aliados." Fui con Miquizntli y le pregunté en un tono callado: ¿Estás seguro de que los Tlacacuetlachtin te seguirán? Estoy seguro de que ellos no quieren ni desean tener líder. Miquizntli me contestó: Tranquilo, amo. Sé que mis creaciones salvajes me ven como su líder soberano. Le dije: ¿Estás seguro de eso, Miquizntli?
Seguí con mi camino. De pronto vi un Guerrero Coyotl que me hacía conocido. Corrí hacia él y le pregunté: Oye, tu eres Yaotecoyotl, ¿cierto? El Guerrero Coyotl me reconoció, me ladró como si fuera un perro feliz de ver su amo. Xiuhcoatl, tanto tiempo, me acuerdo de la pelea que tuvimos, pues cuando nos conocimos. ¿Cómo estás, Ocelotl? Yaotecoyotl y yo tuvimos mucho tiempo para poder mantenernos al tanto. Llegamos a un lugar llamado Atlihuetzía - Lugar donde hay caídas de agua. Era un lugar tan sereno, como no podía haber visitado este lugar estando cerca de Tizatlán. era un lugar verdoso, con unas aguas tan cristalinas. Era como un paraíso en la tierra.
Decidí acercarme al agua y usar mi mano como una copa para tomar dicha agua. Pero Miquizntli me detuvo y me dijo: Amo, si las Cihuateteo están en las aguas, no la debemos tomar, aunque tengamos sed. De pronto, el Guerrero Mazatl, acercó a las bancas del río, tocó el agua, y dijo: Efectivamente, las Cihuatateo estuvieron aquí, pero algo más está aquí. Algo más tenebrosa que las Cihuateteo, y es algo más antigua. Xiuhcoatl, hablaré con el chamán, Mixtli. Él sabrá de que estoy hablando.
De pronto, una voz fuerte y masculina resonaba por toda la zona. Una voz que yo reconocía. Esa voz decía: No habrá necesidad, Yao Mazatl (Guerrero Venado), o debería decir: Mixtli, Chamán de Tizatlán. Todos los Guerreros Nahuales, yo incluido, estábamos sorprendidos al saber de que nuestro chamán era el Guerrero Mazatl. No lo esperábamos - ¿Cómo era posible que nuestro chamán, un hombre santo, alguien cerca a los Dioses, podría ser un Guerrero? La voz continuaba pero esta vez en un tono más elevado: Tú, Miquizntli, eres un fracaso. Tú tenías un sólo trabajo - sólo uno. Pero no, no lo pudiste hacer. Te dejaste ser controlado por un mendigo Nahual. Todos los Guerreros Nahuales estaban buscando para ver de dónde salía la poderosa voz. De pronto, la voz habló de nuevo: Nahualli (plural de Nahual), no me encontrarán tan fácil. Estoy en el agua, en la tierra, en el aire. Estoy en todo lugar.
De pronto, la misma voz volvió a hablar, pero esta vez, gritó: Ahora, Macuilcozcacuauhtli, ¡Xijhuian! ¡Ataquen! De pronto, una reunión de buitres empezó a volar en un círculo, sin hacer ruidos. Solo un Macuilcozcacuauhtli chilló tan fuerte, como si fuera una señal a los otros Macuilcozcacuauhtin. Empezaron a bajar para luego atacarnos. La reunión constaba de diez Macuilcozcacuauhtin - aunque todo el cuerpo era espiritual, tenían aspectos bastante similares a los cozcacuauhtin que conocemos. El plumaje espectral era negro, su cabeza y cuello espectral eran anaranjados con rojo. Empezaron a pelear con los Guerreros Cuauhtli y los Guerreros Tlohcuauhtli. Los diez Macuilcozcacuauhtin convertieron a veinte y luego a treinta. Todos en contra de los poderes unidos de los quince águilas y quince gavilanes.
Al darse cuenta de que los Macuilcozcacuauhtin estaban muriendo, gracias a la experiencia previa contra los Macuilitzcuintin, el dueño de la voz apareció en la cima de la cascada. Antes de hablar, hubo un chasquido de dedos. Era claro, era Iztoquichtli, el demonio de Eutlocpan. El efecto de ese chasquido fue leve comparado a lo que pasó cuando Iztoquichtli entró a Tizatlán. Apenas voy empezando, Nahuales de Tlaxcala. No sabrán lo que se espera cuando vuelva mañana. Ahí sí, las aguas serán más peligrosas. Y el sol, pues...ya sabrán lo que pasará al sol mañana. El Guerrero Mazatl, Mixtli, dijo: Tzitzimitl, no te tengo miedo. Iztoquichtli le dijo: Cállate Venado, habla cuando alguien te pregunte algo. De pronto una voz femenina habló: Fiel Ajachtli, sirviente, mi Iztoquichtli; Ya dejamos a estos Nahuales en paz. Mañana será un día intenso para ellos. Déjalos que se preparen. Antes de irse, Iztoquichtli dijo unas palabras incomprensibles y invocó una mariposa nocturna. Dicha mariposa voló hacia Mixtle y yo. Al tocar la mariposa, Iztoquichtli chasqueó sus dedos y desapareció.
Revertiendo a su forma humana, el Guerrero Mazatl, Mixtle, me dijo: Xiuhcoatl, eso significa una sola cosa: Itzpapalotl está aquí.
Ome Quiahuitl, Tepeíhutil, Chicome Calli
Día 1 Lluvia, Mes de la Fiesta de los Cerros, Año 7 Hogar
16 de noviembre de 1473
Hoy desperté. Desperté en plena oscuridad. Iztoquichtli tenía razón - toda la razón. El sol no apareció. El sol no nos encandiló con su luz. Era como si alguien comió el sol. Despertó Miquizntli y el empezó a aullar, muchos aullidos le contestaron. Perfecto, ya vienen - dijo en un tono muy sutil. Despertó Mixtle, y de pronto cambió a su forma de Guerrero Mazatl. Me dijo: Xiuhcoatl, perdón por haber ocultado este detalle sobre mí, yo nunca quise que te enteraras así. Le confronté: Chamán, tu eres un nanahualtin, ¿Cierto? Solamente conviertes a tu Guerrero Mazatl o un venado en sí cuando es necesario.
Antes de que el chamán podría responderme, multitudes de chillidos y llantos llenaron el cielo con terror. Era algo perfecto, terror y oscuridad. Algo perfecto para las Tzitzimime. Los llantos tocaron fondo al cielo, y como si fuera por una obra divina, empezó a llover. Una lluvia fuerte, una de las lluvias más pesadas que Tlaxcala ha visto. Yewan Nican, Yao' (Guerreros, ya vienen en camino)- dijo Yohuacoatl, el Guerrero Serpiente. Y era cierto, ya venían las Tzitzimime. La única cosa que oíamos fue los chillidos escalofriantes que soltaron en unisón. Entre los chillidos se escuchaba llantos, llantos de mujeres quienes se estaban buscando por sus hijos. De pronto una voz femenina gritó: ¡Xijhuian! ¡Ataquen! La voz femenina fue la de Señora de las Tzitzimime, la Mariposa Nocturna de Obsidiana, Itzpapalotl. De pronto ella gritó: Chamán, Serpiente, Jaguar y Sabueso, ustedes contra mí. ¡Ya!
Debo admitir, Itzpapalotl no está tan timixtitla (pendeja) - invocando a los guerreros más fuertes de los nahuales mientras los demás están peleando contra las Tzitzimime y las Cihuateteo es una buena jugada. Llegamos al banco del río que alimentaba la cascada. Había dos seres. Uno ya lo reconocíamos, el demonio blanco de Iztoquichtli. La otra ser empezó a hablar: Seguro ya sabrán quién soy. Yo soy la Mariposa de Obsidiana, Itzpapalotl. Supongo que ya saben de lo que mi asociado, Iztoquichtli, quiere de ustedes. La interrumpí: Más bien lo que tu deseas, Itzpapalotl. ¿Exactamente que deseas en Tizatlán? Iztoquichtli me interrumpó: Que te valga lo que ella desea de tu ciudad moribunda.
Miquinztli transformó a su forma de Sabueso Infernal y retó a Itzpapalotl: La guerra es contra mí. Sin embargo estás dispuesta a pelear contra Nahuales quienes tienen nada que ver en esto. Acepto que fui mi error dejarme controlar por un insípido Nahual- miró hacia mí y me gruñó, pero me hizo un guiño. Así que lucha conmigo mariposa muerta. Te reto. Pero antes- caminó a donde el río caía, aulló a los cuatro vientos. Gritó con una voz fuerte que resonaba incluso en el agua: Xicaqui Ajachtin (Escuchen sirvientes), es hora de nuestro ataque. Escúchenme bien, no maten a los Nahuales, maten a las sirvientes de Iztpapalotl. De pronto los Tlacacuetlachtin entraron en combate. Vi como estaban sedientos por violencia, andaban sedientos por sangre. Querían matar, asesinar las enemigas. Y efectivamente, eso hicieron, una multitud de las Tzitzimime fue derrotada tanto por los Tlacacuetlachtin y por los Nahuales.
Itzpapalotl, también debo revelarle algo- le dije en una voz retadora. Un fuego oscuro cubría mi cuerpo por completo. Mis piernas, al igual que mis brazos, fueron cubiertas por un pelaje negro. Mis pies se convirtieron en pezuñas. Ya no era humano, ya era Guerrero Tliltentzontli (Cabra Negra). Ya no pude gritar, sino pude balar. Entre balido, palabras salieron en mi boca, claro, con una voz endemoniada: Sorpresa Itzpapalotl. Decidí correr y saltar para juntarme con mis hermanos en combate. Y ahora, fue mi turno gritar: ¡Xijhuian! ¡Ataquen! Ataqué cada una de las Tzitzimime que estaban acercándose conmigo. Y de pronto escuché: ¡Mis hijos! ¿Dónde están mis hijos? ¡Has matado a mis hijos! ¡Entonces yo te mataré! Llegó las Cihuateteo. Mujeres vestidas de ropa rota de color blanco. Un marco diferente de la ropa fue que estaba empapada. Todas las caras tenían algo en común, tenían mínimo una parte de la cara que era puro hueso, sin estar cubierta por la piel.
De pronto, es escuchó silbidos de guerra; los mismos silbidos que se escucharon cuando nosotros estábamos listos para meternos al combate. Pero esta vez fue acompañado por gritos de guerra - algo característico de la Tribu de Huitzilopochtli. Vimos Guerreros cuyos tonaleque eran el Cuetzpalin (Lagarto), el Ayotl (Tortuga Acuática) y el Mazatl (Venado). No pude alcanzar a ver como se miraba Los Guerreros Cuetzpaltin y Ayome (plural de lagarto y tortuga acuática, respectivamente), pero sé que eran algo épico, ver por fin otro ser de la tierra y ver un ser del agua. Vi como Los Guerreros Ayome empezaron a morder, pegar y obvio, matar a las Cihuateteo.
Mirando que ya se estaban perdiendo, Itzpapalotl quiso detener toda la masacre con un grito, pero antes de que podía gritar - alguien cortó sus alas. Gritó en agonía, pues cortar las alas de una diosa duele tanto como si arrancases las uñas de una persona. Las únicas palabras que podía salir de su boca fueron: Omeyollo. Traidor. Un fuego oscuro cubrió el cuerpo y ella desapareció. De pronto el demonio blanco dijo: Siempre odiaba ese nombre, Iztoquichtli. Prefiero mil y una veces mi nombre natal, Damon. La lluvia cesó, el sol empezó a salir. Las Cihuateteo empezaron a huirse al río. Brincaron al agua sin dejar rasgos. Las Tzitzimime empezaron a tornarse en cenizas al ser tocadas por los rayos del sol. Todo se estaba volviéndose a la normalidad. El tlatoani mixteco, pues de la Tribu de Huitziliopochtli, dijo que opondrá a las fuerzas mexicas, y que una Tlahtoloyan estaba por crearse, que unía las fuerzas de Texcoco y Tlacopan.
El tlatoani mixteco nos dijo: Tlaxcala se encuentra en guerra, las mexicas están en plena guerra. Creo que todos ustedes nahuales deben de ayudar a los no-nahuales para que estas guerras pueden terminar. El chamán, quien se revertió de su forma de Guerrero Mazatl, le dijo: Tlatoani, lo tomaré en cuenta, con la ayuda de Xicoténcatl, mandaré varios Nahuales para la guerra. Creo yo que será posible que los siguientes animales que un cierto Nahual necesitará aprender a convertirse, apuntándome, se podrán aprender al estar en combate. Por otro lado, les invito a que queden en Tizatlán por un tiempo.
Pasaron varios años, tanto de paz y guerra, los mejores años de mi vida. Pronto cumpliré mis veintisiete años. Pero algo me atormentaba, Breon no ha podido convertirse en su tonalli, el caimán, ¿será que no se convertirá en Guerrero Cipactli, o mínimo al cipactli? Solamente el tiempo dirá.
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